El acuerdo de Europa y otros comentarios

Se terminaron las negociaciones y como era de esperar porque forma parte de las reglas de juego de la comunidad, se ha llegado a un acuerdo por consenso, lo que quiere decir, como le avanzaba a un amigo, que a todos les parecerá mal. Acuerdo que es el fruto de una negociación dura, muy dura, pero obligada inexorablemente a llegar a acuerdos. Para que todos lo entendamos las normas de la comunidad se parecen a las del Vaticano cuando tienen que elegir Papas. El fin es diferente, pero el procedimiento el mismo; estar confinados hasta que se consiga el humo blanco. En el Vaticano siempre de tirón y en la Comunidad puede aplazarse a una segunda convocatoria si se alarga demasiado el acuerdo, pero el objetivo único es alcanzarlo.

Son las condiciones que impuso en su día la propia Comunidad y ni me imagino lo que ocurriría sin ese condicionante y los acuerdos se tomaran por mayorías simples o cualificadas. Y esa es una de las razones por las que soy un europeísta convencido.

Hay acuerdo y ha llegado el momento de que cada cual, los presidentes de gobierno, expliquen a sus ciudadanos el contenido de los pactos (no olvidemos que este tipo de acuerdos deben ser aprobados por todos los parlamentos de las naciones de la Comunidad)  y, como es habitual en estos casos, a otra cosa mariposa.

Solo que en esta ocasión hay alguna variante que conviene aclarar

La parte destinada a ayudas, “a fondo perdido”, estarán sujetas a un destino finalistas del dinero y el control de dicha utilización no corresponderá a la comisión, como hasta ahora, sino a todas y cada una de las naciones, que pueden denunciar y conseguir el cese de las ayudas si comprueban que no se cumple lo pactado.

En el caso español este control echa por tierra todos los planes de Podemos que quería dedicar una parte del dinero a temas sociales según su propio concepto, muy venezolano, de lo que se entiende por “social”.

La gran pregunta es: Después de tantos años de gobiernos prácticamente omnipotentes en España ¿por qué estamos en el grupo de los débiles, los que necesitan ayuda para subsistir?

No espero respuestas de la clase política, responsables últimos de esta situación, pero voy a aventurar algunas teorías:

Hace años que, salvo algún breve amago de recuperar la normalidad de lo que son gobiernos democráticos, los partidos políticos españoles  de todos los signos han ido derivando desde el interés general que contenía el espíritu de la Transición, hacia los intereses de partido. Incluso en algunos casos al interés personal. Y a este fin han dedicado todo su ingenio y todas sus energías. Y también los gobiernos, naturalmente.

Es una explicación muy simple y drástica, pero en un análisis en blanco y negro, sin grises, es la pura realidad.

En el tardo franquismo y la transición teníamos industrias muy potentes de construcción naval que empezaron a ser poco competitivas por una serie de razones asociadas a la globalización y a la falta de actualización de los procesos productivos y no se hizo nada para actualizarlas, por lo que fueron muriendo hasta casi desaparecer.

A nuestros grandes hornos les pasó exactamente lo mismo. Y también a la minería, especialmente la del carbón cuando se empezó a constatar los perjuicios que estaba causando. Pero no se buscaron alternativas, no se crearon industrias y lo que fueron grandes cuencas mineras en toda España, que eran muchas, se dejaron morir y se convirtieron en páramos y sembradero de desempleo y desesperación. Cuando todas ellas tenían algo muy importante: comunicación ferroviaria para sacar mercancías a los puertos más cercanos.

Y así con tantas otras industrias. ¿Y porque?

Puede haber muchas explicaciones, pero una de ellas, supongo que la más probable, es que España descubrió el milagro del turismo y todo el mundo, especialmente los políticos,  se subieron al carro de lo fácil y abandonaron toda intención de complicarse la vida. Poca inversión, mucho “nombre” internacional, comisiones, visitas de famosos. Y no es que hicieran mal en apoyar este sector que no deja de ser otro tipo de industria, es que ni siquiera han sabido controlar y dictar normas que garantizaran la calidad de los servicios turísticos, la profesionalidad de los empleados del sector y un determinado control de los precios.

