Durante muchos años, desde la transición hasta que se rompió
el bipartidismo, los líderes políticos, a nivel nacional, regional o municipal,
eran en su mayoría personas con ilusión, con preparación, y con ganas de hacer
cosas que mejoraran la sociedad en su ámbito de influencia.
Y todos los alcaldes de Valencia, socialistas o del PP,
mejoraron sensiblemente la ciudad y facilitaron su habitabilidad a los
ciudadanos.
Luego aparecieron los “mini-medianos” partidos que nunca
consiguieron gobernar, pero que por mor de la necesidad y la debilidad de “los
grandes”, adquirieron protagonismo e influencia en todos los niveles.
Y, para nuestro mal, es lo que ha ocurrido en Valencia,
donde la política de pactos y el hecho de no tener una oposición
consistente por aburrimiento de los que
podrían haber sido adversarios en las elecciones, ha provocado que la alcaldía
la ocupara nuestro muy abúlico Sr. Ribó, llegado al puesto por una serie de
carambolas democráticas y, por lo que se ha podido ver, absolutamente improvisador,
confuso, ineficaz, y errático en su política municipal.
Porque la valencia de los ciudadanos, la del día a día, está más sucia, más descuidada, con un tráfico entorpecido y casi colapsado, unos transportes públicos con deficiencias en la organización, parques mal cuidados, y barrios más descuidados según denuncian sus usuarios.
En gran parte debido a la mala gestión, porque, por lo que
parece, le sobra dinero en algunas partidas presupuestarias.
Entre sus haberes está el haber acometido la política de
carriles bici y un montón de ocurrencias populistas supuestamente orientadas a
“devolver la calle a los ciudadanos”. La calle de los ciudadanos, Sr. Ribó, es
la que se ha deteriorado por lo que comento en el párrafo anterior. Yo quiero
mi ciudad limpia y cuidada, que donde
vaya o lo que haga es cosa mía. No necesito que Ud. me anime a hacer
determinadas cosas, ni me sugiera tal o cual actividad. No es su función indicarme que vaya donde Ud. quiere que vaya.
Como decía al principio, todos sus antecesores desde la
transición, incluso en tiempos de la dictadura, han mantenido políticas de
mejora global de la ciudad y su término municipal. Es cierto, como no podía ser
de otra forma, que cada uno de ellos arrimó un poco el ascua a la sardina de su
ideología, pero lo hizo como se debe hacer: Utilizando los presupuestos
anuales, en los que se dedican más recursos a determinadas partidas sociales,
culturales, de educación, etc.
Nunca basándose en ocurrencias ni en improvisaciones. Claro
que tenían la ventaja de que sabían gestionar, y de que se rodeaban de buenos
equipos. Es cierto que hemos conocido “excesos”, pillerías, y hasta
malversaciones, pero, en términos relativos, las cantidades robadas o
malversadas han sido mínimas comparadas con cada presupuesto. Mínimas, pero
deleznables e imperdonables, por supuesto. Y, como es sabido, la justicia está
dando cuenta de cada uno de los infractores.
Hechos deplorables del pasado, pero que están empezando a
aflorar a los “nuevos” en sus propias filas desde que alcanzaron el poder. Las
de los “limpios y puros”. Eso sin contar con la otra forma de abusar del poder
que es el incumplimiento de las leyes,
como demuestra la cantidad de condenas judiciales que están coleccionando tanto
el Ayuntamiento como la propia Generalitat.
Pero, repito, todas
las alcaldías que recuerdo han dejado la ciudad mucho mejor que la encontraron.
Ahora tenemos al equipo del Sr. Ribó, que parece entender
que progreso es ir marcha atrás en el tiempo. Como si la gran ilusión del Sr.
Ribó, al que en lo personal lo tengo por romántico y utópico, no por un malvado, es pasar a la historia de
Valencia como “el esperado”, el que nos
va a devolver a los tiempos de las huertas y las bicicletas.
Nuestra civilización ha alumbrado enormes progresos Sr.
