La evidente inmoralidad de algunas legalidades. Venganza, revancha y el respeto debido a las leyes españolas y a los estamentos del Estado.

El otro día y desde Bruselas, nuestro presidente de gobierno hizo unas declaraciones a propósito de posibles indultos a los golpistas catalanes ahora en prisión. No entro en repetir las razones de su encarcelamiento porque ya las explicó en su día y en sentencia firme el Tribunal Superior de Justicia, que es el máximo intérprete de las leyes en España, después de un juicio realizado con luz y taquígrafos y con todas las garantías legales.

Tampoco dudo de la facultad que tiene el gobierno en indultarlos por la simple razón de querer hacerlo, aunque tuviera en contra la opinión del Consejo de Estado, la Fiscalía, o el Tribunal Superior de Justicia. O la de todos a la vez.

Esta es una brecha evidente en nuestro estado de derecho que habrá que condicionar mucho más en algún momento, porque según la interpretación de nuestro presidente, cualquier gobierno puede revocar de hecho y sin dar cuentas a nadie, cualquier sentencia firme de los tribunales, fuera cual fuera el delito y sus circunstancias.

Lo que supone en la práctica reconocer que el gobierno de turno, el ejecutivo, está por encima de las leyes y tiene un poder y una autoridad superior al judicial cuando, ignorando una sentencia y la opinión de los que la dictaron, puede indultar a condenados.  E incluso por encima del legislativo, que es quién redacta las leyes que aplican los jueces en nuestro país

Estoy exagerando deliberadamente, pero ese es el poder real del indulto. Facultad legal del gobierno que si no se motiva adecuadamente vulnera claramente los fundamentos de la democracia.

La Constitución, Señor Sánchez o quién le haya escrito las famosas frases, no está hecha para fomentar la convivencia. Está escrita para que podamos convivir pacíficamente, que no es lo mismo, aunque lo parezca. La Constitución es un compendio de reglas y marcos legales en los que se describen los derechos y las obligaciones de los españoles para que podamos mantener una mínima convivencia. Y luego cada cual convive mejor o peor con su vecino según niveles sociales, culturales, razas, ideologías, o aficiones deportivas.

Porque, repito, la Constitución no obliga a que nos amemos, sino a que nos respetemos. Y a que todos los estamentos del Estado, representados en el cada día por el gobierno, respeten nuestros derechos fundamentales, salvo circunstancias excepcionales que ella misma define. Su texto no favorece ni dificulta que un independentista vasco o un vecino de Teruel me quiera más o menos, o que se quieran entre ellos de forma especial. Solo exige respeto mutuo y luego allá cada cual con sus ideas o sus convicciones.

Algunos, los independentistas por ejemplo, sostienen la absurda opinión de que fomenta la discordia, pero no es cierto. La Constitución nos califica a todos libres, iguales y dueños y responsables de las grandes decisiones de Estado ejerciendo nuestro derecho al voto o participando en las consultas que el gobierno formule en cada momento. Y digo el gobierno, único autorizado para hacerlo en temas constitucionales en España, porque las comunidades si pueden convocar algunas de rango menor siempre que no afecten ni directa ni indirectamente a lo autorizado en la Constitución.

Son ellos los que fomentan la discordia porque no la acatan y quieren regirse por reglas y preceptos triviales y fuera de contexto que ellos mismos han inventado y que atentan contra las leyes y los derechos del resto de los españoles.

Y es un argumento tan falso como que un pedófilo diga que la Constitución le dificulta la convivencia porque le priva de sus derechos a abusar de menores.

Y siendo cierto que el gobierno tiene derecho a conceder indultos, no es menos cierto que esta facultad está regulada por una serie de condicionantes previos, como pedir la opinión al Consejo de Estado, o a la Judicatura, por ejemplo. Sus recomendaciones no son vinculantes, pero sí preceptivas.

Y sí que tienen influencia sobre la opinión del gobierno, porque si el informe del Poder Judicial no es favorable, el gobierno no puede aplicar indultos totales, sino parciales.

Y en caso de que la decisión de indulto no este debidamente motivada, se puede recurrir a la judicatura que, en algunos casos, ha sentenciado la anulación de algún indulto.

También conocemos indultos motivados por el ejecutivo y con voto favorable del judicial. Se trata de casos en los que, entre el momento de la comisión del delito y la sentencia y el decreto del indulto, han concurrido circunstancias que aconsejan el perdón y la reinserción del condenado.

Claro que ahora los voceros del gobierno y la factoría Redondo están lanzando mensajes sobre indultos concedidos a personas físicas, incluso a algún implicado en el golpe del 23F, como si todos fueran como el que propone el gobierno en este momento.

En primer lugar, fueron indultos individuales pedidos por los condenados o sus representantes por razones de edad, enfermedad, o circunstancias especiales. En esta ocasión, que yo sepa, no han sido los condenados los que han pedido el indulto, sino sus partidos políticos. Y, además, también por lo que se, se pide un indulto a un colectivo, por lo que en el fondo se está pidiendo un indulto al delito más que a los propios delincuentes.