Y en cuanto al capital privado, ¿por qué iban a complicarse la vida “peleando” con una plantilla de empleados, con los ayuntamientos y con inspecciones de todo tipo si obtenían mucho más beneficio con la construcción de urbanizaciones y con las especulación del suelo?

Y todo el mundo se apuntó al invento y junto a establecimientos de prestigio, no me refiero a los de alto estanding,  surgieron chiringuitos de todo tipo por toda la faz de nuestra geografía. Y así empezó otro de los grandes fraudes de nuestro tiempo: los autónomos, lo que debería ser una forma de generar nuevas iniciativas, pero que por la falta de interés de los políticos no se ha impulsado y apoyado como es menester y muchos de ellos han acabado como falsos empresarios cuando en su mayoría apenas pasan de un autoempleo medianamente digno.

Y cuando digo “falsos empresarios” no niego que lo sean, pero en la realidad del cada día, de este título tienen todas las desventajas y pocos beneficios.

¿Quién ha tenido la culpa? Todos a partir de la transición, porque durante la dictadura, curiosamente y sin que quiera hacer comparaciones maliciosas, las empresas incluidas en el INI se espabilaron mucho y surgieron gran cantidad de nuevos negocios y grandes factorías tipo Pegaso, por la que yo pasaba cada día camino de mi puesto de trabajo en el aeropuerto de Barajas.

Luego, en mi opinión, la razón simplificada de que en este momento tengamos que pedir ayudas porque no podemos soportar nuestros gastos, no es otra que la ceguera, la imprevisión y la ineficacia de nuestros gobiernos. Los mismos, en sentido metafórico porque todos son culpables, que ahora presumen de haber encontrado soluciones.

Y empleo un símil muy histórico: Los mismos gobiernos que provocan las guerras son los que luego presumen de haber conseguido la paz. ¡Que cinismo!

“Pero las cosas no se quedaron allí, porque el ingente poder que cedimos a la clase política española durante la Transición no se ha mantenido estable, sino que se ha ido multiplicando, durante los cuarenta años de democracia, con una serie de prácticas a través de las cuales los políticos españoles (independientemente de su estatus, posición, nivel y orientación política) han extendido sus tentáculos por todos y cada uno de los ámbitos de la sociedad: el poder de los gobernantes se ha extendido en horizontal, asumiendo cada vez más competencias y copando incluso las áreas de control político; y también en vertical, desde los centros de poder social más altos a los más bajos. La progresiva politización de nuestra sociedad se ha hecho a golpe de legislación y prácticas legales (como la sobrerregulación económica) pero también ilegales (como la contratación pública opaca e incluso corrupta) y otras que no se sabe si son legales o ilegales, pero desde luego son poco éticas (como la influencia política indebida en la Administración)”

De nuevo “devuélveme el poder”, de Miriam González Durántez)

Es decir: desde un determinado momento, los políticos españoles entraron en una vorágine de acaparar poder e influencia y en eso estaban. ¿Cómo iban a pensar en el largo plazo?

Vorágine similar a la que sufrió la ciudadanía en los tiempos del “destape”, donde no había guion que no exigiera desnudos o sexo más o menos explícito.

Y con todas estas cosas, lamentablemente, tiramos por la borda parte de lo hecho y rompimos muchos de los puentes que nos llevaban a un progreso estable y sostenido. Se han hecho cosas, claro que sí, pero más por la iniciativa privada que por apoyos y planes gubernamentales. Y la prueba es que lo que mejor funciona en España, con mucho, son las grandes empresas familiares.

¿Ha sido una vergüenza pedir ayudas? No, porque no podemos subsistir. No solo por los errores pasados sino también por las catástrofes actuales.

