La deriva de Albert Rivera: La prisa, la peor consejera

En un comentario reciente, “negociación o chantaje”, criticaba la actitud incomprensible de Ciudadanos, y más concretamente de su líder, Albert Rivera.

Y lo escribí, como lo hago ahora, porque Ciudadanos es un partido que me interesa, que me resultó atractivo, que sigue pareciéndome muy válido, y porque no me gustaría que desapareciera a medio plazo por no encontrar su sitio en la política, no tener claras sus prioridades, no medir bien sus tiempos y, sobre todo, por el rechazo que provocan esos tics de soberbia, prepotencia y mal encaje de las críticas, cada vez más evidentes entre sus dirigentes.

Decía entonces y mantengo ahora que, en mi opinión, el vértigo de los éxitos recientes le ha tentado a acelerar su ritmo personal de crecimiento en la ilusión de que “lo suyo” tiene un horizonte de posibilidades mucho mayor de lo que esperaba.

Y es así, pero no de esa forma. Me explico:

Una actitud más negociadora con el PP, y muy especialmente con el Sr. Rajoy, podrían haberle proporcionado una vicepresidencia de gobierno con un presidente del que hubiera aprendido mucho, que le habría introducido en Europa, que podría poner su nombre entre los “a tener en cuenta” en las listas de los políticos europeos.

Sin embargo, me temo que las prisas le han alterado el juicio político hasta el punto que, en su imaginación, Mariano Rajoy se ha convertido en una amenaza personal, un freno para sus aspiraciones. Preferiría pactar con un presidente de gobierno de menor prestigio que no le eclipse como político.

¿Dos aprendices en el gobierno español y en Europa?. ¿Conoce a algún político de talla internacional que no haya tenido un maestro?. Todos han crecido a la sombra de alguien que era mayor cuando él fue joven, y que fue sabio cuando él era aprendiz.

Y todo ello, por supuesto, sin servilismos. Sin renunciar a influir en las decisiones de gobierno ni en las políticas del pacto, dentro de la cuota parte de su electorado. O un poquito más, si puede conseguirlo.

Este escrito viene a cuento de lo mal que sonaron sus primeras declaraciones en la noche del 26. Su ego le traicionó cuando manifestó que su prioridad será cambiar la ley electoral porque perjudica a su partido. En una España comprometida y con riesgos evidentes, y una Europa convulsa, ¿es esa su prioridad?. ¿También le parece normal decir que “si quieren nuestros votos tendrán que aceptar nuestras condiciones”?. ¿No le suenan a frases pronunciadas por otras organizaciones de menor nivel o con intereses más espurios, en otros tiempos y otras circunstancias?.

Recuerde que el gobierno Balear aceptó las “condiciones” de María Antonia Munar.

Creo que se equivocó y que alguien debió advertirle de que su discurso debía de ser otro: reconocer el retroceso y anunciar que analizarían las razones de la pérdida de confianza de parte de sus votantes para reconducir políticas y/o actitudes.

Porque deben darse prisa en recuperar el tiempo perdido en temas de menor calado, no sea que la sociedad les etiquete como algo que no pretenden ser.

En lugar de eso se comportó como casi todos, cargando la culpa en los demás y refugiándose en las circunstancias. Y me dio la impresión de que estaba a punto de entrar en ese círculo de políticos mediocres que consideran que todo lo hacen bien, pero que no les comprenden o, lo que es peor, que reciben un trato injusto.

Si no tiene asesores de imagen y de estrategia política contrátelos, y si los tiene despídalos de inmediato. Y lo digo porque Ud. transmite, cada vez más, la imagen del “soy importante”, “soy el que esperabais”, “soy el único que tiene la razón”, con el agravante de que gran parte de sus inmediatos colaboradores, Ignacio Aguado, Begoña Villacís y otros notables de su partido, se están contagiando. Cada vez aguantan peor las críticas y no pueden evitar gestos corporales, como fruncir las cejas, los ojos o la boca, exactamente iguales que los suyos. ¡Paciencia, Sr. Rivera, paciencia!.

Francamente creo que han llevado una carrera fulgurante y que tienen mucho camino por delante. Y les necesitamos. Pero conviene que reúna a su cúpula en algún lugar de cualquiera de las hermosas sierras españolas, lejos del mundanal ruido y las frases elogiosas, para meditar quienes son, porque están en política, cuales son sus fines y, en consecuencia, cuales deben ser sus actitudes y sus estrategias más inmediatas.

No me refiero a un congreso de partido. Mejor una reunión de trabajo al uso en la empresa privada, con su “brainstorming” y sus procesos de mejora de resultados y de resolución de problemas. Les vendría bien.

Lo sugiero porque creo que son una fuerza interesante que puede aportar ideas, equilibrar tendencias, y moderar tentaciones de los más poderosos. Tienen buena base, pero les queda mucho que aprender. Llevaban muy buen camino, pero están muy lejos de la llegada.

Saque del armario el cartel electoral del «hombre desnudo», el que viene limpio a la política para servir a la sociedad, y piense donde estaba, donde está, cuales eran sus aspiraciones, cual es su meta y, sobre todo, cual debe ser su ruta.

Lo digo sinceramente.

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