Y en todos los casos conocidos se cumplió uno de los requerimientos necesarios para concederlo. El del arrepentimiento y las garantías de que no se reincidirá en el delito. Yo no digo que Antonio Tejero estuviera arrepentido de lo hecho cuando le pidieron el indulto, indulto que aprobó el Tribunal Superior pero que al final el Gobierno no concedió, pero desde luego no se pasó su tiempo en prisión diciendo que lo volvería a hacer.

Sí que se lo concedieron al General Armada, otro involucrado en el 23F, también con informe favorable del Tribunal, siendo titular de Defensa el socialista Narcís Serra.

Pero es lo mismo. Todo el poder mediático del gobierno dirá que este indulto es igual “que otros” cuando, evidentemente no lo es. Ni Igual, ni parecido. Indulto que crearía un precedente muy peligroso por tratarse de lo que se trata, circunstancias que no se daban en los casos anteriores

No puedo dar fe de que todos los indultos, desde la transición, cumplían los requisitos necesarios, pero parece que este no los cumple a juzgar por el dictamen del Consejo Superior del Poder Judicial. Pero este un tema legal en el que no puedo entrar porque carezco de la formación necesaria para hacerlo.

Lo que si puedo es condenar y quiero hacerlo con toda rotundidad, las desafortunadas palabras de nuestro presidente, el de todos los españoles y responsable máximo de cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes del Estado, cuando hizo pública la intención de indultar a los políticos presos de Cataluña. A todos a la vez, en racimo.

Porque, según mi opinión, al pedir el indulto para los golpistas afirmando que “de ahora en adelante hay que buscar la convivencia y no la venganza y revanchismo”, da a entender, casi afirma, que la motivación del Tribunal Superior de Justicia al dictar sentencia no fueron los delitos cometidos y demostrados fuera de toda duda por los condenados, sino una persecución implacable y deliberada hacia los acusados. Extraña, retorcida y perversa interpretación de los hechos por parte de Pedro Sánchez.

Y porque, además, un posible indulto no aplacará los desvaríos de los independentistas catalanes que han afirmado y siguen afirmando que no se arrepienten de lo hecho y que seguirán con la misma hoja de ruta. Es más, saldrían fortalecidos por lo que supone de semi inmunidad por lo hecho. Y la prueba es que no se conforman con el indulto, aunque lo aceptarían como paso previo. Ellos exigen la inmunidad alegando que los políticos presos nunca cometieron delito alguno.

No beneficia a los catalanes no nacionalistas porque si crece la sensación de impunidad, también crecerá la presión del gobierno catalán en temas que afectan a los que no son independentistas.

No beneficia a los españoles no catalanes porque con esta decisión y otras en la misma línea, crea agravios comparativos con otras comunidades y genera una sensación de desamparo frente a los abusos de todo tipo de determinadas autonomías.

Beneficia, claro que sí, los intereses políticos del nacionalismo catalán y sus aspiraciones de autodeterminación e independencia.

Beneficia los intereses del resto de nacionalismos chantajistas presentes en el congreso, especialmente al PNV, por lo que tiene de precedente para futuros desmanes y exigencias

Y beneficia, como gran beneficiado, a Pedro Sánchez, persona física, el presidente más egoísta y amoral de cuantos he conocido y también al “presidente Sánchez” en su interés de mantenerse en el poder a toda costa y sin considerar las nefastas consecuencias de muchas de sus decisiones.

Es decir, en la balanza de daños y beneficios:

Gana Pedro Sánchez en su obsesión por mantenerse en el poder cueste lo que cueste y haga el daño que haga.

Ganan los partidos independentistas porque al tener al presidente sujeto por donde no deberían tenerlo, ganan en competencias, prebendas económicas e influencia en las decisiones del Estado. Un Estado que quieren destruir.

Y perdemos todos los demás, los de todas las autonomías, incluida Cataluña.

No sé cómo juzgará la historia a Pedro Sánchez, pero lo tiene muy difícil, casi imposible. Zapatero se equivocó en muchas cosas, una de ellas y muy grave fue negar la existencia de la crisis pensando quizás en no alarmar al capital extranjero, pero nunca fue un mentiroso y un trilero. Fue un iluminado peligroso, eso sí

Pero este presidente que ha gestionado mal todo lo que ha tocado, que se envuelve en el oscurantismo más absoluto calificando como secretos de estado muchas de sus actuaciones personales, que ha practicado el nepotismo nombrando asesores y  presidentes  de grandes empresas a amigos o gente afín, que cada vez cuenta menos en la esfera internacional, Comunidad Europea y Estados Unidos incluidos, que trata de invadir continuamente a los otros Poderes del Estado, que minimiza la función institucional del Jefe del Estado, que trata de burlar la constitución buscando trucos y atajos, que ha mentido si ningún rubor en muchas ocasiones, que ha pactado con el diablo político para mantenerse en el poder y que está haciendo desaparecer a un Partido Socialista histórico que tanto ha hecho por la paz, el progreso y la modernización de España, solo puede ser “premiado” con el olvido en el mejor de los casos.