¿Tenemos que aceptar condiciones de control? Naturalmente que sí. No tendremos más remedio porque los países que aportan los fondos son los que han hecho sus deberes y tienen derecho a exigir finalidad en las inversiones. Entre otras cosas porque tienen que explicárselo a sus ciudadanos en cada uno de los parlamentos europeos.

¿Esta situación va a provocar una ruptura de las alianzas de Pedro Sánchez? No creo, porque su principal valedor es Podemos y esta marca, gracias a los cambio de orientación y de posición de sus máximos dirigentes se ha convertido de facto en un “Podemos con lo que nos echen” y tragarán lo que haga falta para no salir del gobierno, que sería tanto como desaparecer del mapa político.

Podemos nos perjudicará y mucho, pero en la convivencia, porque tratarán de mantener una apariencia de honestidad política desenterrando todos los tópicos conocidos: La monarquía, la represión franquista, los peligros de la ultra derecha, las supuestas amenazas contra la igualdad, las mujeres, los  homosexuales, etc.

Pero es lo que hay.

Lo que sí que obligará a una reflexión seria, muy seria, es al propio presidente, que tiene por delante la aprobación de unos presupuestos generales que mirará con lupa la Comunidad Europea, sabiendo como sabe que la gran novedad de este acuerdo es que si cualquier país europea averigua que el dinero recibido se dedica a otros fines, tiene derecho a convocar al resto de presidentes y pedir y seguramente obtener, una cancelación de las ayudas.

Es posible que en estas circunstancias el presidente Sánchez, que lo estará pasando muy mal en lo personal ponga la  cara que ponga, se vea obligado a reconsiderar sus objetivos políticos y personales.

Y Pedro Sánchez, al que critico frecuentemente porque toma decisiones que no me gustan, no es responsable de lo que está ocurriendo. Solo es “uno más”

Y, ¡que quieren!, pese a lo que se va a propagar por todas las esquinas, me siento muy seguro perteneciendo a la Comunidad Europea. Nuestro último bastión.

Si no vas a mejorar el silencio, permanece callado

La confusa situación del país. Éramos pocos y parió la abuela.

Como se dice en España cuando una cosa que está mal empeora, “éramos pocos y parió la abuela”. Y me refiero a que solo nos faltaba el descalabro previsible en las negociaciones sobre los fondos europeos.

Situación que me anima a reflexionar sobre el “totum revolutum” al que nos ha conducido nuestra muy inteligente clase política.

Porque en España, creo que deliberadamente, se confunde todo: el gobierno con el Estado, que es buena una cierta dependencia de la Justicia con el gobierno, que las Instituciones del Estado que son, como su nombre indica, “propiedad” del estado, están ahí para atender necesidades de cada gobierno, todas, y por tanto se les puede dar una cierta utilización política, que los medios de comunicación o de información estatales están al servicio del gobierno, no de los ciudadanos y que los dirigentes políticos son eso, “dirigentes”, “líderes” a los que seguir y no representantes de los españoles  a los que hemos votado para que gestionen bien el país durante un periodo de tiempo, mejoren las prestaciones y ayuden a una mejor convivencia. En definitiva: para que lo dejen mejor que lo encontraron.

Y últimamente toma cuerpo el querer confundir la Forma de Estado, Monarquía Parlamentaria, con la persona del Rey.

Cuando lo cierto es que las lamentables informaciones sobre las malas artes financieras de Juan Carlos I, sobre las que ya opiné largo y tendido, no afectan para nada a la Monarquía, que está representada en cada momento por el Rey “en activo” y no por su familia o ex familia.

Y digo representada, que no es lo mismo que depositada. No es su propiedad aunque sea hereditaria. A la monarquía, por ejemplo,  no la puede derrocar un Rey, como tampoco podría derrocar la República uno de sus presidentes, porque todos los estados tienen mecanismos constitucionales para asegurar la conveniencia de estos cambio si llegara el caso.

