Hablemos de “lo nuestro”. Los peligros del independentismo valenciano.

Parece que, al final, el futuro de Cataluña se decidirá dentro del marco de la Constitución, y poco más podemos hacer. Incluso parece innecesario manifestarse en uno u otro sentido, excepto en Cataluña, donde es bueno que los no separatistas manifiesten su opinión de la misma forma que lo hacen los excluyentes. Allí sí porque son parte muy directamente interesada.

¿Nos hemos dado cuenta de lo que ha ocurrido realmente? Una comunidad poderosa como Cataluña, que lleva décadas aleccionando a los niños utilizando la enseñanza para minimizar los valores de España y potenciar los de Cataluña, idealizándola como eje fundamental en el progreso de la humanidad. Que han reescrito retazos de la historia montando falacias como su versión de lo sucedido en la Guerra de Sucesión, en la que su clase dirigente apostó por el bando perdedor, y han terminado construyendo un relato en el que el asedio de los ejércitos franceses, los del Borbón aspirante al trono español, fueron un ataque del resto de España. Y más concretamente de la propia Castilla.

Una comunidad que ha tenido a su disposición toda una batería de televisiones y emisoras de radio, que ha subvencionado generosamente a los medios de comunicación locales convirtiéndoles en afines o no beligerantes, y a entidades nacionalistas de dentro y de fuera de Cataluña (una parte importante de esas subvenciones han venido a Valencia), que ha promovido y soportado económicamente redes de agitación popular como la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural, las de los “Jordis”, esta Cataluña que ha abierto embajadas por todas partes y ha despilfarrado miles de millones preparando su salida de España, culmina el “procés” de independencia con una votación casi furtiva, tramposa e irregular, en la que sus señorías han procurado muy mucho protegerse de las leyes de España. ¡De las leyes de España!

¿Cómo es posible que los propios padres de la nueva república catalana, la poderosa, la que iba a ser piedra angular de la Comunidad Europea, y reconocida por todas las naciones del mundo mundial se protejan de la justicia de España? ¿Por qué no han votado a pecho descubierto, mostrando sus gozosos “sies”, orgullosos de lo conseguido y de que, ¡por fin!, la historia hubiera hecho justicia a Cataluña disgregándola de España, la parásita, entre los vítores y aplausos de propios y extraños?

Porque todos eran conscientes de que la votación solo era la guinda de una gran tarta de mentiras y disparates. Enormes mentiras. Y sabían que todo ese esfuerzo culminaba en la nada más absoluta. Que el sonido de todas sus fanfarrias no podía acallar la verdad, tozuda e inmisericorde, de que la muy poderosa Cataluña no puede ser más que el estado que la contiene. Como tampoco lo pueden ser Andalucía, el País Vasco, Galicia, o la Comunidad Valenciana, pongo por caso.

Y la realidad es que toda está gran operación en la que se ha dilapidado tantísimo dinero detraído de partidas presupuestarias que hubieran mejorado los servicios cotidianos necesarios para los catalanes, ha sido un rotundo fracaso que ha culminado con un baño de realidad indiscutible, una afirmación rotunda de que es imposible retroceder en progreso, bienestar y concordia a impulsos de fanatismos y planteamientos viscerales.

Y nos encontramos con que la idea de una Cataluña triunfante que cambia su “senyera” tradicional, importada por cierto del Reino de Aragón, por la “estelada”, preparada para incorporar otras dos estrellas, la de la Comunidad Valenciana y la de las Islas Baleares, cuando se culminara su quimera “dels Països Catalans”, ni siquiera puede remontar el primer escalón de su mítico proceso.

Y que, en un mundo afortunadamente globalizado, donde las naciones, ¡por fin!, han encontrado causas comunes y lugares de encuentro, los nacionalismos decimonónicos no tienen cabida ni razón de ser, porque son todo lo contrario a lo que todos queremos y lo que la humanidad necesita. Que en la Comunidad Europea aúnan esfuerzos y proyectos países que hace cuatro días inmolaban a sus ciudadanos luchando unos contra otros en las trincheras de Francia o de otros países de la vieja Europa, y que, como contraste y más recientemente, los nacionalismos causaron los genocidios de la antigua Yugoslavia.

