En primer lugar quiero hacer constar que he seguido al consultor político Iván Redondo en algunas tertulias de televisión y me parece un gran profesional en su especialidad, que no es otra que potenciar la imagen de sus clientes para situarles en determinadas posiciones, cambiando sus hábitos, sus formas de expresarse, y sus lenguajes corporales, y promoviendo su aparición masiva en los medios de comunicación, especialmente los audiovisuales.
Y, por su trayectoria, se constata que no está condicionado por una determinada política ni quiere estarlo. Y la prueba es que también ha trabajado para gente del PP.
Para el curiculum de Iván Redondo todo esto es un gran triunfo, porque se da la paradoja de que cuanto peor perfil tenga su cliente, o más complicado sea el objetivo, mayor será su triunfo como consultor si logra situarle en el plano previsto. Y no digo que sea el caso de Pedro Sánchez, al que favorece tener un atractivo personal, casi un encanto, que le ha facilitado mucho las cosas.
Se dice de Iván Redondo que siendo asesor independiente es el que consiguió que Sánchez ganara la moción de censura y no me extrañaría. Lo cierto es que Pedro Sánchez, una vez alcanzó la presidencia del gobierno, le nombró director de Gabinete de Presidencia, y en ello está.
Y es evidente que toda la campaña de Sánchez con perro, Sánchez con niña, Sánchez en el colegio, Sánchez en la fábrica, etc. tiene el sello indiscutible de una asesoría de imagen que quiere presentarle como un presidente próximo a la ciudadanía, y presente en diversos sectores industriales y sociales de la nación. También lo tiene el hecho de no comparecer en ruedas de prensa en las que puede decir cosas que le comprometan o que contradigan afirmaciones anteriores.
Pues bien, una parte de mi buena opinión sobre Iván Redondo se está rebajando debido a la sobreexposición del presidente que empieza a ser aburrida y cargante. Y lo que es peor: cursi y simplona.
El colmo es la última imagen de Pedro Sánchez donando sangre para “los soldados en misiones en el extranjero”. Es pasarse mucho, muchísimo, porque es un mensaje sin ningún fundamento. ¿Solo para las fuerzas armadas? ¿En qué destino? ¿Se distribuirá en las bolsas habituales o en mini dosis para que llegue a todos?
Con el posible agravante, desconozco si es cierto, que según he escuchado en una emisora de radio, los que viajan a determinados países no pueden donar sangre hasta pasado un cierto plazo para evitar contagios de malaria y otras enfermedades. Y el presidente Sánchez ha estado muy recientemente en alguno de estos países.
Solo me falta ver a Pedro Sánchez como donante de semen y, tal como están las cosas, tampoco lo descarto. Claro que sería semen condicional, no se sabe para qué colectivos de mujeres, entre las que no estarían las del PP, por supuesto. ¿Quizás para lesbianas que quieran ser madres?
Creo que la estrategia ha funcionado y que, gracias a ella, Sánchez es presidente. Y es casi seguro que se afianzará en el poder porque ni le importa la calidad de sus apoyos ni los daños colaterales a corto plazo. Pero, que quieren que les diga, a mí no me gusta la estrategia ni tampoco la facilidad con la que están consiguiendo sus objetivos, él y su “alter ego” Pablo Iglesias.
Y no por la supuesta ideología de los dos tenores, que cada uno es muy libre de optar por una determinada opción, socialismo bastante cogido por los pelos en el caso del presidente y clara, muy clara en su intención de romper todo lo relativo a la transición y a la actual constitución por parte del vicepresidente de facto, sino por sus apoyos.
Ya que nada bueno, absolutamente nada bueno se puede esperar de Bildu, ni mucho menos de los nacionalistas catalanes y vascos, porque estos sí que tienen la suficiente fuerza política, la fuerza del chantaje, para alterar el rumbo del gobierno hacia una derrota claramente perjudicial para el Estado y para la estabilidad de nuestro futuro.
Y siendo como soy muy de imágenes virtuales, estos dos personajes me recuerdan cada vez más a Canijo y Tiñoso, los malos de “Érase unan vez el hombre”. Dicho sea con todo respeto para las personas y con toda la acritud para sus hechos y sus actitudes.
Y, para mi pesar, no acabo de localizar en el panorama político español a un Pedro y una Flor que contrarresten las acciones de los malos.
Por mucho que los busque.