La deriva de Albert Rivera: La prisa, la peor consejera

En un comentario reciente, “negociación o chantaje”, criticaba la actitud incomprensible de Ciudadanos, y más concretamente de su líder, Albert Rivera.

Y lo escribí, como lo hago ahora, porque Ciudadanos es un partido que me interesa, que me resultó atractivo, que sigue pareciéndome muy válido, y porque no me gustaría que desapareciera a medio plazo por no encontrar su sitio en la política, no tener claras sus prioridades, no medir bien sus tiempos y, sobre todo, por el rechazo que provocan esos tics de soberbia, prepotencia y mal encaje de las críticas, cada vez más evidentes entre sus dirigentes.

Decía entonces y mantengo ahora que, en mi opinión, el vértigo de los éxitos recientes le ha tentado a acelerar su ritmo personal de crecimiento en la ilusión de que “lo suyo” tiene un horizonte de posibilidades mucho mayor de lo que esperaba.

Y es así, pero no de esa forma. Me explico:

Una actitud más negociadora con el PP, y muy especialmente con el Sr. Rajoy, podrían haberle proporcionado una vicepresidencia de gobierno con un presidente del que hubiera aprendido mucho, que le habría introducido en Europa, que podría poner su nombre entre los “a tener en cuenta” en las listas de los políticos europeos.

Sin embargo, me temo que las prisas le han alterado el juicio político hasta el punto que, en su imaginación, Mariano Rajoy se ha convertido en una amenaza personal, un freno para sus aspiraciones. Preferiría pactar con un presidente de gobierno de menor prestigio que no le eclipse como político.

¿Dos aprendices en el gobierno español y en Europa?. ¿Conoce a algún político de talla internacional que no haya tenido un maestro?. Todos han crecido a la sombra de alguien que era mayor cuando él fue joven, y que fue sabio cuando él era aprendiz.

Y todo ello, por supuesto, sin servilismos. Sin renunciar a influir en las decisiones de gobierno ni en las políticas del pacto, dentro de la cuota parte de su electorado. O un poquito más, si puede conseguirlo.

Este escrito viene a cuento de lo mal que sonaron sus primeras declaraciones en la noche del 26. Su ego le traicionó cuando manifestó que su prioridad será cambiar la ley electoral porque perjudica a su partido. En una España comprometida y con riesgos evidentes, y una Europa convulsa, ¿es esa su prioridad?. ¿También le parece normal decir que “si quieren nuestros votos tendrán que aceptar nuestras condiciones”?. ¿No le suenan a frases pronunciadas por otras organizaciones de menor nivel o con intereses más espurios, en otros tiempos y otras circunstancias?.

Recuerde que el gobierno Balear aceptó las “condiciones” de María Antonia Munar.

Creo que se equivocó y que alguien debió advertirle de que su discurso debía de ser otro: reconocer el retroceso y anunciar que analizarían las razones de la pérdida de confianza de parte de sus votantes para reconducir políticas y/o actitudes.

Porque deben darse prisa en recuperar el tiempo perdido en temas de menor calado, no sea que la sociedad les etiquete como algo que no pretenden ser.

En lugar de eso se comportó como casi todos, cargando la culpa en los demás y refugiándose en las circunstancias. Y me dio la impresión de que estaba a punto de entrar en ese círculo de políticos mediocres que consideran que todo lo hacen bien, pero que no les comprenden o, lo que es peor, que reciben un trato injusto.

Si no tiene asesores de imagen y de estrategia política contrátelos, y si los tiene despídalos de inmediato. Y lo digo porque Ud. transmite, cada vez más, la imagen del “soy importante”, “soy el que esperabais”, “soy el único que tiene la razón”, con el agravante de que gran parte de sus inmediatos colaboradores, Ignacio Aguado, Begoña Villacís y otros notables de su partido, se están contagiando. Cada vez aguantan peor las críticas y no pueden evitar gestos corporales, como fruncir las cejas, los ojos o la boca, exactamente iguales que los suyos. ¡Paciencia, Sr. Rivera, paciencia!.

