Ya ha ocurrido en otros tiempos y otros lugares: ¡Quememos libros, derribemos estatuas!

Por mucho que parezca que no es así, la humanidad está rebajando los niveles de cultura a una velocidad muy alarmante. Tenemos más “conocimiento”, eso sí, y somos capaces de hacer aterrizar a un mini satélite en una roca que viaja a una velocidad endiablada y a muchos miles de kilómetros de la tierra. Y seremos capaces de descubrir una vacuna contra el COVID19 en tiempo record, pero  es muy posible que muchos de los que son capaces de conseguir estas maravillas de la tecnología no sepan contestar a preguntas elementales sobre la historia de la humanidad o sobre conceptos básicos de lo que antes se consideraba como “humanismo” que en su segunda acepción, la RAE define como:

Movimiento intelectual desarrollado en Europa durante los siglos xiv y xv que, rompiendo las tradiciones escolásticas medievales y exaltando en su totalidad las cualidades propias de la naturaleza humana, pretendía descubrir al hombre y dar un sentido racional a la vida tomando como maestros a los clásicos griegos y latinos, cuyas obras redescubrió y estudió”.

Que perdemos cultura es un hecho, esa cultura que define la RAE como:

  1. Conjunto de conocimientos e ideas no especializados adquiridos gracias al desarrollo de las facultades intelectuales, mediante la lectura, el estudio y el trabajo.
  2. Conjunto de conocimientos, ideas, tradiciones y costumbres que caracterizan a un pueblo, a una clase social, a una época, etc…

Y, a eso me refiero. Hemos conseguido enormes avance en lo específico, pero hemos perdido muchísimo en lo genérico y eso, en mi opinión en malo, muy malo. Ya no se estudia filosofía y se pasa de puntillas por la historia, sino se imparte tergiversada y manipulada, como ocurre con la ética y otras materias que deberían ser soporte del conocimiento. No hay tiempo para todo y “hay que priorizar”.

La falta de cultura debilita muchísimo a las personas porque la ignorancia las pone en manos de dictadores fanáticos, como fue Hitler, o de líderes populistas de causas sin fundamento.

Y viene a cuento de lo que está pasando en los Estados Unido y no solo allí, que comenzó con una protesta contra la brutalidad de un policía, no muy desconocida por esos lares, que se agravó con el hecho de que la víctima fuera de raza negra y que, como tercera derivada, despertó el movimiento antirracista en esa gran nación. Protesta, muy especialmente, centrada en la discriminación racial de los negros, más formal que legal en este momento, pero que continúa siendo un problema evidente.

Y siguiendo la estela de las primeras manifestaciones, grupos de personas de allí y del resto del mundo se han dedicado a derribar estatuas de personajes históricos partiendo, supongo, del principio de que todos “los de antes” eran racistas o esclavistas.

Teoría que lo mismo sirve para un roto que para un descosido y que iguala a personas como Fray Junípero Serra, gran defensor de los muy masacrados indígenas americanos, prácticamente desaparecidos, con otros que efectivamente eran esclavitas de profesión o de disfrute.

Y aquí se muestran los dos niveles de la incultura: El primero es querer juzgar hechos del pasado con la mentalidad de ahora. Pasado en el que era aceptable lo que ahora nos parecería monstruoso, pero que eran norma en la forma de vida de nuestros antepasados.

La segunda es mezclar las preñadas con las paridas y sentar un extraño precedente por el que todos fueron “igual de malos” fueran de la nación que fueran e hicieran lo que hicieran.

Y en lo que respecta a España es absolutamente falso. Es cierto que Colón llegó a América y que después de él llegaron conquistadores y comerciantes que, seguro, explotaron a riquezas y personas, pero no es menos cierto que nuestra nación reaccionó de inmediato poniendo las cosas en su sitio.

Y hago mención a dos hechos indiscutibles:

El estatus de los indígenas americanos, resultado de las grandes reservas morales de la Corona, muy especialmente de la Reina Isabel, enfrentada a dos problemas: uno era de conciencia y otro de orden práctico, pero ambos giraban en torno a la misma cuestión fundamental: los derechos y las libertades de los naturales del Nuevo Mundo.