¡Aplausos generosos para los protagonistas! Pasarán a la historia porque malgastaron el dinero que les confiaron, utilizándolo para intentar cambiar la historia y la realidad, para dividir a los catalanes entre ellos, y para fomentar un anticatalanismo injusto en el resto de España. Quizás deliberadamente porque necesitaban crear el enemigo externo. La gran amenaza. El dragón que les quiere devorar.

Y dejo aquí la cosa, reconociendo que hay un problema de sensibilidades y de desencuentros, algunos reales, que hay que solucionar.

Pero todo esto viene a cuento de “lo nuestro”. Quizás la desgracia de Cataluña tenga como aporte positivo el que los ciudadanos españoles, y muy especialmente los valencianos, abramos los ojos y descubramos el gravísimo peligro de los populismos reinantes. Los que prometen conducirnos a sus Jaujas imposibles que acaban siendo Barataria, la gran mentira con la que embaucaron a Sancho Panza. Porque, realmente, nos estamos dejando seducir tontamente por gente “todo fachada” y verbo fácil, como sedujeron al genial escudero del caballero de rocín flaco y galgo corredor. Y, como se ha podido comprobar por la actitud y los hechos de los independentistas catalanes y de algún partido nacional, como Podemos por ejemplo, estamos jugando con fuego.

Y el populismo es especialmente peligroso cuando manipula la fibra de las raíces y de los sentimientos, dando lugar a los malditos nacionalismos excluyentes.

Y aquí y ahora, en Valencia, se están siguiendo los pasos de un proyecto fracasado en Cataluña y claramente pernicioso para los valencianos. La gente del Bloc, los Morera, Marzà y de otros grupos nacionalistas están ensamblando las estructuras del “procés” valenciano: una pseudo TV3, una inmersión lingüística poco pactada, una política de subvenciones dirigida en parte a los movimientos nacionalistas, y, sobre todo, el lenguaje. Un lenguaje cada vez más excluyente que empieza a hacer mella en la sociedad valenciana. Ellos son los buenos y el resto los malos. Ellos creen en las libertades y practican la verdadera democracia, y el resto somos franquistas, fascistas, o retrógrados. Ellos son el pueblo y nosotros las élites interesadas. Ellos son verdaderos valencianos y el resto, castellano o valenciano parlantes, enemigos de la lengua y la cultura.

Si les acosan, acto absolutamente condenable se lo hagan a quien se lo hagan, son ultraderechistas, intolerantes y fascistas (cosa que no descarto), pero cuando son ellos los que acosan solo hacen uso de la libertad de expresión, porque ellos, el pueblo llano, no tienen otra forma de denunciar a corruptos o manifestar sus inquietudes.

Esto está sucediendo desde hace años, pero se ha acelerado en los últimos tiempos, seguramente motivado por lo que iba a ser triunfo inapelable de las tesis separatistas catalanas.

Y todo esto sucede en nuestra Comunidad, como es evidente, por el impulso de señalados nacionalistas de corte pancatalanista, favorecidos por el beneplácito y/o la ambigüedad de Podemos y de Compromís, y por la indecisión del PSOE, el único capacitado para poner orden en el despropósito de seguir una senda que no puede llevar más que al fracaso y a la desunión de los valencianos, cada vez más etiquetados y enfrentados.

Estamos a tiempo. No nos comportemos como los niños que siguieron al flautista de Hamelín o acabaremos, como ellos, secuestrados por alguien que los utilizó como rehenes para conseguir un fin personal.

Aprovechemos la extraordinaria lección histórica de lo sucedido en Cataluña, esta vez, afortunadamente, sin violencias ni derramamientos de sangre, y continuemos siendo la comunidad que ama, eso sí, sus tradiciones, que no necesita tergiversar su historia porque ha sido rica, muy rica, en hechos y valores aunque, como todas, haya tenido sus sombras. Y que ama su idioma al que hay que potenciar de forma limpia, sin trampas ni enfrentamientos, para poder entender mejor a los antepasados que la hablaron y la escribieron, en la que rieron y lloraron, la que escuchaban cuando mamaban y en la que murieron.

Estamos a tiempo, repito. Pongamos nuestro esfuerzo en potenciar nuestras causas comunes en lugar de buscar grietas y puntos de desencuentro que nos harán más débiles. Y no estaría de más que leyéramos con calma la letra del himno de la Exposición Regional de 1909 (¡que carteles tan hermosos!), ahora el oficial de la comunidad. Que es el himo de todos pensemos lo que pensemos. Que no es cursi ni arcaico. Es pura poesía que habla de valores comunes, del orgullo de pasear por nuestros campos, de la necesidad de aunar esfuerzos para nuestra prosperidad, del ruido cristalino de nuestras aguas, incluso en tiempos de sequía, de nuestras músicas.

