El otro día, en una tertulia de amigos, apareció una de la frases de moda, “la izquierda progresista”, que manejan habitualmente los líderes del PSOE, de Izquierda Unida, de Podemos, y de agrupaciones tan singulares como la CUP, BNG, En Marea, y otros.
Discutía, solo ante el peligro, que al día de hoy el término “izquierda” no tiene connotaciones claras ni puede agrupar a los partidos actuales, porque perdió parte de su razón de ser cuando desaparecieron las luchas de clases y las reivindicaciones obreras.
En la actualidad, en una sociedad regida por los mercados y por poderes supranacionales, las deficiencias sociales o la macroeconomía solo se pueden defender desde estrategias y alianzas mucho más poderosas que las tradicionales. Y en nuestro caso, la única posibilidad de sobrevivir, como país pequeño que somos, es formar parte de la Unión Europea.
No quiere esto decir que “las izquierdas” hayan perdido toda su vigencia, porque siguen habiendo temas “menores”, domésticos, dicho sea con todo respeto, en los que pueden y deben intervenir. Pero estamos hablando de pequeñas agrupaciones contra fuerzas muy poderosas, que solo pueden actuar influyendo en los gobiernos de cada país que, a su vez, tratarán de influir entre sus aliados. En estos tiempos David no hubiera tenido ninguna posibilidad de vencer a Goliat, porque los “Goliat” actuales son tan altos, que su frente está muy fuera del alcance de la honda del pastor.
Sin embargo el término se mantiene artificialmente para aparentar que existe algo en común entre partidos como los que he mencionado, cuando la propia Comunidad Europea está marcando la ruta a seguir y los políticos representantes de los países han acabado configurando dos grandes bloques: el compuesto por conservadores y socialdemócratas, que actúan conjuntamente en casi todas las ocasiones, y “el resto”, partidos revolucionarios, populistas, nacionalistas y, en ocasiones, antieuropeistas.
Por lo que sé, el origen de los términos “izquierda” y “derecha” fue puramente casual y se remonta al Siglo XVIII, durante los tiempos de Asamblea Constituyente en la Francia revolucionaria, en la que habían dos bandos significativos, ambos compuestos mayoritariamente por militares y funcionarios, que eran los que tenían influencia en la política.
Los Girondinos, que querían restaurar la monarquía y los valores tradicionales, y sus oponentes, los Jacobinos, revolucionarios republicanos, que tenían como lema “libertad, igualdad y fraternidad”.
Y, como suele ocurrir, había un tercer grupo moderado, menos numeroso y más imparcial, que se denominó “les Monarchiens”, que defendía la continuidad de la monarquía, pero modernizándola según el modelo inglés, en con un sistema bicameral.
En aquella ocasión, los Girondinos estaban sentados a la derecha de la presidencia, los Jacobinos a la izquierda, y los monárquicos en el centro.
A partir de entonces se aceptó que la izquierda es “ una de las dos tendencias ideológicas (la otra es su oponente la derecha) más populares del mundo. La izquierda propone entre sus máximas fundamentales el cambio en materia de estructura social y económica, para así lograr la igualdad social, y oponiéndose como consecuencia a la propuesta conservadora, bastante alejada del cambio, sostenida por la derecha política (sic)”.
Pero, como decía, los tiempos avanzaron y la evolución de la sociedad forzó a que los grandes partidos, sustentados por ideologías muy firmes fuente de inspiración de sus programas electorales, variaran sus posicionamientos.
Y, muy recientemente, este hecho ha coincidido en España con la aparición de nuevos partidos de cualquier tendencia, que han justificado su presencia diciendo que los “tradicionales” habían dejado huecos en la ideología y en la gestión pública que había que rellenar.
Con todos estos antecedentes ¿Qué son y que posicionamiento tienen en la actualidad la derecha y la izquierda españolas?.
La derecha, representada por el PP es, fundamentalmente, la heredera de dos grandes partidos: Alianza Popular, que agrupaba a un gran abanico de tendencias de lo que se podía llamar la derecha más montaraz, desde antiguos franquistas convertidos a la democracia, falangistas, nacionalsindicalistas y otros, y de UCD, que aglutinaba familias liberales, democratacristianas y socialdemócratas moderados.
El tiempo, y la evidencia de que el PP no seguía las pautas del antiguo régimen, hizo que una parte de sus militantes y/o votantes de lo que se podía considerar “extrema derecha” dejara el partido, y que otro grupo, menos extremista pero especialmente irritado por la actitud del PP al final del terrorismo de ETA, abandonaran el PP y fundaran VOX, partido no ha conseguido abrirse camino en elecciones generales.
Por todas estas razones, los afiliados y simpatizantes del actual Partido Popular integran un abanico de sensibilidades que engloba lo que se puede considerar derecha democrática y socialdemocracia del sector más moderado, o “de derechas”.
Sus mayores virtudes: haber conseguido formar un bloque cerrado, compacto, que defiende los valores tradicionales del estado español, con una sola voz y un mensaje claro en todo el territorio nacional.
Su gran defecto: La corrupción y la malversación de fondos de parte de su cúpula, fruto del exceso de tiempo de permanencia en los cargos, y de la falta de controles y de vigilancia del propio partido sobre sus dirigentes.