Ribó, y también inconvenientes y riesgos
que debemos controlar. Pero nunca retrocediendo. Estamos donde estamos, para
bien de toda la ciudadanía, y debemos adaptarnos a la realidad de los tiempos con
el menor número de daños colaterales posibles.
En cuanto a las iniciativas “señeras” de la alcaldía de
Valencia, hablemos de hechos concretos
separándolos de lo que es pura propaganda electoral. Diferenciando lo que “es”
y lo que “se dice que es”. Lo que ahora llaman “relato”.
Los carriles bici por
ejemplo.
He manifestado muchas veces que estoy de acuerdo en que se
hagan avances en esa dirección, pero siempre me he mostrado contrario a su
planificación y a la premura con que se están construyendo. Me temo que las
prisas no obedecen tanto al beneficio de “los valencianos”, como que resulte el legado político de un alcalde. Un buen
legado si se hubiera planificado de
forma más racional, como se hizo en las ciudades que nos ponen como ejemplo de paraíso
de las bicicletas, Amsterdam especialmente, sin aclarar que el programa de
apoyo a este tipo de vehículos comenzó a desarrollarse hace casi ¡cuarenta años!
Y, para mayor abundamiento y por lo que parece, los carriles
bici se está se están construyendo con poca o ninguna coordinación con
urbanismo, y originando males mayores que los que se proponen evitar, en forma
de atascos, zonas confusas para el tráfico rodado de valencia, y cabreo
generalizado de una buena parte de la ciudadanía.
Pero, como decía, no se trata de entrar a discutir las bondades
o inconvenientes de la medida con un exceso de emotividad. Pasemos a conocer
los datos:
Leo en “Magnet” este titular “Valencia ha logrado multiplicar su número de ciclistas. ¿Su receta?
Simple: poner carriles bici”, texto acompañado por una fotografía en la que
se ve un grupo de ciclistas encabezado por nuestro alcalde, el concejal Grezzi,
y algún cargo de la Generalitat, como la vicepresidenta Oltra.
Y parte del texto dice:
“Funciona. Los
carriles bici, si atendemos a la experiencia de la ciudad mediterránea, son una buena idea. El anillo y la construcción de diversas vías a lo largo y ancho del
entramado urbano ha provocado que el volumen de ciclistas diarios aumente hasta un 30%. En octubre, mes de particular inclemencia meteorológica, se han
registrado picos de hasta 4.152 ciclistas diarios en las calles principales de
la infraestructura (como Colón).”
Es decir, en el mes de octubre se han registrado “picos” de hasta 4.152 ciclistas, por lo que el promedio fue inferior a esta cifra. Poniéndonos
en lo mejor, supondremos que la media/diaria
fue de unas 4.000 bicicletas.
Y como lo lógico es que cada bicicleta haga dos trayectos
como mínimo, ida y vuelta, que siempre serán más, el resultado es que, contando
muy por arriba, 2.000 valencianos hacen uso
de los carriles bici cada día. Convecinos que se merecen, claro que sí, un carril bici o, al menos, algo mejor de lo
que tenían.
En cuanto a la información del periodista, que parece
bastante a favor del plan, ¡hombre!, subir un 30% no es exactamente lo que se
entiende por multiplicar, solo x1,3, pero no hay nada mejor que el entusiasmo.
Pero, para conocer el beneficio real del programa, es necesario
que crucemos este dato con algún otro que nos permita conocer a cuantos valencianos ha favorecido.
El padrón municipal de
2018 decía que en Valencia vivimos un total de 900.807 ciudadanos, 798.538
“nativos” y 102.269 extranjeros. Quiere esto decir que la inversión en carriles
bicis, con todo lo que conlleva, solamente
beneficia a un 0,22 %, de los
valencianos.
Son datos sin ninguna ponderación y es evidente que no todos
los empadronados pueden ir en bicicleta, por lo que el porcentaje de
“beneficiados” reales pasaría a ser de números enteros, pero no más de un dos o
tres por cien de la población.
Y no hablo de costes,
porque ni los conozco ni los conoceré nunca.
