Las grandes miserias de la campaña de Madrid

La campaña de Madrid está sirviendo para poner en evidencia la miseria y el bajísimo nivel de los políticos españoles. Unos porque nunca lo han tenido, otros porque lo han perdido abducidos por falsos ídolos o contaminados por extraños objetivos, cada vez más alejados del interés de los españoles y buena parte de ellos porque es la única forma que tienen de ganarse la vida.

La cosa empezó por un “tú la llevas” sobre la pandemia con una absoluta falta de respeto a las víctimas y a la verdad. Pero este argumento iba decayendo a marchas forzadas porque era imposible de sostener, por lo que era necesario algún revulsivo, contra más repugnante mejor. Y la “izquierda” representada en la campaña cree haber descubierto un auténtico filón con las amenazas recibidas por Pablo Iglesias, el ministro Marlasca y María Gámez, directora de la Guardia Civil, que se hizo presente en un mitin de la candidatura socialista para hacer pública la amenaza y aventurar quién estaba detrás de ella. El fascismo, naturalmente.

Y, para que no decaiga el interés, al día siguiente apareció un cuchillo pintado con manchas rojas, porque físicamente es imposible que sea sangre,  en un sobre dirigido a la ministra Reyes Maroto

Vaya por delante mi rechazo más absoluto a cualquier tipo de violencia, incluida la de sentirse blanco de amenazas en forma de pintadas, carteles con dianas, tuits que señalan a personas con nombres o con dianas en la frente, acosos personales, y cualquier otro medio que utilice un delincuente, activista o no,  para señalar a cualquier persona, sea político en activo, juez, miembro de las fuerzas de seguridad  o el portero de una finca.

Porque tengo la dolorosa experiencia de haber vivido con la impotencia,  el dolor y la rabia de no poder hacer nada para proteger a los 850 asesinados por ETA, o a los que murieron a manos del Grapo,   los asesinados por el Pelotón Vasco español, por Terra Lluire o por todas las organizaciones de malnacidos que no conocieron más lenguaje que el de los asesinatos, las amenazas y las extorsiones.

En España, y desde hace muchísimos años, ha habido amenazas o actos violentos contra cualquier colectivo de los mencionados anteriormente, incluidos no pocos periodistas. Posiblemente miles. Y, esos sí, eran organizados y ejecutados por miembros de agrupaciones pseudo políticas que utilizaban marcas y escudos como señas de identidad de sus tropelías.

Pues bien. Seguro que todos las denunciaron a la policía, con excepción de muchos de los amenazados por ETA porque temían por sus vidas si lo hacían, que otros formularon las denuncias pero no se lo dijeron ni a sus familiares  y que una parte de ellos las hicieron públicas en algún momento.

Pero nadie, nunca, hizo una utilización política tan bochornosa como la está haciendo nuestro ex vicepresidente, el que nunca ha amenazado, perseguido o acosado a nadie, ni tampoco ha señalado a nadie como enemigo de la libertad, del pueblo, de la democracia o de cualquiera de las banderas que solo él parece defender. Aunque es cierto que no parece haber mandado cartas con balas, o  cosas similares. Solo amenaza con la más mortal de sus armas: su palabra.

Sabiendo como sabe él, como sabe la policía, o como sabe cualquier mortal con dos dedos de frente, que el que realmente quiere hacer daño a alguien casi siempre tiene oportunidad de hacerlo. Y que lo último que haría es avisar previamente a su presunta víctima. Los malos de verdad, como los asesinos de ETA, no ponían balas en sobres, las ponían en las nucas de sus víctimas.

Y me reafirmo como en otras ocasiones, que hoy, en 2021, no existe en España ningún partido político registrado ni ninguna organización que aliente la violencia como sistema de actuación política. Incluso la CUP, partido casi antisistema, tiene una parte de actuación parlamentaria y Bildu, la ETA adormecida, también se sienta en los escaños del parlamento español para intervenir en los debates cuando le interesa.

Y, por supuesto, tampoco hay ningún partido fascista. Todos los registrados en España están homologados y forman parte de nuestra democracia. Hay algunos con cierta tendencia al totalitarismo, pero ni fascistas ni supremacistas. Y si alguien quiere saber de qué hablo en lugar de escuchar las explicaciones interesadas y maliciosas de algunos representantes de partidos cuando se refieren a sus adversarios políticos, le recomiendo que lea la doctrina que inspiraba al fascismo italiano o la versión castellana del “Mein Kampf” (“mi lucha”) de Hitler.

