El pistoletazo de salida – Corrupción, corruptelas, pillerías, y lo que hacemos nosotros

Se ha producido en cambio de gobierno y el único argumento que unía a todos los que han votado a favor del nuevo presidente era acabar con la corrupción, personalizado en el hecho de “echar a Rajoy”. Y si esta fuera la única razón y no hubiera otros intereses políticos, sociales, económicos o personales, me parecería bien. Porque esto significaría que, por fin, la sociedad española rechaza la corrupción como parte de nuestro modus vivendi y aspira a avanzar en el camino de la honestidad.

Y, por lo que oigo, veo, y leo, parece que todos están de acuerdo en que ese es el objetivo. Y se confirma por la gran cantidad de “ya está bien” en mensajes, twitts, y comunicaciones de todo tipo, orales o escritas, de los puros de corazón. De los que siempre llevan una primera piedra en el bolsillo.

Por supuesto, y lo he dicho y escrito en muchas ocasiones, que no hay nada más deleznable que usar el poder para beneficiarse personalmente. Y mucho más cuando unes la delincuencia a la traición y la mentira si eres un cargo público elegido para administrarnos y protegernos.

Sin ninguna duda. Que el peso de la ley caiga sobre ellos y que devuelvan lo que han robado.

Pero eso no va a resultar tan fácil de asimilar en nuestro entorno o en nosotros mismos porque, en términos generales, cuando hablamos de corrupción solemos referirnos a la de “los otros”, y cuando afirmamos que hay cambiar hábitos y actitudes son, claro está, las de los demás.

Somos un país que ha llegado a crear un género literario con la picaresca y con unos ciudadanos con una enorme capacidad para saltarse normas, leyes y barreras. Somos ingeniosos también para esto. En este campo no hacen falta inversiones en I+D porque, como dice el refrán, el más tonto hace relojes de madera metáfora de que somos muy listos, aunque tiene un uso muy al caso porque también puede referirse a los que son «demasiado» listos, en el sentido de gente aprovechada.

Y junto a cada manera de saltarse una norma, registramos en nuestras mentes una o dos justificaciones para hacerlo. Para hacerlo nosotros, claro está.

Y si a eso añadimos nuestra muy especial vara de medir o de dimensionar, seguro que no hay país que nos supere. Ellos son más brutos, nosotros más sutiles, más inteligentes.

Por eso aquí tenemos corrupción en mayúsculas, corruptelas, cosas “que hay que hacer”, y hasta “cosas simpáticas”, las que se hacen porque sí, para divertirte.
¿Cómo vas a comparar un “simpa” con robar un millón de euros? Tampoco el robo del millón es lo mismo que pagar servicios sin factura, evitando el IVA, o tener a un empleado de hogar sin darle de alta en la SS, o falsear las declaraciones de la renta, o robar un saco de naranjas de un campo. ¿Cómo va a ser lo mismo?

En cuanto a las justificaciones, las hay de todo tipo y color. Como para escribir un tratado.

Compramos a los manteros “para ayudarles, pobrecitos”, pero les regateamos. Y si el precio es más alto que el de la tienda, se acabó la caridad y la solidaridad. A la tienda.

No damos de alta a empleados de hogar, incluso internos, o contratamos a “sin papeles” deliberadamente porque nos saldrán más baratos. “No podemos pagar más”, dicen, y así tienen techo, comida y algunos ingresos. De aurora boreal. Es un acto tipificado como delito y no les arriendo la ganancia si el empleado fantasma tiene un accidente laboral o de cualquier otro tipo en casa de los contratantes. Pero “no querrás comparar estas cosas con robar un millón de euros y, además, lo hacen millones de españoles”. Incluso algún político en activo.

Pedimos servicios sin IVA porque son profesionales que no pueden emitir facturas. Son ilegales, dicen, porque no pueden soportar las cuotas de autónomos. Unos sí, y otros no, pero sigue siendo ilegal. Y algunos nos sorprenden con signos externos no muy acordes con su supuesta falta de recursos.

En cualquier caso esta práctica choricera solo beneficia al contratante, porque él sí que está cometiendo una infracción en su propio beneficio, y también incurre en responsabilidades, pero ¡no me los irás a comparar con Rodrigo Rato! Claro que no, pero esta actitud me suscita serias dudas sobre como actuarían en caso de que tuvieran las mismas oportunidades de delinquir que el mencionado ex ministro.

La culpa la tiene el gobierno y sus nefastas políticas sociales, o el rescate bancario, o cualquier cosa que nos venga de fuera. En Italia, que son más italianos, dicen que un bañista exclamó “piove porco gobernó” cuando se puso a llover en su día de playa.

Y si falseamos las declaraciones para pagar menos impuestos es, naturalmente, porque son unos chorizos y nos explotan. Seguro que son conscientes de que lo que pagan ellos de menos lo tengo que pagar yo de más, pero ¡que importa! Son pecadillos sin importancia.

