El Sr. Marhuenda y otras cosas de Cataluña

El director de La Razón, Sr. Marhuenda, pidió en twitter que no se cruce la «X» de la iglesia en las declaraciones de la renta porque una parte del clero catalán se ha declarado pro referéndum. A mí me duele mucho que lo hagan, porque representantes de la iglesia no debería meterse en esos berenjenales, pero hay muchos periodistas y columnistas manifiestamente impresentables, y no hago campaña para que no se compren periódicos. Que todos somos mayorcitos y cada uno es responsable de sus propias decisiones.

Supongo que esta súbita beligerancia con las flaquezas del clero no tendrá nada que ver con que no le hayan renovado como tertuliano de la 13TV, la emisora de la iglesia. Y, según dijo, “de muy malas formas”.

Dicho sea como comentario al margen, los misioneros católicos siempre defendieron y siguen defendiendo la identidad de los pueblos indígenas, sus idiomas y sus costumbres, contra la voracidad de los colonizadores, pero, repito, se trata de poblados indígenas, a años luz de la potencia destructora de sus depredadores naturales: el capitalismo.

No es el caso, ni mucho menos, del pueblo catalán, por lo que tampoco entiendo que desde algunos púlpitos se trate de defenderlos de no sé qué persecuciones. Tenemos las mismas raíces, los mismos genes, apellidos cruzados, hablamos una lengua común más el catalán en Cataluña, pagamos impuestos similares, nuestra cultura es greco-romana, nuestro Cristo es un cristo universal, y las vírgenes catalanas más celebradas, La Mercé y la de Montserrat, son advocaciones de la misma Virgen María que se venera en cualquier pueblo de España. ¿Esperan acaso que la Virgen de Montserrat sea la protectora de los independentistas? Si es así, “deberían hacérselo mirar”, como diría un catalán de solera.

Pueden discutirse aspectos fiscales, culturales y hasta políticos, pero ¿religiosos? Me temo que en alguna de esas parroquias, muy pocas y con párrocos extremistas, solo se desee la paz “als bons catalans”. A los demás “¡bon cop da falç!”. Que curas trabucaires no han faltado en nuestra España negra. La de las guerras y las revoluciones.

Pero eso es cosa de cada uno. Ellos sabrán por qué lo hacen y supongo que sus feligreses tampoco son borregos que les obedecen a pies juntillas. En nuestras parroquias, cada domingo, nos predican la necesidad de practicar el bien, la solidaridad, la tolerancia, el amor fraterno y la caridad y, lamentablemente, tampoco hacemos mucho caso.

Abundando en el mestizaje, esta mañana he escuchado en una emisora de radio que ninguno de los veinte primeros apellidos más frecuentes en Cataluña tiene raíces catalanas. No me lo he creído y he consultado el “Institut d’estadística de la Generalidad de Cataluña”. ¡Resulta que es cierto!. No sé qué puesto ocupará en esta estadística oficial el primer apellido catalán, pero él último de los veinte primeros, los únicos que se presentan en esa tabla, es Álvarez. Y el mío, Martínez, ocupa el segundo lugar.

En otras fuentes estadísticas el primer apellido verdaderamente catalán, Vila, ocupa el puesto número veinticinco. ¿De que raíces, culturas, derechos robados y privilegios están hablando? ¿Los de los pobladores actuales apellidados García, Martínez, López, Sánchez, o Rodríguez? Cualquier ciudadano de otra comunidad histórica, histórica de verdad, no la definición que de este término hacen los políticos, mantiene mucho más apellidos con solera que la Cataluña actual. La del Siglo XXI.

Pero lo que ocurre no parece casual. Los apellidos “d’el president i d’els consellers” son Puigdemon, Turull, Oriol, Romeva, Rull, Pontasí, Borràs, Comín, Bassa, Forn, Puig, Vila, Mundó y Serret. Como se puede apreciar todos “charnegos” y emigrantes de países diversos.

Visto desde fuera, da la impresión de que en Cataluña se está produciendo una involución a glorias pasadas, gestada desde hace décadas, en la que no será posible recuperar la pureza de la supuesta raza, pero sí el control absoluto de las instituciones.

En este esquema, los futuros gobernantes serán, y así se apunta, los que controlen todos los poderes de la república catalana y harán y desharán a su antojo, como lo hacían los antiguos señores en sus añorados “tiempos históricos”. Y en esta estrategia es irrelevante el origen de los “súbditos”, porque el control de la sociedad lo tendrá quien lo debe tener. Los que de verdad saben lo que hay que hacer, como lo sabían los “Aristoi” (“los mejores”) de la antigua Esparta.

Cualquiera vale para súbdito, pero solo los privilegiados pueden ostentar el poder. Casi es preferible que los ciudadanos de a pie, los que van a trabajar y compran el pan de cada día, sean inmigrantes de otras provincias o de otros países, personas honradamente agradecidas, que vinieron huyendo de la miseria y encontraron en Cataluña su tierra de salvación. Porque había lo que más necesitaban: trabajo.

Y luego, en el orden de jerarquías, está esa segunda línea en la que se admiten foráneos, extraños y conversos, como el Sr. Rufián, hijo de padre y madre andaluces. En el PSC se permitió hace años la asimilación de los “de fuera”, que incluso llegaron a puestos de dirección, y también ocurrió en Esquerra, aunque menos.

En Convergencia no. En Convergencia los que mandaban, los que copaban los puestos clave, eran “los de allí”, gente de ocho apellidos y mucho poder. Y para comprobarlo basta con buscar los nombres de los actualmente imputados por corrupción.

