Éramos pocos y parió la abuela. Las mociones de censura y las disoluciones de parlamentos

De todos es conocido que el otro día comenzó otro capítulo del carajal que tienen montado una parte de los políticos de la  nación, cuando Ciudadanos decidió presentar una moción de censura contra el presidente de la Comunidad Murciana.

Y como este es un país donde es imposible aclarar quienes son los buenos y quienes los malos, en este sainete trágico cómico no tenemos más remedio que suponer que todos son malos. O, al menos, que la mayoría lo están haciendo muy mal.

Es evidente que el gobierno autonómico presidido por el Partido Popular no debería haber abusado del poder para vacunar a personal de la Consejería de Sanidad, aunque también es cierto que los responsables del desaguisado ya no están en la administración murciana porque dimitieron, o les hicieron dimitir cuando se conoció la noticia y  a petición de Ciudadanos.

Y también que Ciudadanos podría haberse desvinculado del pacto de gobierno el 21 de enero que es cuando se conoció la noticia y dejar en minoría al gobierno del PP, que no hubiera tenido más remedio que convocar elecciones.

En lugar de ello exigió dimisiones entonces, que obtuvo y ha esperado hasta ayer para presentar una moción de censura junto con el PSOE. Me parece mucho tiempo el transcurrido entre la causa aparente y la reacción en forma de moción de censura, pero yo soy uno más de los mortales que no entiende la forma de proceder de los políticos.

Y Ciudadanos, decía, registró la moción presentando como candidata a la hasta ahora vicepresidenta del gobierno murciano. Otra originalidad en la política, posiblemente inédita: presentar una moción de censura al gobierno del que forma parte. Porque Pablo Iglesias ejerce de oposición al gobierno del que es vicepresidente, pero no ha llegado a este extremo. Al menos hasta ahora.

Insisto en que es imposible determinar cuál es la verdadera razón de esta medida, porque si solo son las vacunas la cosa se habría zanjado con la dimisión de los responsables sin crear más problemas a los murcianos que, como nos ocurre a todos los españoles, bastante tienen con lo que tienen.

Y es sabido que este movimiento creó alarmas generalizadas en otras zonas de España por algún que otro amago de mociones en otros lugares y que la presidenta de Madrid, que dijo sentirse amenazada, decidió convocar elecciones.

Todo ello me ha hecho pensar, otra vez, en el muy lamentable nivel de la política española gracias al muy lamentable nivel de los políticos que la practican. O para no ser injusto diré que no son todos, pero sí muchos.

Porque la deriva de los últimos años nos ha llevado poco a poco a que ellos adquieran tics indeseables, llegando a situaciones realmente esperpénticas y a que nosotros las aceptemos como normales. Me explico:

Resulta que en la Comunidad de Madrid la presidenta se siente amenazada, no se si con razón o sin razón y disuelve el parlamento.  Y a dos de los partidos allí representados les falta tiempo para preparar sendas mociones de censura que registraron una o dos horas después.

Primer disparate. ¿Cómo se puede entender el desarrollo de dos mociones de censura al mismo tiempo desde diferentes partidos? Sería una especie de “ménage a trois” de las ideas, en este caso para marcar diferencias con el resto de las formaciones, que hubiera sido interesante conocer por lo irracional de la situación: dos candidatos peleando con el otro y con la presidenta de la Comunidad, queriendo demostrar que cada uno de ellos es el mejor, la solución.

La segunda consideración es que los “mocionistas” dicen que la disolución del parlamento no es efectiva porque no ha sido publicada en el Boletín de la comunidad. ¡Acabáramos!

No entiendo de leyes, pero la lógica me hace suponer que lo importante es la disolución formal en sesión convocada al efecto y no la publicación en el boletín oficial. Porque, es un suponer, si hay algún tipo de impedimento técnico para imprimir el boletín de la comunidad en diez días no parece que sea de recibo que la disolución no sea efectiva hasta que se pueda leer en un papel.

Como soy poco ilustrado en estos asuntos, quiero suponer que la autoridad la tienen los presidentes de las autonomías y no el papel impreso que solo sirve para hacer público lo que ya había decidido “la autoridad competente”. Según este planteamiento, la única posibilidad de reventar decretos de disolución sería que las sesiones se celebraran en secreto, para no dar pistas y a las doce menos cuarto de la noche, única forma de que el boletín se publicara antes del horario oficial de los registros de las cámaras.

