Las mentiras y los falsos agravios del nacionalismo catalán.

Un amigo cuestiona uno de mis comentarios que trataba sobre el problema actual que tenemos con Cataluña y las reuniones bilaterales “entre los gobiernos de España y de Cataluña”, según afirmó la ministra portavoz, diciendo que es mejor hacer algo, aunque sea arriesgado. Concretamente que “Ante un problema del calibre del independentismo un gobierno del Estado no puede hacer el don Tancredo.

En un par de años podremos valorar lo que ahora se gestiona.

Si aumenta la desafección de los catalanes a España entonces reconoceré que era mejor seguir haciendo el don Tancredo. Si disminuye entonces Sánchez acertó

Y yo le decía que no estaba de acuerdo y lo desarrollo en este texto, lamentablemente largo, pero es que un asunto tan grave no se puede despachar con frases hechas o con titulares. O al menos yo no soy capaz.

E insisto en que lo que ha ocurrido en Cataluña es otro ejemplo, como el del País Vasco, de una historia, no ya tergiversada, sino totalmente inventada.

No me remonto a los orígenes de la leyenda histórica, recalco lo de leyenda, porque me quiero ceñir a nuestra era democrática, cuando Jordi Pujol, al descubrirse el tinglado que montó su padre en Banca Catalana, el que supuso para el Estado un rescate, el primero de la transición, de 345.000 millones de pesetas, decidió defenderse atacando al gobierno y chantajeándole con romper la convivencia y poner palos en las ruedas de la reciente democracia.

Cosa que Tarradellas, al que odiaba profundamente, nunca hubiera hecho.

Y fue durante el gobierno de Felipe González, cuando el “molt honorable”, quien conociendo perfectamente las trapacerías de su padre e incluso beneficiándose personalmente de ellas, salió al balcón de la Generalitat para decir, por primera vez, que “meterse con él” era atacar a Cataluña.  

Y con esa frase proclamó “el estado soy yo” en que convirtió Cataluña y que he comentado otras veces, porque afirmó con rotundidad que el gobierno, al intentar aclarar y sancionar lo ocurrido con la banca de papá, había hecho “una jugada indigna contra Cataluña

Conociendo a Felipe González, me figuro que tanto él como Fernando Ledesma, su ministro de justicia, hombre serio y con mentalidad de Estado, tendrían razones muy importantes para no seguir adelante con la querella y optar por el rescate. Eran tiempos de debilidad porque acabábamos de estrenar la democracia y todavía quedaban muchos cabos por atar.

Y desde entonces, las relaciones de los gobiernos con la Generalitat han sido muy sencillas: yo te saco de apuros a nivel nacional y tú me das a cambio dinero y competencias. Incluido el del muy íntegro presidente Aznar, el que hablaba catalán en la intimidad.

Y precisamente esa es la razón del odio que les suscitaba Rajoy. Porque fue el primer presidente democrático que se negó a negociar con los catalanes por separado y trató a esa autonomía como a todas las demás.

Odio que vino como anillo al dedo al presidente Sánchez en sus intereses políticos. Odio, o quizás análisis frio de las posibilidades, compartido por el PNV, los traidores de la trama, que tampoco sacaron nada importante del muy bajo reactivo registrador de la propiedad que nos gobernaba. Él sí que hizo de Don Tancredo porque no se dejó influir, pero tampoco actuó con la severidad institucional que le obligaba el cargo hasta que no tuvo más remedio.

Así que, de lo que se dice, nada de nada. Los gobiernos españoles de la democracia nunca han maltratado, ni de lejos, a Cataluña y a las pruebas me remito: Se les dotó con las mejores estructuras de su época, se les permitió emplear parte del dinero de las transferencias, el que sale de nuestros impuestos, para financiar una red de comunicaciones en radio, televisión y prensa escrita superior, muy superior, a la de cualquier otra autonomía.

Medios que se ha pasado todos estos años machacando a su población con sus “España nos roba” y sus falsos agravios en voz de las “Pilar, Pilor, Piler Rahola” de turno. Esos agravios que nunca jamás existieron.

¿Recuerda alguien la enorme, la gigantesca inversión que supuso para Barcelona la olimpiada de 1992, que permitió un cambio de estructuras monumental, nunca conocido en España, con los túneles de Vallvidrera o de Sitges, las rondas norte y sur, la mejora del puerto y de las comunicaciones por tren y carretera?

Desde luego en TV3 no. En ese tema, como en tantos otros, han aplicado su particular memoria histórica

Cataluña fue la primera comunidad que tuvo una importante red de autopistas, aunque ellos decidieron que fueran “de pago”.

Tiene la policía autonómica más potente y mejor dotada de las del resto de las comunidades, pagada, por cierto, por el Ministerio del interior del Estado Español, porque es de quién dependen todas las fuerzas de seguridad. El cambalache es que el ministerio trasfiere el dinero a la comunidad y es su consejero de interior el que establece la cuantía de las nóminas. Cuantía a la que está haciendo frente el ministerio, le gusten o no le gusten.