Sobre la CUP no opino porque la mayoría son niños pijos hijos de papá, sin problemas económicos, que juegan a cambiar el mundo hasta que se cansen de hacerlo y se integren en los negocios familiares.

Pero es un esquema que no puede funcionar. En primer lugar porque es una situación imposible de legalizar, que no sería reconocida por ningún país de los llamados occidentales.

Y en segundo lugar porque las promesas mentirosas que han hecho a los catalanes son imposibles de cumplir. Ni remotamente. Esa Jauja con pensiones garantizadas, desempleo prácticamente erradicado, sanidad en grado de excelencia y universal, políticos próximos a los ciudadanos y el aplauso encendido, con bises, de la Comunidad Europea y de los países con capacidad de comprarles todos lo que les quieran vender. Más bien creo que soñaron con crear un paraíso fiscal, tipo Gibraltar, pero no está occidente para más bromas.

Valdría la pena contemplar una proyección virtual de lo que pasaría si triunfara la independencia imposible. Claro que todos los males se achacarían, como siempre, a esa España perversa y sus maquinaciones internacionales para unir a todo el mundo mundial en una sola causa: hundir a esa “Catalunya, triomfant” que tenía todas las posibilidades de alcanzar la gloria y que, según dicen los embaucadores que han provocado esta situación “tornarà a ser rica i plena!

Desparasitar la nación – La insolidaridad y otros vicios de nuestra democracia

Seguramente soy el único de España que lo cree, pero pienso que una vez llegados a este punto es el momento de la catarsis, para que, contemplando los defectos adquiridos por nuestra democracia, el gobierno ponga “pies en pared” y aborde con firmeza todos los retoques necesarios para reconducir la deriva de este país hacia un rumbo más adecuado.

El gobierno, ahora del PP, ha empezado a mover la maquinaria del Estado, que es muy potente, y no puede ceder ante presiones. Todo lo contrario. Debe fortalecer su postura de regulador y garante de las leyes. Y si lo hace así, nosotros, la mayoría de los españoles, redescubriremos que el Estado existe, y que España no está en manos de agrupaciones territoriales de corta y pega que quieren hacernos creer que hemos llegado al final de un ciclo, que son las que tienen el poder absoluto en cada uno de sus territorios, no el delegado del gobierno, y que desaparecido el Califato es el momento de descomponernos en Reinos de Taifas.

Como ocurrió en la Primera República.

Pero, ya puestos, puede ser una magnífica ocasión para desparasitar la nación y liberarla de vicios políticos, también sociales, recuperar parte de la ética perdida, y abrir un horizonte de valores y proyectos comunes. Encontrar el mínimo común denominador que une a todos los españoles, en contraposición a toda esta basura destructiva tan de moda, empeñada en buscar cualquier cosa que nos separe. Y no hablo solo de los nacionalismos, aunque sean la máxima expresión de estos hechos, el paradigma del absurdo.

Y pueden estar seguros de que la gran mayoría de los españoles lo entenderían, por mucho que parezca que España arde en críticas por los cuatro costados gracias a las redes sociales, esa caja de resonancia que amplifica los despropósitos, los malos modos, y el mal gusto, haciendo parecer como cierto lo que solo lo es en parte. Son porcentualmente pocos, aunque muy ruidosos, y no ofrecen alternativas, sino eslóganes. Una técnica muy utilizada, y con gran éxito, por la Alemania nazi.

No se podrán abordar todos los asuntos a la vez, claro está, pero si una cosa detrás de la otra. O de dos en dos, porque si algo sobran son parlamentarios. Sin prisas y sin pausas. Y exponiendo muy bien las iniciativas parlamentarias para que el resto de partidos tenga que explicar igual de claro a la ciudadanía porque apoya o no cada una de ellas. O como las mejoraría.

Y estamos hablado de la erradicación definitiva de la corrupción, y no solo la relacionado con el dinero, del reajuste de los presupuestos de las autonomías obligando a que todas ellas “se mojen” en el foro adecuado y no presionando de una en una, de la reforma de la justicia, de la ley de huelga, de la política fiscal, de la educativa, de la ley electoral…

Y tienen que empezar por sacudirse de encima los chantajes habituales cuando confeccionan presupuestos generales o promueven leyes. Y digo chantajes y no negociaciones, tan deseables, porque hemos aprendido a distinguir lo uno de lo otro. Por si alguien tiene dudas, doy mi propia definición con dos ejemplos muy simples. Chantaje es lo que beneficia a unos pocos (“te apoyo los presupuestos si das “tantos” euros a mi comunidad o me transfieres tales competencias”), y negociación lo que beneficia a la mayoría (“te apoyo los presupuestos si eliminas o reduces el impuesto de sucesiones”, pongo por caso).

Y llegado el momento, y no me importa qué partidos compongan el gobierno de entre los tres que son “más” de fiar, dejémonos de eufemismos. El castellano tiene suficientes voces para exponer muy claramente las cosas, poniéndolas al alcance intelectual de los españoles sin necesidad de interpretaciones de terceros. Lo he dicho antes y lo repito. Nada de tomarnos por tontos. Nuca más. Eso sí que sería un “nunca máis” plenamente justificado.

Ahora tenemos un caso que me viene al pelo. Ayer escuché que el lehendakari Urkullu ha anunciado que bloquearán los presupuestos de 2018 si no se le transfieren algunas competencias, como prisiones o la Seguridad Social, creo recordar.

Pues que los bloqueen. Y que se ponga fin a este goteo de extorsiones al estilo Cataluña, que se paró en su día en el País Vasco, pero que ahora intentan recuperar suponiendo debilidad en el gobierno.

Vaya por delante que se trata de una comunidad que me resulta especialmente querida, en la que tengo raíces y donde viven muchos de mis familiares. Y, naturalmente, quiero lo mejor para todos ellos.

