He puesto este recorte, no para poner en valor la actuación de los populares de la época, sino como ejemplo de los bandazos que se han dado desde que los políticos decidieron abanderar el movimiento para sacar rédito electoral.

Claro que los políticos deben de intervenir en el desarrollo del feminismo, porque son ellos los que dictan leyes, pero no capitalizarlo utilizando argumentos para conseguir votos, porque es un tema de la sociedad en general y no propiedad de nadie.
Mi opinión es que, desde todos los puntos de vista, la mujer no es igual al hombre de la misma forma que un niño no es igual que un adulto. Y aclaro que es una simple comparación para reforzar el argumento, sin juicios de valor sobre la capacidad cognitiva de hombres y mujeres o cualquier otra circunstancia que suponga supremacía masculina. En absoluto.
Y si no se reconoce esa diferencia, como ocurrió en el momento que se reseña en el artículo, se perjudica a la parte más débil y con más condicionantes en lo físico, que no en el intelectual que es igual o superior, yo lo creo así, que el de los hombres.
Por supuesto que a la mujer hay que reconocerle los mismos derechos que al hombre, derechos que en España están plenamente reconocidos por la ley, pero también lo es que no goza de la necesaria igualdad de oportunidades. Y ese es el que debería ser el verdadero argumento del feminismo.
Y cuando hablo de derechos y oportunidades excluyo sandeces como el famoso eslogan que proclamaba que la mujer debe poder ir de noche, sola y borracha por la calle sin que nadie la agreda, derecho que también tiene los hombres, por supuesto, pero mejor no intentarlo.
Me refiero a que, reconociendo sus condicionantes, se la facilite el de ser madres si quieren serlo, con guarderías subvencionadas hasta que los niños puedan entrar en preescolar, incluso más tiempo en determinadas circunstancias, jornadas con horarios flexibles para conciliar la vida familiar con la laboral, protección real a madres solteras, como también a las que tienen embarazos indeseados y no quieren abortar, y otras de este tipo.
¿Quieren reducir el número de abortos, por ejemplo? En lugar de hacerlas escuchar latidos de corazón, tranquilícenlas, proporciónenlas ayudas económicas y sociales como si ya fueran madres solteras durante todo el embarazo y, a partir del parto, como cualquier otra madre. Seguro que así se evitarían muchos.
Es decir, sustituir los eslóganes y los titulares de prensa por ayudas efectivas para las mujeres que lo necesiten por cualquier circunstancia relacionada con su sexo y su situación. Lo demás son milongas.
Y no se asusten porque, aunque parezca que estas medidas comportarían mucho gasto público, pueden estar seguros de que todo lo que he comentado hasta ahora supondría una mínima partida en los Presupuestos Generales del Estado, mucho más baja que las que se están aplicando para gastos suntuarios o movidas políticas de muy poco valor para la ciudadanía, incluidas muchas de las que ahora maneja el ministerio de igualdad.
Con la ventaja de que fomentar la natalidad y favorecer a las mujeres, supone obtener beneficios sociales de mucho calado.
Y olvidar tonterías innecesarias como los ridículos eslóganes de bajas laborales por menstruaciones, como ejemplo de la insensatez y de la demagogia, porque una mujer que tiene menstruaciones dolorosas puede pedir la baja médica sin ningún problema y porque en las empresas, y yo he tenido muchas mujeres en la mía, “se sabe” cuando las empleadas más afectadas están en esa situación y se les tiene una consideración especial.
El contenido de este artículo viene a cuento porque en aquellos tiempos, primer error, se defendió desde un determinado feminismo que la mujer es “igual al hombre” y por eso el socialismo de entonces retiró todos los agravantes cuando la víctima de una agresión era una mujer, uno de los cuales era el “desprecio de sexo”. Agravantes que en este momento se están llevando a la exageración por el llamado feminismo extremo, que no ha dejado de dar volantazos desde que se descubrió el filón propagandista que suponía para determinados partidos el afirmar que solo ellos defendían a la mujer y que “estaba todo por hacer”.
Que la mujer ha sido en el pasado una auténtica mula de carga, en el sentido metafórico de la palabra, responsable del hogar y de los hijos es una realidad indiscutible. Como también lo es que durante la dictadura, la Sección Femenina educaba las jóvenes a ser buenas esposas, buenas madres y excelentes amas de casa. Pero desde entonces hasta ahora ha corrido mucha agua por los ríos y es hora de avanzar desde la realidad actual y no inventando otra inexistente, ya superada.
Insisto en que la lucha ha de centrarse en facilitarles que puedan participar en la sociedad en la medida que quieran hacerlo y con las ayudas necesarias para conseguirlo.
Sin trampas ni demagogias.
Se dice, por ejemplo, que los salarios promedio de las mujeres es inferior al de los hombres, pero, siendo verdad, es una visión distorsionada de los hechos. Según la ley y los convenios sindicales, los salarios se fijan en función de la categoría laboral del empleado, sin distinción de sexo, pero es un hecho que muchas mujeres están obligadas por sus responsabilidades familiares a tener jornadas reducidas, por lo que sus ingresos reales son inferiores. Pero la causa raíz, lo que hay que denunciar, no es que esté asumido ni aceptado que la mujer cobre menos que el varón, sino la falta de apoyos del Estado para poder trabajar más horas si quieren hacerlo.
También se puede dar el caso de que, trabajando las mismas horas, algunas empresas tengan registradas a las mujeres en una categoría laboral inferior a la de un hombre que hace exactamente su mismo trabajo. Pero ese es un problema de inmoralidad del contratante y de falta de inspección de trabajo, porque hay pocos inspectores y porque, habiendo tanta información en la redes, no se están desarrollando mecanismos que crucen datos de contratación en las empresas con los puestos de trabajo, el sexo de los contratados y cuantos datos sean necesarios para disparar alarmas de fraude.
Aunque esta misma situación también se da en el mundo de le empresa, especialmente en el de la pequeña empresa y en el de los autónomos con empleados, en el que hombres y mujeres están contratados por un determinado número de horas y “obligados” a trabajar más de las contratadas por el mismo salario o cobrando una parte “en negro”.
En resumen: No hay ninguna duda de que la sociedad actual tiene muchos problemas y que las mujeres están especialmente perjudicadas en temas como las agresiones sexuales, un desamparo evidente en muchas facetas de sus vidas, o la dificultad para poder desempeñar algunos de los roles que les corresponde por su sexo, pero también lo es que todos ellos y muy especialmente los de la mujer, solo son objeto de titulares interesados sin que nadie entre a fondo en sus causa-raíz ni en proporcionarlas las ayudas necesarias.
En parte porque la maldita política interesada y populista está desviando el foco del problema hacia una dirección equivocada.
José Luis Martínez Ángel
Valencia 15 de febrero de 2023