“Alea iacta est”. O quizás no. El tiempo lo dirá, porque hay cosas que no me creo.

Pedro Sánchez ha abierto la caja de las sorpresas y ha remodelado el gobierno con muchas más altas, bajas y recolocaciones de las que se esperaba.

No conozco a la mayoría de los “nuevos”, por lo que no tengo elementos de juicio para opinar sobre ellos. Ni tampoco los tenía para juzgar a los salientes, pese a que he criticado en bastantes ocasiones algunas de sus decisiones, sin saber la verdadera razón de que las tomaran, si eran motu proprio o impulsadas por el gran líder que nos gobierna y que, fuera como fuese, es el único responsable de las actuaciones del gobierno y de sus ministros.

Y me refiero a las malas, porque en España, seguramente también en otros países, cuando hay buenas noticias que anunciar, siempre aparece el presidente para dar la impresión de que son obra suya, como impulsor o coordinador de los ministerios, como motor de la Nación, incluso dejando caer en algunas ocasiones que el éxito se ha producido a pesar de los inconvenientes que presentan algunas comunidades.

Mientras que, si las cosas no han salido bien o es un globo sonda de alto riesgo, es el ministro de turno el que sale a dar la cara como si fuera cosa suya y “sin el conocimiento” del jefe del ejecutivo. Casi a sus espaldas, como si ello fuera posible.

Y recuerdo como paradigmático el “caso Lastra” y su firma de los acuerdos con Bildu para revocar las reformas del PP. No era ministra, pero si la portavoz y nadie se creyó, ni de lejos, que esa firma se realizara sin el conocimiento de Pedro Sánchez por mucho que luego se hicieran los locos. O el famoso encuentro de Ábalos con Delcy Rodríguez en Barajas, con nocturnidad y alevosía, del que, con toda seguridad, “tampoco sabía nada”.

Del único que tenía referencias directas anteriores a ser ministro, era de Ábalos y no eran muy buenas por la guerra que tenía declarada a Ximo Puig en Valencia. Guerra fratricida por el poder en la Comunidad que costó muchos disgustos a nuestro presidente. Pero no me merecieron demasiada atención porque son lo habitual en todos los partidos políticos del espectro parlamentario. Incluso del extraparlamentario.

Lo primero que llama la atención, lo esperado, es que nuestro querido presidente, el líder de referencia en Europa, el que aparenta que acaba de dar un golpe de timón de proporciones gigantescas, no tiene ni la más mínima autoridad con la parte podemita de su gobierno.

Porque, por mucho que presuma de haber buscado a ministros de la mayor eficacia para controlar la economía y mejorar nuestras relaciones con Europa, ya me contarás que pintan en ese equipo el titular de universidades, el hombre invisible, o nuestro recién vapuleado ministro Garzón, por ejemplo. Ni uno. No ha cesado ni cambiado de ministerio a ninguno de ellos, simplemente porque Yolanda Díaz le ha mostrado su dedo índice señalando al cielo, con toda educación, eso sí, porque hay que reconocer y agradecer las muy buenas maneras de la vicepresidenta.

Pero eso no asombra porque era lo sabido. Solo lo confirma, porque pase lo que pase y aunque se hunda el mundo, la prioridad de Pedro Sánchez sigue siendo permanecer en la Moncloa y para ello le resulta imprescindible, entre otros, el apoyo de Podemos.

La otra novedad es que el ministro de justicia, el que ha firmado el indulto de los independentistas catalanes con argumentos bastante peregrinos y no ha defendido como debiera al Tribunal de Cuentas, aceptando la tesis gubernamental de que son “piedras en el camino” y sin rebatir las insinuaciones de su presidente sobre que están “ideologizados”, cesa en su cargo.

Pues bien, el que hasta ayer era ministro volverá a la judicatura como el juez Campos y, él sí, sin contaminación ideológica ni información privilegiada que le impida ser justo cuando juzgue y sentencie.

Y que conste que yo no dudo de su futura imparcialidad, pero estas cosas siempre son motivo de distorsiones mediáticas o políticas y, como soy de la opinión de que la mujer del Cesar “tiene que parecer buena”, repito una vez más que se debe acabar de una vez por todas con esos voy y vengo desde la judicatura al gobierno y viceversa.

Y el gran secreto, la auténtica cábala de lo ocurrido ayer, lo inesperado, es la aparente desaparición de Iván Redondo, sustituido por Oscar López como jefe del gabinete de Pedro Sánchez. No lo conozco mucho, pero alguna referencia tengo y algo me tranquiliza que sea un hombre de partido y no un mercenario como Iván Redondo.

Porque es absolutamente imposible que haya sido una salida amistosa si no hay pactos secretos y porque la agenda personal de Redondo, los secretos que se lleva no se dónde, seguro que serían la envidia del propio comisario Villarejo.

Y ese “no sé qué extraño” de la supuesta desaparición del personaje de la vida pública se acentúa leyendo su nota de despedida.

A veces en la política, en la empresa como en la vida, además de saber ganar, saber perder, hay que hacer algo mucho más importante: saber parar.

Muchas gracias por todo, ha sido un honor.

Nos volveremos a ver

Yo no soy especialmente inteligente, pero tampoco soy tonto y aseguro que no se cuál es el mensaje que hay detrás de esta nota escrita en letras mayúsculas. ¿Es una reflexión personal o lo escribe para alguien? ¿Cuándo y dónde “nos volveremos a ver”? y ¿Con quién?