Pero me temo que lo mejor no es que su Lehendakari empiece con majaderías y a marear la perdiz. Aunque se trate de mensajes de consumo interno para tranquilizar a su izquierda y a los pocos independentistas del PNV.

Por lo que sé, los vascos están cómodos como están y se sienten privilegiados sobre el resto de los españoles por su concierto económico. Está bien defender el nacionalismo cultural, pero no se confunda Sr. Urkullu. El Gobierno no está tan débil como Uds. creen y puede que se encuentre con un ¡hasta aquí hemos llegado! Y si no se aprueban los presupuestos de 2018 que se renueven los de 2017. O que los apoye el PSOE después de negociarlos. O que los apoyen parte de los parlamentarios de otro partido si lo consideran conveniente para el interés de país. ¡Quién sabe! ¡Podrían darse tantas variables si se recupera parte de la cordura perdida y se piensa en país sin dejar de pensar en partido!

Y si no hay acuerdo, que expliquen las razones del bloqueo a los funcionarios, a los gobiernos locales, a las autonomías, que serán los más perjudicados.

O que se empiece a hablar de su concierto, contemplado en la Constitución española pero fuera de las normas y objetivos de la Comunidad Europea, que ya se ha interesado varias veces por esta “anomalía” española. Tantas como el gobierno central defendió su permanencia. ¿Se acuerdan? Y ya empiezan a levantarse voces que reclaman igualdad fiscal para todos los españoles. Las de Ciudadanos, por ejemplo. ¿No hay quien pide reformas de la Constitución?

Que estamos hablado de poco más de dos millones de españoles, que son muchos y muy queridos, pero favorecidos en su peso político por los errores de nuestra ley electoral.

No hagan populismo con las cosas de comer y dejen las cosas como están, que están bien, para jugar a “yo tengo al Estado a mi merced”. O lo que es peor: “yo soy más importante que el gobierno central”. Porque no es cierto. Nunca lo serán.

Es muy importante que las comunidades, especialmente las que se creen con derechos históricos, entiendan la importancia del equilibrio en las relaciones con los gobiernos de turno, de los que tienen delegada la autoridad, y que los gobiernos y los partidos constitucionales no vuelvan a cometer los mismos errores que han llevado al desastre actual de Cataluña: Cesiones bienintencionadas que nunca debieron producirse, y chantajes descarados que se han asumido por intereses electorales de los partidos de gobierno en la nación española.

En cuanto a los ciudadanos ¿han comprobado cómo crecen las equidistancias? El “no mojarse” ha comenzado a ser deporte nacional y el “sí pero” actúa como un teórico tapa traseros que, en el fondo, deja en muy mal lugar a los equidistantes. ¿Tan difícil es decir lo que se piensa? La Biblia dice “Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”. Y nuestros abuelos, apoyándose en la religión, pero menos, inventaron la figura de poner una vela a Dios y otra al diablo.

Son personajes que a mí me merecen muy poco respeto por muy bien que argumenten sus posiciones. En el caso catalán ya sabemos que Rajoy podría haber hecho más, como Zapatero, que quizás debió hacer menos. Y también debieron hacer más, o menos según se mire, José María Aznar, el que hablaba catalán en la intimidad, Felipe González y sus acuerdos con Pujol, y el mismísimo Adolfo Suarez que no supo prever las consecuencias de la organización del Estado en la transición. No podía haberlo hecho.

Pero los auténticos malos de estos hechos, los que incumplen la leyes, son los dirigentes independentistas de toda la vida, y los que solo eran nacionalistas y se han visto abocados a pasarse al extremo por fuerza mayor, para su mal y para su desaparición. Comparar aciertos o desaciertos políticos con incumplimiento de leyes o rebelarse contra el Estado, es falaz y mentiroso. Pero, mira por donde, han convencido a muchos, inocentes unos, desinformados otros, arribistas no pocos, que los malos son los que no dialogaron sobre cómo hacer posible un referendum anticonstitucional.

Esto es España y así actúa la influencia de los medios de comunicación, con sus audiencias, y las redes sociales. Todavía anoche escuche a un independentista argumentar en una cadena privada lo malo que era Rajoy y las muy fundadas razones que tenían para hacer lo que estaban haciendo.

¡Váyanse a paseo señores! No los independentistas, sino la cadena que continúa actuando como plataforma conveniente para los que están desafiando al Estado. No hace falta que me contesten. Me conozco lo del sagrado deber de la información, el derecho de los españoles a ser informados, y lo de que la democracia es atender todas las opiniones. Y es cierto. Pero cuando algunos de los opinantes están fuera de la ley, se traspasan todas las barreras al darle audiencia. Es como si entrevistaran a un pedófilo condenado para que defendiera su derecho a abusar de menores.

Lamentablemente, una buena parte de los medios audiovisuales tienen programas absolutamente impresentables. Mientras sus propietarios presumen de dignos, de benefactores, de intelectuales y de hombres de bien en foros de la cultura y de la alta sociedad. Porque, asómbrate, compaginan sus basuras “teleradiofónicas” con su apoyo a causas dignas de elogio.

Que alguna vez tendremos que hacer un “quién es quién”, con sus luces y sus sombras, en el mundo empresarial. Parece que en España el único malo es Amacio Ortega, posiblemente porque no es propietario de cadenas audiovisuales.

Señores del gobierno, ya que han sacado al Estado de su letargo, no lo vuelvan a adormecer. Avancemos hacia atrás, para poner las cosas en su punto. Como se suponía que estarían si no se hubieran producido tantos abusos, tantos egoísmos y tantas deslealtades.