Mecanismos que protegen a las naciones de que este tipo de decisiones están respaldadas por la gran mayoría de la ciudadanía y no por un calentón o por las malas artes de un determinado gobierno. O de un determinado responsable del Estado, sea Rey o Presidente de la República.

Pero a falta de poder desenterrar de nuevo a Franco, la izquierda interesada en socavar nuestra forma de Estado o de lanzar nubes de humo para encubrir sus fallos y los separatistas, siempre a lo suyo, harán lo que sea necesario para sacar tajada de los muy probables delitos monetarios cometidos por el Rey Emérito ayudado por la supuesta amante (según dicen), la más cara y menos agradecida de la historia de España. Y puede que de Europa.

Y ayer tuve que escuchar al vicepresidente de una autonomía española, representante del Estado español, decir que la familia Borbón, en la cual incluye al Rey actual, es una “banda criminal”. Y lo hizo sin que el gobierno levantara una pestaña para defenderle sabiendo como sabe, que la Casa Real no puede hacerlo. Tiene inmunidad, claro que sí, pero la otra cara de la moneda es que no puede entrar en litigio con nadie y es el gobierno de turno el que debe defenderla. Como al resto de poderes del Estado

Seguramente el susodicho vicepresidente habla sabiendo muy bien lo que es una banda criminal porque de hecho pertenece a una de ellas. Es miembro de un partido que ha robado a Cataluña, y por ende a España, por mano del que sin duda sería uno de sus mentores, el nada respetable Jordi Pujol ayudado por toda su familia y tropecientos más desde el gobierno catalán, desde el Palau y desde cualquier organismo al que pudieran meter mano. Han cambiado de nombre pero son los mismos perros con distintos collares.

Y  para más abundamiento, seguro que ha alentado, sino promovido, un delito de sedición contra su nación.

Pero, como somos un pueblo adormecido, todos callados. A todos nos parece bien. ¡Respetemos la libertad de expresión!

Y una puntualización para los “aprovechategui” que hablan mucho y leen poco: varios de los presidentes de la República Francesa, que hicieron cosas muy meritorias, también tuvieron su lado oscuro y fueron investigados por asuntos turbios, diamantes y otros asuntos incluidos. Tenían inmunidad, por lo que se les investigó cuando se pudo. Y algunos de ellos sufrieron algún tipo de condena.

Ninguno de estos escándalos gustó al pueblo francés. Ni mucho menos. Y se vertieron ríos de tinta con las informaciones. Pero a ninguno de ellos se le ocurrió cuestionar la República como la forma de Estado más conveniente para su país. Ni tampoco los británicos han atacado a la Monarquía pese a los numerosísimos escándalos y corruptelas de la familia real.

Todos ellos supieron separar a las personas y sus circunstancias de los estamentos. Porque si no fuera así, habría que consultar en Google que forma de estado tiene cada país europeo. Y hacerlo casi cada día.

Pero, naturalmente, España es diferente y nosotros, los españoles, los que más sabemos. Antes solo era de toros. Ahora es de futbol y últimamente también de leyes sin necesidad de ser abogados o de temas constitucionales sin haber leído la Constitución. O de juzgar hechos que no hemos presenciado.

Y abundan los convencidos de que “lo que diga mi partido, mi emisora de radio, o mi cadena de televisión” es la verdad verdadera y los otros son fascistas (hace tiempo que no se usa esta palabra) fachas, ultraderecha, pipi y caca.

Y “¡viva el Beti m’an que pierda!”.

Alguien, algún día, parará este dislate y recordará que a los jóvenes hay que darles formación  sobre las esencias de la política y la democracia y también en economía.

Y así se preguntarán, como yo, como es posible que siendo una de las naciones que más recursos económicos emplea en educación, sanidad y servicios sociales por habitante, esté a la cola en resultados cuando se nos compara con el resto de países.