Yo he seguido a Iván Redondo en tertulias mucho antes de toda esta movida con Pedro Sánchez y siempre me pareció muy inteligente, metódico y cerebral. ¿dejaría un personaje con ese perfil una nota tan ambigua como esta? O lo que es más ¿dejaría una nota de cualquier tipo?

Y de hacerlo, le pega más una nota bien redactada explicando lo que quisiera explicar, o mejor aún una entrevista con la prensa, que estarán locos por “pillarle”, diciendo lo que más le convenga. Pero esta nota con membrete de la Presidencia del Gobierno cuando en teoría ya no debería usarlo y escrita con aparente precipitación, como improvisada, no me cuadra para nada con la personalidad de quién ha movido los hilos del gobierno durante todo este tiempo y ha manejado con tanta eficacia tiempos y personas. Aunque fuera para nuestro mal en muchas ocasiones.

Puede que sean puras fantasías mías, pero francamente no me lo creo. Más bien parece un mensaje en clave o el principio de algo.

Algún día se sabrá, porque es inevitable, cuales son esos pactos y que hechizos y conjuros ha tenido que formular durante todo este tiempo para conseguir que un descabalgado de la secretaría General del PSOE haya llegado donde ha llegado.

Continuará. Seguro que continuará

Valencia 11 de julio de 2021

2 comentarios en ““Alea iacta est”. O quizás no. El tiempo lo dirá, porque hay cosas que no me creo.

  1. Es evidente que Sánchez pretende seguir en el poder. Como probablemente casi todos los que mandan. Lo que ocurre es que no es tan frecuente que a otros se les pida la dimisión con la insistencia que se le pide a él. Sólo lleva tres años de presidente, uno y medio en la actual legislatura, pero muchos no parecen haberse percatado de que las legislaturas duran hasta cuatro años. Durante cuatro años hay que mentalizarse a apechugar con quien fue elegido, que sólo saldrá en casos excepcionales que normalmente más vale que no ocurran, aunque sean tan democráticos como lo es un proceso electoral. No me parece lógico decir que se aferra al poder quien se presentó, fue elegido y se encuentra en el período normal de su mandato. Aunque sea obvio que las acciones políticas que emprende sean para volver a ganar las próximas elecciones. Como hacen todos. O casi todos. Y, si no nos gusta, no volvamos a votarle.

    Es verdad que fue votado, pero sólo por una minoría mayoritaria. Él hubiera querido tener mayoría absoluta. Como los demás. Pero no la consiguió y tuvo que formar un gobierno de coalición. Lo que hubiera hecho cualquier otro de haber podido sumar apoyos suficientes. Y ahora resulta que no puede cambiar los ministros de Podemos, ya que forman parte de la «cuota» que tiene este partido. Aunque no le gusten.

    Si no comulgara suficientemente con quienes le impone su socio de gobierno la solución sería el adelanto electoral sólo año y medio después de haber sido nombrado. Eso es lo que ha venido ocurriendo en Italia y no nos ha gustado. Provoca una desafección hacia la política quizás mayor que la que ahora tenemos.

    La frase de Iván Redondo, que tampoco entiendo, me parece más bien una pataleta. No había entendido que era como el entrenador de un equipo deportivo, que es cesado cuando no se ganan los partidos que esperaba ganar quien le nombró. Este último hará lo posible por no aparecer como culpable. Pero quien se mete a entrenador, como quien se mete a ministro, debería saber que la vida es así. Son cabezas de turco que están, entre otras cosas, para no desgastar a los «jefes», que normalmente son quienes se presentan a las elecciones. En la empresa privada también ocurre.

    Es evidente que Redondo es un mercenario que se vende al mejor postor. Pero, por lo menos, es un profesional. No sé que es peor, si encargar las cuestiones políticas a profesionales o que las lleven directamente los políticos. Aunque los ciudadanos lo que quisiéramos es que los políticos, con mercenarios o sin ellos, no pensaran sólo en clave de ganar las próximas elecciones. Lo que quisiéramos es que su objetivo directo fuera hacer las cosas bien, y entonces, como consecuencia les podríamos volver a votar. Pero no. Como tantas veces hemos dicho, su meta principal es volver a ganar. Que, aunque parezca lo mismo, no lo es.

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    • Hola Eduardo. Ninguna duda de que todos los presidentes han querido mantenerse en el poder, ni tampoco de que las dos elecciones de Pedro Sánchez han sido totalmente democráticas, aunque claramente atípicas, no por la cantidad de apoyos que ha necesitado sino por el perfil de los apoyadores, todos ellos prácticamente anti constitucionalistas y manifiestamente enemigos de España, porque su objetivo no es obtener más autonomía ni conseguir una España federal, si no crear repúblicas independientes
      Y eso, el que se haya creado un vínculo absolutamente necesario por las dos partes con intereses peligrosos, es precisamente lo que nos preocupa mucho a una parte de los españoles. Porque es evidente que el presidente no podría mantener el Gobierno sin el apoyo de los independentistas y también lo es que los independentistas no serían nada o serían mucho menos si no pudieran chantajear al Gobierno de la nación pretendiendo, sin que lo hayan conseguido hasta el momento, concesiones inasumibles.
      El tema de Iván Redondo y de algún que otro “saliente”, seguro que dará mucho que hablar en el futuro, mucho más habiendo visto lo que vimos ayer cuando dejó el cargo Ávalos, un hombre que ha sido extremadamente fiel al presidente y que controla una parte del PSOE “sanchista”. Será muy, muy interesante,
      Y sí, sí que ha habido otros presidentes que han escuchado muchas veces el famoso “váyase” qué, lamentablemente, forma parte del ruido de fondo parlamentario en demasiadas ocasiones.

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