Que algunos presidentes de gobierno, como Winston Churchill, gobernaron tomando decisiones duras por el bien de su país. Luego no le reeligieron, pero ha pasado a la historia. Y con letras mayúsculas.

La carta que no escribió Julia Otero

He leído con atención una carta falsamente atribuida a Julia Otero, que en realidad había escrito una bloguera llamada Cristina Andrade a la que, por cierto, no le habrá vendido nada mal la publicidad.

No voy a caer en el absurdo de discutirle las citas porque ni soy historiador ni tengo tiempo para documentarme. Por lo que intuyo de lo que ha publicado, ella tampoco lo es. Me figuro que, como muchos otros, habrá bebido en fuentes afines a la causa independentista, que hay muchas y bastante cuestionables, por cierto. Aunque opinen tan enfáticamente y con tanto conocimiento de causa como Pilar Rahola, por ejemplo, que tampoco es historiadora.

La carta famosa solo contiene una serie de girones de historia que no son más que los antecedentes, las causas y los efectos que han dado forma a la actual Cataluña. Razonamiento que produciría el mismo efecto si habláramos de cualquiera de las otras regiones o comunidades españolas. Todas ellas, de norte a sur y de este al oeste, tuvieron un origen más o menos oscuro. Todas pertenecieron a reinos, como los de Galicia, Navarra, León, por ejemplo. O Señoríos, como los vascos, o Condados, como el citado de Barcelona, uno de los integrantes de la Marca Hispánica, o ciudades estado, como Toro o Zamora.

Todos fueron libres y fueron sojuzgadas, todos conquistaron y fueron conquistados, todos se aliaron y se separaron, todos guerrearon, siendo el denominador común, la única razón de todas estas idas y venidas, los intereses materiales de hermanos, primos, padres e hijos que se mataron cuanto pudieron para ser reyes o gobernantes en lugar de los reyes o gobernantes de cada lugar. Con la complicidad necesaria de los notables que les secundaron siguiendo sus propios intereses, y a costa de la sangre y la miseria de sus vasallos que, como siempre, fueron los que sufrieron las consecuencias.

Pero, ¡qué casualidad! Lo mismo, exactamente lo mismo, paso en todas las regiones francesas, desde su histórica Borgoña hasta la actual República. O en Italia, que es nación desde hace cuatro días, en tiempos de Víctor Manuel II. O en los Estados Unidos de América, uno de los referentes de los revisionistas españoles, forjada a base de genocidios, egoísmos, conquistas y victorias de unos sobre otros. La mayoría de ellas a sangre y fuego.

O Alemania desde la profunda Germania. O la Gran Bretaña, desde las luchas fratricidas de vikingos, normandos y sajones. Y lo mismo en todos los países del mundo más evolucionado.

Y la misma Cartagena, nuestra Cartagena, fue independiente durante varios meses hasta que tuvo que rendirse ante el asedio del ejército de la nación, no sin antes pedir formalmente su integración en los Estados Unidos, cuyo gobierno, por cierto, se lo pensó seriamente. ¡No le hubiera venido mal tener un Gibraltar en el Mediterráneo!

Y algo de lo que entonces pasó y ahora intentan reproducir algunos, ya lo vimos en nuestras absurda Primera República, la de los cantones y las independencias, como la sublevación Cantonal de la citada Cartagena, o la de Jumilla. O los diversos intentos de Valencia, Alcoi, Murcia o Andalucía.

Entonces, ¿Hablamos de pasados, o de presente y futuro? Porque todas está naciones, construidas y forjadas a base de horca y cuchillo son hoy estados sólidos, modernos, que han asumido el concento de la unificación, que han encontrado un mínimo común denominador, y que han llegado a la conclusión de que es mucho mejor permanecer unidos, sin pasarse las horas lamentándose de lo que pudieron ser y no fueron, sabiendo que nunca lo serán. Y que tampoco les conviene serlo.

Las conclusiones lógicas o el fin deseado de escritos como el mencionado son:

 Como mis antepasados, que probablemente ahora son los de todos nosotros porque nadie se quedó quieto en ningún sitio, pertenecieron a parcelas geográficas o históricas singulares, recuperemos la antigua situación y los antiguos derechos. Que se rompa España en los reinos que fueron y/o los antecedentes a los propios reinos. Pero también Francia, Alemania, los Estados Unidos y todo lo que ahora son estados. Justo lo contrario al concepto de unión, como el de nuestra Comunidad Europea.

 Como mis antepasados, que probablemente ahora son los de todos nosotros porque nadie se quedó quieto en ningún sitio, pertenecieron a parcelas geográficas o históricas singulares, tráteseme mejor que al resto de mis actuales compatriotas. Tenga yo más privilegios, pero no me hable Ud. de que los demás tuvieron antepasados, porque yo tengo algo que solo algunos poseen: una lengua.

Y pregunto yo ¿a mí que me importa que Cataluña, Galicia, el País Vasco, Navarra, Castilla, Aragón, León o cualquier otro de los antiguos reinos, estados o condados hayan sido lo que hayan sido? ¿A mí que me importa que tengan una lengua a la que, por supuesto respeto profundamente porque, prácticamente, es la mía? ¿Tengo acaso que seguir pagando vasallaje a sus descendientes? ¿Estamos locos?

Pero, por lo que se ve, a algunos, no les importa que existan leyes, ni normas, ni pactos. Quieren ser “más que el que más”. Por cierto. El decir que España lo es porque tiene ese nombre desde hace relativamente poco es un poco jugar con trampa. Aquí lo que importa es conocer desde cuando se unificaron los territorios españoles y comenzaron una historia común. Y lo fue bajo las coronas de Castilla y Aragón, las del tan denostado “tanto monta monta tanto” que utilizó la falange y que, desde entonces y para muchos “conocedores” de la historia, es un símbolo franquista.

