A la memoria de Umberto Eco

Hoy, 20 de febrero de 2015, ha muerto el escritor italiano Umberto Eco, uno de nuestros premios Príncipe de Asturias, semiótico, inquieto en lo personal, casi bipolar en su faceta literaria, pero capaz de escribir obras de tanto éxito y calidad como “el nombre de la rosa”, la compleja trama “policíaca política religiosa” que, con el pretexto de una serie de muertes misteriosas acaecidas en un monasterio benedictino, nos metió de lleno en las rencillas y las conspiraciones que vivieron sus personajes, en una Edad Media convulsa, sacudida por enormes presiones y obligada a grandes cambios.

Tengo que confesar que es uno de esos libros que he leído varias veces, y que cada una de ellas me ha sabido a “primera vez”, porque me ha hecho disfrutar de las mismas sensaciones. Es más: me temo que mañana lo empezaré de nuevo y que, otra vez, descubriré facetas que me habían pasado desapercibidas.

Y volveré a contrastar lo directo de la mayoría de sus frases:

“Guillermo introdujo las manos en la bolsa en su sayo a la altura del pecho…”

“El bibliotecario nos presentó a muchos de los monjes que estaban trabajando en aquel momento..”

“Sé que muchos de los monjes que aquí viven proceden de abadía situadas en diferentes partes del mundo. Unos vienen por poco tiempo, el que necesitan para copia manuscritos que sólo se encuentra en vuestra biblioteca….

Con el barroquismo inmisericorde, innecesario en la trama, de algunos de sus párrafos, en los que el autor se comporta como si sufriera cortocircuitos cerebrales que le obligaban a escribir, escribir, escribir sin tregua, dejando fluir hilos de pensamiento, no siempre al alcance de mi comprensión.

“.. vería pulular cada vez más por toda Europa falsos monjes, charlatanes tramposos, truhanes, perdularios y harapientos, leprosos y tullidos, caminantes, vagabundos, cantores ambulantes, clérigos apátridas, estudiantes que iba de un sitio a otro, tahúres, malabaristas, mercenarios inválidos, judíos errantes ,antiguos cautivos de los infieles que vagaban con la mente perturbada, locos, desterrados, malhechores con las orejas cortadas, sodomitas y, mezclados con ellos, artesanos ambulantes, tejedores, caldereros, silleros, afiladores, empajadores, albañiles….”

Y sigue hasta un centenar más de oficios y condiciones humanas.

“….entre vosotros hay germanos, dacios, hispanos, franceses, y griegos. Y que hace muchísimos años el emperador Federico os pidió que recopilarais un libro sobre las profecías de Merlín, y que luego lo otro tradujerais al árabe para regalárselo al sultán de Egipto….”

Párrafo que avanza por una narración histórica que parece traída de “las mil y una noches”

“Quinti Sereni de medicamentis, Phaenomena, Liber Aesopi de natura animalium, Liber Aethici Peronymi de cosmographia…

Y así toda una relación de títulos de libros.

Y sin embargo, pese a lo farragoso de sus explicaciones, no podía evitar leerlos, ¿cómo no hacerlo?

Tengo que confesar que pertenezco a una generación que, gracias a Dios, creció sin ordenadores ni tablets y casi sin televisión, por lo que leíamos mucho y disfrutábamos tanto leyendo como lo hacíamos comentando lo leído.
No voy a relacionar los autores que más influyeron en mi formación: unos me atrajeron por su romanticismo, otros por su dramáticas, y otros por su fantasía, según edad, hora y circunstancias, pero dos de ellos fueron, sin duda, Benito Pérez Galdós y Umberto Eco.

Ambos fueron maestros en combinar historia con fantasía. Naturalmente me siento más identificado con las novelas de Pérez Galdós porque me resultaron episodios “mas conocidos”, pero reconozco que Umberto Eco acrecentó mi curiosidad por las claves de la edad media europea.

Supongo que Ken Follet también admira a Eco, porque su narrativa en “los pilares de la tierra” me parece una versión británica, menos barroca, de la del italiano. Y quizás por ello, porque en las novelas de Ken Follet hay pocas cosas que distraigan del argumento, resultan tan lineales y atractivas para el lector.