A la vista de la situación creada y los avances de la tecnología, sería de desear  que se tengan que cambiar los protocolos de información a la ciudadanía,  de forma que las decisiones adoptadas en cada uno de los  órganos competentes se adelante por internet al final de cada sesión, con independencia de que todas ellas se refundan en el Boletín Oficial correspondiente que, por cierto, tampoco es necesario que se imprima en papel. De hecho ya hay publicación del boletín en PDF, pero siempre al día siguiente del que se tomaron los acuerdos o se decretaron leyes.

Y que esta información digital, la parcial e inmediata a cada pleno,  tuviera el mismo valor legal de notificación que los propios boletines.

La tercera conclusión, la más lamentable para mí, es el temor reverencial a las urnas que tienen todos estos partidos de nuevo cuño o los tradicionales con poca fuerza en el Congreso o los parlamentos regionales.

Las mociones de censura son una herramienta legal que se ha empleado muy pocas veces en la historia del parlamentarismo democrático. Es legal, pero atípica. Está pensada para situaciones muy concretas y tiene como objetivo  presentar una alternativa mejor a las actuaciones del gobierno de la nación o de los autonómicos, por lo que no están previstas para derrocar gobiernos, sino para sustituirlos por otros que ofrezcan garantías de gobernar mejor.

Que parece lo mismo, pero no lo es.

Y muchos partidos tiene miedo a las urnas porque tanto en el Congreso de la Nación como en los parlamentos autonómicos, su composición y poder representativo es una foto fija de los resultados obtenidos en las últimas elecciones. Resultados que podrían no ser los mismos  en cada uno de los momentos políticos en que se producen las circunstancias especiales.

Y es por eso por lo que se está poniendo de moda intentar convertir en norma lo que está pensado como excepción.

Yo soy muy poco aficionado a referéndums o consultas cada dos por tres y sigo pensando que lo mejor es que las elecciones se celebren cuando están previstas en la Constitución y que sean los ciudadanos los que decidan con sus votos si el partido o los partidos que soportan el gobierno lo han hecho bien o mal, reservando las mociones de censura para situaciones realmente alarmantes que no pueden esperar el tiempo que falta hasta los próximos comicios.

Por lo que nos encontramos con que los partidos que tienen poco poder y que temen tener menos si se convocan elecciones (y hablo de Podemos, IU o Ciudadanos de la comunidad madrileña o Ciudadanos de Murcia)  huyen de las elecciones como el diablo del agua bendita y tratan de forzar los mecanismos de la democracia con trucos y tratos, legales sí, pero impropios de nuestros tiempos y de muy dudosa calidad democrática.

Y de la locura de nuestra situación política tenemos un hecho de última hora. Se ha confirmado el reparto de escaños y el nombramiento de la presidenta de la cámara y de los miembros de la mesa en Cataluña y resulta que  después de un largo periodo de concesiones y prebendas, el gobierno resultante es más radical que el anterior y tiene más definido su objetivo de alcanzar la independencia.

Pedro Sánchez se ha llenado la boca proclamando a los cuatro vientos que Rajoy era un fabricante de independentistas en Cataluña (no se ha atrevido a decir que era la razón de ser de Bildu de puro milagro) para justificar su actitud con los protagonistas “del proces”.

Nunca lo he creído pero, de ser así, su gobierno los ha potenciado en la misma medida que les ha enriquecido. Pese a “entenderlos” tan  bien, a cederles competencias, a tontear con la gravedad de sus intentos de formar una república catalana y de hacer la vista gorda a sus desplantes a la corona y otros estamentos del estado y su falta de lealtad institucional.

Con un  gran deterioro de la convivencia de los españoles, catalanes y no catalanes, divididos por esta cuestión y con un coste muy importante para las arcas del Estado que, al final, no ha servido para nada.

Corrijo: ha servido para que hayan influido de forma incomprensible en las decisiones del parlamento, para que se sientan mucho más poderosos de lo que eran y, en mi opinión, de lo que reamente son.

