Leo en Las Provincias que “la Universidad fía ahora a otra reunión el desalojo del Luis Vives”. Reunión que tampoco tendrá éxito. Estaba claro que el “buenismo” de la Universidad no iba a obtener ningún resultado porque parte de algunos errores fundamentales. El primero, que el Rectorado no puede “dialogar” con los ocupas porque es evidente que, siendo como son un grupo de libertarios, no iban a atender a ninguna de las razones. Ellos van a lo suyo y un supuesto dialogo solo sirve para generar titulares, darles protagonismo, y potenciar el efecto llamada.
La otra parte, los ocupas, confunde diálogo con negociación. Y está claro que aquí no pueden existir matices. Sin entrar en valoraciones personales, desde el punto de vista institucional, una de las partes representa a la Universidad, con todo el peso de su magisterio y la autoridad del Rectorado. La otra la componen jóvenes antisistema sin más valor de representación (dirán, como siempre, que son “el pueblo”) que el que ellos mismos se adjudiquen.
Así pues, la única negociación posible es el cómo y el cuándo del desalojo.
Y si caemos en su trampa, la misma que antaño inventó lo de los maestros “colegas”, los padres “amigos” y toda esa colección de replanteamientos formales, estarán perdidos. Son ellos los que habrían ganado.
Y recuerden el ejemplo de Barcelona, siempre Barcelona, donde la “ocupación” fue consiguiendo tanto poder y llegó a amedrantar de tal forma al Ayuntamiento, que se vieron obligados a ceder a sus chantajes y pagar con dinero público el coste de sus ocupaciones. Y fue tanta su fuerza que se llegó a suspender una reunión de ministros de la UE en esa ciudad porque no se podía garantizar la seguridad de los asistentes.
Y otra cosa. Hay una categoría de ocupas que lo son por necesidad. Estos son jóvenes, posiblemente de capas sociales acomodadas, que “juegan” a ejercer políticas fuera del sistema, y a reclamar derechos no previstos en la constitución.
A los que no se les puede ni debe conceder ninguna ventaja. Estamos en una democracia representativa y se puede opinar y votar, pero nunca ocupar o imponer.