Las causas de las minorías, los perjuicios a los ciudadanos, y la ley de huelga.

Barcelona está sumida en un grave caos social porque los taxistas de la ciudad han decidido movilizarse para que el Ayuntamiento retire o limite las licencias de los coches de alquiler con conductor, que son una de sus competencias actuales.

Pero hace unos días, el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya declaró que el Área Metropolitana de Barcelona: “Carece de potestad reglamentaria para regular el arrendamiento de vehículos con conductor. Un argumento con el que el tribunal mantiene vigente la suspensión cautelar del reglamento metropolitano que pretendía restringir este tipo de licencias VTC.

El tribunal es consciente de que la suspensión cautelar del reglamento puede perjudicar al sector del taxi, que puede resultar gravemente afectado por la competencia de los vehículos con autorización VTC”, admite el auto, que concluye, no obstante, que la AMB no tiene competencias sobre este tipo de licencias, sino sólo en lo que respecta al taxi.

El recurso, presentado por la Comisión Nacional de Mercados y Competencias (CNMC), ha propiciado la suspensión cautelar del TSJC, pese a que el Supremo avaló el límite de 1 licencia de VTC por cada treintena de taxis en pro del “interés general””(La Vanguardia 28/7/18)

Es decir, los Ayuntamientos tienen capacidad legal para regular los servicios de taxi de sus respectivas localidades, pero no para tomar medidas de ningún tipo sobre los coches con conductor.

El caso es que los taxistas insisten en querer bloquear este nuevo servicio y para conseguirlo han pasado de la queja a la protesta, y de ahí a la algarada y a la ocupación ilegal de calles y plazas de la ciudad, dificultando, incluso paralizando, la libre circulación de vehículos.

No entiendo de razones jurídicas y mucho menos en un tema tan complejo que atañe a jurisdicciones locales, nacionales, e incluso de la Comunidad Europea, pero hay una cosa que está muy clara.La huelga, definida como “forma de protesta de los trabajadores consistente en el cese del trabajo hecho de común acuerdo con el fin de conseguir mejoras laborales o sociales” está recogida en la Constitución, concretamente en el artículo 28.2, en el que “se reconoce el derecho a la huelga de los trabajadores para la defensa de sus intereses. La Ley que regule el ejercicio de este derecho establecerá las garantías precisas para asegurar el mantenimiento de los servicios esenciales de la comunidad”.

El primer problema, y muy importante, es que la ley que se invoca en el artículo nunca se ha abordado en el Congreso. Y no se ha hecho por cobardía manifiesta de los partidos de izquierda, a los que considerarían desleales y traidores a las esencias de la lucha obrera, y de los de la derecha, para que no les tachen de recortadores de derechos sociales, y de ser partidarios del sindicalismo vertical de la época de Franco.

Y, por esa razón, tenemos lo que tenemos. La huelga se concibió como herramienta de presión a las empresas para forzarlas a negociar mejoras salariales, sociales o de condiciones laborales, pero en un momento determinado los grandes colectivos descubrieron que era mucho más eficaz tomar como rehenes a la ciudadanía, a la que no dudan en perjudicar de forma indiscriminada y salvaje “porque ellos tienen razón”. Y lo seguirán haciendo “hasta el final”, frase estas tan de moda desde hace una década.

Y no importa en absoluto que en el atasco hayan personas mayores, o enfermas, o que iban a comenzar sus vacaciones, o que se dirigían a su puesto de trabajo. O a tomar una cerveza con sus amigos, que tanto da.

Eso sin contar las molestias menores y la mala imagen que se está dando de Barcelona en particular y de España en General. Pero, claro. Ellos tienen un problema y se consideran cargados de razón y, lo que es más grave, de inmunidad.

Pero los ciudadanos y la imagen de la ciudad no importan. Son simples daños colaterales porque los alborotadores se sienten cargados de razón. Y “van a conseguir” lo que se proponen.

Y, otra vez, la cobardía de los políticos y de las autoridades responsables de mantener el orden público. Yo no quiero que carguen contra ellos o que retiren los taxis con excavadoras. No son tiempos de tomar estas medidas, que tampoco son necesarias.

Cargar contra esos veinte manifestantes que bloquean una carretera incendiando cubiertas de automóvil si no obedecen a la autoridad, sí. Pero contra los cientos de taxis parados no. Es mucho más sencillo, y seguramente mucho más eficaz, tomar las matrículas de cada uno de ellos e imponerles la sanción máxima posible con cobro ejecutivo. Que hoy en día, si las multas se pasan a cobro ejecutivo nadie se libra de pagarlas. Como hace la Guardia Civil en las carreteras.

Y, claro, luego está el Artículo 65.4, de la “norma de conducir por puntos”, que considera faltas muy graves, sancionables con hasta 6, alguno de los supuestos previstos en la norma. Como los siguientes:

b) Paradas y estacionamientos en lugares peligrosos o que obstaculicen gravemente la circulación constituyendo un riesgo u obstáculo para la circulación, especialmente de peatones, en los términos que se determinen reglamentariamente.

j) No respetar las señales de los agentes que regulan la circulación.

