Esta mañana comienza la presentación de enmiendas al proyecto de presupuestos y, como era de esperar, la factoría Redondo tiene a cada cual en el sitio en el que quería tenerlo.
Cuenta con la fidelidad de sus apoyadores habituales, sus “semper fidelis” provisionales, en buena parte porque no pueden permitir una caída del gobierno que les arrastraría inexorablemente hacía terrenos desconocidos y también por las dádivas y concesiones que han obtenido, a VOX como oposición preferida para desgastar al PP como adversario político y a Ciudadanos en sus últimos planteamientos de reducción al absurdo a base de obtener pequeños premios tratando de recuperar parte del prestigio perdido.
Hace tiempo que no me meto con Ciudadanos porque era el momento de darles espacio para reorganizarse como partido y definir cual son sus objetivos y sus prioridades, pero después de este tiempo y a los hechos me remito, se ha convertido en un grupo manejable por el poder, vulnerable como partido y sin un rumbo definido. Porque si aspiran a ser, como ahora, partido bisagra del poder, no creo que puedan sobrevivir durante mucho tiempo.
Y lo que acaban de proponer, apoyar los presupuestos a cambio de que se retire la exclusión del castellano como lengua vehicular en las comunidades que así lo quieran, es la prueba más evidente.
Supongo que ya habrán leído el borrador y que habrán encontrado muchas partidas discutibles pero, por lo que parece que han dicho, tragarán con todo a condición de que les concedan la medalla de salvadores del castellano, cuando en el fondo es algo que solucionará el Constitucional, o eso espero y que por otra parte es un tema lamentablemente superado porque, de hecho, el castellano, más que legua cooficial y vehicular, es un huésped no deseado en el País Vasco, en Cataluña y en parte de los utópicos “países catalanes”.
Pero el muy eficaz equipo del presidente Sánchez ha conseguido crear tal confusión con sus continuas y variadas propuestas, algunas de ellas deliberadamente incumplibles y otras muchas impracticables porque las frenarán las leyes españolas o la Comunidad Europea, que la oposición no puede debatirlas y la ciudadanía tiene la impresión de que el gobierno lanza muchas iniciativas cuando, de hecho, salvo nombramientos de altos cargos y cosas por el estilo, no ha hecho prácticamente nada.
Y es necesario recuperar la cordura y volver a marcar los tiempos de las cosas. Si se discuten los presupuestos se discuten las partidas y nada más. Si se discute las extrañas propuestas dela ministra Celaá, se discuten sus propuestas. Y así todo lo demás.
Sin mezclar churras con merinas. Es el momento de los presupuestos, el momento anual más importante de cada legislatura, el que define la política real que aplicará el gobierno y no se puede supeditar su apoyo a que se retire o no la propuesta de marginar el castellano.
Como tampoco a que el Pisuerga pase o no por Valladolid.