Y practiquemos el ahora vergonzante hábito de mostrar sentimientos, recuperando en nuestras relaciones personales aquellos “cantos de amor, himnos de paz” que emocionaron a Maximiliano Thous.

Flamege en l’aire nostra Senyera!
Glòria a la Pàtria!
Visca València!
Visca! Visca!! Visca!!

La inviabilidad de la república catalana

La suerte está echada y la historia juzgará a los irresponsables que han llevado a una región tan importante como Cataluña a una situación tan absurda como inviable. Y los juzgará como villanos, no como los héroes que pretendían ser.

Pero ahora entramos en un periodo, seguramente muy largo, en el que tenemos que recuperar la normalidad y poner las cosas en su sitio. Decía ayer en Facebook que “boicotear productos catalanes es una medida muy desafortunada porque hay muchos catalanes no separatistas, la mayoría, porque la globalización hace que muchos productos tengan componentes de fuera de Cataluña, y porque se trata de construir y no de agrandar el conflicto. Cataluña sigue siendo tierra española por mucho que le pese a los promotores de este lio”.

Nos espera una larga temporada en la que el sensacionalismo campará por sus respetos, y en la que las emisoras de radio y las televisiones conseguirán abundante material a precio de saldo llenado los espacios con anécdotas puntuales sobre sucesos y sucedidos. Veremos a un nacionalista insultando a un españolista, a un españolista atacando a un separatista, a un mosso discutiendo con un policía, a unos y otros quemando banderas o fotos del Rey, etc.

No olvidemos que somos muchos millones de españoles, también son millones los catalanes, y que locos y gente que comete locuras “haberlo hailos”. Y que estas situaciones de inestabilidad excitan a los que se sienten importantes diciendo tonterías. Los que buscan su minuto de gloria.

Que esto no tiene la mínima posibilidad de prosperar lo sabemos la mayoría de los que tenemos los pies en el suelo y conocemos cuál es nuestro entorno, Europa, pero los independentistas están muy organizados y ejercerán una presión brutal en las calles y en las redes sociales. Actuarán como esos animales, dicho sin ánimo de ofender, los gatos, por ejemplo, que erizan los pelos y “se engordan” artificialmente para parecer más peligrosos de lo que realmente son.

Mucha paciencia y no contribuyamos a ampliar las grietas abiertas entre los catalanes, y entre Cataluña y el resto de España. Les haríamos el juego.

No hace falta exhibir banderas españolas ni cantar “soy español, español…”. Nosotros lo somos y ellos también lo son, por mucho que les pese, de la misma forma que un hijo desciende de sus padres por mucho que insista en que ha nacido de otra madre.

Yo reconozco que España es mi nación, mi patria, pero no refuerzo mi sentimiento patriótico portando banderas ni colgándolas en mi balcón, porque me parece una forma de marcar diferencias con otros españoles, que también lo son, o una forma de utilizarlas como arma arrojadiza. Me basta con verlas en las fachadas de los edificios públicos y me gustaría verlas, esos sí, en los colegios públicos y privados. Porque nuestros niños, luego jóvenes, saben poco de nuestra forma de gobierno y del contenido de nuestra constitución.

Menos cuando juega una selección deportiva española, por ejemplo, porque, en ese caso, la bandera es símbolo de unidad entre personas de toda índole y condición que manifiestan una coincidencia de intereses.

Escondamos pues las banderas y dejemos trabajar al Estado y a los responsables de rectificar esta anomalía en el plazo más corto posible y con los menores daños colaterales.

Sufrimiento habrá, y mucho, pero no olvidemos que el tren que han puesto en marcha en Cataluña ni siquiera puede salir de la estación. Veremos manifestaciones y mucho ruido, pero el poder real lo tiene el estado que, sin duda, ejercerá su autoridad.

Un ejemplo simple para los románticos crédulos. En cuanto el BOE publique la destitución del President y de su gobierno, los dirigentes catalanes podrán contar con muchos mossos para que les defiendan de la Guardia Civil o de La Policía Nacional, fuerzas opresoras e invasoras, pero ni siquiera hará falta tener prisa en detenerles si algún juez lo ordena. Bastaría, digo yo, con que les retiren el poder de firma y ordenen a los bancos que bloqueen cualquier orden de pago que no proceda del Ministerio de Hacienda.