Leyes y reglas de comportamiento que España redactó por propia iniciativa y sin ninguna presión de terceros países. Presión que prácticamente nadie podría ejercer en aquellos tiempos.

Y que constituye un caso inédito en la historia universal. Casi desde el inicio la Reina de Castilla, Isabel la Católica, defendió sin medias tintas la dignidad de los indígenas, hecho que se evidenció cuando algunos integrantes de la expedición del segundo viaje de Colón regresaron a España trayendo como única “riqueza” lograda, trescientos indígenas taínos en calidad de esclavos, argumentando que Colón les había autorizado a ello.

Y es historia que al conocer el hecho, la Reina, indignada preguntó: ¿”y quién le ha dado autoridad al Almirante para hacer esclavos a mis vasallos”?

Pero como este comentario no era suficiente, casi de inmediato, “el 20 de junio de 1500, la Reina Isabel, en el pórtico del siglo XVI, expedía una real cédula ordenando la libertad de unos naturales de América que Cristóbal Colón había enviado para vender como esclavos, de acuerdo a normas del derecho vigente en la época. Dijo entonces la reina que los indios eran vasallos de la Corona y, como tales, no podían ser esclavizados. No procede Isabel por consideraciones jurídicas ni económicas, ni siquiera oportunistas; se lo ha impuesto un deber de conciencia, es decir, uno de esos problemas que el hombre se plantea cuando es capaz de escuchar a Dios”.

O a la más elemental de las normas éticas, añadiría yo.

Y como evidencia de estas decisiones, en su testamento, dictado el doce de octubre del año 1504 en la villa de Medina del Campo, Isabel la Católica suplicaba “al Rey mi señor muy afectuosamente” y mandaba “a la princesa mi hija y al príncipe su marido” a que “no consientan ni den lugar a que los indios, vecinos y moradores de dichas islas y tierra firme, ganadas y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes.”

Es decir. Los indios americanos fueron considerados desde el principio como “españoles de ultramar”

El segundo hecho histórico es que España aceptó la legalidad de los matrimonios con indígenas, concediendo a los conyugues nativos los mismos derechos y el miso estatus que tenían los españoles casados con ellos.

Parte de un artículo del diario “El Mundo”:

Los contactos entre los conquistadores y las mujeres nativas fueron un problema y una característica de la conquista de América. La situación, aunque no siempre llegó a los extremos que narra Cuneo, estuvo llena de irregularidades y vacíos jurídicos. Fue la importancia de regularizar tales uniones lo que llevó al rey Fernando el Católico a aprobar en 1514 una real cédula que validaba cualquier matrimonio entre varones castellanos y mujeres indígenas”.

Otro hecho totalmente fuera de las normas de la época y que no se aplicó en otras naciones hasta siglos después.

Y eso es lo cierto. Las huestes de Hitler quemaban libros y figuras de autores “enemigos” por fanatismo. Las hordas de hoy derriban estatuas por ignorancia.

Malo, muy malo, es lo primero aunque tiene la ventaja de que, como ocurrió, detrás del dictador vinieron otros dirigentes y otras culturas que deshicieron sus locuras y recuperaron los valores de la ética social y política.

Veo mucho más peligroso lo que está ocurriendo ahora porque es consecuencia de la falta de cultura general de parte de las nuevas generaciones y eso es un hecho incuestionable que irá a más conforme avance la formación en tecnologías y que resultará prácticamente irrecuperable.

Y luego lo que resulta tan triste. El gobierno de la nación no está reaccionando de ninguna forma ante semejantes disparates e incluso me atrevo a decir que a parte de ellos, los de Podemos, les gusta la situación porque supone revueltas y conflictos que es el hábitat natural de sus acciones políticas. No importan las razones, importan las revueltas y los grandes movimientos de masas.

Las dos Españas eternas e irreconciliables.

