Si los hijos no son de los padres, ¿Son de Usted, Señora Celaá? ¿Quizás de Pedro Sánchez? ¿O de Iván Redondo?

La Ministra Celaá ha vuelto a hacer una de las suyas, por encargo de la autoridad competente por supuesto, y ha dicho «No podemos pensar de ninguna de las maneras que los hijos pertenecen a los padres«. Y no sé por qué se han cabreado tanto algunos sectores de opinión, porque los hijos, efectivamente, no pertenecen a los padres. Claro que mucho menos al Estado, y todavía menos al gobierno de turno.

Los hijos no son de nadie. Son seres vivos autónomos, únicos e irrepetibles, que en algún momento tomarán decisiones y serán  dueños de sus propios destinos.

Pero como somos una forma de viva especialmente lenta en alcanzar madurez, resulta que alguien tiene que alimentarlos, limpiarlos, llevarlos al médico, acompañarlo cuando dan los primeros pasos o cuando suben por primera vez a una bicicleta de dos ruedas con rodines. Pero, sobre todo y sin ninguna duda, alguien  tiene que educarlos. Porque la misión de los padres, y es algo que siempre hemos entendido en mi familia y en otras muchas, es enseñar a volar a los hijos, y permitirles que vuelen. Incluso, mejor que permitirles que vuelen, animarles a que lo hagan.

He publicado bastante en mi blog sobre los deberes y obligaciones de cada una de las partes que acompañan a los niños en su crecimiento intelectual, y siempre lo he tenido muy claro: los padres son los responsables de educarlos, con ayuda de sus profesores, y los profesores son los responsables de formarles, con la ayuda de los padres.

Que el Estado, no el gobierno de turno, debe tener un marco de formación perfectamente definido que nunca debería alterarse por intereses políticos es una obviedad. De que ese marco debería estar ampliamente consensuado por nuestros responsable políticos no tengo ninguna duda.

Sabiendo que cuando hablo de educación me refiero básicamente a educar en valores y cuando hablo de formación me refiero a impartirles conocimiento y reglas de comportamiento social.  

Así que, Señora Celaá, su comentario no deja de ser una argucia. Una falsedad argumental. Un truco para llevar el agua a su molino y presentar la enseñanza pública y sus bondades como la única forma sensata y eficaz de impartir conocimiento. Y no le faltaría razón si no estuviera Usted detrás de las materias y los temarios. En sentido figurado claro, que no sería tan figurado si le permitieran redactarlos.

¿Recuerda Usted las bondades de la enseñanza pública en la dictadura? ¿Le parece bien la impartida en Cataluña o en el País Vasco? ¡No me irá a negar que son puro adoctrinamiento político! Y puede que en ambas autonomías, no lo sé, la religión sea una asignatura con peso.

Así que, Señora Ministra, a otro perro con ese hueso. O, empleando otro refrán, no nos quiera dar gato por liebre. Los únicos regímenes que yo he conocido que tutelaban a los niños, decidían que debían estudiar y donde debían hacerlo, fue en Rusia y las otras Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Pero Usted, que yo sepa,  no es comunista. ¡Ah!, me olvidaba de quiénes son sus socios de gobierno actuales.

Lo que me llama la atención es que afirmen con tanta rotundidad que los hijos no son propiedad de los padres, cuando defiende a ultranza que los no nacidos son propiedad de la madre, que son parte de su cuerpo, y sobre los que pueden decidir  si viven o mueren según su libre albedrío.

Sé que no es exactamente lo mismo, ¿o sí lo es?

Otra cosa: supongo que es estrategia de Iván Redondo provocar varias controversias al mismo tiempo, porque es una buena estrategia. Una especie de bombardeo en racimo. Si tomas decisiones o propones medidas controvertidas una a una, es muy fácil que la oposición política y la opinión pública tomen partido y respondan de forma más o menos unánimes.

Pero si lanzas varias a la vez, especialmente si sabes que alguna de ellas va a gustar al PP y a Ciudadanos pero no a VOX y otras gustarán al PP y a VOX, pero no a Ciudadanos, pongo como ejemplo, estás creando cismas y divisiones que debilitan la contestación y confunden a la opinión pública.

Claro que solo es mi opinión, pero por si acaso no os dejéis engañar. Son temas diferentes que  merecen ser analizados por separado, y sobre los que debemos formarnos una opinión razonada, sin apasionamiento.

A mí me está dando mucho trabajo porque no hay día que no tenga que hacer algún comentario. Pero no se preocupe. Me gusta y me ayuda a mantener lamente activa.