¡No me digan que no tienen herramientas legales para proteger a los cientos de miles, quizás millones, de perjudicados por esta moda de machacar al ciudadano en su beneficio! Adviértanles de que sufrirán sanciones económicas y retirada de puntos. Y si siguen en su actitud, ejecuten.

Y sin querer marcar similitudes, que no las hay, la Kale Borroka se acabó cuando los que quemaban autobuses, o sus padres, tuvieron que pagar los daños producidos.

Y con ello no quiero decir, ni mucho menos, que los taxistas no tienen razón, porque lo desconozco. Pero de lo que sí que estoy seguro es de que este no es el método. Y que la responsabilidad, aun siendo ellos los infractores, no es suya. Es de los que consienten que estas cosas ocurran pudiendo evitarlo por miedo a parecer como los malos de la película.

Protestas y manifestaciones autorizadas sí, porque tienen todo el derecho. Tomar las calles no.

Ley de huelga pronto, por favor.

Fundación del Monasterio de la Virgen Santísima de los Dolores y los Tres Reyes Magos

Parte del libro “Historia de la provincia de la Corona de Aragón” – De Don Antonio Francisco Aguado. Parte del libro en el que se relata la fundación del Monasterio de la Virgen Santísima de los Dolores y los Tres Reyes Magos, de la Orden Agustina en 1556

Páginas de Historia Corona de Aragon – Agustinas de Bocairent

La política sexista, el léxico, y el “no es no”

El otro día escuché las declaraciones de la vicepresidenta, y no puedo por menos que manifestar mi sorpresa al comprobar que el gobierno tiene un plan prioritario, prioritario, entre los varios planes prioritarios que ha anunciado: Impulsar la terminología de géneros, animándonos a desmontar los genéricos para utilizar los masculinos y los femeninos. Perfecto. A eso se llama economía de lenguaje y rascarse la cabeza cuando lo que nos pica son otras partes del cuerpo. Avanzando hacia una sociedad modelo “¿Cómo están Uds.?”, para lo que están buscando asesores y asesoras en el mundo de la diversión y de la farándula, me figuro, porque no los encontrarán en el de la Academia.

Recuerdo que de niño jugábamos a modificar el idioma de diversas maneras. Una de ellas era añadir una especie de sufijo, solo que no era al final de cada palabra, sino después de cada sílaba, y que se componía de la letra “p” y la vocal contenida en la sílaba. Por ejemplo: Sí la frase era “mañana nos veremos en clase”, teníamos que decir “mapañapanapa nospo veperepemospo enpe clapasepe”. Supongo que mis amigos y amigas de mi misma edad de Bocairent lo recordarán. Lo cierto es que conseguíamos bastante fluidez en la conversación y era divertido.

Naturalmente eran juegos de niños y, como es lógico, me refiero a una época sin teléfonos móviles, tablet’s, televisiones, ni internet, donde nuestro mejor escenario cuando salíamos de clase era la calle o el monte, y nuestro mejor juguete la imaginación. Juguete que no consumía pilas ni necesitaba recargarse, y que se ajustaba a cualquier momento y a cualquier situación.

Época de solidaridad y convivencia necesaria porque todos, y me refiero a los mayores, se necesitaban los unos a los otros para salir adelante. Era una época en la que la sencillez en las relaciones y las comunicaciones entre personas era lo habitual. La gente se entendía porque la ignorancia de algunos sectores de población que vivían aislados en las masías, y el analfabetismo de muchos mayores, convivía con la buena voluntad general, y todos acomodaban, acomodábamos, la comunicación y los mensajes al nivel de los menos “estudiados”. Sin utilizar palabras grandilocuentes ni pasarnos de listos.

Pero ahora no se trata de juegos de niños. Son problemas muy serios que hay que atajar, porque hay toda una batería de reclamos para que nos salgamos de la ortodoxia de los comportamientos sensatos, y la sociedad ha perdido gran parte de la solidaridad.

Cuando hacía alguna trastada, una de mis abuelas me decía, “cuando el diablo no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo”. Los mayores de Bocairent eran menos sofisticados y cuando veían que alguien hacia o decía alguna inutilidad, lo que ahora llamamos “una parida”, lo simplificaban diciendo que era como consecuencia de la “falta de faena” del promotor de la iniciativa. Y, como era habitual en la filosofía popular, no andaban muy desencaminados.

El problema es que esta sociedad de ilustres subvencionados ha sido caldo de cultivo de los que tienen demasiado tiempo libre en la administración, y necesitan inventar normas y reglas para justificar sus sueldos y hacerse notar. Dar la impresión de que hacen algo.