Volviendo a Umberto Eco y “el nombre de la rosa», siempre me impactó el principio, el relato de las primeras sensaciones de Adso de Melk al contemplar la abadía sobre sus cabezas al salir de una curva de la vereda “que serpenteaba..”:

“No me impresionó la muralla que la rodeaba, similar a otras que había visto en todo el mundo cristiano, si no la mole de lo que después supe que era el Edificio. Se trataba de una construcción octogonal que, de lejos, parecía un tetrágono (figura perfectísima que expresa la solidez e invulnerabilidad de la Ciudad de Dios), cuyos lados meridionales se erguían sobre la meseta de la abadía, mientras que los septentrionales parecían surgir de las mismas faldas de la montaña..”

Quizás por eso, ¡quién sabe!, en mi novela “la cruz de piedra”, me recreo describiendo la impresión que causó Bocairente a Ignacio, uno de los personajes:

“Ya había estado en el pueblo, pero no pudo evitar el sentir la misma impresión que cuando llegó la primera vez. La imagen de su barrio medieval encaramado en un gran peñasco, coronado por la torre de la iglesia y rodeado por barrancos que lo separaban de otros montes cercanos era única y sorprendente. La distribución de los alrededores, con la ermita del Santo Cristo en la cima de un monte, al norte, y la Sierra de Mariola al sur, le hacían pensar que ninguna mente humana habría tenido la suficiente imaginación como para diseñar semejante paisaje. Él era arquitecto y sabía reconocer marcas y signos invisibles para ojos profanos. El Bocairent que contemplaba no era una obra terminada, ni siquiera planificada. Era el fruto de la tenacidad de generaciones y generaciones de bocairentinos que lo habían hecho crecer colocando piedra nueva sobre piedra vieja, y ajustando el trazado urbano de sus calles a los desniveles de la roca que las sustentaba.”

Y quizás también por eso, cuando visité la espectacular abadía benedictina de Melk, en Austría, que domina el Danubio desde una colina, los inmensos bosques austríacos y los pueblos de los valles de Wachau, como Dürnstein, en donde estuvo prisionero el Rey Ricardo Corazón de León esperando que pagaran su rescate, toda aquella maravilla no me distrajo del hecho, mejor la ilusión, de que fue de aquella abadía, mucho menos barroca y rica que la actual, por supuesto, de donde salió Adso como pupilo del franciscano inglés, antiguo inquisidor y adelantado a su tiempo.

Me temo que los autores, (“sic transit gloria mundi”, ¡hay la vanidad!), son mucho menos importantes y duraderos que sus obras, que sus personajes, que sus poesías, que sus cuadros, que sus canciones..

Muchos serán capaces de seguir el verso “volverán las oscuras golondrinas..” sin recordar que lo escribió Gustavo Adolfo Bequer. ¿Quién no tararea la melodía de cualquier zarzuela sin conocer a su autor?. ¿Quién no se emociona ante “el Cristo de Velázquez”, aunque no sepa que lo pintó Velázquez?.

Pues bien, sabiendo que ni la memoria del mismo Shakespeare sobrevivirá a su Romeo y Julieta, Fray Guillermo de Baskerville, Adso de Melk, y Jorge de Burgos garantizarán la permanencia de Umberto Eco en el mundo del arte y las letras, aunque muchos no se acuerden de que el padre de estos personajes, el que los parió, se llamaba así, Umbero Eco..

Por cierto: En este comentario siempre me refiero a la novela. La película es una buena descripción, muy bien ambientada y excelentemente interpretada, de la décima parte de una trama y de una acción que no cabe en una película. Ni en varias.

Si de verdad admiran a Umberto Eco y solo han visto la película, vayan a la librería más cercana y compren el libro. Y si les da pereza cómprenlo por internet.

Disfrutarán de esta obra, escrita a modo de memorias por Adso de Melk, pupilo de Guillermo de Baskerville, que termina diciendo:

“Dejo este texto, no sé para quien, este texto, que ya no sé de qué habla: “stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemos”

En cuanto a los motivos que tuvo Umberto Eco para escribirlo, en el anexo a su novela “el título y el significado” dice textualmente:

“Escribí la novela porque tuve ganas. Creo que es una razón suficiente para ponerse a contar. El hombre es por naturaleza un animal fabulador”

Es la mejor de las razones y la más sencilla de las explicaciones

Descanse en paz y con nuestro agradecimiento

José Luís Martínez Ángel

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