Debo aclarar, porque estamos en tiempos confusos, que “negro”, de raza negra, de piel oscura, no supone para mí ningún tipo de discriminación o de signo de supremacía de unas razas sobre otras. Estaría en la noche de los tiempos de la cultura y en primaria de sentido común si así lo pensara, que no es el caso.
Dicho lo cual y apoyando en parte a Vinícius en algunas de sus declaraciones, quiero afirmar, sin reservas, que España no es una nación racista, afirmación absolutamente demostrable por los hechos de hoy y por nuestra historia “colonial”
Porque la España de los tiempos de la conquista, después de los primeros momentos en los que los españoles descubridores tomaron partido, porque les interesaba, por algunas tribus indígenas enemigas de los soberanos incas y mayas por su comportamiento sangriento y déspota, incluido sacrificios humanos demostrados sin ningún género de dudas, establecieron que las naciones de la América hispana no fueran colonias, sino virreinatos de la corona regidos por nativos de cada lugar, no enviados desde España, por lo que, como es natural, casi todos fueron mestizos, porque la España imperial, la de la leyenda negra creada y potenciada por nuestros enemigos políticos de la época que querían desprestigiar a España, fue la primera y casi la única que admitió el mestizaje no discriminatorio como evolución natural de la humanidad.
Y porque yo he conocido como provincias españolas, no como colonias, las de Guinea, Ifni o el antiguo Sahara español, que tenían escaños en las cortes españolas con el mismo nivel y los mismos privilegios que los de Albacete, pongo por caso.
En cuanto al “hoy”, en España hay millones de inmigrantes de todas las razas y colores que están en las mismas colas que nosotros en los supermercados, que nos despachan en las tiendas, o que toman un café o una cerveza en la mesa de al lado de la nuestra. ¿Qué hay incidentes aislados? Claro que sí, pero también los hay entre españoles, entre inmigrantes y hasta entre turistas de Benidorm. Porque no hace falta ser de una raza determinada para comportarte como un salvaje.
¿Qué en España hay racistas? También es cierto, como hay “neardentales” de cualquier otro tipo. Somos casi cincuenta millones de habitantes, una buena parte de los cuales mayores de edad y es inevitable que en un bosque de tal magnitud nazcan setas de todas clases: comestibles, venenosas, grandes, pequeñas, vistosas o tan discretas, normalmente las mejores, que apenas se las ve.
Pero es que, además, la visión de Vinícius es muy limitada ya que, desgraciadamente para él, la sociedad que más conoce es la que acude a los campos de futbol en los que, junto a una mayoría que aplauden a los suyos y silban al contrario o al árbitro si cree que no les favorece, hay grupos de energúmenos que encuentra en esos lugares un caldo de cultivo apropiado para demostrar su “anti todo” y una de las caras más oscuras de la sociedad, las suyas.
Porque esos grupos supuestamente racistas son los mismos que revientan escaparates en una manifestación, apedrean a la policía si tienen ocasión, muelen a palos a los aficionados de otros lugares, o “quedan” para pelear con barras de hierro con los “ultras” de otros equipos.
Me temo, repito, que eso es el ambiente que más conoce Vinícius, porque la mayoría de su tiempo lo ocupará entrenando, viajando con su club, en esos guetos de ricos tan visitados por ladrones atraídos por sus relojes de super lujo o, quizás, en algún restaurante de mucho postín al que acudirá en su coche de miles de euros.
Si Vinícius pudiera pasear libremente por las calles de Madrid, no lo podrá hacer porque tampoco se pueden permitir ese lujo la mayoría de los famosos de todos los campos del deporte o la cultura, comprobaría que la gente, en lugar de insultarle, le agobiarían pidiéndole autógrafos o hacerse fotos con él. ¡Claro que sí!
Y, si hubiera sido un poco menos vehemente, habría caído en la cuenta de que, en el famoso partido de Valencia, origen de todos sus males y de su campaña antirracismo, que yo apoyo, había en el campo y los banquillos no menos de otros siete u ocho negros de piel, o mestizos, con los que nadie se metía, más bien les aplaudían si eran del Valencia.
Y que los salvajes que le llamaron lo que le llamaran no lo hacían tanto por ser de color como por ser uno de los mejores jugadores del mundo, enemigo del Valencia en ese momento.
Un inciso: ¿Por qué nos hemos vuelto tan absurdo, tan exquisitos, tan gilipollas, tan “eufeministas” que llamamos “de color” a lo negro, cuando el negro es, precisamente, la ausencia de color, el que no aparece en el espectro del arco iris?
De color, de alguno, seríamos nosotros, los blancos, los amarillos, o los cobrizos, pero ¿los negros?
A Samuel Etoo, jugador de futbol genial, negro de piel y muy inteligente en su antirracismo, le oír decir en una ocasión que “tenía que correr como un negro para vivir como un blanco” y, en otra de sus frases inteligentes, que “si fuera pobre sería negro”.
Porque en España, eso sí, hay más clasismo que racismo. Tradicionalmente los empresarios son los malos y los obreros los buenos (en este caso no manifiesto verdades, sino opiniones tradicionales) y que riqueza es sinónimo de malas artes y pobreza de dignidad.
Por cierto, una parte evidente de la animosidad que despierta Vinícius se debe a que, al margen de su extraordinaria calidad futbolística, no acaba de entender que la gente privilegiada es especialmente odiada en determinadas ocasiones y que, precisamente porque él lo es, debería reprimir mucho más esos gestos y salidas de tono que le son habituales, sin entrar al trapo de provocaciones interesadas y deliberadas de sus rivales. En su propio equipo tiene grandes ejemplos, grandísimas figuras que no tienen enemigos, aunque metan goles o ganen partidos y que son admirados por todos.
Porque van a lo suyo y mantienen el nivel de auto control personal necesario para “pasar” de provocaciones. Y son ellos los que en cada partido tratan con poco éxito de contenerlo, de calmarle, de intentar que evite reyertas con los contrarios o que conteste a los desafíos del púbico.
Seguro que, sabiendo como es, en la estrategia de muchos partidos, el entrenador contrario indicará quién y cómo debe provocar a Vinícius, pero no creo que a ninguno se le ocurra encomendar a uno de sus jugadores hacerlo con Kroos, Luka Modric, o el mismo Camavinga, negro como él, que recibe muchas patadas y nunca pasa de quejarse al árbitro sin enfrentarse con ningún contrario. A ellos los marcan, a Vinícius le provocan.
Yo he visto al Bernabéu aplaudir a “blaugranas” significativos, como el propio Etoo o Ronaldinho, los dos negros, y ayer mismo pude ver como los madridistas se quitaban el sombrero ante un “enemigo” potencial en la liga y en la Champions, Laminé Yamal, que jugó como un elegido, aguantó las provocaciones de los brasileños y fue una pieza clave en el resultado del partido.
Me temo que, si Vinícius no es capaz de controlar su vehemencia, el Madrid no tendrá más remedio que deshacerse de él, porque es uno de esos jugadores que hace antipático a un club que no se lo merece.
De esos también he conocido muchos y muy buenos, pero de ellos no quiero acordarme.
No quiero terminar sin repetir que apoyo a Vinícius en su campaña antirracista, pero le pido que no la enturbie confundiendo la velocidad con el tocino, como está ocurriendo con el antifeminismo español, con el que estoy absolutamente de acuerdo, pero no con algunas de las antifeministas al uso, porque tienden a mezclar churras con merinas.
Valencia, 28 de marzo de 2024
José Luis Martínez Ángel