Vergüenza propia, vergüenza ajena.

Tengo que manifestar mi desilusión por lo que está ocurriendo en las calles de toda España en cuanto se abre la mano para al desconfinamiento condicionado de los españoles.

Sin entrar en detalles de lugares ni momentos, otra vez se produjo una mezcla indeseada de mayores con deportistas, bicicletas esquivando peatones, patinetes, gente corriendo sin mascarilla adelantando a otros colectivo sabiendo que su estela de riesgo es mucho mayor que la de un peatón, gente que invade lugares prohibidos o que circula por direcciones contrarias a las señaladas y muchas otras infracciones.

Incluso hay quién ha aprovechado la ocasión para organizar encuentros o botellones en las calles de nuestras ciudades.

Seguro que el gobierno ha cometido errores por omisión o falta de decisión, pero el incivismo y la falta de cooperación no es culpa del gobierno. Es, sin ningún paliativo, de las personas antisociales que se saltan las normas recomendadas por las autoridades sanitarias que consisten básicamente en respetar los horarios por grupos, mantener las distancias sociales, el uso de mascarillas, el lavado frecuente de manos  y, según casos, el uso de guantes.

Podéis estar seguros de que yo no necesito ningún estado de alarma para cumplir estas normas o cualquier otra recomendación que venga de fuentes autorizadas. Y como yo, muchos millones de españoles. Pero todos nosotros, los que cumplimos las reglas, estamos amenazados por los que se las saltan. Ellos también, pero es su riesgo, como el del que se lanza al agua del mar en verano desde acantilados con acceso prohibido.

Por eso, porque hay gente insolidaria y egoísta, fue necesario que se decretara el estado de alarma que confiere la autoridad y el control de los ciudadanos al gobierno de la nación. Rozando incluso algunos de nuestros derechos fundamentales. Y es necesario que sea el gobierno central y no las autonomías, porque podrían haber tomado medidas que perjudique a las autonomías vecinas o a sus propios administrados.

Pero por mucho que se “ordene” no se conseguirá nada si no es con la plena colaboración de los ciudadanos. Porque no tenemos policía suficiente para controlar y sancionar a los insensatos y antisociales. Son demasiados

Y, como siempre, entran en juego las opiniones de cada cual, cosa que es respetable e incluso deseable. He leído en alguna ocasión, la última muy recientemente, que los españoles “entendemos de todo” haciendo referencia a los comentarios sobre decisiones del gobierno, de este o de otros anteriores, y de las autoridades sanitarias.

No entenderemos, pero opinamos y eso no es malo ni ofensivo si no estigmatizamos a los que no piensan como nosotros. Está claro que cada uno tenemos nuestras inclinaciones y es imposible que veamos las mismas cosas del mismo color porque utilizamos nuestros propios prismas. Y, naturalmente, nadie es absolutamente imparcial.

Y pongo un caso de ayer mismo cuando me vi inmerso en una discusión en Facebook por un tema muy de actualidad: la conveniencia de realizar test del coronavirus.

Y entré porque alguien dijo que los test es algo que “utiliza la oposición para atacar al gobierno”. Estoy de acuerdo en que los políticos siempre tratan de capitalizar opiniones, pero es un hecho indiscutible que los test masivos, el mapeo de los infectados sintomáticos o asintomáticos, es lo que ha hecho que algunos países hayan contenido la infección desde un primer momento.

Y que es una demanda, un clamor, del personal sanitario, de todos los relacionados con la logística, la desinfección o los guardianes del orden. Y de los empleados de residencias o similares. Para ellos y para sus acogidos. Y de muchos ciudadanos.

Por eso es urgente que nos protejamos de las manipulaciones de unos y otros y rechacemos las mentiras o las medias verdades. Ya está bien de seguir el juego a voceros profesionales de mangantes e interesados. Los test, el feminismo, los derechos humanos y tantas  otras cosas no son y nunca han sido propiedad particular y exclusiva de nadie. Son patrimonio de la sociedad, nuestro patrimonio, y no de partidos políticos o agrupaciones que se atribuyen la propiedad, por muchas frases altisonantes que pronuncien o pancartas multicolor que exhiban.

Es cierto, decía, que la mejor precaución es el confinamiento o la distancia social, pero también lo es que estos países comenzaron con los test desde el primer momento. Y, aunque no se diga oficialmente, todo el mundo parece estar convencido de que se va a producir un rebrote cuando la gente salga a la calle libre de hacer casi todo lo que quiera. Y por eso no han desmantelado los hospitales de emergencia que se construyeron. Solo que, eso espero, la experiencia de estos meses y la utilización masiva de test hará que se controle mucho mejor y evite que se repitan situaciones tan dramáticas como las actuales.