Francamente creo que han llevado una carrera fulgurante y que tienen mucho camino por delante. Y les necesitamos. Pero conviene que reúna a su cúpula en algún lugar de cualquiera de las hermosas sierras españolas, lejos del mundanal ruido y las frases elogiosas, para meditar quienes son, porque están en política, cuales son sus fines y, en consecuencia, cuales deben ser sus actitudes y sus estrategias más inmediatas.

No me refiero a un congreso de partido. Mejor una reunión de trabajo al uso en la empresa privada, con su “brainstorming” y sus procesos de mejora de resultados y de resolución de problemas. Les vendría bien.

Lo sugiero porque creo que son una fuerza interesante que puede aportar ideas, equilibrar tendencias, y moderar tentaciones de los más poderosos. Tienen buena base, pero les queda mucho que aprender. Llevaban muy buen camino, pero están muy lejos de la llegada.

Saque del armario el cartel electoral del «hombre desnudo», el que viene limpio a la política para servir a la sociedad, y piense donde estaba, donde está, cuales eran sus aspiraciones, cual es su meta y, sobre todo, cual debe ser su ruta.

Lo digo sinceramente.

La utopía y la debilidad, los grandes enemigos de la democracia

Pero ¿nos damos cuenta de lo que ha ocurrido?. Un político débil, un solo hombre, elegido democráticamente, decide convocar un referéndum para no empañar su imagen de “hombre democrático” sobre la salida de la Unión Europea.

Y se aprueba el BREXIT.

Su decisión ha creado un cataclismo económico y financiero, ha desestabilizado muy gravemente a la Unión Europea y a todos los países del mundo occidental y, posiblemente, acabe con el Reino Unido porque Irlanda del norte está pensando en pedir un referéndum de independencia y unificarse con la república de Irlanda, con lo que se mantendría en Europa, y Escocia está decidiendo si convoca otro referéndum para salirse de Gran Bretaña y negociar su permanencia en la comunidad. Hay una posibilidad porque siendo “reino unido”, y no un “estado compacto” como el resto de naciones, tiene una oportunidad, muy remota pero posible, de deshacer la unión y mantenerse en Europa.

Otra consecuencia es que Londres, sede de la City, pierda credibilidad y deje de ser la capital financiera de Europa en favor de Alemania. Miles de millones, pérdidas de valor de empresas y de ahorros de particulares, cierre de oficinas, subidas de impuestos, más paro y una crisis importante que, seguro, se solucionará, pero con mucho sufrimiento.

Pero se han tomado medidas drásticas: el afectado dimite y aquí paz y después gloria. Nadie ha causado tanto daño en tan poco tiempo y la única “pena” es su dimisión. De locos.

Hay que defender a muerte la democracia, pero hay que acorralar a los políticos y definir medidas preventivas muy severas para impedir que tomen decisiones alocadas, de las que nunca son responsables, porque las aplican en el convencimiento de que son “para el bien” de sus países o de sus electores.

Se está diciendo que Europa es culpable en gran medida por su política de ajustes, y es cierto en buena parte, pero, en mi opinión, si han pecado es de debilidad, ”buenismo” e incongruencia. No se puede tener una moneda única sin políticas fiscales y financieras, por ejemplo. No se puede permitir devaneos de estados que negocian continuas quitas e incumplimientos de plazos.

Y si alguien me dice que si fueran más severos perjudicarían más a los estados y a los ciudadanos le diría que sí, pero solo porque Europa se formó como un club político, con muy buenas intenciones, pero sin cimientos.

Yo he trabajado en empresas donde lo fundamental era una política comercial muy bien definida, y una buena gestión. Una excelente gestión.

Europa es necesaria. Es la casa común y el filtro que regulará la buena marcha de los socios, pero necesita urgentemente una reorganización que rompa la red burocrática que han montado, que agilice y rentabilice a sus funcionarios, que reorganice un parlamento inoperante e inútil que solo se usa como “foro de opinión” de sus señorías, que convierta sus “negociados” en impulsores de gestión y de control de los estados. Podría añadir bastantes líneas a este párrafo, pero creo que no es necesario porque todos los que seguimos con más o menos interés la trayectoria de la Comunidad Europea sabemos de lo que hablamos.