Tengo la absoluta seguridad de que ninguna entidad incumpliría la orden del gobierno de la nación. Y llegado a este punto, ¿cómo podría sobrevivir un gobierno sin financiación y “sin poderes”?

Lo realmente increíble es el número de catalanes que han creído en los cantos de sirena de unos dirigentes insensatos y falaces. Falaces porque ellos son los primeros en saber que todo esto no deja de ser un drama en dos actos, el de la proclamación y el del retorno a la normalidad democrática.

Que yo conozco a muchos de ellos y doy fe de que son gente con cabeza. Seguramente han creído parte del “España nos roba” o, simplemente, han pensado que la Generalitat estaba tensando la cuerda para conseguir mejor financiación, sin esperar semejante desenlace.

En fin. Ellos se han equivocado y también serán los primeros en sufrir las consecuencias. Y espero que la famosa mayoría silenciosa despierte de una vez, y recupere un espacio que han ocupado, porque se lo han dejado libre, los populistas y los nacionalistas.

Yo he seguido en directo toda la sesión desde un pueblo de Valencia, y he escuchado una traca cuando se ha aprobado la propuesta de independencia ¡Cuanta pedagogía hace falta entre la ciudadanía, especialmente entre los jóvenes! Luchar contra el sistema y por las ideas de cada uno sí, pero desde “dentro”. Porque “fuera” hace mucho frio y no hay ninguna posibilidad de sobrevivir.

Día trise, pero también de esperanza porque todos estos sucesos nos forzarán a reconsiderar algunos conceptos que teníamos olvidados.

Calma y paciencia. Visca Catalunya. Viva España.

Son otros tiempos y la mentira muchas veces repetida no se convierte en verdad.

He visto en Facebook un vídeo compartido por Dolors Matilló en la que un señor, al que no puedo identificar, pronuncia unas palabras sobre la situación de Cataluña. Como siempre: bonitas palabras para envolver el regalo envenenado del mensaje. España es la mala dela película, las fuerzas del orden son brutales por naturaleza, y todo lo que ocurre, incluida la fuga de bancos y capitales de Cataluña, son maniobras del gobierno, mejor del Estado porque incluye al Rey en el complot.

La Caixa, santo y seña de Cataluña que jamás se metió en política en toda su historia, y el Banco de Sabadell son totalmente libres de tomar sus decisiones. Es más. Fueron ellas, junto a otras grandes empresas catalanas, las que pidieron al gobierno que aprobara el decreto que permite cambiar las sedes sociales sin necesidad de que lo aprobaran sus juntas generales. Esto no es una opinión, es un hecho comprobado y reconocido.

E “ainda mais” que diría algún amigo gallego. El acogerse al decreto, suponiendo que lo hubiera creado el gobierno por su cuenta, era una decisión voluntaria de todos ellos. Y todos lo han aprovechado.

Porque ambas entidades y muchas otras empresas importantes de Cataluña no podía hacer frente a una junta de accionistas en semejante situación. ¿Se imaginan como hubieran estado las calles alrededor de sus sedes? Lo más probable es que hubieran invadido sus salones de actos. Y, como es natural porque forman parte de la estructura del Estado español, pidieron su protección en forma de decreto.

Y lo hicieron porque todos estos empresarios conocen la verdad y no aceptan los mensajes de “jaujilandia” lanzados una y otra vez por los responsables políticos de Cataluña, al estilo del que lanza este señor. La verdad demostrada es que a Cataluña no iban a venir los bancos en tropel, y fuera del Europa y del euro no hay vida económica. Y tenían que proteger los intereses de sus clientes, de sus accionistas y de la propia Cataluña.

¿Qué el día uno hubo violencia en las calles? Claro que sí. Y quizás, en alguna medida, innecesaria. Pero los que “empujaron” a la revuelta fueron los que fueron, porque necesitaban imágenes como las que se produjeron. Y si no consiguieron suficientes o suficientemente violentas, no dudaron en utilizar otras cargas, incluidas las de los mossos en 2012. Que algunos nos fijamos en los uniformes y sabemos distinguir.

Pero lanzar la idea de que los únicos malos de la película fueron las fuerzas del orden, es como suponer que la que causó la pantanada de Tous fue una señora imprudente que tiró un cubo de agua al pantano y, como estaba lleno, hizo que se desplomara la presa. ¡Qué somos mayorcitos y podemos pensar! ¡Que es una estrategia de muchos años y muy bien planificada!