Y también es un hecho que la sanidad volverá a necesitar un sobreesfuerzo porque a los enfermos de coronavirus se tendrá que añadir la atención a todos los que tenemos patologías diferentes y nos retrasaron  la asistencia o las revisiones por fuerza mayor

Esta semana el gobierno va a repetir su petición de mantener el estado de alarma y hay división de opiniones sobre lo que debe hacer la oposición. Mi opinión personal, sin datos reales para justificarla porque tengo la misma información que la mayoría, que es muy poca, es que estamos en una situación en la que las Autonomías podrían organizar las acciones para controlar la epidemia, pero hay un gran problema: regular la movilidad entre ellas, porque es una competencia que solo tiene el gobierno de la nación.

Por lo que creo que la oposición y hablo del PP y Ciudadanos, deberían apoyar la prórroga. Condicionándola, eso sí, a que el gobierno la utilice únicamente para tomar medidas relacionadas con la pandemia, sin mezclarlas con decisiones que afecten a la economía ni a “colar” nombramiento de direcciones generales, por ejemplo, como ha ocurrido estos días y cosas similares. Solo a la lucha contra la infección del coronavirus.

Ayer comprobé con estupor la malicia y desvergüenza de los voceros de   siempre pregonando por todas las esquinas que si la oposición niega la prórroga serán responsables de miles de muertes. ¿Puede creerse? Nadie ha acusado al gobierno de la muerte de nadie y habría mucho de que hablar por su mala gestión y ahora deciden que si mueren más personas o hay recaídas será por culpa del PP o de Ciudadanos.

Nunca pensé llegar a ver semejante falta de moral. Tanta desfachatez. ¿En eso ha quedado la izquierda histórica? Conocida la experiencia del Prestige, de la epidemia del Ébola o del 11M, no quiero ni pensar lo que estaríamos escuchando en las redes sociales con miles de usuarios salidos de la nada, o en las “sextas” y similares, si en este momento hubiera un gobierno presidido por el PP.

Este tipo de declaraciones, tan miserables, son propias de personas miserables que enmascaran su falta de eficacia o sus intereses personales en mensajes como “España nos roba” o más recientemente “si hubiéramos tenido autonomía habrían muerto menos catalanes”. Yo ya he escuchado en el Congreso un “el PP nos mata” a propósito de los supuestos recortes de la sanidad, pero solo fue un conato que no se repitió. Incluso en el peor momento de mi admirado Rubalcaba, el 11M, no dijo que los muertos fueran responsabilidad del gobierno por no haberlos evitado. Se limitó a un “no nos merecemos un gobierno que miente”.

Y si hay una recaída, que la habrá con o sin prórroga, será en primer lugar por culpa de los ciudadanos irresponsables que no cumplen las más elementales reglas para evitar contagios. Y en segundo de los que, después de tanto tiempo, todavía no tienen mapeada y controlada la difusión del virus. Pero insisto en que solo en segundo lugar.

Y la oposición, apoye o no la prórroga, hará muy bien en publicar muy claramente las medidas que recomienda para que España no pierda cinco años de progreso en unos meses. Sin perder el tiempo explicando que tenemos un gobierno de gasto, con criterios de control de todos los poderes, con tentaciones absolutistas, que con una mano pide dinero a Europa sin ofrecer garantías y con la otra gasta en partidas absurdas y sin fundamento.

Y con este panorama casi lo menos malo que nos puede ocurrir es que Europa nos de las ayudas económicas que le estamos solicitando, pero que imponga un plan de rescate que nos proteja de frivolidades y locuras financieras. Como hizo con Grecia, con Portugal o con Irlanda.

Y duele decir estas cosas. Nunca pensé que podría decirlas. A España no la está arruinando el virus, aunque sea un peso muerto que provocará un importante paso atrás en el progreso. La está sacando del grupo de los países con fundamento la locura de un gobierno que acusa de matar a españoles si no les apoyan en la prórroga de un estado de alarma que está utilizando como un estado de excepción. En el que se siente muy cómodo porque en esta situación puede hacer casi lo que quiera.

Y cabe recordar lo ocurrido al primer Presidente de la Primera República Española, Estanislao Figueras y Moragas, de vida agitada y con notables altibajos, que un día de 1873, con la nación sumida en una gran crisis económica y los partidos políticos profundamente divididos, incluido el suyo, dejó la presidencia y se exilió voluntariamente a París.

No sin antes haber reunido a políticos de su partido y de la oposición para decirles “Señores, estoy hasta los cojones de todos nosotros«.

Es una expresión grosera pero tomándola por el lado castizo, no encuentro otra mejor para dirigirme a esa “casta política· (¡cuánta razón tenía Pablo Iglesias!) y a nosotros mismos, los ciudadanos en general, a los asilvestrado e insolidarios en particular y muy especialmente al ínclito Iván Redondo que muy probablemente será el estratega promotor de muchos de estos disparates.

Y mis citas, como suele ocurrir, están basadas en hechos. Comentados desde mi punto de vista, naturalmente. Vistos a través de mi prisma personal.