Cuando Antonio Machado escribió

“Españolito que vienes

al mundo te guarde Dios,

una de las dos Españas

ha de helarte el corazón.”

Era el año 1912 y se sentía sobrecogido por lo que había visto y por lo que estaba sucediendo, pero estaba muy lejos de suponer que hoy, ciento ocho años después, podría volver a escribir los mismos versos y con la misma angustia.

Este hombre del que todos quieren encontrar similitudes ideológicas con sus propios pensamientos, republicano convencido, andaluz de nacimiento y castellano de vocación, fue un profundo enamorado de su España rota hasta el punto que, según la tradición, se llevó tierra española en una caja de madera para que le enterraran con ella en su destierro de Colliure. Murió en febrero de 1939, en plena guerra civil, casi al mismo tiempo que su madre, con solo tres días de diferencia, consciente él, inconsciente ella, agonizando ambos en la misma habitación.

Trágico destino para el que fue un gran hombre, admirado por muchos, odiado por nadie, de sentimientos encontrados, que todavía recibe cartas que depositan en su tumba los peregrinos que la visitan.

Hombre que pasó gran parte de su tiempo sin entender lo que ocurría ni en los cielos ni en la tierra, que se lamentó a Dios con un:

“Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería

Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.

Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.

Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar”.

Versos dolorosos, desgarradores, escritos cuando falleció su amada Leonor con solo 19 años, fallecimiento que le forzó a abandonar su Soria adoptiva porque no podía soportar la soledad.

Y viene a colación porque Antonio Machado y Ruiz parece una representación de la misma España. Su vida transcurrió en una sucesión de sobresaltos, como la pérdida de Cuba, la Guerra Mundial y grandes titulares que repetían cada día tragedias  y amenazas.  Y que culminaron en una guerra civil que ensangrentó España y le obligó a abandonar su querido país. Convulsiones que soportaba sumergiéndose en sus paisajes profundos, en esas ciudades lejanas y solas, en esos caminos que hacía al andar.

 Y ¿cuál es la razón de que hoy, en pleno siglo XXI y rodeados de democracia y bienestar sigamos en nuestras trece, quizás más divididos cada día que pasa?

Yo tengo una teoría, pero en contra de lo que suelo publicar no se basa en hechos contratados. Son impresiones entresacadas de esto y de aquello y de la experiencia de mis muchos años de vida.

Estoy convencido de que todo lo que nos ocurre se debe, casi exclusivamente, a que somos la única nación del mundo civilizado que ha tenido una guerra civil en los últimos tiempos. Porque las de los Balcanes no fueron civiles. No lucharon serbios contra serbios ni croatas contra croatas. Ni lucharon entre si los eslovenos o los macedonios. Fueron guerras entre países por los malditos nacionalismos y por la prepotencia de los fanáticos que quisieron restaurar la Gran Nación Serbia.

En España sí. En España lucharon españoles contra españoles por el fracaso de unos y la insumisión de otros y como consecuencia de semejante disparate una buena parte de la juventud española fue reclutada a la fuerza para luchar bajo una u otra bandera sin que fuera esa su decisión. No fueron a matarse los unos y los otros de forma voluntaria.

Acabó la guerra y empezó una postguerra durísima, especialmente en los primeros tiempos a causa de las represiones, muchas veces motivadas por rencores personales, y por la miseria en la que estábamos sumidos.

Pero, pasado el tiempo, un grupo de personas de mucho nivel y diferentes ideologías empezaron a trabajar planificando una transición pacífica desde la dictadura hasta la democracia.

Y se consiguió porque una gran mayoría de los españoles aceptamos con alegría la nueva situación y nos mantuvimos unidos frente a la adversidad, los asesinatos de la calle Atocha, frente a los asesinos de ETA y hasta del intento de golpe de Estado del 23 F.

Pero hace unos pocos años, personajes que ni vivieron esos tiempos ni tuvieron que reconstruir España porque se la encontraron “hecha”, siendo ya un Estado democrático y garantista, organizado, con Universidades y con una gran cobertura social, decidieron que querían ser “alguien” en la política y no encontraron mejor forma que volver a dividir a los españoles.