Porque, claro, la frase se utilizó mientras se forjaba un imperio. ¿Se han dado cuenta de que esta frase solo define la forma de relacionarse de dos reyes consortes? Puede que sea la primera vez que se estableció la igualdad de géneros en la historia de España, porque una mujer se negó a ser reina consorte de Castilla, supeditada a la autoridad de su marido, el rey de Aragón. Pero, claro, insisto en que es una frase franquista.

Ese fue el momento en que castellanos, aragoneses, catalanes, gallegos, vascos, valencianos, andaluces, extremeños y los habitantes de cualquier territorio de lo que, en efecto, eran reinos de Castilla y Aragón, comenzaron a navegar, descubrir, comerciar y compartir proyectos de expansión haciendo causa común los unos con los otros. Y también proyectos culturales.

Dejémonos de cuentos chinos e historias de pasadas grandezas. Estamos en 2017 y lo que vale, lo único que vale, es que hay un pacto, llamado Constitución, que refrendamos los españoles años después de la dictadura de Franco.

Así pues, querida Cristina, si quiere discutir con quien le apetezca criterios históricos o ideología política es muy libre de hacerlo y hasta es bueno que lo haga. Según con quien hable es posible que aprenda. Pero mire el calendario, por favor.

¿Qué hay muchos interesados en confundir y mienten descaradamente? Claro que sí. ¿Qué hay otros que juegan a la ambigüedad porque buscan provocación, titulares y audiencias? Por supuesto. ¿Qué algunos ponen una vela a Dios y otra al diablo esperando sacar provecho creyendo que “todo vale” en política? Es evidente.

Pero son los menos, por mucho ruido que quieran hacer. Y perderán.

Resumo diciéndole que no tengo demasiado claro el objeto final de su escrito, pero le puedo asegurar que a muchos de los que lo han leído, y así lo manifiestan, entienden que su mensaje es “España nos roba”.

Dicho sea con profundo disgusto.

La indefinición de Podemos en los temas de Estado.

No suelo criticar nada de Podemos, primero porque no es un partido al que pueda entender y, en cualquier caso, porque están fuera del grupo de lo que considero “partidos constitucionalistas” o, quizás más concretamente “partidos de estado”. Capaces de gobernar.

Pero estamos en un momento muy delicado para el futuro del país, y todos tenemos, tienen, que mojarse.

Podemos, al que he respetado y mucho más a sus electores, es comunista, pero raro, está dentro del sistema, pero quiere hacer política en las calles, está en el pacto contraterrorista, pero de “observador”, dicen que son españoles pero les da repelús la bandera de España o el himno nacional, a los que, en una demostración de desconocimiento histórico, definen como “franquistas”.

Se declaran republicanos cuando en ninguna de las dos repúblicas, especialmente la segunda porque la primera fue un desastre lamentable, los hubiera aceptado como son, como tampoco aceptaron a los dirigentes catalanes de la época, y como tampoco aceptarían a los actuales.

Los Presidentes de entonces eran mucho más serios de lo que los “historiadores de mitin” quieren hacernos creer, y la Republica no era un “todo vale” por mucho que grupos desmadrados hicieran salvajadas y que la cosa acabara en una guerra civil. Y así muchas otras cosas. Pero eso, como he dicho antes, es asunto suyo y de los que les votan.

Lo que no puedo perdonarles, y por eso hablo de ellos como partido, es su posición ante el desafío de los independentistas catalanes. Porque ha llegado el momento, ahora sí, de definir muy claramente quienes son los de “aquí” y los de “allí”, y escuchando lo que escucho, y según donde se diga, no se trata de que les entienda yo, sino que me parece imposible que les entienda nadie, incluidos sus electores.

Ayer escuché a Irene Montero (¡que buen verbo para decir cosas tan disparatadas!) diciendo que sí y que no, como “la Parrala” y, no sabiendo por donde salir, acabó comparando el intento de secesión de Cataluña con los desahucios. Como podría haber dicho con la igualdad de la mujer, la asistencia sanitaria, o cualquier otra cosa que viniera o no vinera a cuento. Incluida la tan socorrida guerra de Irak.

Señores de Podemos: El intento de secesión no prosperará, Uds. lo saben, y tratar de arrimar el ascua a su sardina con esos apoyos difusos de “si pero no”, solo ayuda a alimentar diferencias y confusiones.

Y, tengo la absoluta seguridad, de que ese intento de captar votos fáciles y tramposos en Cataluña entrando en el juego de los engaños, les va a costar muy caro.

Porque una parte de su electorado será de izquierdas, serán asamblearios, serán revolucionarios, pero no son tontos. Y Ud. les trata, como intenta hacerlo con todos nosotros, con ese aire trasnochado y tan visto de profesor de universidad que alecciona a sus alumnos, incluyendo el lenguaje corporal reservado para los momentos trascendentes de adelantar un hombro y la cabeza.

Alumnos que, por supuesto, son más más incultos y más desconocedores que Ud. Y no es así.

Discuta Ud. su nuevo modelos de estado, sus pretendidos cambios sociales o dispute su liderazgo de izquierdas al PSOE, que yo lo respetaré.

Pero no intente conculcar la ley o animar a que se conculque porque siempre me tendrá en contra. Y soy uno, pero somos muchos.

Y, como he dicho, seguro que lo pagará.

Comentarios que no pierdo el tiempo en hacer al BLOC de Morera o Marzà porque sus votantes lo tienen muy claro. Ellos están para esto y los que les votan lo hacen sabiendo lo que quieren hacer y exigiendo que lo hagan.