Porque, no lo duden, cuando termine su mandato y se abran armarios y cajones, aparecerán informaciones que nos ruborizarán mucho más. Aunque parezca imposible.

Valencia 27/5/2021

El Marruecos de hoy, el Marruecos de siempre.

Ayer se produjo otro incidente de mucha gravedad entre Marruecos y España cuando la policía marroquí abrió las puertas de la frontera y provocó un efecto llamada, que había empezado días antes, para que miles de sus compatriotas cruzaran la frontera en lo que era casi una invasión al estilo de la marcha verde, o al menos una puesta en escena tan propia de reino de Marruecos, para amenazar con una invasión a Ceuta.

Invasión que no van a llevar a cabo porque tendrían a medio mundo en contra, el mundo que más interesa a Marruecos, pero sí que creo que están dispuestos a escenificar sucesivos actos de fuerza y a provocar esas tensiones puntuales que tan buenos resultados están dando al reinado de Mohamed VI, como ya les dio a sus antecesores.

El pretexto reconocido ha sido que España ha acogido a un miembro destacado del Polisario para tratarlo de una determinada dolencia. No entro en detalles del nombre del acogido ni de cuál es su enfermedad porque casi no viene a cuento ya que no es más que una excusa. El tema de fondo es la falta de apoyo de España a la anexión del antiguo Sahara Español, apoyo imposible entre otras cosas porque somos los administradores del territorio nombrados por la ONU hasta que se resuelva el conflicto mediante un referéndum del pueblo saharaui que dudo mucho que se llegue a realizar.

Se dice que Marruecos es el vecino incómodo para nosotros y que no tenemos más opción que entendernos con ellos y llegar a acuerdos en sus peticiones. Si, pero no.

Marruecos no es el vecino incómodo. Es el vecino egoísta que trata de sacar partido, y a fe que lo consigue, de todas sus ventajas estratégicas y con el que es muy complicado negociar porque son dos partes totalmente diferentes. Por un lado, la España moderna y democrática y por otro un estado corrupto gobernado por un monarca saudita, lo que le convierte en la cabeza política y religiosa de sus súbditos, poseedor de una inmensa fortuna, en parte recibida de su padre y aumentada por sus propios negocios y trapacerías.

Y que nos chantajea amenazando los negocios de españoles en Marruecos, negocios que generan riqueza en su país y que están compartidos con el reino marroquí porque así es la ley y que cobra y mucho por actuar como barrera de la inmigración subsahariana y de los propios marroquíes.

Pero esto es una situación crónica que ha empeorado en los últimos años por razones políticas relacionadas con el prestigio del gobierno español y de la creciente influencia de Marruecos en el sostenimiento del estado israelí, que permitió que Donald Trump le designara como aliado preferente en la zona, dejando a un lado a España y sus bases compartidas.

Durante la dictadura de Franco, Marruecos tuvo mucho cuidado en no tocarle mucho las narices al dictador porque sabían que Franco no se vería en la obligación de dar cuentas a nadie ni en España ni en foros internacionales y que respondería con contundencia a cualquier provocación. Yo mismo he sido testigo ocasional y en primera persona, cuando estuve embarcado en el Lepanto, del exquisito cuidado que tenían las patrulleras marroquís de no incordiar ni intentar secuestrar a pesqueros españoles si tenían a la vista patrulleras o barcos de guerra españoles porque sabían que se les podía responder incluso con acciones armadas.

Y solo cuando Franco estaba gravemente enfermo y se nombró al entonces príncipe Juan Carlos Jefe de Estado provisional, se atrevieron a lanzar la famosa marcha verde porque sabían que en España había un vacío de autoridad que impedía tomar decisiones drásticas.

Desde ese momento Marruecos aumentó la presión, especialmente buscando la anexión del Sahara y amagando con exigir la propiedad de las plazas de Ceuta y Melilla.

Para los que no conozcan los detalles, les recuerdo que el conflicto se recrudeció cuando las Naciones Unidas comenzaron el proceso de descolonización, exigiendo que se permitiera a las naciones colonizadas decidir su futuro mediante un referéndum en el que podían elegir entre mantenerse dentro de la nación colonizadora o declararse independientes. De las dos colonias españolas existentes en ese momento, El Aaiún decidió anexionarse a Marruecos y el Sahara Occidental decidió que no. La ONU resolvió que se celebrara un referéndum entre la población saharaui y que mientras fuera España la administradora oficial del territorio.

Marruecos nunca aceptó esta decisión y hará lo posible por consumar la anexión e impedir el referéndum.

Pero entonces se les pudo contener, entre otras cosas, por la buena política exterior de los gobiernos de la democracia. De todos ellos hasta la época Zapatero y su famosa sentada al paso de la bandera de los Estados Unidos y de los nombramientos políticos para algunas embajadas o cargos internacionales de especial relevancia.