Y reescribieron la historia reverdeciendo rencores ya casi desaparecidos y trataron de convencernos, casi lo están consiguiendo, de que la transición fue una gran farsa y que todos los españoles que eran algo en la política de aquellos tiempos y todos nosotros en general, los auténticos protagonistas de la transición, somos una generación de ovejas crédulas y desinformadas.

Y como ese es el argumento, no se dirigieron masivamente a los que fueron protagonistas de la guerra o lo fuimos de la posguerra, de la dictadura y de la transición, porque sabían que no les  haríamos ningún caso. La gran mayoría de sus “víctimas emocionales” preferidas, su campo de cultivo, han sido los hijos o los nietos de los directamente afectados.

Porque nosotros nunca olvidamos, pero decidimos pasar página en beneficio de la convivencia y del bien común. No había olvidado Dolores Ibárruri cuando estrechó la mano de Adolfo Suarez. Ninguno de los dos. Ni tampoco Fraga cuando presentó a Carrillo en el Club Siglo XXI, ni los que estuvieron en las cárceles franquistas y ocuparon escaños en el congreso.

Ninguno olvidó, pero todos miraron hacia adelante y la cosa salió bien. ¡Eso sí que fue una verdadera reconstrucción del país!

Y es por eso por lo que me siento tan frustrado y tan dolido. Porque tengo la impresión de que los que ahora reclaman derechos de sus padres y abuelos convencidos de que hay una sentencia pendiente que nadie quiso dictar en su momento, en el fondo les están engañando. Violentando su voluntad. Porque están haciendo algo que ni nosotros sin nuestros padres quisimos hacer, no por miedo, porque se había terminado la etapa de mirar hacia atrás por encima del hombro, sino por convencimiento. Porque era lo mejor.

Y a los emponzoñadores sociales, los falsarios “inventa historias” que tanto daño han hecho y están haciendo al país y a la convivencia de los ciudadanos, los que buscan confrontación y quieren reverdecer errores, lo peor para ellos. No les deseo ningún mal personal ni para ellos ni para sus familias, pero tengo la esperanza de que en algún momento la sociedad reaccione y les pondrá en su verdadero lugar: el de agitadores profesionales y malintencionados, intelectuales del tres al cuarto, manipuladores del baratillo, que nacieron cien años más tarde de lo que deberían haber nacido.

Ignorancia, falsedad o simplemente mala praxis de algunos políticos. El caso de Pablo Iglesias y los fallecidos en residencias de ancianos.

Estos días, entre otros muchos despropósitos escuchados en el parlamento o en las famosas ruedas de prensa de los miembros del gobierno, hemos podido comprobar que el punto de mira de nuestro vicepresidente Iglesias, el que nos toma por tontos de capirote, es Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid. Y lo hace aprovechando el hecho incuestionable de que Madrid ha sido la comunidad con más muertos en residencias. Pero, como siempre, existen matices y nuestro Señor Iglesias trata de confundir a la opinión pública manejando datos reales, sí, pero deliberadamente tendenciosos.

El desgraciado asunto de los fallecidos en las residencias es un hecho lamentable que debe provocar muchas reflexiones sobre lo que fue y lo que pudo haber sido y es muy cierto que en un momento de colapso hospitalario se han cometido bastantes errores. Pero no es menos cierto que estos errores se han producido en todas las comunidades y siendo como es un asunto tan complejo y en el que se mezclan tantos factores, muchos de ellos técnicos y sanitarios, no me considero capacitado para tirar primeras piedras en ninguna dirección.

Pero hay dos hechos evidentes. Pablo Iglesias asumió en el primer momento el control de las residencias pensado que podría obtener réditos políticos. Y es una suposición basada en que las primeras informaciones achacaban las muertes a errores directos de las residencias privadas y algunos fallos de la Comunidad de Madrid.

Pero cuando se dio cuenta de la profundidad del charco en el que se había metido, paso a un plan “B” de quitarse de en medio y ni dicto norma alguna, ni visitó ninguna residencia, ni se le vio por ninguna parte.