Y, francamente, todo esto de miembros y miembras, portavoces y portavozas, suena un poco a broma. A “porpotapavopocespe”. Es correcto decir parlamentarios y parlamentarias o jueces y juezas. El diccionario, por ejemplo, contempla la voz “juez, a”, por lo que decir “la señora jueza” es igual de correcto que “la señora juez”, y lo mismo ocurre con “parlamentario, a” y con “ministro, a”. Pero de ahí a tener que “feminizar” todas las voces hay todo un mundo de trabajo innecesario y de postureo. Mucho postureo.

El que manda en el idioma es la Academia que, afortunadamente, es independiente de los gobiernos y de los parlamentos, y es la que se encarga de admitir nuevas voces cuando son de uso popular o utilizadas por escritores acreditados. Y no todo lo contrario. Lo correcto, lo práctico, lo pedagógico, y lo establecido, es que el gobierno y los parlamentarios utilicen las palabras registradas en el diccionario, y no que el diccionario, y el habla del pueblo, tenga que aceptar el uso de las palabras, palabros, que se les ocurra a los gobiernos de turno o a nuestros muy insignes representantes en el parlamento.

¡Faltaría más!

En cuanto a la supuesta protección de la mujer via léxico, no pueden estar más equivocados. Hay depredadores, demasiados, pero son minoría entre los varones. Como hay depredadoras entre las mujeres, y asesinos, por poner un caso, en ambos sexos. ¿Creen que decir portavoces y portavozas hubiera detenido a “la manada” o a los violadores reincidentes?

Mi opinión es que cuantas menos distancias se marquen, menos barreras se levanten y menos tabúes se manejen en las relaciones hombre/mujer será mejor para ambos y muy especialmente para la mujer. La mujer no necesita semejantes majaderías para que se la respete. Y el que no quiere respetarla no se parará por giros gramaticales ni juegos de palabras. Ni siquiera, lamentablemente, por la amenaza de sentencias muy severas, que hay que aplicar, porque los que cometen delitos graves suelen hacerlo por pasión, maldad, o impulso irrefrenable que les nubla la mente. Y lo harán “pase lo que pase”, excepto algunos que suponen vanamente que no les descubrirán.

Parte de la violencia de género tiene su origen en la tan mal entendida filosofía tradicional de “la maté porque era mía”, tan extendida por la cultura popular, que incluso inspiraba canciones tan difundidas como “en la cárcel de Villa”

“En la cárcel de Villa – hoy me van a encerrar – pues los jueces castigan – el delito de amar – Ella fue mi tormento – ella fue mi pasión – pero un día la ingrata – de mi amor se rió”.

Lo que justificó que:

Por sus malas acciones – la partí el corazón – pues el mío partío – me dejó su traición”.

Y estas actitudes, la de considerar “delito de amar” a una mujer el partirle el corazón con un cuchillo, no se resuelven con sentencias que, repito, deben de ser muy severas, sino con educación escolar, familiar, cívica y social. Empezando por los propios políticos, varones y hembras, que en muchas ocasiones hacen gala de un machismo o feminismo inculto, desproporcionado, e inaceptable en cargos de representación. Y no quiero citar casos concretos.

O son muy lo uno o lo otro según quién ofenda a las mujeres, porque también aquí hay bandos. En algunos casos son actitudes muy reprobables que merecen todo el desprecio social, y en otro, las mismas frases dichas por otras personas son bromas inocentes, están “sacadas de contexto”, o se apela a la libertad de expresión.

Y a la historia de los últimos cien años me remito. Bajo la apariencia de que la mujer de entonces aparecía como subida a un pedestal, por conveniencias de los varones naturalmente, tenía que someterse si era esposa, esconderse si era amante, trabajar en según qué oficios, y pasear con sus novios con “carabina”.

Dando un salto en el tiempo, la mujer se ha liberado de perjuicios y tiene reconocidos los mismos derechos que el varón, pero este nuevo estatus ha provocado situaciones desconocidas hasta ahora. La igualdad, tan justa como necesaria, ha originado nuevos problemas porque una parte de las mujeres, especialmente las jóvenes, han querido emular al varón, si no igualarlo, recuperando en un tiempo record el tiempo perdido. Digamos mejor que el que perdieron sus madres y sus abuelas.

No es el mismo caso, pero también ocurrió con el famoso “destape” que, con un disfraz de libertades, consiguió que se usara a la mujer como objeto de taquilla a base de desnudarla viniera o no viniera a cuento. A cuento que nunca venía con los varones que, como máximo, se presentaban en las pantallas en ropa interior. Y cuando yo me asombraba del hecho, me decían que la mujer tenía todo el derecho a desnudarse. Claro que sí, pero también tenía todo el derecho a ver hombres desnudos en las pantallas, cosa que no ocurría. Al final lo que se disfrazaba de libertad, no era más que otra forma de manipulación, en este caso por motivos económicos.

Y cuando se asumen libertades y nuevos roles, también se tienen que asumir los nuevos peligros y tomar más medidas preventivas. Como la mujer fuma más, padece más cánceres de pulmón que sus antecesoras. Como sale a la calle con más libertad y con horarios ilimitados, tiene más riesgos de sufrir percances. Como acuden a lugares masificados donde se bebe, es más fácil que las agredan. Como a los hombres. Solo que ellas tienen un riesgo añadido por ser mujeres.