Me explico: durante el tardo franquismo, España disponía de un cuerpo diplomático de mucho nivel, personas de prestigio, todas de carrera y con el valor añadido de su experiencia de nadar contracorriente y con éxito en un mundo predispuesto contra nuestra nación por la mala fama de la propia dictadura.

Y los primeros gobiernos de la democracia, hasta Zapatero, repito, tuvieron el acierto de mantener y aprovechar de forma inteligente el cuerpo diplomático existente y potenciar estas circunstancias reforzando las relaciones con América de Sur, Europa y hasta los propios Estados Unidos.

Lo que tuvo como consecuencia que naciones enemigas o pocas amigas reaccionaran muy positivamente, hasta el punto de que la imagen de España cambió radicalmente de ser una amistad indeseable y peligrosa a convertirse en una nación de referencia por su transición y por el buen nivel de sus gobernantes. Y, naturalmente y en buena medida, por la excelente imagen y las habilidades diplomáticas y como representante de la nueva España que proyectaba el Rey Juan Carlos. Imagen deteriorada con toda razón por sus actitudes personales, que no deben empañar su excelente gestión en la Jefatura del Estado.

Luego, con Zapatero, empezaron los nombramientos de personas de menor nivel en puestos clave, muchas veces por pura ideología y en algunas otras porque se utilizaron algunos de estos cargos internacionales, especialmente en los Estados Unidos, como puerta giratoria para gente de su partido, incluida alguna que otra exministra con poca o nula preparación para el cargo.

Y hasta entonces y gracias a la buena política exterior de España, parte de los conflictos con Marruecos se resolvieron como se deben resolverse. No con fuerza, sino con diplomacia y aprovechando el poder y la influencia de terceros. Por ejemplo, en un caso como este y en otros tiempos, el ministro de exteriores habría hablado con su colega marroquí, pero también habría descolgado el teléfono para hablar con su homónimo de los Estados Unido y pedirle que hiciera “una escuchita” a los vecinos revoltoso. Petición que habría repetido a otros países prestigiosos y amigos de España

¿Quién respalda ahora al gobierno español? Los países bolivarianos y comunistas de dentro y Sud América y no siempre. Y también la Unión Europea como entidad, aunque con mucha menos vehemencia por parte de muchos de sus países miembros.

Y casi que deje Usted de contar. Consecuencia lógica de una trayectoria confusa, con inclinaciones evidentes a posiciones totalitarias y contrarias a lo que es la trayectoria de la Comunidad Europea y de sus naciones más influyentes y de mayor prestigio.

Y de una nefasta gestión de asuntos exteriores de nuestro gobierno, hasta el punto de que en los últimos tiempos tuvo que desprenderse de Borrell a petición de los partidos que han apoyado a Sánchez. Y que ha dejado en manos de Zapatero buena parte de su política americana en una especie de subcontrata pactada o consentida.

Y amordazando de forma insensata la figura del Rey, que podría haber seguido la trayectoria de su padre apoyando a España cuando fuera menester y revitalizando en su persona la “marca España” que quiere personalizar nuestro ambicioso presidente y que tan malos resultados le está dando.

¿Tiene alguna solución el tema marroquí? Naturalmente que sí. En cuanto el gobierno español priorice sus acciones y recupere el prestigio necesario para convencer al resto de naciones occidentales de que también lo hagan.

Porque la estabilidad de Marruecos depende de que el mundo occidental, España el primero y la Comunidad Europea después, les recuerde que somos nosotros los que compramos sus productos, aunque también ellos sean grandes compradores y que la mayoría de sus mercancías tienen que pasar necesariamente por suelo español.

Y que, si deja de ser frontera de África con Ceuta y Melilla, nosotros podemos reforzarlas.

Y lo que es mucho más importante: Que la fortuna del Rey y gran parta de sus posesiones están depositadas en países occidentales. Y que si sigue manteniendo comportamientos indeseables puede sufrir embargos y bloqueos de cuentas, como le ha sucedido a Maduro, con lo que se terminaría su fabulosa vida.

¿Qué es muy difícil? Ya lo sé, pero no es imposible.

18/5/2021

Cuando España era España y Madrid «lo que tié que ser»

Cuando España era España, en toda su geografía reconocíamos muchos puntos de especial interés, referentes de nuestro arte, nuestra cultura o nuestra historia. No pretendo relacionar aquí estos lugares que empiezan en Cádiz, la brillante Tacita de Plata de mi ingreso en la Marina, o en esa Granada “fatimita” que he visitado en invierno, en verano, de día y de noche, maravillándome cada vez de lo que veía y sentía y que acaban en el Santiago de Compostela universal, con el verdín de sus paredes, el peso de las torres de su catedral y de sus tradiciones y el calor de esos buenos bares en los que disfrutar de su gastronomía, íntima y casi milagrosa.

Pero sí quiero destacar dos puntos de especial relevancia:

Barcelona, que entre otras cosas notables era el centro de la moda, el diseño y la modernidad y Madrid, la París española, en donde confluían artistas de toda clase, escritores y poetas, literatos, pintores, músicos y cualquiera que tuviera interés por conocer por  boca de otros lo último en el mundo de la cultura. O que sintiera inquietud por descubrir lo diferente.