Hoy he escuchado a nuestro presidente diciendo en un telediario que su gran herramienta en Bruselas es el “diálogo”. Y solo le ha bastado pedir a los otros líderes, como hace en España con la oposición, que tienen que “arrimar el hombro”. Pero acabará pidiéndolo literalmente. Seguro.

Son sus mejores argumentos. Solo que su interpretación es ligeramente egocentrista.

Ya he contado en otra ocasión, que en un viaje a Londres vi un cartelito de los que se ponen sobre las mesas de trabajo que decía “be flexible, do things my way” (se flexible, haz las cosas a mi manera).

Lo planté en la mesa de mi despacho y aseguro que no todos entendieron la ironía de la frase.

¿No tendrá Pedro Sánchez ese mismo cartel en la mesa de su despacho?

Elecciones gallegas y vascas y las conclusiones que ha sacado un ignorante como yo.

El pasado domingo tuvieron lugar las elecciones en estas dos comunidades y los datos de resultados y participación me sugieren algunas ideas.

En primer lugar soy un convencido de que los resultados electorales de las comunidades apenas son extrapolables  porque concurren circunstancias que no tienen nada que ver con las nacionales. Creo que tienen más parecido con las municipales de grandes ciudades porque coinciden en que son entornos relativamente pequeños y porque, a diferencia de las nacionales, los votantes conocen casi personalmente a los candidatos y a gran parte de los componentes de las listas.

Por lo que las votaciones se basan mucho más en la confianza en los cabezas de lista y en su comportamiento en legislaturas anteriores que en promesas futuras. Y ambos, Feijoó y Urkullo “llegan” bien al electorado.

Otra de las características de estas elecciones es la baja participación. Muy especialmente estas últimas hasta el punto que el País Vasco han alcanzado un mínimo histórico. No puedo saber las verdaderas razones, aunque es muy probable que en este caso haya influido la amenaza del COVID19, pero seguro que hay otros factores.

Puede ser un exceso de confianza de parte del electorado de las dos comunidades, aunque  me atrevería a aventurar que en el caso del País Vasco siguen influyendo factores añadidos, como puedes ser un cierto temor histórico a “significarse” si se vota a partidos no nacionalistas y también un cierto desconcierto del electorado. Un no saber a quién votar.

Abstención que, digan lo que digan los perdedores que siempre se presentan como víctimas, favorece a los partidos con mucha tradición o a los radicales. No creo que nadie del PNV deje de votar y tengo la seguridad de que tampoco lo ha hecho un solo miembro o simpatizante de EH Bildu, incluidos muchos ex votantes del casi desaparecido Podemos  que habrán optado por apoyar a esta formación pro etarra.

Pero hay muchas otras lecturas:

Una de ellas es que el blanqueo continuado del gobierno  a partidos como EH Bildu ha favorecido su gran aumento de votos. El intento del gobierno central de conseguir apoyos para sus iniciativas a nivel nacional y para mantener a Sánchez como presidente ha hecho que partidos nacionalistas, especialmente los herederos de ETA, aparezcan como “reconvertidos” y hasta Otegui ha sido presentado como un “hombre de paz”.  

El mensaje era muy sencillo: EH Bildu y el resto de nacionalistas o antisistema “buenos” porque se estaban redimiendo. El PP y resto de la oposición “malos y perversos”  porque seguían siendo franquistas, corruptos y un peligro para las libertades.

Y han insistido tanto que han conseguido dirigir el voto a esa formación. Porque el PSOE apenas ha ganado en votos en ambas comunidades pese a ser el partido del gobierno de España. Los votos no han sido para el “blanqueador”, sino para el “blanqueado”.

La otra es la nueva posición de Podemos, consecuencia de la prepotencia de Pablo Iglesias, que ha laminado a todos los disidentes del partido,  a sus escándalos político-sexuales,  a su evidente cambio de estatus social y a sus muchos conflictos judiciales.

