El pasado domingo tuvieron lugar las elecciones en estas dos comunidades y los datos de resultados y participación me sugieren algunas ideas.
En primer lugar soy un convencido de que los resultados electorales de las comunidades apenas son extrapolables porque concurren circunstancias que no tienen nada que ver con las nacionales. Creo que tienen más parecido con las municipales de grandes ciudades porque coinciden en que son entornos relativamente pequeños y porque, a diferencia de las nacionales, los votantes conocen casi personalmente a los candidatos y a gran parte de los componentes de las listas.
Por lo que las votaciones se basan mucho más en la confianza en los cabezas de lista y en su comportamiento en legislaturas anteriores que en promesas futuras. Y ambos, Feijoó y Urkullo “llegan” bien al electorado.
Otra de las características de estas elecciones es la baja participación. Muy especialmente estas últimas hasta el punto que el País Vasco han alcanzado un mínimo histórico. No puedo saber las verdaderas razones, aunque es muy probable que en este caso haya influido la amenaza del COVID19, pero seguro que hay otros factores.
Puede ser un exceso de confianza de parte del electorado de las dos comunidades, aunque me atrevería a aventurar que en el caso del País Vasco siguen influyendo factores añadidos, como puedes ser un cierto temor histórico a “significarse” si se vota a partidos no nacionalistas y también un cierto desconcierto del electorado. Un no saber a quién votar.
Abstención que, digan lo que digan los perdedores que siempre se presentan como víctimas, favorece a los partidos con mucha tradición o a los radicales. No creo que nadie del PNV deje de votar y tengo la seguridad de que tampoco lo ha hecho un solo miembro o simpatizante de EH Bildu, incluidos muchos ex votantes del casi desaparecido Podemos que habrán optado por apoyar a esta formación pro etarra.
Pero hay muchas otras lecturas:
Una de ellas es que el blanqueo continuado del gobierno a partidos como EH Bildu ha favorecido su gran aumento de votos. El intento del gobierno central de conseguir apoyos para sus iniciativas a nivel nacional y para mantener a Sánchez como presidente ha hecho que partidos nacionalistas, especialmente los herederos de ETA, aparezcan como “reconvertidos” y hasta Otegui ha sido presentado como un “hombre de paz”.
El mensaje era muy sencillo: EH Bildu y el resto de nacionalistas o antisistema “buenos” porque se estaban redimiendo. El PP y resto de la oposición “malos y perversos” porque seguían siendo franquistas, corruptos y un peligro para las libertades.
Y han insistido tanto que han conseguido dirigir el voto a esa formación. Porque el PSOE apenas ha ganado en votos en ambas comunidades pese a ser el partido del gobierno de España. Los votos no han sido para el “blanqueador”, sino para el “blanqueado”.
La otra es la nueva posición de Podemos, consecuencia de la prepotencia de Pablo Iglesias, que ha laminado a todos los disidentes del partido, a sus escándalos político-sexuales, a su evidente cambio de estatus social y a sus muchos conflictos judiciales.
Y esto sí que es extrapolable porque Podemos es un partido con muy pocas referencias regionales, dependían de las “mareas” y los que les votan lo hacen mirando a su cúpula nacional. Parece muy probable que Podemos pierda gran parte de su electorado en las próximas elecciones generales y por eso harán lo que puedan, cederán lo que se necesite y apoyarán lo que haga falta a Sánchez para que el gobierno no se vea en la necesidad de convocarlas.
Le va en ello la supervivencia del partido y, sobre todo, el futuro político y personal de Pablo Iglesias. Futuro que es una verdadera incógnita porque está en una situación sumamente indeseable por inestable: tiene más poder que nunca ha tenido, pero el menor respaldo en votos de su historia de “renovador” de la política.
Es muy probable que Sánchez trate de mantenerlo porque lo necesita, pero no parece que tenga ninguna posibilidad de conseguir ayuda y comprensión en Europa llevando este lastre en la mochila. Veremos.
Y en cuanto a los blanqueos de los “imblanqueables”, las elecciones en Cataluña no se harán esperar. ¿Qué pasará con el PSC y ERC? Es probable que ocurra lo que en el País Vasco. Que el blanqueado resulte triunfador y el blanqueador no gane ni votos ni escaños. ERC gana, PSC pierde.
Mención aparte merece la ascensión insospechada del Bloque Nacionalista Galego, “el Galegista”. Mucho tiene que ver la imagen personal de Ana Belén Pontón y su discurso moderado, tan diferente al que mantenía en su día José Manuel Beiras. Puede que este partido, que defiende temas sociales bastante generales y un avance en las competencias de la autonomía, haya capturado una buena parte de los votantes moderados de Podemos que, como ha ocurrido en el País Vasco, no han ido a aparar al Partido Socialista.
Podríamos decir que es un discurso parecido al de Convergencia hace quince o veinte años, pero no hay que olvidar que los partidos nacionalistas españoles nos han complicado mucho la convivencia. Con muy pocas excepciones, como la de la desaparecida Unión Valenciana de González Lizondo, que nunca defendió un nacionalismo valenciano rupturista o excluyente.
Y la última impresión es que el triunfo personal de Feijoó obligará a una reflexión profunda en las estrategias del PP. Es cierto, repito, que los resultados autonómicos no son extrapolables a nivel nacional, pero también lo es que el talante y la forma de hacer política del renovado presidente es un ejemplo a imitar. Un modelo muy a lo Rajoy, al que le sobró, sin duda, el exceso de confianza en su equipo colaborador que al final resultó que buscaban más sus intereses personales que los del partido.
Todo ellos, los grandes patriotas y fieles al PP, menos Casado, desaparecidos “en sus cosas”.