Porque, hay que decirlo y repetirlo hasta la saciedad, con reconocer derechos y promulgar leyes no basta. De hecho solo nos sirve a los que, de natural, respetamos las leyes y a las mujeres.

Es necesario reforzar la educación de niños y niñas, y tomar medidas preventivas. Me gusta la de una ciudad, no se si Bilbao, que ha decidido que sus autobuses hagan paradas intermedias por la noche si las mujeres lo solicitan. ¡Eso está muy bien! Y es una medida sencilla y práctica.

Porque pregonar a los cuatro vientos que el “no es no” solo valdrá si la pareja respeta las normas. No solamente estas, sino las normas en general. A los varones que se consideran por encima de la ley, a los sociópatas, a los ebrios, a los drogados, o a los que tienen trastornos mentales, no les parará un millón de “noes”.

Lo práctico es pues potenciar la prevención con la educación, y advertir a los jóvenes de ambos sexos de los peligros que tiene el alcohol, las drogas y el exceso de confianza. Y muy especialmente esta última que parece la más inofensiva: el exceso de confianza.

Y con esto no quiero decir, de ninguna manera, que una mujer que se ha tomado unas cervezas sea la responsable de su violación, pero debe evitar los ambientes por donde pululan hombre poco de fiar, varones que también han tomado alcohol y que, desinhibidos, pueden sobrepasarse, y varones u otras mujeres, que las inciten a beber alcohol o las droguen para abusar sexualmente de ellas.

Parece que la multitud protege, pero es mentira porque depende del tipo de multitud que te rodea. Si estás en un botellón, es muy probable que nadie haga nada por evitarlo. Que no te vean. Que ni se den cuenta de que te están violando. Incluso puede parecerles que “estás de marcha”.

El otro día, hablando de estos temas con una persona joven y muy querida le pregunté qué pasaría si, después de decir que “no”, el varón no paraba. Y me contestó que se le podía parar con una “hostia”. Craso error propio de la ignorancia y el subidón de moral y de falta de realismo que han dado a las mujeres con el tema de la igualdad. Si son varios no tendrá remedio, y si es uno solo, lo más probable es que tampoco. Seguramente abusarán de ella y, según quien sea su agresor, puede acabar maltratada o muerta.

Porque la mujer, que suele ser más inteligente que el hombre, no es más fuerte que el varón salvo en contadas ocasiones. Yo le decía que lo único práctico era marcar el “no” mucho antes de que se llegara a un nivel de intimidad peligroso, pero no creo que aceptara mi consejo. Se la veía muy segura de su fuerza. Muy “gallito”.

Situación tan peligrosa como ir de noche, sola, por calles poco frecuentadas y mal iluminadas. El terreno preferido de ladrones y de acosadores. Nosotros, los varones, también las evitamos. Prevención por nuestra parte, y vigilancia y protección por parte de las autoridades competentes.

Por cierto y volviendo al “nuevo idioma”. Tal como están las cosas me extraña que los colectivos gay no hayan reclamado para sí artículos determinantes. Ni “los” ni “las”. ¡Otra complicación!

El Gobierno de la Generalitat, y el antiguo convento de Santo Domingo.

He seguido con sorpresa la insistencia del tripartito que nos gobierna en que les cedan la propiedad del edificio de Capitanía y yo, que trato de adivinar el porqué de las decisiones, no encuentro las razones que puedan tener para este empecinamiento.

No puede ser para que los valencianos puedan acceder y disfrutar de unas instalaciones de tanto valor arquitectónico, histórico y cultural, porque ya lo hacemos. No está abierta 24 horas al día, pero sí que tiene horarios muy cómodos y, normalmente, se organizan visitas guiadas por personas afines a las fuerzas armadas, conocedoras del edificio y de su historia, y con voluntad manifiesta de presentarlo con toda su carga de emotividad. Ningún guía podría hacerlo mejor.

Tampoco debe ser porque el Gobierno de la Generalitat necesite edificios emblemáticos para desarrollar su actividad representativa o al servicio de los ciudadanos. Tenemos los suficientes de mucho nivel, y hay muchos otros cerrados o cedidos que se podrían utilizar.

Y si no es por el servicio al ciudadano, ¿Cuál es la razón para pedir la cesión?

“Ocupar” Capitanía obligaría a mantenerla en un estado de conservación similar, como mínimo, al actual, lo que supondría un gasto muy importante que tendría que asumir la Generalitat, cuando tenemos tantas carencias por resolver y estamos reivindicando al gobierno una mejora en la asignación presupuestaria porque “no llegamos”.

Luego, si esta petición no favorece a los ciudadanos y supondría una carga adicional, y no pequeña, a las arcas de la Generalitat, solo se me ocurren razones políticas, de esas tan peregrinas a las que nos tienen acostumbrados los políticos en ejercicio.