La leyenda del reloj de pared de un monasterio rezaba “omnes vulnerant ultima necat”. Se refería a las horas, naturalmente, pero también es aplicable a las necedades políticas. “Todas hieren, la última mata”.

Como les ha sucedido en otros tiempos a otros que lo fueron, pensado que a ellos no les ocurriría. Son legión.

Falseando la realidad – Las financiaciones autonómicas:

Vaya por delante que estoy totalmente convencido de que la Comunidad Valenciana está muy mal financiada, tanto como que la solución definitiva debe de pasar por un pacto de las Autonomías, ya que ir de una en una a negociar con el gobierno por separado, cada uno con su cartera de agravios, solo puede generar más conflictos que soluciones. El dinero es el que es y su distribución debe ser equilibrada y atendiendo a razones objetivas.

Y pongo un ejemplo: es cierto que la Comunidad Catalana es contribuyente neto, pero me temo que no tanto como ellos mismos dicen porque se han convertido en grandes expertos en manejar realidades virtuales.

Cataluña fue próspera, entre otras cosas, porque contó con muchas ayudas del estado, incluida la época de Franco, que permitió, por ejemplo, mantener unos aranceles de importación de productos sumamente elevados y durante más tiempo del necesario, lo que favoreció la venta de los productos catalanes al mercado interior. No tenían competencia.

Y ahora mismo continúan siendo falaces en la información. Aportan mucho al Estado, sí, pero están recibiendo muchos beneficios que no se contabilizan. Las comunidades menos desarrolladas los son, digan lo que digan los “enterados”, porque no hubo voluntad política de apoyarlas. Su situación geográfica, sus comunicaciones, o su propia orografía no permitieron desarrollos industriales que hubieran sido menos rentables.

Y no se trata, como dice la leyenda negra inventada por algunos impresentables, de pobladores “vagos”. Es evidente que una buena parte de su mano de obra está trabajando muy eficazmente en las comunidades más prósperas y han contribuido a su desarrollo.

Es cierto que reciben ayudas, pero siguen siendo los “compradores” mayoritarios de los productos catalanes. Productos catalanes suministrados por empresas catalanas que pagan sus impuestos en Cataluña.

Porque una gran parte de la España menos desarrollada compran los libros de texto a editoriales de Cataluña. O tienen sus cuentas bancarias en entidades centralizadas fiscalmente en Cataluña, comunidad en la que pagan sus impuestos.

Y Cataluña es la Comunidad que más préstamos está recibieron del Estado, a interés cero y con grave riesgo de acabar con quitas a su deuda. No porque vayan a independizarse, que no lo harán, sino porque al final, y como siempre, se aplicarán criterios políticos de apaciguamiento y “buen rollo”. No hay como llorar y crear falsas realidades.

También recibieron ayudas otras comunidades, como País Vasco y Andalucía en su industria naval, o Valencia en la siderometalúrgica, pero su mercado objeto mayoritario no era el español, y no pudieron competir con los astilleros internacionales, entre otras cosas por las normas de la Comunidad Europea que prohíbe ayudas estatales, cuando los astilleros de muchos países del mundo hacen de su capa un sayo y aplican políticas fiscales y laborales según su libre criterio.

Y podría seguir con muchos ejemplos, pero no hace falta.

Revisar la financiación autonómica sí, pero. Insisto, teniendo en cuenta todos los factores: población, dispersión demográfica, red de comunicaciones, recursos hidráulicos, etc.

Pero claro, los que más se quejan son los que no quieren asistir a estas reuniones para poder seguir llorando por lo que es verdad y lo que es imaginario.

Espero que después de la movida del independentismo el Gobierno recupere la autoridad y obligue a los que están por encima del bien y del mal a entrar en el redil de la racionalidad.

Que los que emigraron a Cataluña, Valencia o el País Vasco no lo hicieron porque no es gustara su tierra. Lo hicieron con gran dolor de su corazón porque no tuvieron más remedio. Allí no tenían oportunidades.

Los polvos, los lodos, los antecedentes, y como llegar al primero de octubre.

El nacionalismo catalán, en su interés por capitalizar en exclusiva méritos que no son suyos y crear una falsa historia más acomodada a sus planes y estrategias, comenzó, hace décadas, impartiendo una educación en la que obvió o redujo a la mínima expresión la historia de España, y potenció, incluso inventó, las gestas catalanas y la gran influencia de esta “nación” en la prosperidad de España, de Europa y del resto del mundo.

Uno de los puntos clave ha sido convertir lo que fue una guerra entre dos naciones europeas, Francia y Austria, por la sucesión de Carlos “el Hechizado”, que murió sin herederos, como una guerra de Castilla contra Cataluña. Y a esta guerra, guerra de intereses como todas, se apuntaron los poderosos de todos los reinos de España en función de lo que más les convenía. Y unos ganaron y otros perdieron. Y los señores catalanes, que apostaron por el candidato austríaco, perdieron. Y, como represalia por haber defendido al otro bando, el Borbón les retiró los fueros.

Así de simple. Porque si hubieran sabido que iba a ganar el rey Felipe, todos, absolutamente todos los poderosos de España, se hubieran apuntado a su bando.

Y, llegado el momento, hace unos años, los que movían los hilos de la sociedad catalana, viendo al Estado en debilidad como consecuencia de la crisis y bajo la amenaza de ciertos escándalos a punto de salir a la luz, decidieron que era el momento de apretar el acelerador. “Ahora o nunca”, pensaron.

Y diseñaron una estrategia de ruptura que comenzó con una valoración de grupos sociales o culturales desde el punto de vista de amigos/enemigos del proceso.