Espero que esta cantidad se descuente de las transferencias que corresponden a Cataluña en el reparto que hace el gobierno en los presupuestos. Aunque, ahora que lo pienso y perdonen el sarcasmo, seguro que no es así, porque todo es muy legal. El gobierno despliega en toda la nación las fuerzas de seguridad que comanda directamente, fundamentalmente Policía Nacional y Guardia Civil, a las que paga directamente y trasfiere el dinero de las “otras” fuerzas de orden a las autonomías que tienen policías propias, País Vasco y Cataluña, para que sean ellos quién lo hagan llegar a sus funcionarios del orden, Mossos y Ertzainas.

Y es pura casualidad, seguro que sí, que estas fuerzas que, insisto, dependen orgánicamente del ministerio del interior, con salarios fijados por los consejeros de las autonomías, cobren más que las que controla directamente el propio ministerio.

Cataluña es una autonomía que desoye sistemáticamente las sentencias de los tribunales, incluidas las advertencias del Constitucional, y que se salta a la torera lo establecido en las leyes de educación, con unos gobernantes mentirosos que hacen suyos sin perder la vergüenza a personajes históricos como Cristóbal Colón, Galileo Galilei, Cervantes, Mozart, Beethoven, Marco Polo y a todos aquellos que consideran buenos para el prestigio de la causa. A nosotros nos han incautado a Ausias March, las fallas y hasta la paella, con el simple truco de inventarse unos “Paisos Catalans” que nunca han existido ni histórica ni políticamente, apoyándose en la similitud de nuestras lenguas, todas ellas de tronco común.

Y no quiero entrar en el terreno pantanoso de decir que es la misma, ni tampoco de negarlo, porque para mí las lenguas son herramientas para comunicarme con otras personas y no un arma política disgregadora.

En fin, ¿para que seguir? Este es un boceto de la situación de menosprecio y sumisión en la que el Estado Español mantiene a Cataluña, a sus instituciones y al pueblo catalán. ¡Para mí lo quisiera! Con otros gobernantes, por supuesto.

Y que se escudan en una falsedad democrática, como es decir que ellos solo responden ante el pueblo que les ha votado. Primero porque no son un estado soberano y si entraron en las listas electorales autonómicas fue al amparo de la Constitución que ahora niegan y segundo porque el voto catalán está muy mediatizado por el bombardeo de los medios de comunicación afines al independentismo y por el temor personal de muchos catalanes que no quieren que se sepa que “no son” de su cuerda.

No tanto, pero parecido a lo que ocurre en Venezuela. Y si no llegan a ese extremo seguramente es porque no se atreven por temor a las instituciones del Estado.

La historia reciente de la muy hermosa Cataluña que, por otra parte, tiene otra, la real, muy merecedora de ser conocida sin borrones históricos ni falsos agravios de fueros perdidos, es un auténtico desastre de gestión y de destrucción de la convivencia, no solo con España, sino entre ellos mismos.

Porque sí que existió una gran Cataluña, adelantada y con influencia en los reinos de España, como la de Ramón Berenguer IV, Conde de Barcelona, al que Ramiro Primero “el Monje” valoró como hombre de tan alto nivel que negoció su boda con su heredera, Doña Petronila, cuando quiso retirarse a un monasterio, convirtiéndole en Rey consorte del Reino de Aragón.

Comunidad con una historia reciente hecha trizas a beneficio de unos pocos y en la que han involucrado al pueblo catalán.

Dicho todo lo anterior ¿hay alguien que pueda decirme en que han ofendido, oprimido o sojuzgado a los catalanes los gobiernos nacionales o el resto de los españoles? No vale decir el socorrido agravio de que Franco no dejaba hablar catalán porque tampoco dejaba hablar valenciano, ni bable, ni ninguna lengua nativa ajena al castellano.

Y porque me refiero al periodo democrático, en nuestros tiempos. Porque si vamos a buscar agravios de tiempos pasados, no hay tinta, ni tóner, ni papel suficiente para relatar lo que algunos hicieron a muchos, especialmente a los plebeyos, los pertenecientes a la plebe, lo que no sabían quién reinaba en su reino ni en el reino de al lado y que solo tenían derecho a hacer lo que se les decía y a recibir lo que se les quisiera dar. ¿O no era eso lo que los señores catalanes hacían a sus vasallos, como lo hacían los señores feudales de todos los reinos?

Me gustaría conocer casos concretos que no sean negarles lo que piden. Porque, permíteme la broma, “parece que les ha hecho la boca un fraile”, que se decía en la España de mi juventud. Auténticos “niños de teta”

Me refiero a los nacionalistas, naturalmente, no a todos los catalanes entre los que tengo grades amigos, aunque algunos de ellos y en contra de sus deseos, ya no viven en Cataluña.

Valencia, cuatro de agosto de 2020