Fascistas los hay en España, claro que sí, como también hay terroristas, pederastas, asesinos, violadores, ladrones, malversadores, timadores y toda clase de individuos con comportamientos anómalos si no delictivos. Pero siempre son personas físicas o, como mucho, alguna asociación criminal creada para delinquir. Nunca partidos políticos.

Y, como consecuencia, tampoco lo son la gran mayoría de los votantes de ningún partido por el hecho de hacerlo. Yo, por ejemplo, nunca votaría a un partido comunista, pero ni soy fascista ni atentaría contra alguien que les votara. Ni siquiera cuestionaría en lo más mínimo su derecho a hacerlo.

Pero eso es lo de menos. Estamos en el mundo de la posverdad, que según la RAE es la “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales” y ayer mismo escuché a una persona de tan alto nivel intelectual y académico como Adriana Lastra, la portavoz del PSOE, repetir enfáticamente el “no pasarán” que lanzó Dolores Ibarruri mucho antes de que yo naciera, como lema para defender a España de la amenaza de un fascismo inexistente en la actualidad. Desde entonces hasta hoy ¿no han tenido tiempo de buscar frases un poco más actualizadas y menos absurdas? “No nos ganarán en las urnas”, por ejemplo.

Por cierto: los enemigos de La Pasionaria sí que pasaron, porque las arengas, por mucho que se fuerce la voz y por muy brillantes que sean, solo sirven para conceder un puesto en la historia a las personas que las lanzan, pero nunca para cambiar su rumbo.

Y también hemos visto a toda una ministra, Maroto, señalando a VOX como partido ideólogo del envío del sobre que había recibido.   No importa que el sobre tuviera remitente conocido, al parecer un hombre con muy buena letra y, según dicen, con problemas mentales.

Ministra que, por cierto, no ha pedido excusas por semejante atrevimiento político y moral  una vez que se supo el nombre de su amenazante. Es más, estando en el gobierno es casi imposible que no la hubieran informado de que no era una carta anónima. Ni tampoco de VOX

Quiero recordar que todos los presidentes de gobierno de la democracia y la mayoría de los altos cargos sufrieron amenazas e intentos de atentados. Incluso atentados reales. Y pongo como ejemplo a alguien que no es de mi especial devoción, José Maria Aznar, concretamente por su segunda legislatura. Cuando ETA le puso la bomba y salió vivo de milagro gracias al blindaje del coche, lo primero que ordenó es que no se hiciera uso político del atentado. Y ni se hubiera publicado si hubiera podido evitarlo. Porque sabía, como han sabido casi todos ellos, que la publicidad de hechos delictivos favorece a los criminales que los ejecutan y actúan como efecto llamada para muchos de los desequilibrados que pululan por nuestra sociedad.

Y, sin embargo y pese a todo lo dicho, lo que me ha resultado especialmente triste fue ver a Gabilondo pidiendo un cordón sanitario para VOX. Gabilondo, un hombre con criterio y preparación al que hubiera confiado en sus tiempos de ministro el liderazgo para consensuar con el PP una ley de educación con fundamento, sostenible en el tiempo y a salvo de avatares políticos. Sin ninguna duda.

Y su foto  de tres, como si fueran de la misma catadura, con el ministro Marlasca, hombre que me tiene confundido por su cambio radical desde que dejó de ser juez y nada menos que con Jorge Javier Vázquez, al que no puedo juzgar como persona pero que da vida a un personaje público que, en mi opinión, es de los más deleznables de España porque vive del escándalo, de la maledicencia y de moverse en lo más sucio y perverso de la sociedad. Personaje, repito, super inteligente y gran comunicador que emplea su tiempo y sus recursos en conseguir esa audiencia de “cueste lo que cueste” que tantos beneficios económicos le está reportando.

Tampoco es de recibo que la ministra portavoz del gobierno, que habla en su nombre y no en el de su partido, haya pedido un cordón sanitario contra VOX en la rueda de prensa oficial. Muchos miembros de gobierno han participado en mítines de sus partidos, pero es la primera vez y espero que sea la última que el gobierno de la nación y desde su sede oficial, ha atacado de esta forma a un partido legal. ¿Nos damos cuenta de cuantas líneas rojas contra la democracia se han saltado en los últimos años?