No he podido averiguar cuantos vehículos a motor circulan
por Valencia cada día, pero son muchos miles. Y siendo cierto que una parte de
los ciclistas usan este vehículo para ir al trabajo, lo mismo ocurre con los
conductores de vehículos motorizados. O
son “su propio trabajo”, como ocurre con la legión de repartidores o de
conductores de vehículos de servicio de todo tipo, a los que vemos sufrir todos
los días para abastecer a sus clientes.
Alex Serrano dice en “Última Hora” el 15 abril 2019: “En Valencia se circula peor que hace un año.
Y mucho peor que hace cuatro. Así lo asegura el informe anual de la compañía
estadounidense INRIX, especializada en estadísticas de transporte. El INRIX
Global Traffic Scorecard desvela que los vecinos de la capital pierden cada
año en atascos 136 horas, casi seis días. Eso supone un 14% más que el
pasado año y convierte a Valencia en la 53ª ciudad más congestionada del mundo
y la tercera de España, sólo por detrás de Madrid y Barcelona, según este
estudio que analiza más de 200 urbes en todo el mundo. El cap i casal, además,
es la 25ª ciudad europea más atascada y en la que más ha empeorado la
circulación en apenas un año”
Y es una fuente objetiva y especializada en el tema.
Naturalmente, complicar la circulación rodada a motor en
Valencia es uno de los grandes objetivos declarados del Sr. Ribó, que debe considerar
a los conductores valencianos poco menos que delincuentes ecológicos. Sin
atenuantes. Y por eso ensancha las aceras mucho más de lo conveniente, hasta
convertir en un caos la calle de San Vicente, la Avenida del Oeste, o las
calles delas Barcas y del Pintor Sorolla, entre otras.
Si resumimos los cambios por el carril bici en la ciudad de
valencia, nos encontramos con que:
- Si, según se dice, al día de hoy circula un
promedio de 2.000 valencianos /día en trayectos de ida y vuelta, y se dice que
los carriles bici han provocado un incremento del 30 %, se deduce que unos 1.400 valencianos, (2.000-30%), circulaban por nuestras calles como
podían, antes de los carriles.
- Cifra se ha pasado a ser de 2.000, lo que supone
un aumento de 600 nuevos ciclistas
(1.400+30%), a los que también habrá que aplicar el supuesto de que realizan
dos trayectos al día como mínimo. Por lo que la realidad es que el número de
incorporaciones es de 300 ciclistas/día.
- Si al
número de valencianos que circulan en coche les restamos los que son mayores de
edad, están incapacitados para ir en bicicleta, y a los que no quieren ir en
bici (supongo que la Constitución ampara esta opción), resulta que los carriles
han mejorado la seguridad de los que ya
circulaban en bicicleta y la de los nuevos ciclistas, a cambio de complicar la vida, y mucho, a los que circulan en vehículos a motor, que
también son valencianos.
- ¡Al menos habremos reducido notablemente la
contaminación! Lo dudo mucho, pero escribo por impresiones porque no tengo
datos fiables. Es cierto que las dificultades para usar coches particulares
puede haber provocado que muchos
valencianos desistan de sacar el suyo del garaje, pero, el dato objetivo es que solo 200 han cambiado coche, si es que
circulaban con este tipo de vehículo,
por bici.
El
resto usarán los vehículos de la EMT, el metro o taxis. Pero si hay más
circulación de taxis también se aumenta la contaminación y, como sufrimos más
atascos, el total de vehículos que circulan
hoy tardan más tiempo para recorrer el mismo trayecto. Por tanto, y sin ninguna
duda, también contaminan más. Luego, por mucho que me quieran vender una burra
enjaezada de populismo barato, la
contaminación no se ha reducido. No
puede haberse reducido porque el beneficio de los 600 coches que han dejado de
circular, siendo extremadamente generoso en el cálculo, no puede compensar la contaminación añadida de los miles de vehículos a
motor que circulan más lentos y sufren más atascos.