Esa especie de voracidad que les empuja a ocupar todo lo ocupable, e incluso lo que no pueden ni deben ocupar, cueste lo que cueste y valga para lo que valga.
Se ha extendido el mensaje de que lo único importante en la vida pública, lo fundamental, es la política y su labor de defender el bienestar de los ciudadanos y administra sus recursos. Y por supuesto no estoy de acuerdo porque es una opinión interesada que minimiza al resto de la estructura organizativa del Estado.

Sin duda, la parte de la política que se ocupa de la gestión de lo público es fundamental. Algo con lo que contamos y necesitamos para disfrutar de las ventajas de una sociedad adelantada como la nuestra, pero, llegados a este punto, doy mucho más valor a la llamada “política real”, la de los ayuntamientos, que son los que en realidad gestionan nuestro día a día. Los que nos aseguran que los pueblos y la ciudades sean habitables y cómodas. Suministran o regulan el suministro del agua, de la electricidad, son los que recogen nuestras basuras, proporcionan el alumbrado público, limpian nuestras calles, regulan el tráfico y ejercen una vigilancia de primer nivel para que podamos transitar con un mínimo de seguridad por las calles.

Podríamos asegurar que esta es una tarea personal e intransferible que no admite delegaciones. Por eso, aunque de vez en cuando esté en desacuerdo con alguna decisión o discuta alguna iniciativa, soy muy respetuoso con la figura del alcalde, porque soy consciente de que, aunque no se vea, pasan muchas horas cuidando que todo vaya bien y controlando el buen funcionamiento de su municipio.

Y luego están los otros estamentos, Generalitat, Diputación, mucho más cuestionables porque, y por culpa de los propios responsables de su gestión, cada vez se convierten más en carga que en ayuda. Los poderes de la Generalitat los soportó directamente el gobierno de turno con sus ministerios durante la monarquía, la república y la dictadura, y no nos fue tan mal.

Se creó el estado de las autonomías para acercar la gestión a los afectados, pero a la larga, y manteniendo la vigencia de su razón de ser, se están convirtiendo en pequeños reinos de taifas que duplican tareas y complican con demasiada frecuencia el buen funcionamiento del Estado y la convivencia de los españoles por disputas de lo que es mío o es tuyo, de quien son o no son los ríos, o por la lucha por conseguir ventajas en la distribución de asignaciones de los presupuestos generales de la nación.

Insisto en que creo en el estado de las autonomías, pero entiendo muy necesario que se replanteen misiones y funciones de cada cual porque, o se resetea la situación, o no habrá forma de parar ese virus de las diferencias que nos está destrozando.

Las diputaciones son entes más cuestionados. Es cierto que prestan apoyo a los municipios y a la Generalitat, pero son servicios que podrían asumir directamente los apoyados. Opino que son prescindibles, pero no desaparecerán sin lucha porque se han convertido en casa y refugio de mucho amiguismo y de muchos intereses de imagen y poder.

Pero, lo mismo que lo dicho anteriormente es verdad, no es menos cierto que el Estado necesita complementos menos visibles en el día a día, pero imprescindibles. Necesitamos un ejército que nos defienda, no solo la seguridad de la nación, sino los valores y las libertades del mundo occidental, y de ahí la gran cantidad de misiones en el extranjero.

Como necesita un poder judicial, unas cortes, un cuerpo diplomático, unas fuerza de seguridad del estado, y tantas otras cosas que no “se ven” en lo cotidiano, pero que necesitamos que estén ahí cuando tenemos un pleito que resolver, un asesino que detener, una urgencia hospitalaria que nos salve la vida, etc.

Y si los necesitamos debemos asumirlo si reservas, apoyar su labor, y destacar sus méritos para conocimiento de la ciudadanía.

Pero llegamos a donde, posiblemente, deberíamos llegar. Al mundo de las ideologías y de las miserias de nuestros dirigentes.

Es posible que nuestro gobierno regional opine que Capitanía ha dejado de cumplir su misión de cuartel de tropas, que nunca lo ha sido, y “no entienden” su utilidad real.

Pero ocultan que este edificio es propiedad del ejército, y sede oficial del Capitán General de la III Región militar, figura de mucha dignidad protocolaria y una de las autoridades reconocidas en nuestro marco jurídico y legal, y que, afortunadamente, tiene una presencia funcional y no depende de las autoridades de la autonomías, sino del Ministerio del Ejército. Y las jurisdicciones de las capitanías, que es cambiante según los planes del ministerio, no coinciden exactamente con los de las diversas autonomías.

Como ocurre con las Zonas de la Guardia Civil, comandadas por un general, que dependen del Ministerio del Interior.

Y es como debe ser, porque si dependieran de los entes autonómicos, seguro que alguno de nuestros iluminados que presiden autonomías ya habrían decretado la salida del ejército o de la Guardia Civil de su territorio. Los mismos que han pedido en algunas ocasiones su desaparición.