No opino sobre los demás porque francamente no me interesan. VOX y Podemos, digamos que hablo de Pablo Iglesias, a lo suyo y Ciudadanos, más comedido, tratando de salvar esa barrera del 5 % que necesita para no desaparecer como partido con futuro. Quizás pierda dos líneas para destacar el escasísimo soporte intelectual y político que está demostrando el ex vicepresidente, al que no le salva ni su gesto impostado, ni su coleta. La verdad de la verdad es que el día que deje la política nadie le echará en falta.

Y parece que el PP ha acertado retirando a Ayuso de debates y espectáculos esperpénticos como los que estamos presenciando. La supuesta mosquita muerta no ha entrado al trapo del populismo y sigue a lo suyo libre de polvo y paja.

Y quede claro que hablo de dirigentes de partidos, no de los propios partidos. Lo deseable y ojala sea así, es que cada votante pueda librarse de tanto ruido, analice pros y contras y vote en conciencia a la opción que considere más idónea para gestionar la comunidad madrileña, sea de derechas, de izquierdas, o de centro. Sé que es mucho esperar, pero ¡quién sabe!

Porque no sería de recibo que los resultados electorales de una comunidad como Madrid, motor económico de España, lo decidan tres sobres que no se sabe de dónde han venido ni quien los ha remitido.

Valencia, 28 de Abril de 2021

Paralelismos entre Pedro Sánchez y Clemente Domínguez, el primer papa del Palmar de Troya.

Dijo que era necesario subir los impuestos y Gabilondo dice que en Madrid no. Dijo muy enfáticamente y con gran acompañamiento de gestos que Madrid está falseando los informes del COVID19 y Fernando Simón dice que son igual de fiables que los del resto de comunidades. Ayer le dijo a Casado que a ellos nadie les daba lecciones de transparencia, siendo como es que su gobierno alardeó de un grupo de asesores científicos que nunca existió y que siempre nos ha ocultado, mejor nos ha mentido, sobre el número de fallecidos por la pandemia.

Un gobierno que tiene más de doscientas sentencias del Consejo de Transparencia y Buen Gobierno falladas en contra de su ocultismo. Sentencias que, por supuesto, no acatará. Seguirá con su truco de declarar “secreto de estado” a cosas que ni lo son ni lo parecen. Porque no se me ocurre ninguna razón para que sea secreto saber a qué amigos invitó a las residencias de Patrimonio el pasado verano.

En el último “aló presidente” comentó que los 140.000 millones obtenidos de la Comunidad Europea y su famoso y repetido plan de recuperación era lo más importante que había ocurrido en  España desde su entrada en el Mercado Común. Supongo que los “desde  la invención de la rueda” y “el descubrimiento del fuego” los deja para intervenciones posteriores.

Aunque olvidó comentar que en estas negociaciones casi no había tenido arte ni parte porque las había protagonizado Francia y Alemania, que casi la mitad es dinero a devolver, que el que se recibe a fondo perdido está sujeto a determinadas condiciones y que España debe contribuir con unos 20.000 millones al presupuesto de la Comunidad Europea, por lo que el neto a recibir estará sensiblemente mermado y que se aplicará durante los próximos cinco años, por lo que lo se recibirá “en mano” y ahora, será mucho menos.

Pequeños olvidos muy propios de una persona tan ocupada en disputar, por poderes de Gabilondo, la Presidencia de la Comunidad de Madrid a Isabel Díaz Ayuso.

Un presidente que se está intentando crear una imagen de paladín de la vacunación cuando ni tiene nada que ver, o muy poco, poquísimo, con el abastecimiento de las vacunas, porque lo hace la Comunidad Europea, ni con las vacunaciones, que las realizan las autonomías.

Eso sí, nunca hemos tenido un presidente con semejante potencial para aparentar lo que no es, para mentir o para adjudicarse méritos que no le pertenecen, o para hacerse perdonar todo, haga lo que haga, incluido no hacer nada bueno.

Capaz de intentar que se colocara una urna detrás de una cortina en la famosa votación para la secretaría general del PSOE.