Por lo que me temo que todo lo que se ha argumentado para
justificar la inversión y los plazos, sobre todo los plazos, no han sido más
que pretextos para hacer lo que querían: una red de carriles bici que, como
decía anteriormente, quedará a honra y
gloria del Sr. Ribó. Sin importar las
molestias o los costes que hayan ocasionado.
En definitiva y por reducción al absurdo: Si no hay una
mejora evidente en la contaminación, que ni la hay ni se puede considerar como factor
condicionante, la gran medida del Ayuntamiento ha favorecido claramente a 2.000 valencianos, y ha perjudicado, mucho o poco, a los 898.807
restantes. Aquí sí que incluyo a
todos porque los “no ciclistas” de cualquier edad, incluidos los muy
mayores o los muy pequeños que no pueden utilizar los carriles bici, sí que son transportados en los coches particulares de sus hijos, sus
padres o sus familiares en sus desplazamientos.
Estos cálculos los he realizado suponiendo que solo transitan
ciclistas por los carriles bici, como indican los periodistas que he
mencionado, cuando en realidad debemos referirnos a una mezcla de bicicletas y
patinetes de todos los pelajes que circulan por la ciudad.
Y, pese a todo lo anterior y gracias a la extraordinaria potencia de los canales de comunicación de la
izquierda “progre-populista”, el disparate de los carriles bici les ha dado votos y han ganado la última
legislatura.
Pasemos a otro tema:
Nuestro Ayuntamiento, tan progresista según los cánones del progresismo de los años 60, ha
decidido peatonalizar la Plaza del Ayuntamiento, y tiene proyectado hacer lo
mismo con la de la Reina. Y como muestra de lo bueno que será para el pueblo la
decisión, monta de vez en cuando mercados y tenderetes en los que, no sé porqué
cosa oculta, predomina la lencería.
“Hemos recuperado la plaza para el pueblo”, dice el alcalde
con ese aire de tener razón que le caracteriza. Y le falta por decir ¡por fin, después de
tantos años llega la libertad y podréis comprar ropa interior y lechugas!
Los valencianos, Ud. mismo en la zona de Patarix que tan bien conoce, han podido comprar todos
estos artículos desde hace muchos años. Casi toda su vida, En las tiendas de
barrio, en las grandes superficies y en el mercadito callejero el día que le
toca, en su caso los sábados.
Me dirá, porque argumentos no les falta, que no todos pueden
ir en días laborales, y así pueden hacerlo los domingos. Los domingos y días de
fiesta, Sr. Ribó, se deberían dedicar a
proyectos familiares o de pareja. O a fomentar la cultura, palabra poco
usada, o adjetivada con “popular”, “progresista”, y similares.
Si hay que animar a la
gente a que haga algo, cosa que no creo porque ya somos mayorcitos, es que callejeen por nuestra hermosa ciudad
mirando hacia arriba para descubrir las extraordinarias edificaciones de
nuestras calles, que vayan al rio a pasear o a hacer deporte, que acudan a
espectáculos y si me apura, a disfrutar
de nuestros extraordinarios alrededores, como el Puerto de Catarroja, por
ejemplo, uno de esos enclaves cercanos y desconocidos. O el mismo Tancat de la
Pipa, situado en esa zona de la Albufera.
O directamente a la Albufera. ¡Perdón! A la Albufera no porque, por lo que diré más adelante, los
domingueros se arriesgan a pasar medio
día en el coche para recorrer los doce quilómetros que separan la ciudad del
parque.
Ud. recordará sin duda el “tontódromo” de la actual plaza
del Ayuntamiento, la calle San Vicente y la Plaza de la Reina. El Ayuntamiento
no convocaba, ni promovía, ni estimulaba esos paseos de amigos y amigas,
familias con niños, o mocitos que rondaban a las mocitas, ahora fuera de lugar
por los cambios de las costumbres, pero acomodaba los servicios públicos de la
ciudad a la espontaneidad de los valencianos. Y eso es lo que debe hacer un
buen ayuntamiento.
No dirigir ni adoctrinar.