El segundo sucedido es que una vez amortiguado el problema, el vicepresidente se subió al atril y comenzó a fabricarse un extraño protagonismo  de redentor de los fallecidos en las residencias de Madrid, no de toda España, basado en falsedades o medias verdades.

Lo cierto es que no le considero ningún lumbreras, pero si un político de gran nivel que cada vez está cayendo con más frecuencia en el error de suponer que todos menos él somos tontos. Y lo demostró ayer mismo cuando en rueda de prensa dijo que cuando habla como  secretario de Podemos es partidario de la desmilitarización de la Guaria Civil, pero que como vicepresidente no puede pronunciarse. Olé tu gracia.

Y un ejemplo evidente de esta manipulación son las cifras oficiales que se manejan sobre los fallecidos en residencias.

Ningún pero a que el mayor número de fallecidos corresponde a la Comunidad de Madrid. Ni tengo claras las razones ni se me ocurre creerme con suficiente capacidad para entender todas las variables que han coincidido en un hecho tan lamentable. Pero Madrid fue la  gran protagonista del contagio y los fallecimientos.

Pero está claro es que esta desgracia también ha afectado a otras comunidades hasta el punto que en alguna de ellas el 90% de los fallecidos han muerto en residencia. Y este es el dato que omite: El que la comunidad madrileña ha sido la octava en tanto por ciento de fallecidos sobre el total de fallecidos, detrás de otras como Aragón, Navarra, Extremadura, Castilla la Macha, Castilla y León, Cataluña y Asturias.

¿Y por qué lo hace? Por mantener viva una moderna “batalla de Madrid” esta vez incruenta, en la que se enfrentan dos modelos antagónicos de gestión: el social-proteccionismo y el liberal. Y por eso Iglesias centra sus críticas en esta comunidad. No importa que otras gobernadas por el PSOE o por el PP tengan peores datos objetivos. Ayuso y su modelo de gestión es el enemigo a batir y cualquier argumento es bueno

Ocultación de datos  tan falaz como cuando se ocultaba, se sigue ocultando, que el tanto por ciento de fallecidos sobre el total de población española es el más alto del mundo al mismo tiempo que presumen de resultados bastante discutibles en los que se adjudican méritos que no les corresponden.

Decía que nunca he considerado a nuestro vicepresidente ni un intelectual ni un “lumbreras” porque no lo es. Es cierto que está licenciado en Ciencias Políticas, pero no es un referente en la materia ni se le conocen más actividades que la docencia y  liderar movimientos de mini-masas. Ninguna en gestión ni en organización aunque, eso sí, es un político de primer nivel y con mucha escuela, especialmente capacitado para sacar partido a todo lo malo de nuestra sociedad.

Pero estoy seguro de que sus conocimientos y los de sus asesores le llegan para hacer cuatro números, como he hecho yo, partiendo de algunos datos oficiales.  

¿Hasta cuando tan mal rollo y tanta desfachatez?

*Datos he obtenido de TVE que cita como fuentes “Elaboración propia, Ministerio de Sanidad, Consejerías de las CC.AA.” en un artículo titulado “Radiografía del coronavirus en residencias de ancianos: más de 19.400 muertos con Covid-19 o síntomas compatibles”

Honores y honores. El del que fue juez Marlasca y el de la Guardia Civil.

La cartilla del Guardia Civil, publicada el 20 de diciembre de 1845, dice en su primer artículo: El honor ha de ser la principal divisa del Guardia Civil; debe por consiguiente conservarlo sin mancha. Una vez perdido no se recobra jamás.

Desconozco el texto de su juramento, pero en una intervención con motivo de la toma de posesión de una promoción de jueces, el vocal del CGPJ Félix Azón, reclamó que la carrera judicial fuera “un referente del liderazgo social” en estos momentos de crisis que atraviesa España.