Y como es natural, a la sombra de la cultura siempre aparece la bohemia, el humo de tabaco, esas tertulias tan “de Madrid”, la buena cerveza de barril o los licores que acompañan a las conversaciones.

El excelente ambiente de Los Mesones y de los alrededores de la Plaza Mayor, ese tomarse un vino en cualquier rincón de cualquier barrio discutiendo de fútbol, de toros, de política o de lo que hiciera falta con quien hiciera falta, posiblemente desconocido, pero siempre cordial y abierto a la conversación. Porque enseguida descubrí que si hay algo que  a un madrileño “fetén” le chifla de verdad es una buena discusión. Siempre incruenta, siempre apasionada,

Y luego, en los 80, vino la explosión de todo lo que se tenía guardado hasta que llegó la transición. Y con ello lo que se llamó “la movida madrileña”, la de pasar el péndulo al otro lado de la oscilación y donde se rompieron muchas barreras, demasiadas, todas.

Y de ese desmadre nacieron cantantes, conjuntos, bandas, humoristas  y todo tipo de auténticos seres de discoteca, de café teatro, de sala de fiestas y de revista.

Yo me hice de la “clac” para poder ver teatro barato y cuando mejoré mis ingresos y subí un escalón adquisitivo, disfrutaba yendo a La Latina de Lina Morgan o a alguna que otra zarzuela.

Era una época en la que solía ver a Luis Sánchez Polack, “Tip”, rondando las cervecerías de la Glorieta de San Bernardo y hasta, según él mismo confesó más adelante, “distrayendo” alguna propina ajena porque andaba muy escaso de recursos.

Eso y mucho más era el Madrid que me acogió desde el primer día en que llegué a mi pensión  de la Corredera Baja de San Pablo recomendado por mí desaparecido amigo Miguel Redón-Sema. El Madrid que me maravilló por acogedor y diferente.

El madrileño de aquellos tiempos, alguno de los cuales había nacido en el mismo Madrid, lo que era poco frecuente, eran gente bullanguera, divertida y sin malicia. Un poco pasotas y chulitos en lo superficial, pero generosos y comprometidos cuando era menester.

Y mira por donde los protagonistas, ya mayores, o sus hijos, o los hijos de los hijos de la movida de Madrid, muchos de ellos en cargos políticos del gobierno, en la cúpula de algunos partidos de izquierdas (también de la derecha) o conductores de programas de televisión de mucha audiencia desde posturas claramente contrarias a la política cavernaria y fascista del PP, acusan a los madrileños de ser tabernarios y muy de berberechos y de terraza de bar.

Supongo que aunque no hayan dicho nada en defensa de los ofendidos, a Pedro Almodóvar, Alaska, el Gran Wyoming y toda esa pléyade de militantes intelectuales de la izquierda española les habrá dado la risa aunque no lo hayan manifestado.

Hasta Sabina, el que decía que “los pájaros visitan al psiquiatra y las estrellas se olvidan de salir” en su “pongamos que hablo de Madrid” habrá tenido que sujetarse la barriga por las carcajadas y estoy seguro de que habrá hecho alguna llamada para preguntar a alguno de sus conocidos del gobierno y a su coro mediático, “de que van” acusando a sus conciudadanos de disfrutar en demasía en las terrazas de los bares.

Porque ellos, la gente del espectáculo  de “los 80”que fueron madrileños nacidos donde fuere y en aquellos ambientes  de espectáculo y diversión, consiguieron unas marcas de desmadre a la que no llega, ni de lejos, ni haciendo un master, el más “tasquero” de los tasqueros de Madrid.

Y, naturalmente, no quiero decir que todos estos famosos deberían de defender  Ayuso y su política. Aún me quedan luces. Pero podrían defender, políticas aparte, el modo de ser y de vivir de los madrileños que es el suyo propio.

Defenderlo a muerte. Incluso solicitar que se declare patrimonio inmaterial de la humanidad. Y si quieren mi firma la tienen disponible.

Y visto lo visto es evidente que los madrileños de ahora, que se estaban comportando como monjas ursulinas,  salieron de su recogimiento, azuzados por la frívola y casquivana presidenta Ayuso que no quiere vecinos en sus casas ni rincones sin botellón.

En fin. Lo dejaré aquí porque el idioma español, tan rico en voces, no tiene las suficientes para calificar la desfachatez de un presidente de gobierno que dice vivir en un futuro de leche y miel, preparando su corona de vencedor  gracias a unas vacunas que ni ha contratado, porque lo han hecho otras instancias de la Comunidad Europea,  ni está inyectando porque lo hacen las autonomías.

Pero ¿eso que importa? No permitamos que una simple realidad estropee la gloria de una ficción bien elaborada.

Eso es lo que tenemos. Aparece Pedro Sánchez y su gobierno en lontananza y la factoría Redondo hace una seña al mejor de los rapsodas para que lance a los cuatro vientos los vibrantes versos que compuso para él Rubén Darío en una clara premonición de que vendría el que tenía que venir:

“¡Ya viene el cortejo!

¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines.

La espada se anuncia con vivo reflejo;

ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines…”

Gloria al héroe vacunador. ¡Nadie como él!

Pero, francamente, no creo que les dure demasiado tiempo el invento anti Ayuso. Incluso es muy previsible que semejante disparate se vuelva contra los que lo parieron. Promover anti madrileñismo fuera de Madrid les quitará los pocos votos que les quedan en “el foro” en favor de Más Madrid y no van a conseguir votos socialistas de otras comunidades, las perjudicadas por Ayuso “la inconsciente”. Y ojo con Andalucía y la díscola Susana Díaz.

Y aparte de absurdo, desleal y antidemocrático, el que la ministra de asuntos exteriores demonice a una comunidad de su país y a su presidenta, o que la muy ilustrada Calvo, que lo es, la que estaba en Andalucía “cuando los ERES” y ni se enteró ni denunció, hable de enlaces de la política del PP madrileño con campos de concentración nazis, no indica más que la realidad: Que tenemos un gobierno que, en el mejor de los casos, es una banda de incompetentes que solo tienen habilidad para perpetuarse en los cargos.

Y un presidente que hace tiempo que ha renunciado a gobernar y a dar la cara si no es para darse besos en la mejilla.  

P.D. Últimamente está de moda que los políticos descalifiquen a los votantes que no han apostado por sus candidaturas. ¡Lo que faltaba! Estamos en una democracia y si todo el censo electoral votara a VOX o a Podemos, pongo por caso, nadie de la política tendría derecho a decir que los votantes “se han equivocado”. Podrían  lamentar que no les hayan votado a ellos, eso sí, pero nada más. Porque, afortunadamente, somos los electores los que podemos y debemos criticar a los políticos si nos defraudan, pero los políticos no tienen ningún derecho a criticar a los electores.

Somos soberanos.

Venturas y desventuras de las elecciones de la Comunidad de Madrid.

Pasaron las elecciones en la Comunidad de Madrid y los resultados, aunque esperados, no han dejado de ser realmente sorprendentes. Los resultados en sí mismos, los daños colaterales que se han producido y también los que no se han producido.

En primer lugar y por encima de todo, mi gran satisfacción porque se ha alcanzado un 76,25 % de participación, que incluso subirá un poco más cuando se escruten los votos por correo, porque así es como se actúa en democracia. Votando libremente y decidiendo, supongo que en conciencia en la gran mayoría de los casos, en quién se debe depositar la confianza.

Porque esta participación indica que los madrileños han sido conscientes de que tenían que tomar las riendas de las decisiones y elegir a los que consideran más convenientes para gestionar el mal momento que atraviesa la comunidad. Ha habido otras muchas elecciones, pero con bastante más abstención, síntoma inequívoco de que los ciudadanos “pasaban”, bien porque consideraban que la cosa no tenía arreglo, por puro aburrimiento, o porque pensaban que un voto, su voto, no decidía nada. Olvidando sabio refrán castellano que dice que “un grano no hace granero, pero ayuda al compañero”.

Analizando los resultados de participación, se aprecia que 19.186 madrileños han votado en blanco, que es una forma de manifestar el verdadero enfado o un “descontento activo”. Son madrileños que han dicho “yo soy demócrata y he cumplido con mi obligación de votar, pero no he sabido por quién hacerlo”

Posición totalmente contraria a la de la abstención, siempre sujeta a mil interpretaciones interesadas de los políticos candidatos. Por lo que los 1.135.201  votos no emitidos, los de la abstención, no suponen una manifestación clara de “cabreo democrático” o de no saber a quién votar como, repito, los votos en blanco.

Lo de menos, y lo digo con toda sinceridad, es a quién ha votado cada uno. Los ciudadanos han decidido y los resultados obtenidos por cada partido han sido los  que han sido.  Decididos libremente, lo repetiré varias veces y basados en la mayor o menor confianza que le han merecido las opciones políticas de cada candidatura.

Pero el desarrollo de la nefasta campaña electoral, sobre la que ya manifesté mi opinión y el resultado de las votaciones, me sugiere algunos comentarios.

El primer lugar es de destacar el descalabro sufrido por el PSOE en la persona de Ángel Gabilondo, candidato a la fuerza, sacrificado en esa especie de circo romano absurdo que ha pretendido montar nuestro preclaro presidente y su numerosísimo gabinete de asesores, pagados por el gobierno de la nación y no por el partido socialista madrileño. Y contando con todo el apoyo político y mediático que supone  disponer del gobierno de la nación, del BOE, de Tezanos y de todo el aparato de poder asociado a esa circunstancia.