Y mi asombro es el que era, aunque cada vez mayor. Entiendo que hay muchos votantes socialistas que jamás votarán a otro partido porque se sienten orgullosos de su historia y su ideología, pero ¿Qué tiene que ver este señor y su “ideología” con su socialismo de toda la vida?

Cada vez estoy más convencido que Pedro Sánchez es al socialismo histórico lo que Clemente Domínguez, el primer papa del Palmar de Troya, era a la Iglesia Católica.

Valencia, 15 de abril de 2021

Las alocuciones del presidente Sánchez

Ayer, la factoría Redondo decidió sacar de donde fuera que estuviere,  haciendo lo que fuera que hiciese, porque nunca sabemos muy bien a que dedica su tiempo, a nuestro presidente, para protagonizar una función muy atractiva en la que exhibir su  gran capacidad de enamorar al auditorio con sus medias sonrisas, sus gestos serio, su medio levantar alguna ceja y todos esos efectos especiales de lenguaje corporal que le son tan fáciles de interpretar.

Pero ¿Qué hubo detrás de su exposición?

En Valencia tenemos una expresión, “de forment ni un gra”, (de trigo ni un gramo),  que define bastante bien lo que acostumbra a hacer. Mucho hablar y nada que decir. El “bla, bla, bla,” de los castizos.

Estamos en plena precampaña electoral de la autonomía madrileña y se trataba, como en otras ocasiones similares, de distraer la atención convirtiendo al presidente en foco de la noticia. Y, como acostumbra, su información ha sido un canto a las glorias del gobierno y del caudillo que lo lidera.

Y después de analizar con detalle lo que nos dijo, he llegado a las siguientes conclusiones:

Buena parte de su intervención se centró, como es y será habitual en el futuro inmediato, en hablar de las vacunas, del éxito que están teniendo y del que tendrán en el futuro inmediato. Pero hay algunos matices que obvió comentar.

El primero es que el programa de vacunación está muy retrasado y lo está porque las comunidades no han recibido las dosis necesarias. Y no se han recibido porque la gestión de compras de la Comunidad Europea ha dejado mucho que desear. Y que nuestro presidente, en su papel de jefe de gobierno, es uno de los responsables de la Comunidad para lo bueno y para lo malo. Y que, por tanto, tiene una cuota parte de responsabilidad en el retraso de las entregas.

Y como resulta que la gestión ha sido mala, repito, no por mala voluntad pero sí por mala gestión con las farmacéuticas, algo tendrá que ver el Sr. Sánchez con el fracaso. No le echo la culpa de caos de aprovisionamiento porque no es el único culpable, ni siquiera el mayor, pero tampoco tiene porqué presumir “de la vacunación”. En este aspecto y siendo benévolo,  de la mala gestión solo ha actuado como parte de “la parte contratante de la primera parte”.

En cuanto a la operativa de la vacunación, el gobierno no ha tenido ningún tipo de intervención porque han sido la sanidad de las autonomías las que las han inyectado. Luego, si la gestión de compra ha sido deficiente y el gobierno no tiene nada que ver con la administración de las vacunas porque lo hacen las autonomías, ¿de qué presume nuestro presidente? ¿De haber puesto una pegatina vergonzante con el escudo del gobierno de la nación en la primera caja que llego a España?

También aprovechó la ocasión, ¡cómo no si era el objetivo de la intervención! Para lanzar una pulla a la Comunidad de Madrid sobre el tratamiento de la pandemia y sus medidas de horarios y restricciones. A estas alturas, señor Sánchez, nadie sabe la influencia que han tenido los bares y restaurantes en el contagio del virus ni como ha afectado el resto de medidas de horarios, forma de hacer deportes, confinamientos por zonas, transportes públicos y todo lo que afecta a los movimientos y los usos sociales de cada lugar, pero todos sabemos que hay un enemigo común, indiscutible, que son las fiestas y botellones incontrolados en los que participan jóvenes y no tan jóvenes, sin respetar ninguna de las normas sanitarias y que, a su vez, actúan como punta de lanza de la infección en la reuniones sociales de su entorno familiar o de trabajo. Una especie de “quinta columna” del COVID19.

Y digo incontrolados porque se ha demostrado que no se han podido controlar. Y no se ha podido en Madrid, ni en Cataluña, ni en Castilla la Mancha, ni en Valencia, ni en casi ninguna parte de la geografía nacional. Y este hecho, que no tiene más responsables que los propios infractores de las normas, porque no hay policía suficiente para evitarlo, solo se resuelve de una forma:

Vacunando.

