Estos días nos hemos enterado de que Pedro Sánchez ha negociado con Bildu la retirada de la Guardia Civil de Navarra, sustituyéndola por una fuerza propia.
La noticia en sí no tendría demasiada importancia porque ya se hizo en el País Vaco y en Cataluña y realmente es cambiar de agentes sin alterar los fundamentos, porque el reglamento de tráfico es igual para toda España y lo regula la DGT, que es el organismo estatal competente.
Y, aprovechando esta circunstancia, el presidente justificó la medida echando en cara a la oposición el que les parezca mal que haga lo mismo que hicieron gobiernos anteriores.
Pero, como suele hacer, argumenta en falso porque de entonces a ahora han cambiado radicalmente las circunstancias.
Ya que, aunque visto los visto las decisiones del pasado parecen un error histórico, en aquel momento tanto el PNV como CIU parecían poco sospechosos de hacer lo que luego han hecho y aparentaban una lealtad institucional con el Estado que, en este momento, ha desaparecido por completo. Incluso, por expresarlo con más precisión, no es que haya desaparecido, es que lo que entonces parecía ser lealtad, en este momento se ha convertido en deslealtad manifiesta. Y a las pruebas me remito.
Pero en este caso, hay una malicia incorporada al pacto que no puede enmascarar ningún otro propósito por parte del presidente que conseguir votos para los presupuestos a cambio de facilitar la hoja de ruta de Bildu que, entre otras cosas, incluye la expulsión de las Fuerza de Seguridad del estado y muy especialmente de la Guardia Civil, su enemigo declarado, en los territorios bajo su control.
Y la prueba del algodón es que, por lo que se ha filtrado, no van a permitir que los miembros activos de este cuerpo en Navarra puedan pasar a ocupar parte de la plantilla de la futura policía de tráfico. A diferencia de lo que ocurrió en su día en el País Vasco y Cataluña cuando se crearon las policías autonómicas.
Porque para Bildu, los miembros de la Guardia Civil siguen siendo los mismos “txakurras”, perros en castellano, que en otro tiempo asesinaban sus antecesores en ideología.
Y, claro, habiendo vivido como he vivido los malditos años de plomo en los que ETA asesinó a tantos seres humanos sin distinción de sexo, edad o condición, no puedo por menos que llamar vendepatrias sin escrúpulos a quienes han aceptado semejante negociación.
Porque yo, que soy muy tolerante con casi todo, sigo siendo absolutamente radical contra todo lo que suponga blanquear o tergiversar lo ocurrido en esas tierras y con esas gentes. Y no tanto por lo que hicieron, que también, sino porque al día de hoy muy pocos, casi ninguno, ha mostrado el menor signo de arrepentimiento por el dolor causado. Incluso, jaleados por “los suyos”, seguirán pensando que se comportaron como auténticos héroes cuando mataban a adultos delante de sus hijos.
Y, como colofón, recuerdo lo que he dicho al principio: me importa poco que se transfiera el control del tráfico en Navarra. Lo que no perdono es con quién se ha negociado y a cambio de qué.
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Por cierto. El amigo Bolaños, acorralado por el congresista García Adanero, se ha mostrado indignado y ha manifestado, entre otras cosas, que nadie como ellos lucharon contra el régimen de Franco, cosa que tampoco es verdad.
Seguramente porque es joven y le han contado lo que le han contado, grupos terroristas aparte, fue el Partido Comunista el más destacado en la lucha contra la dictadura. Los socialistas empezaron a asomar a cabeza en el tardo franquismo, cuando estar en las barricadas políticas antifranquistas ya no era tan peligroso.
Y entre los antifranquistas nunca estuvo ETA, porque sus asesinos mataron durante la dictadura y cuando ya se había establecido la democracia. Simplemente mataron por matar, intoxicados y enloquecidos por un fanatismo excluyente que no tuvo sentido antes ni lo tiene ahora.
Por lo que, en contra de lo que acostumbro a hacer, publico este vídeo de García Adanero, que recomiendo especialmente desde el minuto dos y quince segundos de la grabación, porque desconozco el caso que cita con anterioridad, la retirada de la medalla de oro del trabajo a Felix Huarte, personaje que me resulta desconocido y sobre el que no puedo opinar.
Desde ese momento, Adanero dice casi literalmente lo mismo que yo mismo le diría a Bolaños si hubiera tenido ocasión.