Y esto sí que es extrapolable porque Podemos es un partido con muy pocas referencias regionales, dependían de las “mareas” y los que les votan lo hacen mirando a su cúpula nacional. Parece muy probable que Podemos pierda gran parte de su electorado en las próximas elecciones generales y por eso harán lo que puedan, cederán lo que se necesite y apoyarán lo que haga falta a Sánchez para que el gobierno no se vea en la necesidad de convocarlas.

Le va en ello la supervivencia del partido y, sobre todo, el futuro político y personal de Pablo Iglesias. Futuro que es una verdadera incógnita porque está en una situación sumamente indeseable por inestable: tiene más poder que nunca ha tenido, pero el menor respaldo en votos de su historia de “renovador” de la política.

Es muy probable que Sánchez trate de mantenerlo porque lo necesita, pero no parece que tenga ninguna posibilidad de conseguir ayuda y comprensión en Europa llevando este lastre en la mochila. Veremos.

Y en cuanto a los blanqueos de los “imblanqueables”, las elecciones en Cataluña no se harán esperar. ¿Qué pasará con el PSC y ERC? Es probable que ocurra lo que en el País Vasco. Que el blanqueado resulte triunfador y el blanqueador no gane ni votos ni escaños. ERC gana, PSC pierde.

Mención aparte merece la ascensión insospechada del Bloque  Nacionalista Galego,  “el Galegista”. Mucho tiene que ver la imagen personal de Ana Belén Pontón y su discurso moderado, tan diferente al que mantenía en su día José Manuel Beiras. Puede que este partido, que defiende temas sociales bastante generales y un avance en las competencias de la autonomía, haya capturado una buena parte de los votantes moderados de Podemos que, como ha ocurrido en el País Vasco, no han ido a aparar al Partido Socialista.

Podríamos decir que es un discurso parecido al de Convergencia hace quince o veinte años, pero no hay que olvidar que los partidos nacionalistas españoles  nos han complicado mucho la convivencia. Con muy pocas excepciones, como la de la desaparecida Unión Valenciana de  González Lizondo, que nunca defendió un nacionalismo valenciano rupturista o excluyente.

Y la última impresión es que el triunfo personal de Feijoó obligará a una reflexión profunda en las estrategias del PP. Es cierto, repito, que los resultados autonómicos no son extrapolables a nivel nacional, pero también lo es que el talante y la forma de hacer política del renovado presidente es un ejemplo a imitar. Un modelo muy a lo Rajoy, al que le sobró, sin duda, el exceso de confianza en su equipo colaborador que al final resultó que buscaban más sus intereses personales que los del partido.

Todo ellos, los grandes patriotas y fieles al PP, menos Casado, desaparecidos “en sus cosas”.

Desmontando lo que “dicen que van a hacer” 2.- El gobierno calamar y los supuesto cambios constitucionales

Reconozco que soy injusto porque no tenemos un gobierno calamar, sino a una parte de miembros del gobierno especialmente expertos en lanzar chorros de tinta negra para enmascarar sus vergüenzas cuando se ven amenazados.

Lo ha sido y lo es el presidente cuando desenterraba a Franco cada dos por tres y lo sigue siendo en cada sesión parlamentaria cuando ejerce de oposición de la oposición y no contesta a una sola pregunta. Ni una. Su muletilla es casi un “como se atreve a…” o “lo que tienen que hacer es arrimar el hombro”  y san “seacabó”.

Pero el gran maestro del “esto no es lo que parece”, el gran mago del engaño y la manipulación es nuestro querido vicepresidente iglesias. Sánchez, “el superviviente” ha peleado, pactado, trampeado y todo lo que se quiera para acabar con todos los puristas que le apearon del PSOE, pero también trabajó muy duramente recorriendo cada delegación para conseguir adeptos. Se lo “curró”

Nuestro macho alfa no. Nuestro brillante vicepresidente es una especie de personaje de ficción, inventado, sin más bagaje que el haber actuado como comunista universitario y haber colaborado asesorando a gobiernos sudamericanos sumidos hoy en el desorden y la miseria. Asesorando con la palabra, como acostumbra, y cobrando en buenos dólares.