Sí apoyar y facilitar las
iniciativas de los ciudadanos.
Lo de los mercaditos en la plaza mayor, Sr. Ribó, suena a
viejuno, a pasado, a Secreto de Puente
Viejo.
Pero hay una segunda parte. Todas las ciudades tienen sus lugares emblemáticos que hay que respetar. Enclaves casi sagrados que deben conservarse
para el paseo o para el disfrute de la vista, bien ajardinados, con bancos y
sin carteles, ni ferias, ni tenderetes
de partidos o de asociaciones que parecen tener carta blanca para invadirlo
todo, ni mensajes subliminales de quienes son los buenos y quienes los
malos.
Es decir, libres de
contaminación política, quizás tan o más
peligrosa que la ambiental o la acústica en estos momentos. Y, por cierto,
menos invadidos por las terrazas de los bares, que pueden convivir con los que
no quieren sentarse en sus mesas a poco que se intente. Hay espacio para todos.
Porque en esta ciudad, Sr. Ribó, viven muchas personas
mayores. Muchas. Y muchas otras con algún tipo de minusvalía que les impide
montar en bicicleta o andar trayectos largos. Solo en Ciutat Vella y la Saïdia
residen unas 54.000, gran parte de ellas muy distantes de las paradas de
transporte público. A las que, encima,
les van a dificultar más aún el que puedan disfrutar de su ciudad o ir a
donde quieran porque, con los nuevos planes,
les van a complicar los trayectos de la EMT.
¿Es posible que alguien piense en ellos en algún momento? Los
que han visitado ciudades con barrios antiguos, Viena por ejemplo, habrán
comprobado que los transportes públicos los realizan microbuses que se desenvuelven muy bien por las calles estrechas. Y
yo los he visto en Valencia hace años.
¿No hay dinero para eso, Sr. Ribó?
Y vayamos al que es
tema estelar de mi nota. El que me ha motivado a escribirla: El plan para sustituir la autovía del Saler
por una carretera con dos direcciones, un lujoso carril bici y no sé cuántas
cosas más.
Proyecto que dificultaría gravemente, muy gravemente, la circulación de miles y miles de vehículos
que transitan todo el año, y muy especialmente en verano, en dirección a los pueblos, las
pedanías, y las urbanizaciones del sur de Valencia.
Todo mi respeto para los ciclistas que veo circular, solos o
en grupo, camino de esa zona, o almorzando en el Bar Mortes del Perelló,
nuestro querido “el Gordo” de toda la vida”. Ciclistas que han ganado mucho en seguridad con las últimas normas
de la DGT sobre distancias en adelantamientos y otras. Normas que casi todos
nosotros y la gran mayoría de los ciclistas respetamos y respetan.
Se habrá dado cuenta, Sr. Ribó, que el porcentaje de ciclistas que utilizan esa carretera supone un
minúsculo tanto por ciento de los coches que les adelantan. Y que los
coches están tripulados y ocupados por valencianos como Ud., varios en cada coche, muchos de ellos
amantes de la bicicleta, tan ecologistas
como Ud., nacidos o residentes en Valencia, o turistas y viajeros ocasionales
que quieren visitar con su vehículo el extraordinario enclave de la Albufera y
su entorno.
Y que semejante
desatino va a provocar un auténtico colapso en la carretera, poniendo en
peligro la seguridad si se produce alguna emergencia, y aumentando la contaminación
por el humo de los atascos o de las inevitables caravanas.
Pero claro, Ud. ya se ve triunfante, inaugurando la gran
ruta ecologista acompañado por Grezzi, su criatura, y el pelotón de los
incondicionales. Como un gran cacique bonachón que protege a los suyos, les
ama, y les regala esa ruta VIP que solo utilizará un porcentaje mínimo, muy
mínimo, de valencianos amantes de la bicicleta que en este momento transitan
por Pinedo o Castellar.
Hay otros, bastantes, que prefieren un ciclismo más
ecologista y menos de carretera, pero esos circulan por las carreteras de la marchal
que serpentean entre acequias y campos de arroz. Caminos que permiten transitar
por muchos quilómetros de los tramos que comunican las dos riberas de la Albufera.