Estrategia totalmente fallida que ha quemado, creo que de forma definitiva, a una persona como Gabilondo que ni tenía el perfil adecuado ni, evidentemente, ningún interés en presentarse. Pero Pedro Sánchez suele resultar tóxico para buena parte de los que le son fieles y en esta ocasión ha conseguido, muy posiblemente, desbaratar su futuro previsto como Defensor del Pueblo porque no es muy de recibo que al hombre que ocupe ese puesto le hayan hecho decir que “había que crear un cordón sanitario” a un partido homologado, democrático, registrado y legal, como es VOX, por muchos peros que tengan sus opiniones.

Porque si le nombraran para el cargo, ese baldón aparecería día sí y día también en cuanto hubiera ocasión, como aparece y aparecerá la parcialidad de Dolores Delgado,  la Fiscal General del estado.

Y todavía estoy intentando descifrar el sentido de esa frase triste y enigmática que pronunció desde la soledad el gran perdedor de las elecciones: “Yo soy Ángel Gabilondo y esto es el PSOE”.

Porque no sé si se refería a que él seguía siendo del PSOE o que el verdadero PSOE era el que estaba en el hotel y no grupo reunido en la calle Ferraz.

Y, aunque esto no sea novedad,  es de destacar la enorme cobardía de Pedro Sánchez que cuando vio venir la debacle desapareció de la escena y dejó solo al candidato en la noche electoral, al que ni siquiera permitió esperar los resultados en la sede oficial del PSOE.

El eterno “todo esto ocurre pese a lo bueno que soy yo”, que ha defenestrado a otro de sus fieles, José Manuel Franco, el secretario del PSOE de Madrid, pese a que no tuvo arte ni parte en el nombramiento del candidato ni tuvo nada que ver con la campaña electoral. Un presidente del gobierno y secretario general del partido socialista que, por lo que sé, no se molestó en acercarse al hospital para visitar a Ángel Gabilondo el día que fue ingresado por la taquicardia por si habían periodistas.

Un cobarde manipulador que de inmediato lanzó a Ábalos, a la vicepresidenta Calvo y a toda su tropa para informarnos de que “el” y su gobierno no habían tenido nada que ver con un resultado tan negativo. Voceros que en su afán de justificar lo injustificable se atrevieron a dudar del buen juicio de los votantes “de derechas” madrileños, tabernarios y vinculados a no sé qué trama de campos de concentración nazis.

Nunca, nadie en democracia había llegado  tan lejos:  a casi afirmar, o al menos dejar caer, que la mitad del censo electoral madrileño no es más que una colección de descerebrados, con mentalidad de asiduos a  barras de bar y, por supuesto, ignorantes de lo que les convenía.

Con lo que han demostrado que no solo se trataba de Pablo Iglesias. En democracia, señores ministros y otros “interpretadores” de lo ocurrido, los votantes siempre, siempre, siempre  tenemos razón. Y ellos, los que aspiraban a ser  representantes, solo deben callar, felicitar a los madrileños por haber votado y a la ganadora por haber merecido su confianza.

Pero eso, naturalmente, solo lo hacen los liberales de verdad, los de manual y no todos estos demócratas de boquilla, profundamente sectarios en el fondo, que no aceptan más verdad que su verdad. La falsa verdad de sus posverdades.

En la historia de Europa solo ha habido dos doctrinas políticas que han considerado que son las élites las que deben dirigir a las naciones, al estilo de los Aristos de Esparta y han sido el Despotismo Ilustrado, con su lema “todo para el pueblo pero sin el pueblo” y  el comunismo. Porque la dictadura no cuenta por ser el anticristo del buen gobierno. Sería falso e injusto decir que el “sanchismo” tiene ideología comunista, pero no deja de ser verdad que parte de sus actuaciones, tratar de controlar a la judicatura por ejemplo y tantas otras cosas por el estilo, apuntan maneras.

En cuanto al otro gran farsante, Pablo Iglesias, el dimisionario, ha pasado por la política sin aportar ni una sola iniciativa realmente de calado. Ha demostrado ser tan poco eficaz en lo público como eficaz ha sido en lo privado, porque empezó siendo un simple profesor de universidad (simple en el sentido de sus ingresos) para acabar con un patrimonio muy respetable, una “jubilación que para mí la quisiera y, según parece,  contratado por Roures, el millonario poderoso e influyente al que nadie de la izquierda ha criticado nunca pese a que ha estado metido en todos los charcos del independentismo y de algún que otro “ismo”. Es decir, que en la calle precisamente no se queda.

Pablo Iglesias no se ha ido de la política por dignidad. No se ha sacrificado por “sus malo resultados” porque de ser así ya habría dimitido de sus cargos hace bastante tiempo. Se va porque ya no tiene ningún porvenir en la política activa. Pero el espectáculo es el espectáculo y no iba a decir que se iba porque había fracasado.

Tratando, eso sí, de seguir manipulando desde fuera y decidiendo sucesores. En una actitud tan pseudo mafiosa que solo ha engañado a una parte de sus seguidores. Y digo una parte porque muchos de ellos, algunos de mucho peso en el partido, han salido tarifando del que fue dueño y señor de Podemos y sus Corrientes.