Grupo 1.- Los independentistas de toda la vida. Siempre han sido los sacrificados, los idealistas traidores al Estado desde tiempos de la República, la avanzadilla de cualquier movimiento, y la primera línea en las batallas. No son demasiados en porcentaje pero, eso sí, lo tienen muy claro y no les importan ni los riesgos ni el sufrimiento. Es una postura muy próxima al fanatismo político aunque, salvo durante algún tiempo y de forma limitada, sin violencia extrema. Su base ha sido la Esquerra Republicana.

Grupo 2.- Los nacionalistas. Grupo de catalanismo cultural defensor de símbolos y amigo de marcar diferencia entre su estatus social y el del resto de los españoles. Incluso con el resto de habitantes de Cataluña. Su montaña sagrada es Montserrat, y su equipo el Barça. Su base fundamental era la burguesía catalana, y su partido político Convergencia y Unió. Era evidente que si avanzaban por el camino de la ruptura con el estado sufrirían bajas importantes: en primer lugar el grupo de Unió, pero también una parte de Convergencia, especialmente si veía peligrar su bienestar material y su tranquilidad histórica.

Grupo 3.- Los “Charnegos”, que en algún momento ha sido un excelente semillero de neo nacionalistas nacidos fuera de Cataluña o catalanes en primera generación, hijos de emigrantes. De ese granero surgieron un gran número de “conversos”, que son los más furibundos defensores de todo lo catalán, sensibles a las consignas, muy predispuestos al adoctrinamiento, y permeables a las “historias sobre la historia” catalana y de su supuesto papel predominante en todo el mundo mundial.

Tenemos multitud de casos, aunque, posiblemente, el paradigma puede ser Garbriel Rufían, “hijo y nieto de trabajadores de la Bobadilla, municipio de Alcaudete (Jaén) y Turón (Granada)”.

No es de extrañar porque la gran mayoría venían del mundo rural, el de la miseria y la falta de recursos, y se encontraron con una sociedad rica y próspera en la que encontraron trabajo y seguridad. Y se deslumbraron.

No importa que en los primeros tiempos fueran ciudadanos de segunda. Más valía ser cola de león que cabeza de ratón.

Pero los charnegos eran un grupo del que no se podían fiar plenamente, porque llegados al extremo, podrían reconsiderar posiciones, o hacer valer sus raíces de otras provincias españolas.

Grupo 4.- Los inmigrantes, divididos en tres grupos fundamentales:

• Los de cultura “española”, que hablan nuestro idioma y, salvando algunas distancias, tienen sociedades similares y están acostumbrados a participar en política en sus países de origen. Los nacionalistas no han sido especialmente proclives a facilitar la entrada a este grupo étnico porque saben que, si ven peligro, preferirán permanecer en España, porque les proporciona más oportunidades que un hipotético mini estado, claramente cuestionado en los foros internacionales.

• Los sub saharianos, que llegaron a Cataluña, como al resto de España,
buscando trabajo. Suelen vivir en grupos o comunidades sociales y mantienen rasgos culturales muy diferentes a los españoles. Tampoco es un colectivo fiable desde el punto de vista del apoyo a una posible independencia.

• Los musulmanes, separados en dos grandes subgrupos:

• Los marroquíes, inmigrantes tradicionales desde hace muchos años, que buscaron Cataluña por su potencia empleadora. En un estudio de las Cámaras de Comercio de hace unos años, esta nacionalidad suponía el 13,7 de los inmigrantes de toda España, y el 21,4 en Cataluña. Son una población que nos conoce perfectamente y que, conservando sus costumbres, no han causado problemas importantes de integración, aunque últimamente hayan surgido algunos con las segundas generaciones.

Su comportamiento ante la independencia podría ser similar al del resto de los catalanes arraigados aunque, como los hispanoamericanos, se sientan más seguros si Cataluña permanece en España.

• Los del próximo oriente y los refugiados de guerra. De muchos países y varios grupos religiosos que llegan desconociendo totalmente nuestras costumbres religiosas y sociales, en la mayoría de los casos frontalmente opuestas a las suyas, también agrupados en zonas y nacionalidades. Es un colectivo muy fácil de utilizar porque desconocen las consecuencias de la ruptura y solo ven, en términos generales, lo que les enseñan las autoridades catalanes en los cursos de integración que han potenciado en los últimos años. Esta es la razón de que se haya facilitado este tipo de inmigración, hasta el punto de una cuarta parte del total de musulmanes que residen en España se concentran en Cataluña. 515.482 según un censo reciente.

Este colectivo seguirá las consignas de los dirigentes catalanes sin ninguna objeción, porque no tiene capacidad de valorar las consecuencias de sus decisiones, y pensarán que es lo mejor para ellos. Son minoría los que tienen la nacionalidad española y capacidad de votar, pero los planes de los independentistas no pasan, precisamente, por respetar la legalidad y los censos electorales oficiales.

El riesgo: En tiempos de amenaza terrorista es difícil evitar que se “cuele” gente peligrosa entre los que vienen huyendo de la guerra y de buena fe.

Y luego están los antisistema, que ahora son independentistas de conveniencia porque saben que les resultará más fácil luchar contra un mini estado que contra una nación fuerte. Y sobre todo porque han encontrado el punto débil de los independentistas. Los necesitan.

Son colaboradores necesarios, pero nunca acatarán disciplinas, ni leyes, ni órdenes emanadas de parlamentos. Lo suyo es el movimiento antisistema, asambleario y autogestionario. Lo curioso es que la mayoría proceden de estratos sociales medios/altos. “Niños bien” jugando a ser libres y a lanzarnos directrices sobre un nuevo orden, con gastos pagados por sus familias o las administraciones.