Eso, Sr. Ribó, es ir
demasiado lejos. No creo que exista un solo alcalde en Europa que haya desmontado
autovías en favor de un hipotético
ecologismo no demostrado, porque los
coches, las motos, los autobuses y el resto de vehículos a motor serán los
mismos, gastando más combustible y contaminando más por los atascos, y
generando más adrenalina a sus ocupantes.
Tengo la seguridad de que no lo conseguirá, ni por el
coste de la operación, ni por el grave
perjuicio que causa a esa gran parte de valencianos residentes, veraneantes y
“domingueros” que viven o visitan la zona. Ni tampoco por el beneficio
ecológico de la operación, que más parece que vaya a resultar negativo.
Ya lo he mencionado antes, pero hablando de domingueros. ¿Se
le ha ocurrido pensar el perjuicio
que va a ocasionar a esos muchos miles
de valencianos que no tienen poder adquisitivo para comprar o alquilar
apartamentos y llevan a sus familias a disfrutar de nuestras playas del
sur? Me temo que para la mentalidad que les ilumina, son simples daños
colaterales. “Todo se hace por el bien
del pueblo”, que, según la definición del diccionario de la RAE es el “conjunto de personas de un lugar, región o
país. La constitución se refiere al pueblo español como aquel en el que reside
la soberanía nacional, del que emana los poderes del estado y que se encuentra
representado por las Cortes Generales”. Porque el pueblo no son “los suyos”.
Ni tampoco “los otros”. Somos todos.
Me dirán que ha sido elegido democráticamente, y tiene
razón, pero lo han hecho para que tome
decisiones que beneficien a la mayoría, no para caprichos. Que la historia
está llena de elegidos que han acabado siendo muy nefastos para la ciudadanía.
Ya ha cometido demasiados desmanes y este, que no figuraba
ni de lejos en su programa electoral, es cruzar muchas líneas rojas en una sola
decisión. Pero no dude de que lo
impediremos. Es demasiado lo que tenemos en juego y se va a encontrar con una oposición ciudadana firme que apelará a
la justicia si fuera necesario.
Y, muy probablemente, un proyecto como este bloquearía para
siempre las ayudas de la Unión Europea a la Comunidad por la majadería que
supone deteriorar una obra pública ya construida. Eso si no se recibieron
ayudas de la Comunidad Europeas para construir la autopista que ahora, posiblemente,
se tendría que devolver.
Pero ¿Será por dinero? Para “paridas” como esta, perdóneme
la expresión, para contratar asesores, o para dilapidar el presupuesto contratando servicios que ya están
disponibles en el funcionariado del Ayuntamiento o en algunas empresas
públicas, como el asesoramiento y la ayuda legal a la EMT en los muchos
conflictos que ha propiciado su brillante criatura, por ejemplo, sí.
Porque como es habitual entre dirigentes que se creen por
encima de la ley o de la razón, siempre tendremos un hermano, un amigo o un
cuñado al que ayudar y que, seguro, lo hace mejor que los
abogados-funcionarios.
Por cierto: Espero que en este movimiento “anti” participen activamente los empresarios de
la construcción valenciana. Los mismos que manifiestan cuanto defienden a
nuestra comunidad al reclamar obra pública. No sea que les entre el vértigo de
conseguir contratos para este proyecto, que también será obra pública, y
piensen que “lo mejor” para los ciudadanos de Valencia es volver a los años 60.
Francamente no lo creo.…
Una nota en letra pequeña. Aquí estamos poniendo a caer de un burro a nuestro querido alcalde,
pero es muy importante recordar que debe al cargo al PSOE, es decir, al Sr. Puig.
No sea que acusemos al que lleva la escopeta y no
mencionemos a quién le proporcionó los
cartuchos.
Y una aclaración.
Esta nota está escrita antes delas elecciones del 10N, que tampoco han cambiado
nada. Por lo menos en estos temas.