A propósito de mis comentarios sobre la imagen de la España histórica que fomentaron en su día naciones rivales, asumida de forma inexplicable por muchos españoles, han surgido algunos comentarios sobre la situación sociolaboral de la España actual, entre otros los de Juan Sanz que cita un informe de Philip Alston, relator de la ONU, sobre la pobreza y la desigualdad en España.
Que es otro tema, porque en este caso no se trata de ningún invento ni tampoco creo que sea una exageración. Puede que los resultados que presenta el relator estén distorsionados por la calidad y la cantidad de la muestra, pero sean cuales fueran los datos, reflejan un hecho real y sumamente preocupante.
Al comentario de Juan contestaba: “Pues claro que hay mucho que solucionar, sobre todo en cuanto a la brecha salarial y la marginación. Estoy en Cáritas y en su informe anual lo denuncia año tras año. No conozco en detalle este estudio del relator de la ONU y procuraré conseguirlo, así como la metodología de su análisis, pero en principio supongo que tiene razón, al menos en parte.”
Y más adelante confirmaba: “Repito que yo veo casi cada día los problemas de los marginados, especialmente inmigrantes pero también españoles que viven en precario. Desconozco la magnitud real del problema, pero el hecho existe y no lo discuto”
Como adelanté, he leído las conclusiones del informe del relator, y también tengo algunas conclusiones del informe que elabora Foessa a partir de los datos de Cáritas. Informe que está muy prestigiado porque no se trata de datos estadísticos resultantes de encuestas con un determinado tamaño de la muestra, sino de los datos reales de cada una de las personas acogidas en Cáritas, que son millones.
Como es lógico, este estudio tiene su margen de error porque siempre existe una duda sobre la veracidad de la información aportada por los que acuden a Cáritas, pero es mucho menor, prácticamente cero, comparado con otros estudios, como el realizado por el mencionado relator que se basa en contacto con asociaciones o de conversaciones directas con miembros de algunos colectivos marginales. «He visitado lugares que sospecho que muchos españoles no reconocerían como parte de su país (…) barrios pobres “con condiciones mucho peores que un campamento de refugiados”, afirma.
Por lo que la muestra obtenida por Philip Alston, siendo buena y honesta, resulta menos representativa. Y en contra de lo que opina en su comentario, un poco prepotente y casi fuera de lugar porque da a entender que en España se ignora este problema, cuando Cáritas y las otras ONG’s que operan en España, sí que reconocen a estos marginados como parte de su país.
Incluso conocen personalmente a cada uno de ellos, porque en su gran mayoría acuden a los Servicios Sociales, a Cáritas y al resto de ONG’s en busca de consejo y ayuda
Pero, pequeñas discrepancias al margen, es de agradecer su apoyo a la lucha contra la pobreza y la desigualdad. Insisto en que no ha descubierto nada que no sepamos los que trabajamos en estos ambientes, pero es muy cierto que los gobiernos de turno, centrales, autonómicos y locales, están muy necesitados de que les saquemos los colores porque no han sido capaces de solucionar este problema y otros muchos de contenido social.
Y así el comentario sobre los datos de 2019 dice que “en España hay más de 8,5 millones de personas excluidas, 1,2 más que antes de la crisis. Esta es la principal conclusión del VIII Informe Foessa, que ha sido presentado esta mañana en la sede de Cáritas, y que advierte de «una sociedad estancada» que provoca una «fatiga de la solidaridad», que se extiende al incremento de la xenofobia y el olvido de las políticas sociales.”
El informe concluye que esos 8,5 millones en exclusión social suponen el 18,4% de la población española. «Son el rostro de la sociedad estancada, un nutrido grupo de personas para quienes el ascensor de la movilidad social no funciona, y no es capaz de subir siquiera a la primera planta», subrayaron. Casi la mitad –4,1 millones– viven en exclusión social severa, que les impide acceder a una vivienda segura y que sufren un desempleo persistente, precariedad laboral extrema y, ahora que ha concluido el ciclo electoral, «invisibilidad para los partidos políticos«.
