Vaya por delante que no voy a cargar las tintas sobre los docentes actuales porque, en su gran mayoría, son un modelo resultante de la laxitud creciente en la educación española, que tantas alarmas está disparando cuando se compara con los estándares internacionales. Y si, sabiendo como sabemos, que los costes por alumno son bastante parecidos a los de otros países con mejores resultados. ¿Cuál es explicación de la situación actual y cual fue el origen del problema?
Si en países referentes de la excelencia en la educación pública, como es el caso de Finlandia, el tiempo que dedican los alumnos a los deberes escolares no excede a la media hora, mientras que en España el promedio se acerca a las dos horas, solo puede haber una explicación: la diferencia entre el modelo y/o el profesorado.
Empezando por el modelo, que en mi opinión es la causa fundamental, la responsabilidad de la enseñanza en España parece haber migrado en buena medida desde la escuela hasta los hogares de los alumnos.
Comparando la educación actual con las “antiguas”, y sin términos medios, nuestros maestros dedicaban casi todas las horas lectivas a la enseñanza. El maestro daba la clase todo el tiempo, excepto los recreos, y comprobaba compresión continuamente con preguntas y pequeños “retos” entre alumnos. Teníamos pocos deberes y los que nos ponían eran para reforzar lo explicado previamente, o corregir las debilidades de algunos alumnos (“una redacción sobre”, “un repaso a la tabla de multiplicar”,..). La verdad es que yo no recuerdo que mis padres me tuvieran que “ayudar” a hacer los deberes.
Como contraste, inexplicable, tengo la impresión de que, hablando de enseñanza, los niños actuales son más felices en clase que en casa. Y no lo entiendo. Ni tampoco entiendo parte de las tareas escolares, que me parecen excesivamente lúdicas y “simpáticas”.
Por supuesto no estoy acusando a los profesores. Insisto en que lo achaco más al sistema que busca una combinación entre “niño feliz en clase” y “niño que aprende”, que parece estar decantándose hacia la felicidad. En mi edad el “duro” era mi buen maestro Don Fidel, al que nunca agradeceré bastante lo que me ayudó a formarme, no mis padres.
Mis padres, eso sí, reforzaban y respaldaban la autoridad de mis maestros, a los que apoyaban sin reservas en sus decisiones, y nos imbuían el concepto de que ir a la escuela era “nuestro trabajo”, nuestra obligación, y que debíamos cumplirla con responsabilidad. Sin excusas.
¿Y los profesores? Por supuesto que los de Finlandia cobran el doble, pero también es una de las carreras de más difícil acceso. Parece que se les exige un alto grado de vocación y están sometidos a continuas actualizaciones y reciclajes.
Sin embargo, siendo bastante más bajo el sueldo de los profesores en España y teniendo en cuenta que la enseñanza en Finlandia es totalmente gratuita en colegios públicos y privados, incluyendo transporte, comidas y resto de complementos, y que sus horas lectivas anuales son 6.126, contra nuestras 7.731, ¿Cómo es posible que el coste por alumno en Finlandia sea de unos 40.866 euros y en España de 35.155 euros? ¿Cómo hay tan poca diferencia?
¿Y por qué obtiene tan buenos resultados si, además de disponer de menos horas lectivas, solo tiene media hora de deberes?
Pero es que, además, la educación basada en un exceso de deberes caseros tiene un daño colateral para los hijos de familias con problemas estructurales, con padres de menor nivel cultural, oriundos de terceros paises, o con problemas económicos que les obligan a trabajar más horas de las normales. Cualquiera de estas circunstancias y muchas otras, como la salud o la capacidad física, les incapacita para aportar los niveles de apoyo esperados.
Porque, no nos confundamos: Nuestro modelo educativo, el que necesita del apoyo familiar, parte del supuesto de que los padres «pueden» y «saben», principios que chocan con la dura realidad de muchas familias españolas.
Como no soy experto, ni tengo capacidad para juzgar, ni creo que haga falta hacerlo, recomiendo lo que nunca, nunca, hacemos en España: Mandemos una comisión seria, libre de influencias y sin compromisos a Finlandia, para que tomen nota de lo que hacen, y que vengan a España con un dosier bien confeccionado para que podamos implantar su metodología en un plazo razonable. Por cierto: no incluyan en la comisión a ningún responsable de universidades en ejercicio porque ahí también hay mucho que rascar.
Ni, por supuesto, a ningún político, porque, ¡maldita sea!, son los verdaderos responsables de nuestros males. Han usado los conceptos educativos a su propia conveniencia, y como arma arrojadiza contra el adversario, sin considerar el mal que hacían y continúan haciendo.
Insisto: cuando la comisión acabe de tomar datos y conocer procesos, que vuelvan a España y coordinen la migración al nuevo sistema sin modificaciones ni adaptaciones a la “idiosincrasia española”.
“Copiar y pegar”, por favor. Que ellos son los que lo hacen bien, y nosotros los que tenemos que aprender. Y las diferencias de clima no justifican “retoques”.
¿A que parece sencillo? Me temo que yo no lo veré, y Uds. tampoco.
Como todos tus comentarios, fenomenales
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