Todo ello gracias a que, como escuché decir el otro día a Ignacio Camacho, Pedro Sánchez “no está en la política, está en el poder”. Y para mantenerlo hará lo que haga falta.

Y yo me pregunto lo que se preguntaba Iriarte en su diálogo entre el potro y la ardilla:

Tantas idas
y venidas,
tantas vueltas
y revueltas
quiero, amiga,
que me diga,
¿son de alguna utilidad?

Tengo la muy romántica esperanza de que todo esto sirva para que los que tienen que hacerlo se den cuenta del daño que están causando a la nación y al sistema democrático.

Y a los partidos serios, especialmente al PP que es y al PSOE que debería ser, que no pierdan ni un momento más en mentiras, justificaciones, alusiones al pasado y “tu mases”. Que nos hablen de proyectos futuros.

Decía Winston Churchill, personaje histórico al que vale la pena escuchar, que “nunca llegaras a tu destino si te paras a tirar piedras a cada perro que ladra

Por favor, hablen de proyectos, de futuro, de cómo van a cambiar el modelo productivo, en como facilitar el empleo o de cómo atajar el maldito coronavirus que nos está machacando, de cuando cambiarán la maldita ley electoral que “disfrutamos” y que es la verdadera causa-raíz de nuestros problemas y de cosas por el estilo.

Y no hagan ningún caso, ninguno, a los que les hablen de errores del pasado o de “enormes escándalos” inventados sobre temas que no interesan a nadie, excepto a los inventores de los nuevos argumentos tóxicos para la convivencia y el consenso.

No pierdan el tiempo tirando piedras a los que basan su popularidad en el populismo y el rufianismo parlamentario. Pasen de ellos. No contesten siquiera cuando les interpelan. Hablen del futuro y no permitan que les sigan enredando una y otra vez con los mismos tópicos.

Y cuando les digan “el que calla otorga” tampoco les hagan caso. El que calla, según entenderíamos la mayoría de los españoles no otorga, es que no tiene nada más que decir porque ya lo ha dicho todo.

Dejen todas esas cosas para los pequeños rufianes parlamentarios

Por cierto. Después de escribir este texto me entero que la moción de censura de Murcia puede fracasar y no me extraña en absoluto.

No se si los parlamentarios han reflexionado o si les han convencido. Y en este último caso también ignoro si ha sido con argumentos o con dádivas.

Lo que tengo claro es que este cambio, de producirse, deja en muy mal lugar a la cúpula de Ciudadanos y un poco con el trasero al aire a los pensadores y estrategas del equipo de Pedro Sánchez. Ya van algunos errores y puede que a Iván Redondo se le caiga parte del pelo que se ha implantado.

La Cruz de Piedra

Cubierta La Cruz de Piedra ferros1 copia

Cuando el Sargento Contreras recibió el aviso de que se había producido un incendio en la casa de un amigo, estaba lejos de suponer que aquel suceso ocasional le obligaría a una investigación compleja en la que se mezclaban hechos ocurridos en 1307 con intrigas y conspiraciones arrastradas durante siglos hasta nuestros días.

Tampoco Ignacio tuvo consciencia de las alarmas que disparó al descubrir casualmente la carta manuscrita de Jacques de Molay, Gran Maestre de la Orden del Temple, en la Abadia de Cluny.

La novela le permitirá acompañar a Lorenzo y a Ignacio en sus investigaciones, y le desvelará claves que solo el lector puede conocer.

La trama incluye una ficción sobre la Orden Templaria, pero no es un libro de “templarios”. Se citan, sí, algunos hechos históricos, pero arranca desde una fabulación que nunca sucedió. O eso creo.

Lorenzo Contreras sí que existe. Es cualquiera de los responsables anónimos de la Guardia Civil que trabajan por nuestra seguridad.

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Enlace a la editorial: Amazon – Versión kindle y tapa blanda

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Una aclaración:

En la novela “la cruz de piedra” figura como ilustrador de la portada Ramón Vicent Pascual cuando su nombre es Vicent Ramón Pascual. Quiero aclarar que es un error mío y no de la editorial, porque esa fue la información que les proporcioné. Espero que se corrija en futuras ediciones.