Parece ser que el gobierno, en plena campaña electoral, tiene la intención de subir las pensiones en un 8 %. Soy jubilado y, aunque la medida me beneficia en lo personal, me sigue pareciendo un auténtico disparate por las razones que comento a continuación. Aclaro que en este comentario tengo que utilizar los presupuestos de 2022 porque no tengo los previstos para 2023 que, por otra parte, todavía no se han aprobado en las Cortes Españolas.
Estos presupuestos suponían un total de 519.668.460 euros, de los cuales 183.878.878 eran los gastos de la seguridad social y 171.139.653 el capítulo de pensiones.
Es decir, las pensiones suponían el 32 % del total. Y el 8 % de ese total son 13.691.172 euros.
La primera consideración es que esta partida, como todas las que suponen aumento de salario y a diferencia de todas las demás, es irreversible. Futuros gobiernos pueden subir o bajar los gastos de defensa, o de obra públicas, o el de educación, por ejemplo, pero no podrán bajar los salarios de los pensionistas ni el de los funcionarios, que también es una partida muy importante.
La segunda es que se trata de una subida universal que lo mismo afecta a los que tienen pensiones de 3.000 euros que a las de 600, sin considerar si tienen importantes ingresos por rentas o disponen de un sólido patrimonio. Es un café para todos que aumenta de forma inmisericorde las diferencias entre los pensionistas, porque aplicando el tanto por ciento previsto, las pensiones del primer supuesto pasan a ser de 3.240 y las del segundo de 648.
192 euros más al mes y 2.688 al año en nuestras 14 pagas.
Y es que ni este gobierno ni ningún otro se atreve a perder votos de un colectivo que empieza a tener unos ingresos medios mensuales muy próximos al salario medio de los trabajadores activos, pero que es numeroso en votos y afectados. Gobiernos cobardes que comprometen el futuro de la nación porque, siendo imposible recaudar más de lo que se recauda por impuestos y con la deuda pública tan disparatada como la que tenemos, pronto, demasiado pronto, habrá que recortar gastos de las otras grandes partidas, como la de sanidad o la del resto de gastos sociales.
Y entonces, el partido que esté en la oposición y que, seguro, ha sido cómplice de la situación porque en algún momento habrá estado en el gobierno, acusará al gobierno de turno de poner en peligro la salud de los españoles o de haber recortado y reducido el estado del bienestar.
Y los sindicatos sanitarios saldrán a la calle para reclamar aumento de plantillas y mejoras en los servicios y los pensionistas para continuar reclamando subidas en sus pensiones.
Gobiernos cobardes, como el que tenemos y otros que hemos tenido, con mentalidad cortoplacista y un egoísmo personal sin límites.
Porque aquí estamos invirtiendo los términos: los pensionistas, muchos de ellos, necesitan más ingresos porque tienen que ayudar a sus hijos en paro o con ingresos insuficientes, cuando lo lógico, lo valiente, es que los gobiernos fomentaran la creación de empleo con políticas inteligentes de apoyo a los empresarios, únicos capaces de conseguirlo, en lugar de demonizarlos y exprimirles al límite como están haciendo.
Esos empresarios que “se están forrando” como clamaba uno de los líderes sindicales chusqueros y acartonados, de cuyo nombre no quiero acordarme. Aunque muchísimos de ellos, especialmente pequeños y emprendedores, están bajando unas persianas que nunca más levantarán.
Y mientras la ciudadanía a lo suyo, que en España equivale al habitual “que es de lo mío”. Y el gobierno con muchas palabras huecas y muchas mentiras, “el relato”, mientras aumenta el número de ministerios y multiplica el número de asesores.
Que mientras dure hay que disfrutarlo. Y el que venga detrás, que arree.
Y mientas, nosotros los pensionistas, comamos y bebamos, que mañana moriremos. Por la edad, por el coronavirus, o por un ictus inoportuno o un infarto que nos sobrevenga mientras llevamos a los nietos al colegio o a la guardería.
2Alf Garay y Isabel Doñate