Es pura imagen y presencia en pantalla, medio en el que se maneja especialmente bien. Muy brillantemente diría yo. Y que tiene, hay que reconocerlo, una “labia” capaz de engatusar al más escéptico. Que hasta a notarios conocidos míos llegó a engatusar.

Y no es por lo que dice que, o no es nada, o son mentiras y medias verdades, sino por como lo dice. Con esa pose estudiada de avanzar media parte del torso en el atril, fruncir las cejas y poner cara de verdad absoluta. Pose de manual de estilo de cualquier libro sobre lenguaje corporal.

Iglesias ha enterrado sin honores a la mayoría de su antigua vieja guardia, ha sobrevivido a cambios personales, a escándalos sexuales, a frases machistas e irrespetuosas sobre la mujer presentándose al mismo tiempo como gran feminista, y a un montón de líos y componendas de todo tipo. Y ahí está él, tan “pito”, como diría mi abuela María y actuando como si fuera él el que tiene la razón.

Como digo: un prestidigitador  de muy alto nivel. Ni nuestro entrañable Juan Tamariz, que me hizo subir al escenario en una de sus actuaciones y me tomó el pelo todo lo que quiso.

Y siempre sale de apuros distrayendo la atención evocando casos ajenos, siempre “muy importantes”, mucho más que sus pequeños “pecadillos”, o pretendiendo abanderar grandes causas. Como la de conseguir la tercera república española

Ahora ambos se sienten amenazados. El presidente por su futuro inmediato en la Comunidad Europea a la que tiene que acudir, ahora sí, sin disfraces ni más mascarillas que las que impone el terrible COVID19. Iglesias por sus problemas legales con la famosa tarjeta de móvil, entre otros, que ha retenido, según sus argumentos de paladín del siglo XXI,  para proteger a una “pobre mujer” de 25 años y por sus mentiras a la judicatura.

Y, héteme aquí, que para estos líos no será suficiente con desenterrar a más “represaliados del franquismo”, como anunció la nuestra vicepresidenta y a Franco ya lo tienen en su nuevo emplazamiento.

Pero el lamentable caso del Rey emérito les ha brindado un puente de plata. A ambos.

No han actuado con la misma intensidad, pero si en la misma dirección: El lema de la pancarta virtual de Sánchez dice “la monarquía es algo a controlar, hay que limitar sus privilegios”. Por cierto, al presidente del gobierno no, porque le basta con declarar “secreto de estado” cualquiera de sus correrías en Falcon, sus gastos desconocidos o sus extrañas negociaciones con el que se ponga a mano.

La de Pablo Iglesias es mucho más rotunda y ambiciosa: “hay que cambiar la forma de estado y declarar la tercera República”, que será nuestra tierra de leche y miel según anuncia el vicepresidente.

La monarquía es una “situación que genera alarma” afirma Iglesias y no se lo puedo negar porque desconozco el dato de “cuantos son sus cuantos” ni cuales son sus fuentes, pero de lo que estoy seguro, totalmente seguro, absolutamente seguro, es que el número de españoles alarmados por nuestra forma de Estado es mínimo, casi insignificante, si lo pudiéramos comparar con la alarma que genera tenerle a él como vicepresidente de una nación moderna y democrática, sumida en una profunda crisis y que tiene que negociar condicione de ayuda con la Comunidad Europea.

Pero ambos tienen una cose en común: su cinismo. El primero por decir que va a proponer una reforma de la Constitución que elimine la inviolabilidad del Rey y el segundo por decir que va a proponer un referéndum para cambiar la forma del Estado.

En ambos casos mienten como bellacos porque saben que cambiar determinados artículos de la Constitución requiere un mecanismo muy complejo que fijaron sus redactores. Y no lo hicieron para que fuera intocable, sino para evitar que personajes de poco juicio o con extraños intereses destruyeran la forma de Estado y nuestra convivencia por uno o varios platos de lentejas.