Así pues, deje de lanzar dardos a Madrid aprovechando la campaña y afánese en lo que debe afanarse: en conseguir cuantas más vacunas mejor, porque vengan las que vengan, seguro que se administrarán rápidamente en cada autonomía.

También marcó un objetivo de vacunación para el mes de junio que parece imposible de conseguir, pero sería injusto por mi parte juzgar algo que todavía no ha sucedido. El tiempo pondrá las cosas en su lugar y ojala mi pesimismo sea infundado.

En cuanto a meterse con la comunidad de Madrid por haber contactado con algunas farmacéuticas, le recuerdo que algunos presidentes de otras comunidades, algunas gobernadas por socialistas, también han realizado algún tanteo por su cuenta.

Pero el tema más importante, sin ninguna duda, es el anuncio de que no tiene intención de prolongar el estado de alarma cuando, por otra parte, ha incumplido su promesa de modificar la ley para dotar a las autonomías de mayores poderes para tomar decisiones que en este momento solo puede tomar el gobierno de la nación, porque es el único autorizado a suspender derechos fundamentales de los españoles en situaciones especiales.

Hay que recordar que una comunidad tiene autoridad para regular horarios del comercio o de cualquier otra actividad, pero no puede decretar confinamientos, ni cierres perimetrales, ni nada que impida a los ciudadanos ejercer sus derechos. Las autonomías que lo han intentado y han sido recurridas se han encontrado con que los jueces suelen revocar sus decisiones por inconstitucionales y que, por otra parte, aunque no las revocaran, las autonomías no tienen ninguna autoridad sobre las fuerzas de seguridad o de orden público que serían las encargadas de hacer cumplir sus decretos.

La Comunidad Valenciana, por ejemplo, solo tiene un pequeño destacamento de policía autonómica y ni siquiera tiene autoridad sobre las policías locales, que dependen de los ayuntamientos.

Es decir: Si Ximo Puig decretara el cierre de la comunidad, tendría que pedir al Gobierno Central que les “prestaran” efectivos para obligar a los valencianos a cumplir el decreto.

De hecho les estaría “pasando un muerto” a sabiendas que no tendrían capacidad para resolver la mayoría de los problemas y que les haría aparecer como inútiles e incompetentes a los ojos de sus administrados. Que es una parte de lo que ha pretendido el gobierno y conseguido en buena parte, con el invento de la “gobernabilidad compartida” que no es más que una frase hecha, hueca y sin sentido.

Todo ello porque, como muy bien sabe nuestro presidente y su equipo de asesores, para efectos legales España sigue siendo una única nación, con unas autonomías a las que se les ha transferido una serie de competencias que en principio estaban previstas para que actuaran a pie de obra en aquellas funciones que convenía aproximar a su ámbito de competencia, como la sanidad y otras similares.

Siendo el gobierno de la nación, como sigue siendo, el único con autoridad para tomar decisiones extraordinarias en las circunstancias extraordinarias previstas en las leyes de la nación.

¿Y por qué lo hace?

En primer lugar, supongo, porque en este momento puede haber perdido el apoyo de parte de los que le apoyaron cuando pidió las prórrogas del estado de alerta, como ERC, el PNV, Ciudadanos, o Bildu.

Y el segundo es de pura necesidad política. Como este es un gobierno diseñado casi exclusivamente a que Pedro Sánchez sea presidente y su estrategia es de pura imagen, no podría soportar la tragedia política de perder una votación de esta envergadura en el Congreso. Ellos viven en la inmediatez y esa es precisamente su verdadera cruz.

El interés de los ciudadanos y el desencuentro creciente entre gobierno central y los autonómicos son “pequeños detalles” que ya se resolverán cuando convenga

Así pues, lo de ayer no fue más que otra de las puestas en escena de una auténtica compañía teatral en la que se ha convertido el gobierno de la nación, que tiene como primer actor a Pedro Sánchez y que cuenta con uno excelente equipo de productores-guionistas encabezado por Iván Redondo.

Para satisfacción de muchos, su partidarios, y desgracia de todos, incluidos sus partidarios.

Valencia, 7 de abril de 2021