Y que las virtudes esperadas son: prudencia, imparcialidad, capaz de transmitir de forma diligente y clara sus resoluciones, respetuosos con el ordenamiento jurídico, laboriosos, serenos, valientes para atreverse a resolver los conflictos que le planteen y humildes. “No olvidemos que somos servidores públicos”, sentenció.

Desgraciadamente y como he comentado en otras ocasiones, estamos en manos de un gobierno que ha perdido todo respeto a la verdad y que pasó de jugar con dobles interpretaciones y eufemismos a mentir descaradamente. Mentiras dichas con toda rotundidad y desmentidas a tramos en muchas ocasiones, como ocurrió con el famoso caso de José Luis Ábalos y la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodrígez, que empezó con un no ceñudo de hombre ofendido, que pronto paso a  ser un no “a según qué” y que a golpes de información periodística, acabo siendo un sí con muchos agravantes.

Barrera, la de la mentira en sede parlamentaria, en la casa de la democracia,  que ha sido infranqueable en la actuación de los gobierno de la nación, los que hicieron dimitir al ministro Soria, no por tener negocios familiares en países extranjeros como pedía la oposición porque era una situación legal, sino por negar tener conocimiento de los hechos cuando era imposible ignorarlos. Es decir, por mentir

O este mismo gobierno que destituyó a Màxim Huerta todavía no se sabe muy bien porqué, posiblemente para proyectar una imagen de pureza extrema y a la ministra Montón por el escándalo de su master. Listón que se rebajó hasta el suelo cuando aparecieron los plagios del presidente y otras irregularidades que le afectaban a él o a algunos miembros de su guardia pretoriana.

Dicho lo cual, y con estos antecedentes, paso a expresar mi opinión sobre lo que está ocurriendo con el ministro de Interior Fernando Grande Marlasca, juez de trayectoria brillante, ahora juguete roto, como consecuencia de sus mentiras y salidas por la tangente a raíz del cese del Coronel Pérez de los Cobos.

Y, sinceramente, es lamentable ver cómo puede cerrar su biografía un hombre recto en su trayectoria profesional, por haberse intoxicado por la política rastrera de los últimos tiempos, desde que entró a formar parte y parte importante, del gobierno de Pedro Sánchez.

Primero afirmó que había cesado al coronel por “falta de confianza”, situación que según doctrina de la Sección Cuarta de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo, con fecha del 19 de septiembre de 2019 debe motivarse.

Los puntos 1, 2 y 3 de esta resolución dicen textualmente:

  1. Como el acto de nombramiento, también el de cese debe ajustarse a exigencias formales obvias como, por ejemplo, que lo acuerde el órgano competente o la adecuada formación -en su caso- de la voluntad si es un órgano colegiado y a tales exigencias formales cabe añadir la motivación si bien con la debida modulación.
  • Esta motivación ciertamente debe ir más allá de lo previsto en el artículo 58.1, párrafo segundo, del RGPPT, según el cual ” la motivación de esta resolución se referirá a la competencia para adoptarla “. Por tanto, al funcionario cesado debe dársele razón de por qué las razones de oportunidad, basadas en la confianza e idoneidad apreciada para el puesto y que llevaron a su elección, ya no concurren o si concurren qué otra circunstancia objetiva determina la pertinencia del cese.
  • La razón o razones del cese no serán enjuiciables en lo que tiene de libre apreciación; ahora bien, es exigible que se explicite evitándose expresiones opacas, estandarizadas, que puedan encubrir una intención patológica por falsa, caprichosa o ajena a los requerimientos del puesto o a las exigencias de idoneidad profesional que llevaron a la elección. Esta exigencia de motivación se cualifica cuando se trata del cese de quien ejerce funciones de representación sindical.

Motivación que no quiso dar cuando se le preguntaron las razones, porque era vox pópuli que el hecho se había producido cuando el coronel Jefe de la Comandancia de Madrid se negó a entregarle un informe que había elaborado una unidad a su cargo que actuaba como Policía Judicial a las órdenes de la jueza Carmen Rodríguez Medel, que se encontraba instruyendo una causa sobre la autorización de las manifestaciones del 8 de marzo.