Es decir, se aseguraron de que si se hacían cambios constitucionales fuera la gran mayoría de los españoles, y no el gobierno de turno quien lo decidiera.

Y este mecanismo es:

Artículo 168

1. Cuando se propusiere la revisión total de la Constitución o una parcial que afecte al Título preliminar, al Capítulo segundo, Sección primera del Título I, o al Título II, se procederá a la aprobación del principio por mayoría de dos tercios de cada Cámara, y a la disolución inmediata de las Cortes.

2. Las Cámaras elegidas deberán ratificar la decisión y proceder al estudio del nuevo texto constitucional, que deberá ser aprobado por mayoría de dos tercios de ambas Cámaras.

3. Aprobada la reforma por las Cortes Generales, será sometida a referéndum para su ratificación.

Es decir: que para cambiar la forma de estado en el Título preliminar, donde se define la forma de Estado, o el Título II, que enmarca las obligaciones y garantías de la Corona, se debe:

  • Aprobar por mayoría de dos tercios de cada Cámara
  • Disolver las cortes
  • Convocar elecciones
  • Que las Cámaras recién elegidas ratifiquen la propuesta de cambio y preparen el nuevo texto.
  • Que se convoque un referéndum para su ratificación.

¿A qué viene pues ese intento de engañar a la ciudadanía de Pedro Sánchez cuando dice que va a proponer suprimir la inviolabilidad del Rey como si fuera algo de rutina, como cambiar el nombre de una calle?

¿A qué viene la prepotencia de Iglesias cuando dice que va a proponer un referéndum para cambiar el modelo de Estado como si las convocatorias del referéndum lo pudieran aprobar directamente las Cámaras sin más trámites?

Ambos saben muy bien que esas cosas solo ocurren en estados bananeros en los que se saltan las leyes y las constituciones cuando les viene en gana a sus presidentes, pero España, mal que les pese, es una nación en la que los gobiernos están sujetos al dominio de la ley y sus posibilidades de decretar leyes son, exactamente, las que les marca la Constitución.

Y que los gobiernos, salvo estados de guerra, de alarma, de excepción o de sitio, deben someter sus decisiones a la aprobación de las Cámaras. La excepción la regula el artículo 86 que acepta como legal el “decreto ley”, por el que los gobiernos pueden dictar disposiciones que posteriormente deberán aprobar las Cámaras.

Procedimiento del que han abusado todos los gobiernos para tomar decisiones por la via del atajo y muy especialmente el actual que, en algunos casos, ha aprovechado el estado de alarma decretado con motivo de la pandemia para tomar decisiones políticas o publicar nombramientos que nada tenían que ver con la salud de los españoles.

Lo que demuestra un intento continuado de los políticos que nos gobiernan o nos han gobernado para buscar rendijas legales que les permitan tomar decisiones de dudosa oportunidad y para su beneficio personal o político.

¿Y cómo queda todo esto? Pues muy mal. Es cierto que ni el presidente ni el vicepresidente pueden hacer “lo que dicen que van a hacer”, pero mientras, siembran falsas expectativas en los menos y alarma en los más. Naturalmente ni TVE, controlada por la muy puro independiente Rosa María Mateo ni los medios afines van a decir lo que estoy diciendo yo. Solo lo hará la oposición, los medios de comunicación independientes y los periodistas libres, que quedan muchos y que, posiblemente por eso, están en el punto de mira del poder.

Y cuatro románticos como yo que nos creemos en la obligación moral de ser didácticos exponiendo a nuestros seguidores cual es nuestra forma de Estado y cuales son nuestras garantías constitucionales y en denunciar las trampas y miserias de algunos políticos, sean de la ideología que sean.

A los que se les ve el plumero por mucha tinta que lancen para camuflarse.