¿Y la izquierda?:
Continuando con su eficaz manejo de los conceptos y la semántica, y viendo que el término “izquierda” no podía agrupar a partidos tan diferentes en sus planteamientos y sus políticas como el PSOE o Izquierda Unida, por ejemplo, se inventaron la “izquierda progresista”, puro eslogan sin contenido, porque solo se soporta en dos “sub eslóganes”: “El cambio”, y el “no” a la política del PP, especialmente representada por la persona de Mariano Rajoy.
¿Cuál es el cambio que proponen? Escuchando a los protagonistas de estas iniciativas, solo aprecio dos propuestas:
1.- La referida a la forma de gobernar y a las personas que han compuesto los gobiernos, a los que algún emergente, como Podemos, han llamado “la casta”, concepto que no puede ser compartido por el PSOE porque es un partido tradicional, de gobierno.
Si que lo pueden esgrimir los partidos que nunca han gobernado, Podemos, IU, Esquerra Republicana y todos los demás, pero no lo han hecho, excepto Podemos que acaba de nacer, porque nunca les han votado de forma significativa. Porque estos partidos nunca han conseguido merecer la confianza mayoritaria de los españoles. Más bien han ido menguado o aliándose con terceros para no desaparecer, como es el caso de la misma Izquierda Unida, última mutación del Partido Comunista que, desaparecida la figura de Santiago Carrillo, su gran líder, no ha encontrado un nuevo rumbo y ha estado brujuleando durante bastantes años, hasta su práctica desaparición absorbido por Podemos.
Algunos de los “pequeños”, como Esquerra Republicana, por ejemplo, han tenido un importante rebrote como consecuencia de la marejada política de Cataluña, provocada por Convergencia y los Pujol para distraer sus vergüenzas bajo el manto de la independencia, pero nunca alcanzaron, ni alcanzarán, una posición relevante en el estado español.
Si al hablar “del cambio” se refieren a la visión y modelo de estado y tenemos en cuenta que España es una nación moderna, integrada en la Comunidad Europea, ¿Qué tienen en común los programas del PSOE y los de Podemos, EU, o los independentistas? Puede haber una mínima coincidencia en temas sociales, pero difieren radicalmente en todo lo demás. Si comparamos programas y líneas maestras de todos ellos, nos encontraremos con que, al día de hoy, son mucho más parecidos los objetivos del PP y del PSOE que los de la mayoría de partidos “de izquierdas” con los del PSOE, o entre cada uno de ellos.
2.- El “no” a Rajoy y al PP no es más que un banderín de enganche, un mínimo común denominador para llenar calles, manifestaciones y pancartas en un mensaje populista, y para calentar a los frentes “ultra” de cada partido, pero sin ningún fundamento político.
Nadie en su sano juicio puede pensar que el PP es un partido equivocado al 100%, ni que todos sus dirigentes, respaldados por muchos millones de votantes, sean unos corruptos incorregibles. Con el añadido de que tanto el presidente del gobierno como sus ministros tienen mucho predicamento y son escuchados en la Comunidad Europea.
En cuanto a sus políticas en la última legislatura, algunas muy duras, los dirigentes de otros partidos, digan lo que digan, saben que se han debido, sobre todo, a las exigencias de la situación provocada por la crisis y los “deberes” impuestos por la Unión Europea. De hecho fue Zapatero el primero que tuvo que mover ficha por estas mismas razones.
Se trata, pues, de un argumento puramente temporal porque, en mi opinión, Rajoy se retirará de la política activa en cuando dejen de pedírselo y/o cuando considere que su papel de “encauzador” de las desviaciones actuales ya no es necesario. Llegado ese momento cederá el liderazgo del partido a alguno de los “capaces” que han ido creciendo políticamente en el PP, relativamente jóvenes, con buena imagen interior y exterior, y con capacidad para dialogar con otros partidos.
En este comentario no puedo opinar sobre las razones por las que el PSOE interrumpió hace años esa evolución tranquila, después de otra refundación, que permitió refrescar ideas y poner en valor a personas. Simplemente ni lo sé ni lo entiendo.
Decía que el “no” a Rajoy tiene fecha de caducidad y, cuando suceda, muchos de los partidos de la “izquierda progresista” actual, se quedarán sin escalera y agarrados a la brocha. Cuanto más tarden en comprender que las reglas del juego ya no son lo que eran y que los problemas de la sociedad actual no son los que justificaron el nacimiento de los sindicatos y de los partidos obreristas, más fácil es que desaparezcan. Y alguno de ellos son muy necesarios.
El único que nació fruto de la actualidad es Podemos, pero opino que también tendrá una corta vida si disminuyen las desigualdades y mejora el estado de bienestar, tan maltratado actualmente, porque el crecimiento de este partido, en mi opinión, es más fruto del malestar generalizado que de la confianza de los votantes en sus soluciones, poco claras y “antiguas”.
Creo que Podemos acertó en el diagnóstico y en la forma de canalizar el malestar existente, pero, como digo, sus soluciones, basadas en el aumento del gasto público no parecen las más adecuadas en este momento. Esas eran las propuestas de IU, y nadie las compró.
¿Y Ciudadanos? Una incógnita. Si siguen en la línea de predicar desde el púlpito y aconsejar desde la orilla no le auguro mucho porvenir. A la gente le gusta que los partidos “se mojen” tomando decisiones, aunque cometan algún que otro error. Y el papel de “bisagra” también tiene fecha de caducidad. No está muy bien visto en España, denota una cierta cobardía política, y puede pasarles factura. Sería una lástima.