La ley del “solo el sí es sí”. El relato, las falacias, la posverdad y el lenguaje perverso de la política.

Todos estamos viendo que la ley del “solo el sí es sí” ha sido tan chapucera que está consiguiendo el efecto no deseado del rebaje de penas de los acusados por algunos delitos de agresión sexual.

Pero, en vez de rectificarla, cómo haría cualquier empresario si se percatara de que su campaña de ventas no da buenos resultados, la ministra de igualdad se mantiene en sus trece e insiste en que estas rebajas de pena obedecen a que los jueces son fachas, machistas y no están preparados, porque si quisieran, en vez de “andar por ahí”, según el muy docto portavoz parlamentario del PSOE, no rebajarían ninguna.

El problema, en nuestro castellano de la calle, es que las leyes españolas obligan a que se aplique las penas más favorables para los condenados por algún delito si se produce alguna modificación que las rebaje, que es lo que ha ocurrido con la citada ley.

Por lo que los jueces, prácticamente de oficio y aunque no hubiera peticiones de los abogados defensores de los condenados, tienen la obligación de aplicarla y reducir condenas.

Y pongo un ejemplo, también en castellano de la calle. Supongamos que en España tuviéramos pena de muerte, ¡Dios no lo permita! y hubiera cinco condenados en espera de su ejecución.

Si un día se eliminara de nuestras leyes esa condena, los cinco condenados y cualquier otro al que estuvieran juzgando, no podría ser ejecutados por muy salvajes que hubieran sido sus delitos. Y los jueces, como en este caso, acomodarían las sentencias a lo máximo que les permitieran las nuevas leyes.

El problema que tiene la ministra es que cambiar o modificar la ley supondría aceptar que se ha equivocado al proponerla, como se han equivocado, no lo olviden, el resto de ministros que la aprobaron en el consejo y todos los que la han votado en el Parlamento.

Y de eso nada. “Antes muerta que sencilla”.