Y luego lo de Franco. ¡Que pesadez! Pero comprensible. Los demagogos y populistas necesitan comparar sus bondades con la maldad de “los otros”. Ya se está agotando el discurso de la corrupción, maldita corrupción, y necesitan algo más. Solución: encontrar similitudes entre el gobierno del PP y lo que hubiera hecho Franco.

Señores historiadores de “a cien”. Con Franco no hubiera pasado nada de todo esto, porque, como he dicho otras veces, habría mucha gente en la cárcel, a modo “preventivo”, y tanques por las calles. E incluso es posible que las calles de Barcelona se hubieran llenado de gente con banderas españolas. Que yo lo he visto.

Reescribir la historia es fácil si te diriges a quien no la conoce o no la ha vivido.

Y es que, aunque parezca mentira, la gran mayoría de los españoles no necesitamos a Franco y hemos encontrado una manera pactada de convivir en democracia. Los de algunos partidos de izquierda, los extremistas y los antisistema, sí. Deberían ir en peregrinación al Valle de los Caídos para agradecerle lo mucho que hizo por ellos.

El Estado y la brutalidad de los agente del orden en Cataluña – ¿Tu quoque PSOE fili mi?

Es un hecho que la Vicepresidenta Soraya Sáenz forma parte de la cadena de mando que decidió desplazar Policía y Guardia Civil a Cataluña, y que lo hizo porque el mandato del fiscal, luego del juez, no se podía cumplir “solo” con los Mossos y necesitaban refuerzo.

Luego resultó que los Mossos se hicieron a un lado y les dejaron solos, pero esa es otra historia.

De lo que ocurrió allí tengo una impresión bastante clara a la vista de las imágenes, que difiere de las versiones “oficiales” de organismos tan objetivos como la propia Generalitat, Òmnium Cultural, Junts pel Si, etc. Pero no quiero entrar en los detalles negros de la jornada.

Lo evidente es que las fuerzas de orden público demostraron una profesionalidad ejemplar porque eran grupos relativamente pequeños que resistieron empujones, insultos y agresiones de cientos, y en algunos casos miles de exaltados.

Que la sangre no llegó al rio por parte de las fuerzas de orden se demuestra por el número real de heridos atendido en hospitales. También se atenderían pequeñas lesiones en las ambulancias de cada zona, pero, en cualquier caso, seguro que las cifras definitivas son muy inferiores al número de “perjudicados” que dijeron a quien quiso oírlos que les habían medio matado, incluso, en algún caso, con agresión sexual. ¡Como le gusta a Ada Colau comentar y divulgar lo de las “agresiones sexuales”! Será que los policías, cien contra tres mil, tuvieron tiempo suficiente para machacar, saquear y violar, como se dice que ocurría en las guerras de Flandes, cosa que nunca afirmaré porque yo no estaba allí.

En cuanto a los manifestantes, y pese a la extrema exaltación del momento, casi digo lo mismo. Tres mil manifestantes podrían haber linchado a los agentes y no lo hicieron. Es cierto que insultaron y transgredieron la ley muy gravemente acosándoles y destrozando bienes públicos, sus vehículos por ejemplo, pero tampoco se produjeron heridos de consideración entre los agentes que intervinieron en las operaciones.

Mi conclusión es que el PSOE, y en su representación Pedro Sánchez y Margarita Robles, proponen reprobar a la vicepresidenta a costa del honor y la buena imagen de los agentes desplazados. Porque si ella no les mandó a “a escarmentar” a los manifestantes, y seguro que no fueron esas sus instrucciones, y se produjo algún incidente, la conclusión del silogismo es que fueron los agentes, por su propia iniciativa, los que se desmadraron con los ciudadanos que ocupaban las calles pacíficamente, cantando himnos de paz al estilo de los antiguos hippies. No sé. Puede preguntar a sus escoltas, miembros de los mismos cuerpos represores, por si “saben algo”.

Y la que nos anunció la propuesta fue la enfática Margarita Robles, juez de profesión.

También yo tengo una propuesta: por lo que recuerdo, Pedro Sánchez es hombre muy dado a ponerse en situación en casos especiales (yo le he visto jugar al baloncesto en silla de ruedas con discapacitados, por ejemplo), y no creo que tenga ningún inconveniente en ir a Barcelona, equiparse con uniforme de antidisturbios, e ir con los agente a cumplir algún mandamiento judicial.