«Hoy en día, las condiciones de vida son peores que hace diez años», subrayó Raúl Flores, secretario técnico de la Fundación Foessa”
Y que continúa diciendo: “Puesto en cifras: En 2018, el 26,1% de la población en España, y el 29,5% de los niños, se encontraban en riesgo de pobreza o exclusión social. Más del 55% experimentó algún grado de dificultad para llegar a fin de mes y el 5,4% sufrió privación material severa. La tasa de desempleo del 13,78% es más del doble de la que presenta la media de la UE, y ha sobrepasado el 30% para los menores de 25 años.
Para el experto en derechos humanos, “los niveles de pobreza en España reflejan una decisión política. Esa decisión política ha sido hecha durante la última década. Quiero resaltar el hecho de que entre 2007 y 2017, los ingresos del 1% más rico crecieron un 24% mientras que para el 90% restante subieron menos de un 2%”.
Al mismo tiempo, el Estado español “optó por recaudar un 5% menos de impuestos que el cualquier otro Gobierno europeo y eso, claro, significa que tiene menos dinero para gastar en protección social”
Y como muestra es suficiente. Las cifras pueden variar, pero ambos análisis coinciden en que la situación de parte de la población residente en España es insostenible.
Uno de sus comentarios de Philip Alston que me sorprende especialmente es cuando dice que “España tiene una de las comunidades de gitanos más grandes de la UE, casi la mitad de los cuales viven en la extrema pobreza”. Es cierto que queda bastante población gitana marginada, pero también lo es que ha mejorado su integración social.
En el diario El País leo que Aimar Bretos, presentador de “Tanto por ciento” hablando de los gitanos afirmaba:
“En el pasado vivían en comunidad, eran nómadas y hablaban su propia lengua. Hoy su realidad es completamente diferente. 750.000 personas en España son gitanos, el equivalente a la población de la ciudad de Valencia. El 95% de los niños romaníes ya están escolarizados, pero solo un 2% llega a la universidad. 10.000 gitanos en España viven en chabolas, pero son un 70% menos que hace 27 años. El pueblo romaní ha evolucionado en 30 años en nuestro país más que en seis siglos”
10.000 chabolistas gitanos son muchos chabolistas, pero atendiendo al comentario del relator, me figuro que está incluyendo a los muchos gitanos de Rumanía que se han desplazado a España gracias a su condición de ciudadanos europeos. Colectivo que, por cierto, no suele acudir a los servicios sociales ni a Cáritas, posiblemente porque tienen un evidente rechazo a que se les controle.
En lo que difiero bastante es en las soluciones que apunta el relator, muy basadas en generar gasto para ayudar a los necesitados sin atacar la causa raíz. Aunque no es el tema de este comentario, la solución no son las ayudas, aunque resulten necesarias a corto plazo, sino fomentar la creación de empleo, especialmente empleo industrial que es el que genera mejores salarios y mayor estabilidad.
Pero, como digo, ese es otro tema.
Y, a la vista de lo poco que se publica en los medios audiovisuales, tengo que entender que este señor opine que los españoles no conocen el problema. ¡Claro que lo conocen! Pero estamos en un mundo egoísta en el que cada colectivo defiende “lo suyo” sin tratar siquiera de entender que, como le ocurría al sabio de la fábula que comenzaba diciendo “dicen de un sabio que un día, tan pobre y mísero estaba,…” habían más pobres que él.
Y los perjudicados, como siempre, son los invisibles, los que no tienen dinero para confeccionar pancartas ni ninguna posibilidad de asociarse en colectivos como el de los jubilados, el de los funcionarios, el de los autónomos, el de los agricultores, y tantos otros, que teniendo problemas reales, no quieren mirar por encima de sus propias necesidades y aceptan de mala gana una distribución más justa y proporcional de los presupuestos del Estado.
Porque todos debemos aceptar que estos presupuestos “no dan” para todo ni para todos, y hay que buscar una distribución sensata y equilibrada.
Priorizando, según mi opinión, a los colectivos más desfavorecidos.