Y para empezar insisto en lo que he manifestado estos días por primera vez en mi vida: tenemos elecciones el domingo y solo deberíamos votar a dos partidos, PP y PSOE. Y a Ciudadanos si deja de mariposear con temas menores. Lo demás, en mi opinión, es entrar en el mundo de las utopías, y alimentar a un monstruo que nos puede devorar mientras buscamos ese mundo feliz que no existe.

Nunca había manifestado tan claramente mis opiniones políticas, pero tampoco me había encontrado con una situación tan sumamente grave como la actual.

Y ya tengo bastantes años

Somos diferentes, somos superiores.

Se acaban de conocer los resultados del referéndum convocado por un cobarde irresponsable, Cameron, con victoria del BREXIT, sin más base argumental que la superioridad de la cultura británica amenazada por la globalización y la necesidad moral de compartir los recursos propios con los menos favorecidos, especialmente con refugiados y emigrantes de países subdesarrollados.

Han vencido los «cierrafronteras» y no les importa que esta decisión suponga un gravísimo problema para la economía británica, para su imagen de centro mundial de las finanzas, o de la propia cohesión del Reino Unido, amenazado por la independencia de Escocia e Irlanda. Ha vencido lo “inglés”, verdadera esencia de lo británico para los iluminados de las islas.

Pero estamos en España, paradigma del populismo, y nuevo campo de batalla de lo racional contra lo irracional, de lo utópico contra el bienestar de la mayoría, de lo posible contra lo irracional, de la revolución como alternativa a la evolución.

Una sociedad bombardeada y gravemente influida por el vértigo de los mensajes cortos de Twitter, del WhatsApp, del Facebook, de las opiniones interesadas de tertulianos, políticos unos, periodistas de medios otros. Todos ellos están adormeciendo nuestra inteligencia y mermando la capacidad de opinión propia.

Los españoles hemos perdido el hábito de la reflexión previa a la decisión y, decía, estamos manipulados por los creadores de opinión entre los que figuran muchos políticos con objetivos claros de “refundar” la democracia española llevándola a modelos claramente nefastos, y otros que nunca deberían haber entrado en este juego sucio cortoplacista porque, evidentemente, les resulta mucho más fácil decir “vótame a mí porque el otro es un chorizo”, que mantener campañas didácticas para explicar como será el futuro y que compromisos adquieren para mejorar nuestra sociedad y mantener los servicios públicos.

Es un fenómeno parecido al de los anuncios de la televisión. Si una marca de perfumes lanza una campaña, todas las demás tienen que incorporarse a la guerra a toda velocidad con mensajes cada vez más disparatados para no perder cuotas de mercado.

El próximo domingo es un día muy importante para nosotros, y quiero manifestar mi opinión de que es imprescindible abandonar tentaciones y utopías, y votar reflexivamente a cualquiera de los dos partidos que ofrecen soluciones posibles, por mucho que sus líderes estén empeñados en ayudar a la confusión. Partidos con historia, con capacidad contrastada de gestión, y con experiencia en salvar crisis. Se puede dar una oportunidad a partidos emergentes, pero es necesario que se comprometan a dejar personalismos y majaderías en temas menores. Solo hay dos claves sobre las que trabajar: Los asuntos de estado y el bienestar de los españoles. El resto son cortinas de humo y juegos de salón.

Olvidémonos definitivamente de las propuestas irrealizables o de los que quieren repetir fracasos históricos y contrastados de siglos pasados. Estamos en Europa y la única posibilidad de prosperar es continuar en Europa. Pero estar en Europa supone reconocer las reglas del juego y aceptar los compromisos de la misma forma que aceptamos las ventajas. No juguemos sucio ni hagamos populismos baratos.

Por lo que he escuchado, dos terceras partes de los jóvenes británicos querían mantenerse en la Unión Europea. Esto quiere decir que los mayores han condicionado su futuro sin más argumentos que el “somos diferentes” que no hace más que enmascarar la prepotencia y la falsedad del verdadero eslogan: “somos superiores”.

Lo siento por nosotros, por los británicos que viven en España, y por una sociedad, la británica, a la que siempre he admirado, precisamente por su racionalidad….