Y si quiere asegurarse mejor de la brutalidad de los agentes, puede ponerse en primera fila y llevarse como testigo, también uniformada por si acaso, a Margarita Robles.

Me temo que no lo hará. ¿Uds. creen que sí?

Al margen. Hoy he vuelto a escuchar en la radio las justificaciones de Ábalos para la reprobación. ¡Dios mío! ¿Alguna vez podríamos pensar que escucharíamos semejantes simplezas? Definitivamente, y no tengo más remedio que terminar así gran parte de mis reflexiones, están absolutamente convencidos de que somos tontos.

Y sigo sorprendiéndome de que sea el PSC quien dirija la estrategia del PSOE en Cataluña. Ellos están allí desde hace muchos años y, francamente, no parece que sus actuaciones hayan sido especialmente brillantes. Y por cusa de uno de los males de la modernidad política: la equidistancia.

La estrategia de la cúpula de poder en Cataluña – El movimiento sinfín.

Se precipitan los acontecimientos y ayer fue un día de grandes contrastes:
Gran movilización en Cataluña, prevista en la estrategia rupturista, continuación de los acosos a Policía y Guardia Civil, tan injusta como incomprensible si no fuera porque es el propio Gobern el que la estimula, anuncio del PSOE de que va a promover la recusación de la Vicepresidenta, y el discurso del Rey.

Mis impresiones:

En primer lugar, estoy convencido de que Cataluña ha entrado en un proceso revolucionario totalmente incontrolable por sus dirigentes políticos. Ellos creen que la gente les sigue, pero si intentarán decirles “todos a casa porque hemos llegado a la conclusión de que la desconexión es imposible”, toda esta gente a la que han movilizado durante los últimos años, no les obedecerían. Se sentirían defraudados y engañados. Y volverían sus iras contra el famoso balcón de la Generalitat.

Lamentablemente estoy convencido de que la solución final pasará por la aplicación del 155 y reconducir políticas y acciones sociales en Cataluña para que los propios catalanes se reconozca entre si como hermanos con intereses comunes, y que el conjunto de los catalanes comprueben que lo mejor para todos es fijar un rumbo común hacia el futuro con el resto de comunidades españolas. Como hasta ahora. Costará mucho, pero los años pasan muy rápidamente y tenemos el ejemplo de lo ocurrido en el País Vasco.

En cuanto a la campaña de descrédito montada contra la Policía Nacional y la Guardia Civil, no es de recibo ni sería lógica si no fuera porque, como es evidente, viene impulsada desde la Generalitat. Los agentes se han portado con una paciencia extraordinaria y, salvo algún caso aislado que nunca ha sido especialmente grave, no han hecho más que demostrar su gran profesionalidad. Ellos fueron a Cataluña en apoyo de los Mossos, y obedeciendo órdenes judiciales.

Como he dicho antes, el primer culpable es la propia Generalitat, pero hay una responsabilidad secundaria muy grave, de los propios Mossos. Todo esto no hubiera ocurrido si hubieran colaborado, o si, ocurrido el primer acoso y por muchas órdenes que tuvieran, hubieran salido en defensa de los que, en teoría, son sus compañeros en la defensa del orden público.

Y permitir, e incluso fomentar, que se les tache de criminales y fascistas es una gran villanía. ¿Acaso no nos acordamos de los incidentes grabados en algunas comisarías “d’els mossos” por orden judicial en la se veían imágenes de torturas a detenidos? Sobre la supuesta violencia empleada en reprimir manifestaciones no opino porque, como ocurre en este caso, hay que estar allí para saber lo que realmente ha ocurrió. No sea que les acuse injustamente de romper los dedos de una manifestante, uno a uno, y de tocarle las tetas.

Lo del PSOE es de nota. Que en un momento como este quieran conseguir votos en Cataluña a costa de la imagen de las fuerzas de orden público que, insisto, estaban cumpliendo mandatos judiciales, es algo absolutamente inexplicable. Puede que el PSC gane votos catalanes, pero pueden estar seguros de que el PSOE perderá muchos otros en el resto de España. Y que, otra vez, fragmentarán al partido.