Otro fenómeno muy interesante es el ascenso de Más Madrid, que ha superado en votos al PSOE  teniendo como cabeza de lista a Mónica García Gómez, casi una desconocida,

Por lo que esta formación pasa a ser la oposición oficial en Madrid y enseña una patita  muy interesante a nivel nacional. No creo que tenga grandes diferencias ideológicas con Podemos, pero desde luego si tienen mejores maneras y mucha más consistencia. Será muy interesante comprobar lo que ocurre con ellos dentro de dos años, cuando se celebren las próximas elecciones en la comunidad madrileña.

Lo de Ciudadanos estaba cantado y la buena campaña de Edmundo Bal no ha podido evitar su desaparición en la asamblea madrileña. Demasiados errores y decisiones equivocadas de Inés Arrimadas, muy especialmente la de haber caído en las redes “sanchistas” apoyando la moción de censura de Murcia. Una lástima pero, o definen una política y unos objetivos sólidos y que su bolsa de votantes entienda, o desaparecerán definitivamente.

Otro “veremos”.

Lo de VOX también tiene mérito. Ha crecido en votos pese a que los análisis de los resultados dan por hecho que parte de sus votantes han vuelto a PP y nadie o muy pocos del PP se ha pasado a VOX. Si añadimos datos cruzados que indican lo improbable que resulta pensar que ha conseguido votos del PSOE o  de cualquier otro partido de izquierdas, la única explicación es que ha movilizado votos de la abstención a los que ha atraído directamente a su candidatura.

La conclusión es que VOX ha sido uno de los beneficiados de la alta participación.

¿Y qué ocurre con el PP? Siendo evidente que Ayuso ha ganado porque estaba arropada por las siglas del PP y que ha sido una apuesta personal de Casado, también lo es que una gran parte del triunfo se ha debido a la peculiar personalidad de la ganadora. Una aparente mosquita muerta que ha manejado con acierto la pandemia en su comunidad, que ha tomado decisiones arriesgadas sin que le temblara el pulso y que ha sabido mantenerse al margen de las barbaridades que han dicho de ella durante la campaña, sin entrar al trapo de provocaciones y mentiras.

Ha ido a los suyo y eso ha sido un clarísimo acierto suyo y de sus asesores de campaña

Isabel Díaz Ayuso ha ganado porque ha sabido despertar en los madrileños el mayor capital que puede atesorar un político: inspirar confianza, ser reconocida como “uno de los suyos”. Confianza en su persona y confianza en su capacidad para administrar un presupuesto tan elevado como el madrileño en una situación tan complicada

Así que, Señor Casado, aprovéchese del tirón por el triunfo del PP en Madrid, pero no intente capitalizarlo como suyo. Ni siquiera como de su partido. Han arrasado, sí, pero ha sido por un conjunto de factores que han concurrido en las votaciones y sería muy arriesgado tratar de extrapolar resultados a nivel nacional porque nunca se darían las mismas circunstancias.

Han dado un salto cualitativo importante, eso sí, pero no escuche cantos de sirena porque podrían morir de éxito.

Porque el PP, como partido, no ha cambiado. Es exactamente el mismo que fracasó estrepitosamente en el País Vasco y en Cataluña. Así que no se precipite, aproveche el impulso, pero utilicen la cabeza y no el corazón.

Ojala todo esto sirva para que todo el mundo recapacite y podamos salir del lodazal en que nos han metido. Y especialmente un PSOE refundado que vuelva a ser un partido sólido en sus convicciones y fuerte en su ejecutoria, que represente a esa gran masa de moderados de izquierda que habitan en nuestra España y que vuelva a ser alternativa real de gobierno en lugar de este club de amiguetes y “fans” con líder en el que se ha convertido el que en otros tiempos fue el PSOE que contribuyo a afianzar la democracia en España y que participó muy activamente en la modernización de la nación y de sus instituciones.

Es decir: volver al bipartidismo que tan bien funcionó durante tantos años, atendiendo a las minorías y dejando en la cuneta a todos estos chantajistas medradores que han conseguido poder e influencia en decisiones de Estado por el simple hecho de tener la potestad de mantener en la Moncloa a un arribista como Pedro Sánchez.

Y para terminar un recadito para la Señora Calvo. Por mucho que ponga cara de sabelotodo malhumorada, ni el feminismo, ni el progreso, ni tantas otras cosas de las que presumen son patrimonio exclusivo de “la izquierda”. Y mucho menos la libertad. La libertad ni siquiera es patrimonio de las fuerzas políticas democráticas porque lo es del pueblo que les vota.

Y que “libertad sin ira” fue el canto que actuó como himno de la transición, este tiempo de ilusiones, proyectos y también de problemas, muchos problemas, que nos permitió pasar de una dictadura a una democracia plena.

Por lo que ni cincuenta mil “señoras Calvo” me impedirá proclamar que la libertad es mi patrimonio, como también es suyo como ciudadana, pero no tanto como gobernante en ejercicio u ocupando algún cargo político.

Porque en ese momento su libertad estará limitada voluntariamente por los condicionantes del cargo que ocupe.

Así que ¡menos lobos!