Escarmentar en cabeza ajena – El BREXIT

Lo ocurrido en Gran Bretaña debería ser un escarmiento en cabeza ajena que no aprovecharemos. La democracia representativa implica que los ciudadanos votemos una vez cada cuatro años (¡ojala!) y que los gobiernos de turno discutan y negocien en el parlamento las decisiones políticas o las leyes. Esto supone un desgaste evidente para los gobiernos, tengan o no mayorías absolutas, porque muchas de las medidas son impopulares, “duelen” a parte de la población, y son aprovechadas por la oposición para atacar al gobierno.

Cuando un presidente es débil y se cubre las espaldas “pidiendo opinión al pueblo” en forma de referéndum o consulta popular, como ha sido el caso de Cameron, se mueve en un terreno muy poco aconsejable al mezclar la democracia representativa con la asamblearia.

La estabilidad de los países pasa, inexcusablemente, por la necesidad de que los gobiernos “se mojen” y se la jueguen ante sus futuros votantes. ¿Se imaginan el sufrimiento y la división entre españoles si hubieran convocado referéndums sobe la reforma laboral, la fiscal, la educativa, y otras medidas de calado?.

En España solo recuerdo el referéndum de Felipe González para la entrada en la OTAN, pero se vio obligado a convocarlo porque siempre había reclamado la no-entrada (aquello de “OTAN no, bases fuera”) y, una vez en el gobierno no tuvo más remedio que defender la postura contraria.

Insisto en que estas ocurrencias perjudican a los ciudadanos porque les divide, cuestan dinero y no solucionan los problemas, que siguen tan presentes como antes de la consulta.

Los únicos que ganan, y mucho, son los medios de comunicación, especialmente los audiovisuales, que alientan sin disimulos este tipo de “soluciones” buscando audiencias baratas basadas en enfrentamientos y disputas barriobajeras en una buena parte de las tertulias y foros de opinión actuales. Los que más.

Y nosotros como tontos.

¿Negociación o chantaje? – Algunas reflexiones sobre la encrucijada de Ciudadanos

Siguiendo los últimos acontecimientos tengo que confesar mi desencanto con este partido, que me ilusionó y al que seguí muy de cerca. Incluso llegué a colaborar económicamente con ellos, aunque fuera modestamente. Tengo que confesar que fue la primera vez que hice un donativo a un partido, pero era la época más cerrada del PP, antes de la incorporación de los nuevos valores, y Ciudadanos suponía un soplo de aire fresco en la política en esa franja, la mía, que abarca desde la socialdemocracia hasta la derecha moderada.

Es cierto que los apoyos para su lanzamiento fueron un tanto oscuros (se ha dicho que fueron algunos poderes fácticos los que buscaron una opción “B” por si se producía la debacle del PP, y también porque estaban un tanto molestos por la “independencia” del gobierno que no admitía interferencias ni consejos en su hoja de ruta), pero son datos que no puedo constatar y que, por tanto, no valoro.

Le veía un riesgo importante que todavía se mantiene: La falta de estructura y de cuadros dirigentes les obligó a importarlos “de otros partidos”, con la consecuente pérdida de virginidad de sus candidatos. Tampoco me gustó que algunos de los incorporados procedan del mundo de la comedia, no porque los que se dedican al arte del engaño no sean merecedores de nuestro respeto, que no todos son “bustos parlantes” (los hay muy ilustrados), pero, permítame la broma, si afirmamos que los políticos mienten más de lo deseable, imagínense mi desconfianza cuando el que me habla desde cualquier tribuna es un profesional de la doblez y de la farsa. Se me dirá que no es así, que son honestos y que la faceta que decidió su selección es su capacidad de comunicar, y también de gestionar recursos, pero ¡que quieren que les diga…!

Sin embargo no es todo lo anterior lo que ha provocado mi decepción, sino las últimas posiciones sobre posibles “negociaciones” tras las elecciones.

Sr. Rivera: yo negocio con un comerciante cuando les ofrezco dinero a cambio de su producto. También negocian los que intercambian productos por productos o trabajo por salario, pero las premisas de una negociación honesta son que la proporción entre lo ofrecido y lo pagado mantengan un equilibrio razonable.

Para no perder tiempo en ejemplos intermedios, María Antonia Munar, expresidenta del Parlamento Balear nunca negoció. Siempre hizo chantaje. Y casi afirmaría que tampoco lo hicieron los nacionalistas catalanes y vascos.

