Hemos tenido elecciones en esta comunidad y los resultados plantean una situación realmente interesante. Muy interesante. Son elecciones autonómicas, pero no hay ninguna duda de su inevitable proyección nacional, como demuestra el hecho de que el sanchismo esté tan volcado en valorar los resultados como lo estuvo en defender su opción política durante la campaña.
Cosechando un gran fracaso, dicho sea de paso, por mucho que el gobierno y sus potentísimos medios de comunicación afines, traten de dirigir el foco donde no corresponde.
El que el PP no haya conseguido una mayoría suficiente para gobernar en solitario, pese a su modesto avance, ha convertido a VOX en un participante incómodo, pero muy a tener en cuenta, dando pie al gran debate, tan artificial como tantos otros, de si es bueno o no que se forme un gobierno PP-VOX
¿Bueno para quién? ¿Para VOX? ¿Para el PP? ¿Para el gobierno de Castilla y León? ¿Para los castellanoleoneses? ¿Para España? ¿Para el sanchismo?
Porque desde foros exteriores a la propia comunidad, partidos interesados únicamente por sus votos en las nuevas elecciones en clave nacional, pretenden condicionar el futuro inmediato de la comunidad, sin considerar los daños o beneficios que cualquier opción puede causar a los propios castellanoleoneses .
Y me explico.
Si nos limitamos al entorno objeto de las elecciones, la Comunidad Castellano Leonesa, los ciudadanos han votado lo que han votado: el partido más votado ha sido el PP y la mayoría de los votos han sido, con una notable diferencia, para las opciones “de derecha”. Es decir, parece que es voluntad inequívoca de los votantes que sea ese bloque el que gobierne la Comunidad los próximos años.
Pero eso es lo que dicen los votantes, los que deberían ser los que deciden cual debe ser el próximo gobierno y otra muy diferente lo que opinan los dirigentes de los diversos partidos, que se han apresurado a etiquetar a todo y a todos con el tradicional lenguaje populista y con etiquetas falsas.
Porque, en primer lugar y por mucho que se diga, VOX es un partido homologado que nunca ha hecho nada en contra de la Constitución ni contra las libertades. Ha manifestado ideas, eso sí, con muchas de las cuales estoy en completo desacuerdo, como su opinión sobre la Unión Europea, sobre la inmigración, sobre la España autonómica y alguna que otra de igual o menor calado, pero hacer, lo que se dice hacer, no ha hecho nada, en contra de lo que ha sucedido con algunos de los partidos que apoyan al gobierno actual, principal escandalizado por lo “que puede pasar”, acusados de sedición o de ser los herederos políticos de ETA.
Gobierno que, repito, se rasga las vestiduras y tilda de enorme catástrofe la posibilidad de que se forme un gobierno con el PP y VOX.
En segundo lugar, porque estamos hablando de una autonomía, no del gobierno de la nación, desde la que no se pueden dictar normas ni promulgar leyes que contradigan las del Estado. En una autonomía se gestiona y se regula, pero no se cambian ni recortan leyes estatales. Y puede ser bueno que VOX deje de torear desde la barrera y participe en conseguir el pan, la sanidad y tantas otras cosas del cada día para los castellanoleoneses, desde puestos de responsabilidad en lugar de pasarse el día diciendo “lo que harían” si pudieran.
Y en tercer lugar porque parece que los votantes, los únicos importantes en esta farsa, aunque parezcan el último mono, así lo han decidido. Con el agravante, o mejor el atenuante, de que, según los expertos, muchos de ellos han cambiado sus votos directamente desde Ciudadanos a VOX, lo que demuestra que no buscan tanto un determinado ideario, sino reforzar la idea de que sea un bloque conservador el que gestione su autonomía.
Porque, además, han barrido literalmente a Ciudadanos y a Podemos, entendiendo que solo son rémoras interesadas que no aportan nada al futuro de la comunidad.
Así pues, Señor Mañueco, haga lo que cree que debe hacer para garantizar una mejor gobernabilidad de su autonomía, sin escuchar cantos de sirena ni las voces de los agoreros interesados. Ni siquiera si los cantos le llegan desde la calle Génova. No digo que vayan contra su partido, pero sí que negocien lo mejor para la autonomía.
Yo preferiría un gobierno PP-PSOE, otra posible mayoría mucho menos arriesgada, pero me temo que esa opción no entra en los planes inmediatos de Pedro Sánchez.
Y, muy especialmente, sin provocar una repetición de las elecciones que no harían más que empeorar la situación actual.
No sé por qué tanto miedo a VOX, que a fin de cuentas aún no ha llegado a gobernar. Y no es lo mismo predicar que dar trigo. Mucha gente tenía temores ante una cogobernanza de Podemos y ya se ha comprobado que había escasos motivos, pues estar en el gobierno ha devaluado a este partido.
Si la voluntad popular ha sido que gobierne la derecha, que así sea. VOX verá que muchas cosas que preconiza son imposibles en la práctica. Pero un problema de las democracias actuales, cuando hay un multipartidismo real, es que los votantes no saben en realidad a quien, en definitiva, le van a entregar el poder. En Castilla y León los votantes del PP es muy probable que pensaran que estaban apoyando a un partido con visos de ser mayoritario absoluto. O cerca de serlo, con el apoyo de pequeños grupos. ¿Hubieran votado al PP de saber que se iban a producir estos resultados?¿Están de acuerdo en gobernar con VOX? ¿Preferirían que el PP se acercara al PSOE y los votantes de este partido lo asumirían?
Está claro que todas estas cuestiones no cabían en la papeleta de voto. Y que en la campaña electoral, en la que por supuesto se habló muy poco de programas políticos, se dejó deliberadamente en las tinieblas la tendencia de cara a pactos postelectorales. «Nosotros aspiramos a gobernar…», se suele decir. ¿Y después qué? ¿A votar otra vez por un quítame allá esas pajas?
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Totalmente de acuerdo.
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