“Investidura habemus”. ¿Y ahora qué?

Estos días hemos asistido a una sesión de investidura y, como suele ser habitual, los líderes políticos han exhibido sus peores galas en un espectáculo para la galería, para sus votantes y para nosotros en general, porque para efectos del resultado y salvo que se produjera algún accidente,  el pescado ya estaba vendido.

Todo el mundo sabía quién iba a votar “sí”, quien votaría “no” y quienes se abstendrían. Incluso se daba por hecho que había un plan “B” preparado para el caso, por el que alguna de las abstenciones podría convertirse en “sí” en caso de que fallara algún voto positivo.

Y después de la votación nos encontramos con una situación casi disparatada a la que nos ha llevado Pedro Sánchez, personaje tan desconcertante que es casi imposible juzgarle en la actualidad. Es posible que, como parece, lo suyo es pura ambición, o que sea un iluminado como lo fue Zapatero que cree que con todas estas idas y venidas podrá solucionar todos los problemas de España y pasar a la historia como un genio de la política.

Aunque, por los signos externos y por la vacuidad de alguna de sus actitudes, (viajes internacionales innecesarios para promocionarse, uso impropio del Fanton y de los otros medios de transporte de la presidencia entre otros), más parece un megalómano que un estratega.

Sánchez no ha sido el que ha provocado los problemas del  independentismo, de la falta de adaptación de su partido a los cambios sociales, de la parte negativa de las medidas que se tuvieron que tomar para salir de la crisis (menor calidad de los empleos, brecha salarial, casos de corrupción de políticos, de partidos, de sindicalistas, de la cúpula de los nacionalistas, etc.), pero  los ha utilizado en su favor y en perjuicio  de los españoles, a los que ha enfrentado de forma innecesaria para buscarse coartadas para sus propuestas y contrapropuestas.

Y con sus acuerdos con el enemigo natural del socialismo, el comunismo, porque los demás son adversarios, ha acelerado un posible derrumbe de su partido, prácticamente desaparecido, y, lo más grave, está dando una imagen de debilidad de las instituciones.

Debilidad aparente porque las instituciones están ahí por mucho que se afirme que están superadas, como afirman los mentirosos interesados por boca de los independentistas, los  comunistas, o Bildu y el resto de los enemigos declarados de  la nación.

Porque por mucho que se les llene la boca de falsedades sobre la subordinación de la justicia a la política, dicho en una nación que ha encarcelado a un yerno del Rey o ha encausado a dirigentes del PP cuando estaba en el gobierno o, la versión contraria, que la justicia está entorpeciendo a la política es un auténtico freno para el “progreso”.

Mi artículo anterior, en el que decía que la vida sigue, pretendía defender la necesidad imperiosa de que los ciudadanos no entremos en ese terreno enfangado al que nos quieren arrastrar. Deberíamos mantener la calma. Criticando lo que consideremos inadecuado, pero votando en positivo, a la mejor opción según nuestra forma de pensar, y no “contra” nadie.

Es inútil, tóxico y muy peligroso. Y además ya tenemos experiencia histórica de que esa actitud, alentada por los que generan opinión en la política o los medios de comunicación, codujo a la nación a un desastre que duró años de sangre, y una dictadura.

Y no digo, ni mucho menos, que estemos en una situación pre bélica porque ese supuesto es totalmente imposible por mucho que lo rumoreen los de la derecha más radical. Hemos avanzado mucho culturalmente y somos miembros de dos bloques de integración supranacional, la Comunidad Europea y la OTAN, que facilitan el diálogo interno como facilitan el de las naciones.

Lo que quiero decir es que si en la España de 1936 no se hubiera producido una rebelión militar se hubiera evitado le guerra civil y el consecuente derramamiento de sangre, pero no la miseria, ni la violencia social, ni el afianzamiento delas “dos Españas”, ni la lucha de clases entendida como la que entonces se producía, ni el anarquismo revolucionario que nunca ha acabado bien en ninguna parte.

Es decir, que tarde o temprano alguno de los gobiernos se habría visto obligado a tomar medidas excepcionales dentro de la legalidad,  como ya había ocurrido con la dictadura de Primo de Rivera,  cuando se reprimió con tanta dureza la rebelión de Asturias, las “sanjuanadas”o las otras  rebeliones y pronunciamientos de los últimos siglos.