Y hacía chantaje porque la fuerza política que representaba en Baleares era minúscula, pero tenía la llave de la gobernabilidad y ambas partes, chantajista y chantajeado, aceptaron la situación. Una vez más los políticos pervirtieron el lenguaje y proclamaron como “negociación” algo que nunca lo fue.

Ahora resulta que el Sr. Rivera anuncia públicamente que no negociará con el Sr. Rajoy, y añade que es “por el bien de España, de la democracia y de la regeneración”. Y para justificarlo ha pasado de responsabilizarle de falta de vigilancia, a acusarle, o a insinuar con su vehemencia natural, que ha sido consentidor de la corrupción, de connivencia con corruptos, e incluso de haber participado en el hecho cobrando unos supuesto sobresueldos “claramente demostrados” en los papeles de Bárcenas, personaje de reconocida solvencia y, por supuesto, mucho más “fiable” que el mismo Mariano Rajoy.

Y, siguiendo su última línea argumental, insinúa quien o quienes deben ser los jefes de fila del PP, y declara a “todo gesto”, que si necesitan sus votos tendrán que aceptar sus condiciones, añadiendo que si no las aceptan “serán ellos” los responsables de que vayamos a unas terceras elecciones, los del PP, y los que tendrán que “dar explicaciones” a los ciudadanos por su intransigencia.

Con todo mi respeto, Sr. Rivera, esta posición me parece falaz, cínica, interesada y populista, ya que responsabiliza a otros de las consecuencias de un desacuerdo sobre unas condiciones que marca Ud. unilateralmente, y que afectan a otro partido. Todo ello respaldado por una base electoral sensiblemente inferior: Una especie de trágala que podría sintetizarse con la frase “sé flexible. Haz las cosas a mi manera”.

Porque, como hizo en su día María Antonia Munar, Ud. no está negociando acuerdos programáticos, sino sillones, justo todo lo contrario de lo que dice pretender.

Llegados a este extremo: ¿cual puede ser su objetivo real?. Porque, diga lo que diga, no puedo creerme que Ud. está convencido de que Mariano Rajoy no es una persona honrada y fiable. ¿Qué puede haber detrás de una campaña tan injusta para un hombre que siempre ha ejercido con probada eficacia todos los cargos que ha desempeñado?.

Tengo una edad que me impide quedarme solo con los titulares, y he vivido tantas experiencias que cada “nueva” situación me recuerda algún “viejo” acontecimiento. Y esta mañana, de momento, he recordado al profesor Enrique Tierno Galván.

El “viejo profesor”, como le llamaban sus compañeros socialistas, (excepto Alfonso Guerra que le “sufrió” y le calificó coloquialmente de “víbora con gafas”), era un hombre culto, aparentemente sencillo y calmado, con una fachada de intelectual comprensivo que enmascaraba un carácter extraordinariamente firme, granítico. Un populista que sedujo a los madrileños y que engalanó Madrid, aunque la endeudó de forma extraordinaria. Un hombre “sencillo” que acabó su paso por la tierra arropado por una gran multitud, en un soberbio coche fúnebre con caballos empenachados y magníficamente engalanados. Un funeral digno de un gran prócer, casi de un rey.

¿Y porque la asociación de ideas?. Porque Don Enrique Tierno, el hombre pausado que venía del Partido Socialista Popular y que las tuvo tiesas con la gente del PSOE y con el felipismo, eclipsó y cortó las alas a muchos líderes más preparados que él en aquel momento político. ¿Cómo podía destacar cualquiera de los emergentes del PSOE en actos públicos estando junto al “viejo profesor”?. No tenía color.

Y yo que, repito, veo letra pequeña en casi todos los relatos, no puedo por menos que apreciar ciertos signos alarmantes en los últimos discursos de Albert Rivera. A saber:

Ciudadanos surgió como agua de mayo en un periodo de sequía y caló con facilidad en tierra seca. Mensaje directo, objetivos concretos, mucha ilusión y una vocación indiscutible de apoyar a los constitucionalistas, primero en Cataluña y luego en el resto de España, a reconducir hechos y situaciones peligrosas.