Así pues, mis muy respetados responsables de la Generalitat Valenciana, dedíquense a lo suyo que bastante tienen. Y procuren combinar la gestión con la pedagogía, porque también es su responsabilidad. El primitivo convento de Santo Domingo se estableció como sede de Capitanía en Valencia desde la Desamortización de Mendizábal, por lo que, en el caso de que alguien pueda reclamar la propiedad histórica sería la Iglesia, y por supuesto no lo hará.

No incordien con sus sueños de poder y de grandeza, si no de perjudicar al ejército, y dedíquense a lo suyo, por favor. Que buena falta nos hace.

El Panteón de París – La sana envidia.

Acabo de leer la noticia de que Simone Veil y su marido, este último por el hecho de ser consorte de la ilustre política judía, ex presa en el campo de Auschwitz, destacada por su defensa de los derechos de la mujer, han sido trasladados al Panteón de París.

Y mi reflexión no se centra en la figura de la reconocida con este honor, sino en nuestra vecina Francia, nación de asilo que acogió a muchos exilados de nuestra guerra civil, la de la Revolución, de la Ilustración, de las comunas, y de la guillotina.

Y en su Panteón están enterrados revolucionarios, «ilustrados», pintores, escritores, científicos, militares, políticos y personajes históricos de cualquier tipo. Gente de la que Francia y los franceses se sienten orgullosos. Gente que hizo a Francia más grande desde sus tubos de ensayo, sus manuscritos o sus hechos de guerra. Y de cualquier signo político.

Y esto es lo que hace que naciones como Francia, que honran a sus ilustres y no reniegan de su historia, incluidos los episodios más negros y sangrientos, sean grandes y fuertes. Y que sus políticos canten juntos La Marsellesa cuando la nación se siente amenazada. Porque la historia, toda, es enseñanza. Porque los franceses no se consideran hijos ni de los unos ni de los otros. Son hijos de todos ellos. La consecuencia de éxitos y fracasos que no esconden ni de los que se avergüenzan.

Recuerdo con gran emoción mi visita a la cripta del Panteón al descubrir tumbas de personajes que estudié en mis libros de texto, cuando los libros de texto no se habían empequeñecido con historias manoseadas y empequeñecidas de las grandezas de cada autonomía, y nos sentíamos herederos de la cultura greco romana. Con la aportación inestimable de la iglesia católica, la de los aciertos y los errores, la de los santos y los pecadores.

Y la sana envidia de verlos juntos en aquellas galerías, cuando habían sido tan diferentes en vida. Pero tenían en común el hecho de ser franceses por nacimiento o por adopción, y haber contribuido a la grandeza de Francia, a su “grandeur”. Muchos con bustos o símbolos alusivos a su persona o su personalidad.

El panteón se comenzó durante la monarquía y se concluyó durante la revolución, y además de los féretros de los allí enterrados, en las paredes hay más de 1.000 placas conmemorativas de otros tantos personajes importantes de Francia.

Me considero español y estoy orgullosos de nuestra historia y de nuestra realidad, pero siempre he considerado la oportunidad perdida en tiempo de Fernando VII, ¡esa sí que fue una verdadera oportunidad perdida!, cuando tildaban de amanerados y poco españoles a los “afrancesados”, a los que defendían el acercamiento al país vecino, y la conveniencia de que se incorporara a la sociedad española parte de la enorme modernización que supuso la Revolución Francesa.

Seguro que otro gallo nos cantaría. No el gallo francés, porque España seguiría siendo España, pero una España que habría dado un salto en la historia iluminada por las luces de la Ilustración.

Aquí no. En España seguimos separando a los buenos de los malos, a los de derechas de los de izquierdas, a los que piensan como “yo” de los otros.

Si en España hubiéramos tenido un Panteón, y hablando solo de escritores y poetas, descansarían juntos Pio Baroja, Azorín, Miguel de Unamuno, Rafael Alberti, García Lorca, Gregorio Marañón, Miguel Hernández, José María Pemán, Rafael Duyos y tantos otros, todos ilustres, que tuvieron en común su amor a España y se diferenciaron por sus ideas políticas, sociales o religiosas.

Y en medio de todos ellos, poniendo paz, nuestro genial Mingote.

Pero no, nosotros somos un país intelectualmente subdesarrollado y mucho más cerca de los tiempos de la inquisición o de las checas de lo que nosotros mismos creemos.
Dios salve a España, lo digo como convicción, pero también como frase hecha para no herir sensibilidades, porque, por lo que veo, los españoles no llevamos camino de “salvarla”. Más bien de hundirla un poco más cada día.

Nosotros nunca hemos tenido tiempo de construir un panteón de ilustres. Andamos demasiado ocupados cambiando nombres de calles y rebuscando por las alcantarillas de la historia las partes oscuras de las biografías de los hombres y mujeres que han hecho algo por España.

Nosotros somos así. No podemos comportarnos como esos revisionistas cobardes “de fuera”. Somos gente de honor y no podemos perdonar ni olvidar. ¡Tenemos “memoria histórica”!

El “gobierno bonito” del “chico nuevo”.

