Como se dice en España cuando una cosa que está mal empeora, “éramos pocos y parió la abuela”. Y me refiero a que solo nos faltaba el descalabro previsible en las negociaciones sobre los fondos europeos.
Situación que me anima a reflexionar sobre el “totum revolutum” al que nos ha conducido nuestra muy inteligente clase política.
Porque en España, creo que deliberadamente, se confunde todo: el gobierno con el Estado, que es buena una cierta dependencia de la Justicia con el gobierno, que las Instituciones del Estado que son, como su nombre indica, “propiedad” del estado, están ahí para atender necesidades de cada gobierno, todas, y por tanto se les puede dar una cierta utilización política, que los medios de comunicación o de información estatales están al servicio del gobierno, no de los ciudadanos y que los dirigentes políticos son eso, “dirigentes”, “líderes” a los que seguir y no representantes de los españoles a los que hemos votado para que gestionen bien el país durante un periodo de tiempo, mejoren las prestaciones y ayuden a una mejor convivencia. En definitiva: para que lo dejen mejor que lo encontraron.
Y últimamente toma cuerpo el querer confundir la Forma de Estado, Monarquía Parlamentaria, con la persona del Rey.
Cuando lo cierto es que las lamentables informaciones sobre las malas artes financieras de Juan Carlos I, sobre las que ya opiné largo y tendido, no afectan para nada a la Monarquía, que está representada en cada momento por el Rey “en activo” y no por su familia o ex familia.
Y digo representada, que no es lo mismo que depositada. No es su propiedad aunque sea hereditaria. A la monarquía, por ejemplo, no la puede derrocar un Rey, como tampoco podría derrocar la República uno de sus presidentes, porque todos los estados tienen mecanismos constitucionales para asegurar la conveniencia de estos cambio si llegara el caso.
Mecanismos que protegen a las naciones de que este tipo de decisiones están respaldadas por la gran mayoría de la ciudadanía y no por un calentón o por las malas artes de un determinado gobierno. O de un determinado responsable del Estado, sea Rey o Presidente de la República.
Pero a falta de poder desenterrar de nuevo a Franco, la izquierda interesada en socavar nuestra forma de Estado o de lanzar nubes de humo para encubrir sus fallos y los separatistas, siempre a lo suyo, harán lo que sea necesario para sacar tajada de los muy probables delitos monetarios cometidos por el Rey Emérito ayudado por la supuesta amante (según dicen), la más cara y menos agradecida de la historia de España. Y puede que de Europa.
Y ayer tuve que escuchar al vicepresidente de una autonomía española, representante del Estado español, decir que la familia Borbón, en la cual incluye al Rey actual, es una “banda criminal”. Y lo hizo sin que el gobierno levantara una pestaña para defenderle sabiendo como sabe, que la Casa Real no puede hacerlo. Tiene inmunidad, claro que sí, pero la otra cara de la moneda es que no puede entrar en litigio con nadie y es el gobierno de turno el que debe defenderla. Como al resto de poderes del Estado
Seguramente el susodicho vicepresidente habla sabiendo muy bien lo que es una banda criminal porque de hecho pertenece a una de ellas. Es miembro de un partido que ha robado a Cataluña, y por ende a España, por mano del que sin duda sería uno de sus mentores, el nada respetable Jordi Pujol ayudado por toda su familia y tropecientos más desde el gobierno catalán, desde el Palau y desde cualquier organismo al que pudieran meter mano. Han cambiado de nombre pero son los mismos perros con distintos collares.
Y para más abundamiento, seguro que ha alentado, sino promovido, un delito de sedición contra su nación.
Pero, como somos un pueblo adormecido, todos callados. A todos nos parece bien. ¡Respetemos la libertad de expresión!
Y una puntualización para los “aprovechategui” que hablan mucho y leen poco: varios de los presidentes de la República Francesa, que hicieron cosas muy meritorias, también tuvieron su lado oscuro y fueron investigados por asuntos turbios, diamantes y otros asuntos incluidos. Tenían inmunidad, por lo que se les investigó cuando se pudo. Y algunos de ellos sufrieron algún tipo de condena.
Ninguno de estos escándalos gustó al pueblo francés. Ni mucho menos. Y se vertieron ríos de tinta con las informaciones. Pero a ninguno de ellos se le ocurrió cuestionar la República como la forma de Estado más conveniente para su país. Ni tampoco los británicos han atacado a la Monarquía pese a los numerosísimos escándalos y corruptelas de la familia real.
Todos ellos supieron separar a las personas y sus circunstancias de los estamentos. Porque si no fuera así, habría que consultar en Google que forma de estado tiene cada país europeo. Y hacerlo casi cada día.
Pero, naturalmente, España es diferente y nosotros, los españoles, los que más sabemos. Antes solo era de toros. Ahora es de futbol y últimamente también de leyes sin necesidad de ser abogados o de temas constitucionales sin haber leído la Constitución. O de juzgar hechos que no hemos presenciado.
Y abundan los convencidos de que “lo que diga mi partido, mi emisora de radio, o mi cadena de televisión” es la verdad verdadera y los otros son fascistas (hace tiempo que no se usa esta palabra) fachas, ultraderecha, pipi y caca.
Y “¡viva el Beti m’an que pierda!”.
Alguien, algún día, parará este dislate y recordará que a los jóvenes hay que darles formación sobre las esencias de la política y la democracia y también en economía.
Y así se preguntarán, como yo, como es posible que siendo una de las naciones que más recursos económicos emplea en educación, sanidad y servicios sociales por habitante, esté a la cola en resultados cuando se nos compara con el resto de países.
Hoy he escuchado a nuestro presidente diciendo en un telediario que su gran herramienta en Bruselas es el “diálogo”. Y solo le ha bastado pedir a los otros líderes, como hace en España con la oposición, que tienen que “arrimar el hombro”. Pero acabará pidiéndolo literalmente. Seguro.
Son sus mejores argumentos. Solo que su interpretación es ligeramente egocentrista.
Ya he contado en otra ocasión, que en un viaje a Londres vi un cartelito de los que se ponen sobre las mesas de trabajo que decía “be flexible, do things my way” (se flexible, haz las cosas a mi manera).
Lo planté en la mesa de mi despacho y aseguro que no todos entendieron la ironía de la frase.
¿No tendrá Pedro Sánchez ese mismo cartel en la mesa de su despacho?