Luego llegó el crecimiento inesperado y pienso que su líder, en algún momento, se paró, miró hacia atrás, vio lo que había avanzado y pensó ¿Por qué no aspirar a más?. Se autoproclamó heredero de Adolfo Suarez (primera frase que disparó mis alarmas) y tuvo la tentación de trazar una ruta política que le condujera a ser presidente de gobierno, sino en este momento, si a medio plazo, para lo que necesitaba encabezar una segunda transición. Prácticamente lo mismo que su “alter ego” de la extrema izquierda, Pablo Iglesias.

Claro que para eso necesitaba una doble estrategia: seguir aportando buenas ideas en un lenguaje entendible por el pueblo llano, en eso es un maestro, y eliminar piedras en el camino. Y la primera de ellas es, sin duda, Mariano Rajoy, su Tierno Galván particular.

Porque, ¿qué impresión causaría en Europa, por ejemplo, acompañando a Mariano Rajoy en sus negociaciones de Bruselas siendo su vicepresidente?. Rajoy es más alto físicamente, pero es su sombre de estadista la que taparía, sin duda, la valía de su acompañante. Inevitablemente aparecería como un “becario” en periodo de formación, con el que hay que ser amable sin hacerle demasiado caso.

Sin embargo, si es vicepresidente de una Cifuentes, un Casado, un Feijóo, un Alonso, o cualquiera de los que no han participado activamente en los gobiernos de la nación ni en la Comunidad Europea, si que podría ir haciéndose un nombre. Y, si este es el plan, tampoco consentiría en “negociar” con Soraya Sáenz de Santa María, ni con Luis de Guindos, por ejemplo. ¡Demasiado prestigio!.

Claro que todo esto puede ser, y seguramente lo son, elucubraciones de alguien que ha vivido muchos acontecimientos y ve fantasmas donde solo hay sombras chinescas. De un aprendiz de escritor que fabula sobre hechos y posibilidades.

Pero, por si acaso, hace algún tiempo que pedí a Ciudadanos que dejaran de mandarme E-mails con información institucional de su partido. En política puedes votar a quien no te merezca total confianza si lo consideras “el menos malo”, pero seguirlo, solo se puede hacer si confías plenamente en alguno de ellos.

Y Ciudadanos ha tenido algunos gestos que no me han gustado. No se si les votaré, pero desde luego ya no les sigo.

Ojala esté equivocado y esta situación solo obedezca a pura estrategia electoral, porque sentiría mucho que un hombre tan valioso como Albert Rivera se perdiera en la mediocridad por exceso de prisa, que no de ambición, porque esto último es lícito y forma parte del ADN de los políticos profesionales.

Y,¡ojo!. No estoy pidiendo que se lancen en los brazos del PP sin imponer condiciones, pero que sean proporcionadas y sin líneas rojas.

José Luis Martínez Angel.

Pisando otro charco – Lo privado y lo público en la enseñanza

Estos días continúa, mejor se recrudece, la campaña de la Generalitat y del Ayuntamiento de Valencia contra la enseñanza privada en todos sus niveles. Comenzó con las trabas y limitaciones a los colegios concertados y continúa con las zancadillas a las universidades privadas intentando limitar las prácticas de sus alumnos en centros públicos, o negándose a concederles becas.

Me temo que la razón de semejantes desatinos no puede ser otra que un afán indisimulado de controlar la enseñanza a todos los niveles. Y la voluntad de controlar tiene que estar asociada, necesariamente, a imponer modelos que, a la postre, adoctrinen a los usuarios, desde la infancia hasta el final de los estudios, incluido el ciclo universitario.

¿Por qué llego a esta conclusión?. Por puro descarte o, si lo prefieren, por “reducción al absurdo”.

No pueden haber razones económicas porque la enseñanza concertada, y no digamos la privada, abarata el coste y aligera presupuestos autonómicos sin merma de la calidad de la educación.

No puede tratarse de un mejor servicio al ciudadano porque no existe ninguna demanda de cambio. La situación actual, distrito único y prácticas en centros públicos incluidas, funciona a satisfacción de la población afectada y nunca escuché opiniones en contra. Más bien al contrario, muchos no están de acuerdo con algunas de las novedades.

No puede tener como objeto la mejora de los resultados académicos, bastante malos por cierto, ya que esta medida no los alterará a corto plazo, si no es para empeorarlos, ni tampoco lo hará a largo plazo. No tiene por qué hacerlo.

