A la vista de lo que está pasando ¿Están locos los estadounidenses?

Estados Unidos es una nación que nos sorprende cada día cuando descubrimos sus peculiaridades y que nos desconcierta cuando, por contraste, tiene fama de ser uno de los países más democráticos del mundo.

Desconcierto justificado porque, en efecto, tienen un modelo basado en una democracia sin fisuras que compatibilizan con las más estrambóticas de las situaciones. Y lo cierto es que ambas cosas son ciertas: Estados Unidos es un país democrático en el fondo y absolutamente desconcertante en sus formas de expresarlo.

El problema es que nosotros juzgamos a esa gran nación desde nuestra perspectiva europea, con muchos cientos de años de experiencia y con una larguísima tradición de organizaciones nacionales, cambiantes en el tiempo, pero inmutables en la forma.

Europa, repito, tiene naciones consolidadas desde hace muchos cientos de años e incluso el lejano oriente nos gana en historia porque tenían imperios muy estructurados mucho antes que nosotros.

Mientras que los Estados Unidos es una nación configurada hace pocos años si consideramos los ciclos históricos y formada por antiguos estados o territorios totalmente diferentes entre sí, muy alejados entre ellos y con leyes y costumbres dispares, incluso antagónicas.

Leyes y costumbres a las que no renunciaron cuando se integraron en esa confederación  aunque aceptaron unas cuantas condiciones, como compartir la defensa nacional, la moneda, la fiscalidad y la política exterior, por ejemplo.

Para todo lo demás son independientes. Tienen leyes especiales y solo si se producen delitos “federales”, es decir que se cometan en varios estados, puede intervenir el FBI. Incluso en algunos de ellos hay pena de muerte. Y solo hace cuatro días en términos históricos que los ciudadanos tenían que ir armados para protegerse de ataques de terceros.

Todo esto, repito, mientas en Europa existían reinos más o menos absolutistas que dictaban leyes y normas de obligado cumplimiento por todos los vasallos, ahora ciudadanos. Es decir. Nosotros partimos de sociedades muy estructuradas y con un orden dirigido de forma piramidal por la “autoridad competente”. Existieron reinos más absolutistas, como el de Castilla y otros más dialogantes, como el de Aragón, pero en ambos casos existían unas leyes comunes que respetar y se respetaban bajo amenaza de sanción e incluso de muerte. Y eso configuró un modelo de ciudadano sabedor de que forma parte de un todo superior que debe respetar.

Y desde esta perspectiva es lógico que nos hagamos cruces con las cosas que ocurren en los Estados Unidos, simplemente porque no les comprendemos. Y no les comprendemos porque no nos ponemos en su lugar. Y los juzgamos con nuestros ojos de hoy y de aquí, de la misma forma que hacemos con los acontecimientos históricos. Descontextualizándolos.

Estados Unidos es un país donde el propio presidente está poniendo en cuestión la pureza de las elecciones o donde estados como Michigan, que resultó fallido por la crisis del automóvil, quedó abandonado a su suerte, muchas empresas cerraron y los habitantes del estado tuvieron que buscarse la vida en otros lugares de la nación. Porque en EEUU no hay subvenciones ni ayudas a empresas o trabajadores como lo hay en la Europa comunitaria.

En suma, EEUU es un país despiadado desde nuestro punto de vista, pero así son porque así lo han decidido. Tienen un sistema electoral común vigente a nivel nacional, el que permite elegir congresistas y senadores y también al presidente, aunque las leyes que regulan las campañas y los recuentos de votos son diferentes para cada estado. Sistema electoral que protege el bipartidismo y que se basa en los votos electorales de cada uno de ellos.

Los norteamericanos tienen enormes diferencias entre ellos, en algunos casos casi se odian y hasta se podría hablar de cuatro zonas diferentes: el norte, el sur, el este y el oeste, pero respetan de forma incuestionable los símbolos nacionales y se consideran orgullosos de pertenecer a una gran nación habitada por gente diferentes. Y por si faltaba algo, el populismo y la política barata ha creado otra brecha cada vez mayor, la de los ultras de Trump y la de los demócratas (que no pasan de ser una derecha europea) para añadirlas a la separación entre blancos y negros, hispanos, etc.

Yo no los puedo entender como tampoco lo harán en el resto del mundo occidental, pero los respeto porque son una nación improvisada que se hizo fuerte por causas circunstanciales y que ha sabido potenciar la industria, por ejemplo, hasta niveles increíbles y donde la investigación y la tecnología casi no tienen techo. Un país de contrastes como ser capaces de hacer aterrizar un satélite diminuto en un peñasco diminuto después de años de viaje y no serlo de organizar un recuento de votos a la europea que obtenga resultados reales en muy pocas horas.

Son así y así los tenemos que aceptar. ¿Son inferiores a nosotros? De ninguna manera. Son diferentes como también lo son los de otras culturas incluso más extrañas para nosotros.

Y sean como sean, los necesitamos tanto o más que ellos nos necesitan a nosotros.

Yo prefiero que gane Biden, por supuesto, pero eso no cambiará la forma de ser de los estadounidenses. Eso seres extraños para mí que me maravillaban cuando se ponían en pie respetuosamente  y se llevaban la mano al corazón cuando sonaba su himno nacional, en honor de alguno de sus atletas participantes en nuestra olimpiada de 1992 que había ganado una prueba.

Como ellos mismos gustan decir con frecuencia, “God save America

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