Los catalanes “de siempre”, los burgueses de Convergencia, les odian y les temen, pero han enterrado el hacha de la guerra inevitable hasta después de “la independencia”.

¿Y que va a ocurrir? Los independentistas han llegado al extremo en el día de ayer, 6 de septiembre, votando la ley que permite la consulta. A partir de este momento, sabiendo que el gobierno recurrirá y los perseguirá legalmente, solo tienen un camino, muy estudiado: el de la algarada callejera casi diaria, con un punto de inflexión en la “diada”, hasta llegar al uno de octubre.

¿Y que debe hacer el gobierno? No acobardarse. Todos sabemos que los independentistas buscan víctimas y gestos del gobierno que demuestren “su intolerancia”, pero las cosas no empeorarán por ser severos, ni se dulcificarán por ser cautos. Están crecidos y continuarán.

Por eso, y en beneficio de Cataluña y del resto de España, solo caben dos acciones:

• Que la sociedad catalana, que ha permanecido fuera de la contienda política esperando a ver si “sacaban algo” de todo esto, y/o a salvo de posibles represalias por parte de sus gobernantes, salga de una vez a defender lo que, de verdad, son sus propios intereses. Empresarios tibios, intelectuales equidistantes, asociaciones culturales y ciudadanos en general, deben salir a la calle y con mucha firmeza. No pueden pretender que sea el gobierno y el resto de españoles los que barramos estos polvos que han cubierto su tierra.

• Que el gobierno aplique todo el peso de la ley, sin violencia pero con mucha firmeza, sobre los facinerosos que nos han complicado la vida durante tanto tiempo. El resto de españoles, todos nosotros, merecemos algún reconocimiento y comprobar que, llegada la hora, tenemos un gobierno que nos defiende y nos protege de la mala hierba.

Eso sí, con el respaldo inequívoco de todos los partidos. Y maldito sea el que trate de sacar rédito electoralista de una situación tan grave como esta, porque en las urnas nos encontraremos.

Así pues paciencia y firmeza, en la seguridad de que esto acabará bien. Acabará bien para la “gente de bien”. Y para los demás, los que ahora esperan entrar en el libro del martirologio con poco coste personal y formar parte de la historia de Cataluña por su “lluita” por la independencia, todo el peso de la ley. Sin encarnizamiento, pero sin miramientos.

Que sus nietos no les tengan por héroes, sino por villanos. Por gente que dividió a la sociedad catalana, la empobreció, defendiendo interese personales y su estanque dorado.

No sea que acaben como acabó su gran referente, Rafael Casanova. Ejerciendo de abogado, y “disfrutando” de la opresión borbona desde su despacho profesional.

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Todo lo anterior solo son reflexiones sin rigor histórico, consecuencia de seguir la actualidad todos los días y desde hace muchos años.

¿Políticos “lobotomizados”? – La policía autonómica

Seguramente a los políticos les hacen una especie de lobotomía para que piensen de forma diferente a los ciudadanos por ellos administrados. Me explico.

Ya dije el otro día que, básicamente, la seguridad ciudadana de los valencianos depende de la Policía Nacional y la Guardia Civil, cuerpos de gran experiencia, con múltiples especialidades, muy acreditados y, en muchos casos, compuestos por miembros de la comunidad. Forman parte de la red nacional, y están conectados a las internacionales por las bases de datos comunes y por los servicios de inteligencia.

Pues bien. El Sr, Puig está empeñado en potenciar la policía autonómica, estilo Cataluña. Ya dije el otro día que “quieren sustituir a la Policía Nacional y la Guardia Civil por una Policía subordinada a los muy malos administradores valencianos, aislada, y que tardaría diez años en tener un mínimo de experiencia. Que montar cuerpos de seguridad no es como abrir una emisora de televisión y ni eso saben hacer”. También decía que, eso sí, hay que ampliar y actualizar los roles profesionales de las Policías Locales.

Solo hay una razón para que los políticos comunitarios quieran seguir esta línea insensata. El control sobre sus actuaciones, tan en contra de los intereses de los ciudadanos que necesitamos seguridad, eficacia, y objetividad.

Basta con ver la actuación y las declaraciones del mayor de los Mossos, el Sr. Trapero, que es mando supremo de la policía autonómica por decisión política de la jerarquía de la Generalitat, y se pasa los días en los platós de televisión y los estudios de radio apoyando a sus “jefes” en lugar de estar trabajando en lo suyo.

Y no tengo nada que decir de los propios Mossos que, al cabo de los años, han conseguido ser muy eficaces en las actuaciones de cada día, aunque estén muy limitados por su condición de autonómicos y, por tanto, “no incluidos” en las policías estatales de todo el mundo, para las nuevas amenazas. Especialmente las del terrorismo.

Pero, lamentablemente, los Mossos y su imagen pública serán lo que quieran y proyecten sus jefes, en este caso políticos de muy bajo nivel.

Algunos dicen que la solución es que les integren en estas redes. Ningún país aceptaría abrir los candados de su información a quién no es de su total confianza. Ni siquiera a las policías estatales de algunos países comunitarios. Y pongo un ejemplo pasado pero reciente: la Etzaina tenía bloqueado el acceso a la información estatal e internacional porque todos sabían que tenía infiltrados de la ETA.

También puede haberlos en los cuerpos de seguridad del estado, pero es mucho más difícil y más controlable.

Pese a todas estas razones, seguro que el Sr. Puig seguirá queriendo “su” policía, como quiere “su” televisión.

Un ejemplo más de la política de los últimos tiempos. Siempre pensando en los ciudadanos.