Estoy siendo muy aventurado, pero dudo mucho que haya un solo español, entre los que me incluyo, que no haya cometido algún delito fiscal o haya defraudado alguna vez en su vida. O que tenga constancia de alguno de estos delitos y ha mirado para otro lado.

Aunque llegado el momento, eso sí, hay que ponerse a la cabecera de las manifestaciones con esos lemas tan ingeniosos de “falta pan, sobran chorizos”, por ejemplo. Y con la cabeza muy alta y la mente muy limpia porque ellos, los dela pancarta, no son chorizos de verdad. Suelen tener la autoridad moral de ser los que más gritan y más posturean. Y punto.

Y nos hemos habituado a que el mismo delito cometido por diferentes partidos políticos es “un invento de la oposición”, en algunos casos, o un delito muy grave, en otros.

Y luego viene la otra cara de la moneda. Resulta que en España se está utilizando en política una nueva terminología, abreviada o expandida según convenga, que facilita ajustar lo que ahora se llaman “relatos”, o denunciar posverdades, o utilizar eufemismos para enmascarar los hechos. Todo menos emplear el castellano que todos entendemos. Porque entonces les entenderíamos.

Y en esta contracción del lenguaje, cuando se habla de corrupción se refieren exclusivamente a “sisar”, a robar aprovechándose del cargo y en su propio beneficio y/o, según quien, donde, y cuando, puede llegar a la malversación de fondos públicos. No siempre porque, dicen, estos “son honrados” ya que no lo han hecho en su propio beneficio. ¿Cómo lo ves?

Fichar por otros o fichar por una puerta y salir por otra no es corrupción. ¡Que dices! Son pillerías porque no son cosa de ricos. Es de trabajadores, de “currantes”, y aquí hay que afinar mucho más.

Pedirle a un cargo público que influya en la contratación de tu hijo, o nombrar asesor a tu cuñado (¿quién iba a ser de más confianza?, dicen), no es corrupción. ¿Cómo va a serlo si somos sus padres o sus cuñados? Corrupción es ser político y robar pero, mire Ud. por donde, también lo es practicar nepotismo, o falsificar curriculums, o utilizar tu influencia para acosar a una mujer o a un hombre.

Corrupción es contratar a empleados con letra pequeña, o sin ninguna letra, con pagos en A y en B, o trabajando más horas de las que les corresponde por ley.

Y corrupción es arreglar el pago de un inmueble con una parte en “negro”, que se consuma cuando el notario, ¡qué casualidad y que honestidad profesional!, deja a las partes solos durante algún tiempo para que “acuerden sus cosas”. Que también hay notarios corruptos, y policías, y jueces, y sacerdotes, y repartidores de butano. Porque todos convivimos en una sociedad en la que la picaresca es un deporte nacional, y en la que lo que hago yo siempre está justificado.

Así que, amigos míos, si hemos clamado por erradicar la corrupción hasta forzar un cambio de gobierno, amarrémonos los machos. Que cada vez vale menos lo de la paja en el ojo ajeno.

Y si eres funcionario, o policía, o el verdulero de la esquina, no solo te juzgarán por lo que hagas. También por lo que consientas. Yo trabaje algún tiempo en Iberia Líneas Aéreas, en Barajas, y me llevé una gran sorpresa cuando el primer día que llegué al taller, comprobé que alguno de mis compañeros sacaba varias tarjetas de asistencia del casillero de ausentes, las “picaba” y las pasaba al de presentes. Con toda la cara. Sin ocultarse. Son hechos el año 1964, en pleno franquismo, pero mucho me temo que al día de hoy, en plena democracia, se sigue haciendo. También sin ocultarse.

Corromper, querido amigo, es un verbo transitivo y corromperse, según el diccionario, es “Volverse moralmente mala o deshonesta [una persona]”. Y cuando dice una persona, quiere decir cualquier persona. Y cuando dice moralmente mala o deshonesta no especifica grados. Los hay y lo determinan los jueces, pero esto es como los embarazos: puede que tenga un hijo o dos, ¡o tres!, pero una mujer está embarazada o no. Nunca está “un poco embarazada”.

Tratemos de pasar sin sobresaltos el test de la honestidad. Sinceramente. Sabiendo que es difícil reconocer que para ser un país honesto hace falta que todo el mundo se comprometa. Y cómo es casi imposible por cosas de la naturaleza humana, aceptemos que hay que educar desde los colegios, dar ejemplo como padres y abuelos, aplicar medidas preventivas, y aceptar de buena gana que se monten controles.

Porque conducir bebido o drogado también es corrupción. Es un delito que no se puede justificar con una “noche de marcha” y que, además, puede perjudicar seriamente a terceras personas.

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