 Y cuando digo que necesitamos normalidad ciudadana es porque al aumento de impuestos que se avecina, los intentos de aprobar leyes “progresistas” e innecesarias, al aumento del paro inevitable y la amenaza de pérdida de inversión del capital internacional y de pérdida de calidad de la gran protección social que tenemos en España serán una realidad, pero  siendo muy grave, tiene solución como siempre la ha tenido. A gobiernos despilfarradores les siguen gobiernos austeros, que también nos haces sufrir, pero eso solo afectará a la pérdida de calidad de vida. Y estando como estamos en un país democrático, es prácticamente inevitable porque los que gobiernan lo hacen porque les hemos votado.

Lo peligroso, lo muy peligroso, son las decisiones políticas y las concesiones del gobierno central a los chantajistas de siempre: El PNV en primer lugar aunque parezcan menos peligrosos, los independentistas catalanes y los partidos minoritarios que han apoyado a esta legislatura.

Porque la experiencia dice que las concesiones transferidas por gobiernos en debilidad, como la de prisiones en Cataluña o la que se puede producir con la Guardia Civil de Tráfico en Navarra, nunca se recuperan. Las conceden  gobiernos débiles y las mantienen gobiernos cobardes.

Porque la moneda indiscutible de la política actual, el motor que mueve a los dirigentes, es el voto y su cotización las encuestas. Ni intereses de país, ni bienestar de la ciudadanía ni nada de nada.

Todo por el voto.

Y ¿qué barbaridades hará en nuevo gobierno? En mi opinión pocas y casi ninguna de calado. Simplemente porque no podrán.

Apaguemos las televisiones y las emisoras de radio por un momento. Desconectemos los móviles y los terminales que permiten el acceso a la redes. Mantengamos el silencio mediático y pensemos, una facultad de los humanos que utilizamos cada vez menos. Es más  fácil que otros “piensen por nosotros”

Y nos daremos cuenta de que cualquier loco que intente cambiar las reglas de juego que nos dimos en la transición se encontraría con los siguientes obstáculos:

La parte de la Administración Pública responsable de controlar a los gobiernos y las instituciones nacionales y autonómicas

Es una primera barrera compuesta por juristas gestores o interventores que informan de las posibles irregularidades de los gobiernos o de las cámaras legislativas. No tienen poder ejecutivo, por lo que son muy fáciles de superar porque el atenderlos depende de la voluntad de los afectados, como ocurrió en el caso de los ERE de  Andalucía, donde se evidenció que el gobierno de la junta ignoró los informes de los interventores, o en el Parlamento de Cataluña, que tomó decisiones contrarias al consejo de sus letrados.

Las leyes españolas, que se activan por denuncia de parte o por iniciativa de las fiscalías. Y tenemos un caso de ayer mismo. El Tribunal Supremo, ese que minusvaloran los independentistas, ha sentenciado que Junqueras no puede ir a Bruselas a recibir el acta de parlamentario de la Comunidad Europea.

Otra noticia de este mismo momento: la Comunidad Europea ha dado la razón al Tribunal Supremo en este asunto.

Y, con toda seguridad el Juez Instructor del “procés” presentará un suplicatorio en la Comunidad Europea, si no lo ha hecho ya, pidiendo la extradición de Puigdemónt y Comin. Y seguro que la concederán.

Y bajo su control, los muy prepotentes dirigentes de Cataluña, todopoderosos en su autonomía, que han sido juzgados por el Tribunal Supremo se ponían de pie o se sentaban cuando el Juez  lo ordenaba. Y los testigos, algunos muy gallitos al principio, también. Y doy constancia del hecho porque pasé muchas horas siguiendo este juicio.

Es decir: la justicia prevaleció sobre los intereses políticos de la Generalitat y del propio gobierno.

La Constitución, que es el marco de la convivencia de nuestra nación. Para modificarla se necesita la aprobación de tres quintos de la cámara, y esto sería prácticamente imposible sin un consenso de los grandes partidos.

El gran error del Legislativo ha sido no desarrollarla para ajustarla a las nuevas situaciones o a las que se pueden presentar en un futuro, como ocurrió en su día con el artículo 155. Este artículo mantenía el concepto de violencia como violencia armada, cosa innecesaria en este momento porque se puede controlar una nación o una autonomía sin necesidad de la fuerza.

Cataluña, por ejemplo, no necesitaba enviar tropas a la televisión y a las emisoras porque ya las controlaba, y la presión de los grupos violentos, las actuales kale borrokas, son una de las formas de la violencia actual.