Negativa que estaba plenamente justificada porque según la ley, cuando un equipo de las Fuerzas de Seguridad del estado actúa como Policía Judicial dependen directamente de la juez que instruye y solo deben informar a ella o a la fiscalía.

Después dijo que era una “renovación de cargos” de la Guardia Civil, explicación impropia de la inteligencia de un ex juez, cuando el cese se produjo un domingo por la noche y sin tener sustituto para el puesto.

Luego vino la dimisión del director adjunto operativo de la Guardia Civil, Laurentino Ceña, el número dos del cuerpo, que había estado dando la cara durante la pandemia, como  manifestación de su desacuerdo con el cese del coronel Pérez delos Cobos. Dimisión que  trataron de minimizar alegando que “estaba a punto de jubilarse”. ¿Quién en su sano juicio, puede pensar que un general de su trayectoria iba a renunciar a esos últimos días en el cuerpo en los que recibiría, sin duda, el reconocimiento de los miembros de su equipo y de la totalidad del cuerpo?

Y el cese del general Fernando Santafé, número tres del cuerpo, al parecer por discrepancias con el nombramiento del sucesor de Laurentino Ceña. Y a partir de ese momento,  los medios se llenad de rumores sobre si este llamó o no llamó a aquel o sobre el malestar evidente de la Guardia Civil, manifestado por todas las asociaciones del Instituto Armado.

Y en medio de esta tormenta, el ministro Marlasca insiste en que se trata de una renovación del cuerpo.

Posteriormente aparece el documento del cese que dice textualmente: “por no informar del desarrollo de investigaciones y actuaciones de la Guardia Civil, en el marco operativo y de policía judicial, con fines de conocimiento”.

Es decir: El ministerio quiere que le entreguen un documento emitido por el equipo de la Guardia Civil que actúa como Policía Judicial para enterarse del desarrollo y la actuación del equipo “con fines de conocimiento”. Y la razón evidente es que la investigación afecta a altos cargos del gobierno.

El documento de cese sí cumple el requisito de motivar la falta de confianza, pero descubre el pastel de que la verdadera razón es que el coronel Pérez de los Cobos se negó a obedecer una orden claramente ilegal.

Entonces empiezan las dudas y los balbuceos y el ministro Marlasca se mantiene en su papel de “renovador” añadiendo que “él no ha pedido nada” y que desconoce del contenido del informe de marras.

Y, en ese ambiente, llegamos a la sesión plenaria sobre la renovación del régimen de alarma y, durante su transcurso, en el que apenas se habló de salud pública, se produce la apoteosis final. El presidente, prepotente y trasgresor, desautoriza indirectamente la investigación de la juez con su grito de “viva el 8 M” y sube un peldaño en la confusión y la indignidad al afirmar que el buen ministro estaba desmontando la “policía patriótica” montada, como no, por el PP. Ya no hay ilegalidad en la petición, ya no se incumple la ley porque el “bien mayor” es desmontar las famosas cloacas del estado. Frase patentada, por cierto, por su vicepresidente Iglesias.

Magnífico. Ahora resulta que el Coronel López de los Cobos ya no es un insubordinado infiel. Es una rata de las cloacas del Estado. Y, por extensión, también parecen serlo todos aquellos que no estén de acuerdo con las órdenes del gobierno, sean legales o no. Y ahora se habla de la Guardia Civil, pero no se tardará en saber “cosas” de la Policía Nacional.

Y saca a colación que se ha filtrado el informe de la policía Judicial, informe que llegó a manos en primer lugar, que casualidad, a dos medios afines, muy afines al gobierno actual.

Y para más abundamiento, ahora resulta que no ha sido él quien ha cesado al coronel. Lo hizo  la Directora de la Guardia Civil, una perfecta desconocida figurante en toda esta farsa, siguiendo instrucciones del Secretario de Estado de Seguridad. “A ellos y no a mí es a quién deberían pedir explicaciones”, parece decir.