Oyendo a Ábalos estos día pasados era evidente que estaban preparando “algo”. Algo que no comentaron en la ejecutiva de ayer, por cierto. Y cuando vi a la pizpireta una veces, severa otras, Margarita Robles, anunciando la medida frunciendo los labios con aire enfadado, como suele hacer en las grandes ocasiones, recordé que era juez y que en su momento dictaría instrucciones a las policías judiciales. Por cierto. Antes de que me acusen de machista recuerdo que el diccionario reconoce como pizpireta a la mujer “Que es simpática y de carácter vivaz y alegre”. Es un adjetivo calificativo nada ofensivo. Más bien elogioso.

Y, ella, mejor que nadie, debería saber que las órdenes de los jueces y fiscales de Barcelona iban a ser muy difíciles de ejecutar, porque eran cientos de miles contra pocos, con el riesgo añadido de las dudas que generaba la posición de los Mossos d’Escuadra.

Seguramente es porque cuando entran el política les lobotomizan para borrarles los recuerdos de su vida mortal. Aunque, ahora que caigo, ella no está afiliada al Partido Socialista.

Y luego está, como nota positiva, la intervención del Rey, en sus funciones de Jefe del Estado.

Estos días, hablado de las vaguedades y los eufemismos de los políticos reclamaba: “Y no me vengan con la monserga de “dialogar”, “cambiar la Constitución”, y otras generalidades. Puntos concretos, por favor, que nuestro cerebro, el de los votantes, tiene la misma capacidad de asimilar conceptos que el de Uds. los políticos. Aunque no se lo crean.
Y también decía: “En cuanto a los ciudadanos ¿han comprobado cómo crecen las equidistancias? El “no mojarse” ha comenzado a ser deporte nacional y el “sí pero” actúa como un teórico tapa traseros que, en el fondo, deja en muy mal lugar a los equidistantes. ¿Tan difícil es decir lo que se piensa?»

Resulta que ayer escuché, después de mucho tiempo, un mensaje claro, directo, sin posibilidades de dobles interpretaciones, en el que explicó quienes era “los malos”, y las razones para adjudicarles ese honor.

Muchos estarán en desacuerdo por su propia naturaleza: los separatistas, comunistas, republicanos y/o antisistema, porque el no aceptar ni los “buenos días” del “ciudadano Felipe” va en su ADN. Pero los otros, todos los demás, que somos la gran mayoría de los españoles, le entendimos y se lo agradecimos.

Espero que el gobierno siga la senda trazada por el Rey. Seguro que lo hará porque, por cortesía y por respeto a los papeles constitucionales, el Rey no dice nada que no haya sido conocido previamente por el gobierno. Y, habitualmente, consensuado.

Y luego, como nota al margen, manifiesto mi desconcierto por las posiciones y manifestaciones de algunos catalanes, de los que no desconfío, pero que me han sorprendido negativamente.

Y cito, por ejemplo, el comentario de Ferran Adrià, catalán practicante y hombre muy querido y reconocido en toda España, que se declara europeo y sugiere, como solución al conflicto, una mediación de la Comunidad Europea entre “Cataluña y España”. O eso ha dicho algún medio de comunicación.

Ferrán: afirmas con razón que eres europeo y lo eres, como yo o como uno de Salamanca, porque eres español Y España pertenece a la Comunidad Europea. Y pertenece porque tiene plenamente reconocido que es un estado democrático y porque tiene una constitución que enmarca las leyes y avala la veracidad de su democracia.

Escucharle esta sugerencia es tanto como temerme que no conoce las reglas del juego. Si la Comunidad Europea aceptara una mediación, estaría reconociendo lo imposible de reconocer: que España no es democrática, que la constitución no es nuestro marco legal, y que ir contra la ley y/o tratar de romper la unidad de las naciones, en este caso la española, es un derecho de los ciudadanos de cualquier país europeo. Y le recuerdo que movimiento independentistas los tienen en Francia, Italia, Alemania, Gran Bretaña (Todavía europea), Holanda, etc., etc.

Y escuchar la propuesta de Ferran Adría, persona a la que no conozco personalmente pero que, insisto, admiro, respeto y me parece serio y honrado, me produce una gran tristeza porque demuestra, sin lugar a dudas, que la propaganda de la “cultura catalana” impartida por los últimos gobiernos durante muchos años, ha calado hondo.
Incluso en personas de cierto nivel cultural y apertura de miras, como él mismo, Piqué, y algunos otros.

¡Cuánto trabajo queda por hacer!