Podría seguir desgranando argumentos, pero no creo que encuentre otros que no sean los sectarios e interesados en imponer el famoso pensamiento único, aunque sea a costa de dar pasos atrás en lo que nos acerca a Europa ya los países más avanzados. Seguiremos teniendo las peores notas en los ranking internacionales, volveremos a retrasar el bilingüismo real en aras de esa “valenciano-catalanización” de nuestro idioma, al que están destrozando intereses políticos y un grupo de interesados que llevan años, casi siglos, discutiendo sobre el sexo de los ángeles, o si la taza de té se sujeta con el dedo meñique levantado o no.

Pero esto no puede prosperar. Es imposible porque perderán cualquier recurso que se interponga, primero en España y, si es necesario, en los tribunales internacionales, que no permitirán semejante huida hacia atrás estando dentro de la Comunidad Europea, hasta situarnos en la primera mitad del siglo XX como mínimo.

Es evidente que a los promotores de semejantes desaguisados, los del gobierno por hechos consumados, les da lo mismo porque les mueven ideales, si no intereses, puramente políticos. No les importa lo que diga la Comunidad Europea porque no se sienten identificados con Europa. Quieren romper con los nuevos modelos de sociedad porque no son los suyos. Socialismo real o caos. Ya lo hemos visto en el pasado y ¡con que resultados!.

Lo público, señores dirigentes de nuestra querida Comunidad, es de todos, mientras que lo privado es de cada uno de sus propietarios. Pero como los propietarios privados pagan impuestos, resulta que también son copropietarios de lo público.

Es decir: Las universidades públicas son de todos nosotros y no tienen ninguna competencia sobre las privadas. Sin embargo, y en pura lógica, las universidades privadas sí que tienen derecho a algunos recursos y servicios de la pública porque, al fin y al cabo, están cubriendo parte de su financiación. Mi hija cursó la carrera de Imagen y Sonido en la universidad privada porque en aquellos tiempos no se ofertaba en la pública. Supuso un coste notable para nosotros y un ahorro importante para el estado. En la actualidad, si alguien elije la privada por alguna razón, sigue ocurriendo lo mismo. ¿Cual es el problema?. Si cada carrera de universidad privada es un ahorro muy importante para el estado y la enseñanza es similar, si no mejor, ¿a qué viene esa campaña de desprestigio?. Es como si la sanidad pública prohibiera a los ciudadanos acudir a las clínicas privadas o tener seguros de enfermedad. ¡De locos!.

Uds. quieren que los ciudadanos prefieran las universidades públicas a las privadas. ¡Ojala pudieran porque mejorarían sensiblemente sus economías!. Compitan noblemente mejorando los contenidos académicos, controlen mejor a sus profesores, eviten esas actividades políticas paralelas que tanto distraen a los alumnos, y vuelvan a los orígenes y la razón de ser de las universidades. Recuerden, por favor, algunas estrofas del “gaudeamus igitur”:

«Viva también el Estado y quien lo dirige. Viva nuestra ciudad, y la generosidad de los mecenas que aquí nos acoge. ¡Vivan los que estudian!. Que crezca la única verdad, que florezca la fraternidad y la prosperidad de la patria.”

No soy persona de movilizaciones porque creo más en las razones y la discusión, pero acabarán haciéndome salir a la calle.

Y a los rectores de Universidades que salen tan ufanos en las fotos del apartheid cultural, cíñanse los cíngulos y tomen los cayados. Alguien, en algún momento, decidirá meter la nariz en ese gran misterio que es la universidad pública, sus cuentas reales, sus subvenciones, su opacidad. No sigo, pero seguro que será pronto porque es uno de los últimos bastiones de lo incontrolado.

De momento les sugiero que si quieren atraer alumnado, mejoren la calidad de sus enseñanzas y procuren aparecer en algún puesto decente en los ranking internacionales en lugar de apoyar este insensato “se van a enterar”.

Lo siento mucho pero a estas alturas, dudo mucho del nivel intelectual de quienes están impulsando estas medidas sin otro argumento que el manido “porque lo digo yo”.

Cualquier día alguien me dirá “Ud. no sabe con quién está hablando”.

José Luis Martínez Ángel