Y hasta aquí mi comentario porque ni se más que lo que he visto ni puedo entrar en rumores de lo que pudo ser o de lo que será. No puedo ser imparcial porque soy “hijo del cuerpo”, pero solo he expuesto hechos contrastados, tratando de aparcar las emociones que provocan las injusticias. En este caso en particular y en cualquier otro en general.

Me imagino que el coronel López de los Cobos se verá en la obligación de defender su honor interponiendo algún tipo de querella contra el ministro del Interior, ahora extensiva al propio presidente por sus desafortunadísimas insinuaciones, No se si lo hará o no o si para hacerlo tiene que pedir la baja en el Instituto Armado, pero esa será su decisión y a ella le han forzado porque un ministro inmoral ha insinuado a la oposición que no insistan para “no perjudicar la imagen del coronel”.

Declaración sorprendente y paternalista porque si sabe algo ilegal de este funcionario de alto grado tiene la obligación de denunciarlo. Y si es falso se trata de una insinuación muy miserable.

Como decía anteriormente, que lamentable cierre de currículum de un hombre que escribió una autobiografía titulada “ ni pena ni miedo”, lema que lleva tatuado en su muñeca y que no se refería, naturalmente, a su desgraciada intervención en el ministerio. Leído en internet: “La sinopsis de la autobiografía de Fernando Grande Marlaska dice que » Ni pena ni miedo es un lema de resistencia que significa que el miedo a las consecuencias de nuestros actos no debe paralizar nuestras decisiones futuras, que hay que ser consecuente con lo que creemos y defendemos«. Como diría un castizo, ¡quién te ha visto y quién te ve!

Y, sin insinuar nada, porque me niego en rotundo a insinuarlo, resulta que el teniente coronel David Blanes González, nuevo jefe de la Comandancia de la Guardia Civil en Madrid, era el jefe de la Unidad Fiscal y Aeroportuaria la noche en que el avión de la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, aterrizó en Barajas y fue a su encuentro el ministro José Luis Ábalos”. Para mí ambos hechos son casuales porque, entre otras cosas, lo ocurrido en Barajas se supo gracias a la Guardia Civil de Aduanas. Si fuera el PP el que recibió a la ministra venezolana y el que hubiera promovido este nombramiento, no habrías suficiente espacio en la sexta para “sacar conclusiones irrefutables”.

En cuanto a  la Guardia Civil como institución, ¡que voy a decir! Que es un cuerpo con honor, que trabaja incansablemente a la luz o en las sombra al servicio del Estado y a las órdenes del gobierno de turno y para proteger a  la ciudadanía. Día y noche. Por tierra, mar y aire, desde las montañas pirenaicas hasta las costas y fronteras. En nuestras carreteras y aduanas, en nuestras zonas rurales, persiguiendo delitos de todo tipo cuando actúa como Policía Judicial, y honrando el verde de sus uniformes en todos los servicios y misiones que les son encomendadas. Sin desfallecer en una catástrofe ni lamentarse por tener que trabajar con riesgo de sus vidas luchando contra la delincuencia o rescatando a insensatos de los lugares más inverosímiles.

Ni una línea más para defender lo que no necesita defensa. El honor de la guardia Civil. ¿Qué de vez en cuando aparece alguna manzana podrida entre sus filas? Naturalmente. Como ocurre con todos los colectivos, pero esas minorías no empañan de ninguna manera la extraordinaria labor de este instituto por muchos titulares sensacionalistas que merezcan.

No quiero pensar que detrás de esta extraña situación se esconda un intento deliberado de socavar el prestigio de la Guardia Civil o recuperar la vieja idea de desmilitarizar el cuerpo. Es cierto que es lo que quisieran todos los que apoyan al gobierno y una buena parte de sus miembros, pero no sería bueno para los intereses del presidente, que no son otros que mantenerse en la Moncloa.

El ministro Marlasca pasará, como también lo hará el presidente Sánchez. Afortunadamente y por muchas zancadillas que le pongan gente interesada, la Guardia Civil continuará haciendo lo que hace habitualmente. Protegernos.