La ministra de justicia y la exhumación de Franco

Hace unos días escuché a la actual ministra de justicia, Dolores Delgado, afirmar que la exhumación de Franco es un “asunto de estado”. No, señora ministra, no. La exhumación de Franco es un tema menor, muy menor, entre los asuntos importantes que nos ocupan y que amenazan a nuestra economía, nuestro bienestar, o nuestra calidad democrática.

Lo único cierto es que esta decisión se ha convertido en uno de los banderines de enganche de nuestro presidente, que acaba de insistir en su ejecución. Ni siquiera creo que sea una idea de Iván Redondo, al que he admirado en el pasado aunque empiezo a tener serias dudas de que no se esté convirtiendo en un personaje a poner en cuarentena si fuera el responsable de “todo”, el único guionista de lo que hace su aconsejado.

Porque no todo vale ni en política, ni en la abogacía, ni en los asesores de imagen o directores de campaña de políticos. Y estas campañas tan a la americana, basadas en gestos y en decir lo que sea, se pueda o no cumplir, que es exactamente lo mismo de lo que acusan a los populistas, están cruzando muchas líneas rojas.

Donde esté o no esté el cadáver de Franco puede interesar a la familia, a unos pocos nostálgicos, a una parte decreciente de la sociedad entre los que no estamos la mayoría de los que vivimos en la dictadura y, por supuesto, al gobierno de Sánchez. Y digo al gobierno de Sánchez y no al PSOE, porque mucha gente del partido se ha dado cuenta de que estas historias del pasado ya no “venden” como vendían.

El otro día decía de broma que la única explicación de las prisas de nuestro presidente para desenterrarlo es porque quiere incluirlo en las listas electorales del próximo abril, pero quizás me equivoque.

Asuntos de estado, señora ministra, son la ley de educación, la reforma del poder judicial, la posible reforma de la ley electoral, las políticas de inmigración, la solución definitiva al problema de las pensiones, y algunos otros de importancia similar y que condicionarán nuestro futuro como nación. Que no salen adelante porque los ciegos egoístas que nos dirigen, gobiernos y oposiciones, son incapaces de consensuarlos. Prefieren caer en manos de los nacionalistas, ahora separatistas, que hablar entre ellos para llegar a acuerdos de futuro en lo que son pilares básicos de la democracia, de la cultura y del bienestar social. Como si la otra opción, consensuar entre ellos temas de estado, fuera imposible.

Dialogar con los extremistas sí. Dialogar con los demócratas constitucionalistas ni hablar. ¡Hasta ahí podríamos llegar!

Lo demás son sandeces, paridas en lenguaje más coloquial, que lo único que demuestran es el enorme desenfoque de muchos políticos en activo, ¡algunos son ministros!, que siguen creyendo que los españoles somos tontos y que se nos puede confundir con cuatro eslóganes, cuatro frases brillantes, o cuatro poses del presidente diciendo lo que le aconsejan sus asesores.

Lo que me preocupa es que esta señora, de la que apenas tenía referencias salvo alguna noticia de prensa sobre su participación en cacerías y similares, y a la que he descubierto cuando ejercía de ministra, volverá a la judicatura y tendrá que participar en causas en los que estén involucrados miembros o simpatizantes del grupo de los “trifálicos”, de los separatistas catalanes, o tantos otros que han sido sus amigos o sus enemigos el tiempo que ha ejercido su cargo en el ministerio.

Una ministra que ha exigido que la iglesia le entregue un listado de sacerdotes involucrados en delitos de acoso sexual o de pedofilia, sabiendo que todos ellos ya están denunciados en los tribunales por cualquiera de las partes, pero que no ha incoado causa contra sus compañeros del estamento judicial a los que, según conversaciones grabadas por ese peligro público llamado comisario Villarejo, vio alternando con menores en un viaje a Sudamérica.

Una ministra que se mostró de acuerdo en que la casa de citas montada por el propio comisario Villarejo para obtener información de sus clientes, y así poder chantajearlos, iba a resultar todo un éxito.

Meterme con personas en concreto está muy lejos de mi manera de pensar. Critico hechos o decisiones, pero nunca personas, pero en esta ocasión sobrepaso mis propios límites porque esta señora, tan fuerte de carácter, me parece muy poco consecuente en sus hechos y dichos. Y me refiero a su etapa como ministra, porque he sabido de su gran profesionalidad y su compromiso contra el terrorismo cuando ejercía de fiscal. Cosa que le agradezco.

Señora Delgado: ya hace muchos años que ninguno de los que tienen poder en la España actual, sea político, económico, militar, religioso o de cualquier otro tipo, son “franquistas”. Serán de derechas, o de extrema derecha, o de extrema-extrema derecha, pero Ud. sabe muy bien, porque es cualquier cosa menos inculta, que el franquismo no fue un movimiento político ni una ideología concreta, sino un seguimiento al líder, por lo que desapareció cuando murió Franco. Como ocurre con todas las dictaduras. Y lo mismo que sucede con el franquismo, tampoco existe un “pinochetismo”, ni un “videlismo”.

Y le aconsejo que dedique su tiempo a temas más prácticos o más éticos, según como se mire. Determinar si los miembros de la judicatura que intervienen en la política deben de volver a ejercer su profesión si más es un asunto que despierta serias dudas desde hace años. Eso sí que me parece un tema importante. No digo que un tema de estado en sí mismo, pero sí que debería de ser uno de los puntos a analizar en esa reforma del poder judicial que estamos esperando.

Este, como todos los citados anteriormente, sí que son asuntos que nos interesan y afectan a la totalidad de los españoles.

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