Que quieren. Cada vez que veo a nuestro flamante presidente de gobierno en la tele, me viene a la cabeza las primeras estrofas de la salsa “Pedro el navaja” que triunfaba en mis años treinta:

Por la esquina del viejo barrio lo vi pasar
Con el tumbao que tienen los guapos al caminar…”

El caminar es suyo, el de siempre. Pero todo lo demás, ese correr como deslizándose tipo Obama, sin sudar y con una camiseta, muy casual, con el logo de Barcelona 92, esa escena con su perro tipo Obama, esa foto en el helicóptero con gafas de sol modelo piloto de combate, tipo Obama son, claramente, fruto de una asesoría de imagen.

También es suya, ¡el jodido es un guaperas!, esa sonrisa de media boca acompañada de un semialzado de ceja, marca de la casa. Pero lo de las manos, no. Esas manos expresivas, de conductor, de director de orquesta, son absolutamente artificiales. Buscadas. De cualquier manual de imagen.

Y pongo este ejemplo: en la página “En cuatro gestos que profundizarán tu liderazgo”, de “Finanzas»Personales”, se dice: “Si usted está en una posición de poder, es importante que refuerce su imagen de líder, para lo cual, expertos en lenguaje corporal le otorgan varios tipos para profundizar esta percepción,”

En la sección “cuatro gestos que profundizarán tu liderazgo” de esa misma página, y en el apartado “tome las riendas” se dice: Tome una posición en la que parezca que sus manos sostienen una rienda imaginaria. Y ése es el secreto del gesto: un hombre recio, líder, impetuoso y que aun así no pierde el “control” de la situación.

Tampoco es casual la composición del “gobierno bonito”, tan diferente al serio y de aspecto excesivamente profesional del gobierno de Rajoy, en el que se ha estudiado hasta el último detalle de la “nueva era” con la incorporación de personajes de todo tipo y condición, algunos excesivamente traídos por los pelos, otros no, y con serias dudas sobre su eficacia. Pero no es eso lo que se pretende, la eficacia, en este primer paso de una larga, muy larga, campaña electoral. Seguimos trabajando la imagen.

He seguido y atendido con mucho interés las intervenciones del politólogo Iván Redondo, al que ha contratado nuestro presidente, y que ya colaboró con él en las primarias del PSOE. Está en muy buenas manos. Sabe muy bien cómo hacer llegar mensajes a la masa militante y a la votante, y es un auténtico experto en campañas electorales, muy especialmente las de los Estados Unidos. Esas campañas tan profesionales donde se trabaja tanto la imagen, los mensajes, y los impactos mediáticos a la ciudadanía, que han llegado a convertir en presidente del estado más poderoso del mundo a un personaje como Donald Trump. O al Pato Donald si se lo hubieran propuesto.

Por cierto, si buscan la web de Redondo y asociados, http://www.redondoyasociados.com/ se encontrará con que la única imagen, con una enorme fuerza expresiva, es la de unas manos. Manos abiertas, manos que acogen, manos que abarcan.

Visto lo cual ¿no da miedo semejante poder de manipulación a las masas que todos, políticos, empresarios, marcas comerciales, y marketineros en general emplean para influir en nuestras decisiones? Son técnicas muy sofisticadas contra las que no es fácil defenderse.

Aunque, de momento, solo hemos conocido la presentación de la cara más amable de nuevo gobierno. Lo demás solo se intuye. Parece que ha de venir, pero solo se atisba. Como dijo Rubén Darío con gran fuerza expresiva:

¡Ya viene el cortejo!
¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines.
¡La espada se anuncia con vivo reflejo;
ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines!

Han proyectado con gran eficacia la imagen de un cambio profundo, hay expectativas, y hasta están consiguiendo que la gente se olvide de sus orígenes, legítimos pero con poco fundamento.

Pero todos sabemos, Pedro Sánchez el primero, que eso no será suficiente para conseguir lo que nunca ha logrado. La confianza de los ciudadanos en forma de mayoría de votos en las elecciones generales.

Y este “chico nuevo” de Europa tendrá que hacer mucho más que desenterrar a Franco, fomentar cambios de calles “franquistas”, proponerse como líder de la tolerancia con la inmigración, resucitar las iniciativas de Zapatero contra la religión y la iglesia católica, o tener gestos cariñosos con los separatistas, con los unos y los otros, que tienen en común que son muy poco de fiar.

Tampoco le será suficiente forzar un cambio en la televisión pública aunque, claro, ayudará. O le perjudicará si cede su control a Podemos, porque esos tienen claro a donde van y lo que pretenden. Anticonstitucionales, antimonárquicos, partidarios de la democracia asamblearia. ¿Qué tienen en común con los que realmente son sus verdaderos adversarios políticos?

Antes les unía el odio a Rajoy, pero Rajoy ya no existe políticamente, ese chollo se ha acabado, y el PP está fuera de plano, al menos de momento.