El Tribunal Constitucional, que es el que interpreta la Constitución en caso de consultas de parte, o que actúa de oficio en algunos supuestos.

La Comunidad Europea que no solo exige que los presupuestos de los países se ajuste a las normas comunitarias para evitar desmanes económicos, sino que interviene en casos de excesos de poder de los Ejecutivos. Como es el caso actual de Polonia, donde el gobierno pretende ser quién nombre a los jueces invadiendo competencias y eliminando uno de los poderes de los estados.

Pretensión que está insinuando Podemos, siguiendo el modelo de Venezuela, donde los jueces no tienen autonomía en sus sentencias. Podemos no ha llegado tan lejos como Polonia, pero ya está lanzando mensajes sobre el bloqueo a la democracia de los jueces fachas y sobre “otras formas” de nombrar a jueces. ¿Si son militantes de Podemos, por ejemplo?

El tribunal de Justicia de la Unión Europea, que es la última instancia en la cadena de recursos. En el caso del juicio del “porcés”, por ejemplo, no entrará a juzgar las leyes de cada país porque se entiende que todos ellos son democráticos, y en la práctica solo comprobará que la sentencia se ajusta a dichas leyes.

Algo parecido es lo que ocurre con el Tribunal de Derechos Humanos, que tampoco entra  juzgar las leyes de los países. Solo comprueba si se han respetado las garantías procesales de los acusados y que en los juicios no se ha coaccionado a los testigos, por ejemplo.

¿Alguien cree de verdad que el gobierno actual podrá saltar todas estas barreras? Es absolutamente imposible.

Es más, yo no creo que ni siquiera lo intente. Mi opinión es que este presidente  camaleónico y embaucador que ha engañado a casi todos los partidos en los últimos años, también engañará a sus socios. A los catalanes diciendo que “lo he intentado pero ya veis que no he podido”, y a Podemos, como ya está ocurriendo, limitando sus competencias.

Si es cierto lo que se dice, va a nombrar a Yolanda Díaz ministra de trabajo, y a José Luis Escrivá ministro de Seguridad Social. De esta forma saca del actual Ministerio de Trabajo Migraciones y Seguridad Social la parte “gorda”, la Seguridad Social, que pasa a depender de un Ministerio de Seguridad Social, asignado a un socialista, y otro de Trabajo para Podemos.

Y hoy se ha sabido que crea una cuarta vicepresidencia, lo que resta protagonismo a Iglesias. Es evidente que está dejando sin contenido a las carteras de Podemos.

Y que, manteniendo a algunos de los ministros con más capacidad de gestión y de su entera confianza en las carteras económicas, creará un auténtico cortafuego que evite veleidades en España y sanciones de la Comunidad Europea.

No sé lo que le durará el invento, pero tiene es muy de Sánchez intentarlo. Y no me extrañaría que dentro de unos meses esté llamando a la puerta del PP y de Ciudadanos para negociar un pacto que “salve a España de comunistas e independentistas”.

Que cuajo, tiene.

Esta es mi opinión e insisto que nosotros, la ciudadanía, debemos estar tranquilos porque en nuestra situación actual nadie puede romper la fortaleza de las instituciones que nos hemos dado y que tan bien han funcionado hasta ahora. Nos va a costar dinero y sacrificios personales, eso sí, pero si todo esto sirve para reconducir las malas prácticas democráticas de los políticos que dirigen el país y para que los electores nos preocupemos un poco más de la política real en lugar de perseguir quimeras y apoyar a los que nos piden el voto si no explican claramente para que lo utilizarán, habrá valido la pena.

Necesitamos una catarsis que no se producirá si no entendemos la magnitud de la amenaza y de la crisis política y social a la que nos enfrentamos.

Investidura habemus, repito, aunque la fumata no ha sido blanca. Ha salido un humo multicolor que puede confundir a muchos españoles pensando que es  un signo positivo: progresismo, ecologismo, alegría, esperanza. ..

Pero no nos confundamos. Es un humo confuso que esconde peligros desconocidos, y que camufla a grupos tan peligrosos como Bildu, el PNV y los independentistas catalanes.Gracias a los que me habéis entendido y también a los que me “habéis reñido” por el artículo anterior. Eso quiere decir que leéis lo que publico. ¡Tengo seguidores!

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