Porque todas esas medidas solo contentan y emocionan a minorías nostálgicas, las de su cuerda, de la misma forma que molestarán a otras. Minorías, las suyas, que tampoco le votarán si no les resuelve el tema de las diferencias salariales, del paro, de las listas de espera de la sanidad y de la protección social en general. Y tampoco lo harán si lo consigue a base de machacar con impuestos a los “muy controlados” trabajadores con nómina, autónomos, y colectivos con ingresos visibles y vulnerables ante hacienda.

O con impuestos indirectos aplicados de forma general, pero que perjudican más a los españoles que “casi no llegan”. Los otros, los menos agobiados, simplemente tendrán más gastos. ¿Quién recuperará a esa clase media que ha estabilizado a este país durante tantos años?

Nosotros, muchos de nosotros, nos llenaremos la boca de frases bonitas y/o pancartas que surgen de la nada y fabricadas no se sabe con qué financiaciones, pero en el fondo queremos lo que ofrecían los antiguos charlatanes callejeros, tomados como profesión y no como insulto, con su “bueno, bonito y barato”, ampliado con sus llamativos discurso de “y por las veinte pesetas no solo le ofrezco el peine, la plancha y la bonita jabonera de piedra, sino que además le regalo…”.

Y Uds., en lugar de explicarnos que nadie ata perros con longanizas, nos siguen la corriente, incluso con un “yo doy más que el otro” que confunde al ciudadano, pero consigue votos. Y, como dice el refrán, el que venga detrás, que arree.

Porque si de algo estoy seguro, completamente seguro, es que ninguno de Uds. se atreverá a explicarnos que no existen los conejos de la chistera, y que para dar algo más en alguna partida presupuestaria hay que restarlo de otra o subir impuestos. Y no parece que estén por la labor de reducir el gasto público. Hay demasiadas redes clientelares y votos del funcionariado.

Y tarea, Sr. Presidente, tiene mucha. “Una jartá”, que dicen los andaluces. La primera de todas, en vista de la descomposición del Estado, es una muy barata en euros, aunque costosa en desgaste: Reforzar nuestros símbolos más representativos, los que nos deben de unir, y que no es “la roja” precisamente. Esos símbolos con los Ud. mismo ha jugado al despiste en algunas ocasiones, como son la figura del Jefe del Estado, el himno y la bandera.

Y clarificar sin ningún género de dudas que España es una nación única y soberana, que estamos en una monarquía parlamentaria, y que nuestro sistema autonómico, extremadamente bienintencionado y al que hubiéramos deseado el mayor de los éxitos, necesita algunos ajustes porque lo que está ocurriendo es una auténtica inversión de grados y de niveles.

Y que las autonomías son una parte del estado, su representación. Como ocurría en la edad media con los antiguos señores feudales, pero ningún señor feudal estuvo nunca por encima del rey, su señor natural y del que recibió el poder. Y si lo pretendió siempre salió perdiendo.

Transferencias sí, pero siempre en nombre y representación del estado, sin delirios de grandeza ni salirse del guion.

Así pues, Sr. Sánchez, incluso puede pasar a la historia como el que recondujo las derivas de la nación. Es muy difícil, casi imposible, porque solo dispone del 24 % de los escaños, y aunque trate de consensuar lo que son auténticos temas de estado (pensiones, autonomías, reforma de la ley electoral, del poder judicial, etc.), le sería muy complicado porque solo podría negociarlos con el PP, y “no los veo”.

Pero lo cierto es que tienen que hacer algo y hacerlo con urgencia. Tenemos demasiados problemas políticos, y también sociales, que ni mejoran ni tienen aire de mejorar.

Inténtelo. Siéntese a pecho descubierto con el PP, con Ciudadanos, y también con Podemos, aunque estos últimos son imprevisibles en temas de futuro. Involucre a todos los estamentos del estado e intente otros “pactos de la Moncloa”. Es utópico, pero no imposible. Y si le sale mal también le beneficiará porque la ciudadanía es cada vez más sensible a las posiciones de cada cual, y tomarían nota. Y, ¡quién sabe!, tampoco parecía posible que ganara una moción de censura con 84 escaños y lo ha conseguido.

Llámelos como quiera, “los de la exhumación de Franco” si quiere, pero haga algo, o en España acabaremos como en tantos países americanos que nunca detuvieron sus deslizamientos de tierra y ahora tienen a sus ciudadanos en lodazales sociales, políticos y económicos de los que les resultará casi imposible salir.

La ventaja es que nosotros seguimos en buena situación, todavía estamos a tiempo, y tenemos el respaldo de la Comunidad Europea.

En la que, por cierto, ha entrado con buen pie gracias a lo que se ha encontrado hecho y a las circunstancias. La economía española, aún con desajustes y carencias importantes, está bastante controlada, y la locura y el populismo de una buena parte de la Europa del sur y de algunos movimientos del centro, hace que España sea, prácticamente, la única nación fiable de la zona. Es una posición privilegiada que le facilitará pactos con Francia y Alemania. Que son con los que hay que llevarse bien.