Casado nos sorprendió el lunes con una solución a los problemas del PP realmente original: cambiar de sede. Porque, por lo que parece, creen que el problema está en el continente y no en el contenido, que si aparece una cucaracha dentro de una lata de zumo de tomate, la culpa es de la lata y no de la propia cucaracha o de la cadena de envasado.
Posiblemente hay otras razones para el cambio, razones económicas o de incomodidad en la localización, porque ya se venía rumiando hace años, pero tal como se presentó parece que sea un edificio con fantasmas, como el palacio de Liria, o que está gafado. Yo, en su caso, desconfiaría de buscar la nueva sede en el mismo Madrid, por si las moscas, e incluso pensaría en sacarla de España y ubicarla en la Alemania de Merkel para más seguridad.
Una clara demostración de que, también Casado, cree que los españoles somos mucho más tontos que los dirigentes políticos que nos ha tocado padecer.
Y renunciar a la historia de un partido me parece un enorme error porque todos ellos, los tradicionales, tienen luces y sombras y en todos ellos ha habitado temporalmente algún que otro chorizo. Muchos menos de lo que parece, pero con historias muy mediáticas.
Pero todos ellos han hecho grandes cosas y muchos sacrificios personales y de partido para conseguir el nivel de democracia y de bienestar social de los que disfrutamos.
Y, puestos a analizar, he meditado sobre cuales pueden ser las razones de que Pablo Casado y su Partido Popular, teniendo un grupo de dirigentes de buen nivel y limpios de polvo y paja en asuntos del pasado, no acabe de encontrar su lugar en el sol y “enamorar” a la opinión pública. O al menos despertar su interés.
Lo primero que se me ocurre es que el PP se ha convertido en un partido claramente a la defensiva, mucho más preocupado de salir airoso de las embestidas parlamentarias del gobierno, que actúa con toda comodidad como oposición de la oposición y del resto de partidos, los más próximos y los más “ultra lo que sea”.
Y entretenidos en estas cuitas, no dedican tiempo a diseñar una estrategia capaz de “vender” ilusión y proyectos a la opinión pública. Porque toda su primera línea, sus caras visibles, son hombres y mujeres de marcado perfil político.
Lo que a mí, un enamorado de la política, me parece un craso error. Casado es un parlamentario brillante que apoya sus intervenciones con datos y hechos, todos ciertos y contrastados, pero que aburre a las ovejas. Son intervenciones diseñadas para demostrar o proponer cosas en el ambiente parlamentario, para el diario de sesiones, que ni entiende ni motiva al público en general. Todo lo contrario del perfil de Pedro Sánchez, verdadero vendedor de peines, que levantando una ceja y amagando una media sonrisa es capaz de decir la mayor de las necedades o la mentira más evidente haciéndolas creíbles.
Casado, tan riguroso, nunca se “suelta el pelo” adornando sus parlamentos como lo hacía Adolfo Suarez o Felipe González, incluso Aznar, que en 2008 hablaba catalán en la intimidad.
Y todos sus colaboradores, algunos más sueltos, emplean sus artes o sus energías en rebatir los argumentos de este gobierno tramposo que nos ha tocado vivir, salvando como excepción a alguno de sus ministros, pocos, de una probada honorabilidad.
Yo les recomendaría que cambien radicalmente de actitud y que pasen de la defensa cerrada a un “centrocampismo” bien trabajado y unos delanteros brillantes y eficaces. Que los hay.
Algunos recordarán al anciano profesor Barea, el que fue director de la Oficina Presupuestaria del Gobierno con José María Aznar, que hasta osó llevar la contraria en público a su propio presidente, pero que cuando hablaba de economía con aquella voz suya de profesor cascarrabias lo entendíamos a la perfección.
Seguro que el partido tiene expertos en sanidad, sociólogos, o juristas notables que den buena imagen y que sean capaces de resumir temas complejos en frases cortas, directas y entendibles por todos. Que nos digan sin rodeos ni eufemismos cuál es su modelo de sanidad, o que medidas concretas piensan adoptar en todas las áreas si llegan al gobierno.
Que llenen ruedas de prensa, intervenciones en las televisiones o en las redes sociales de proyectos y propuestas. Y las hagan en “román paladino”, en el qual suele el pueblo fablar a su vecino, sin perder demasiado tiempo criticando al gobierno o al resto de partidos.
Construir, proponer, ilusionar. Empezando por manifestar qué aprobarían en el primer consejo de ministros y que eliminarían de lo ya aprobado por el gobierno actual. Con valentía y sin mentiras ni medias verdades.
No se si Casado será capaz de lanzarse por una senda como la que describo, pero es imprescindible que lo intente porque es la única forma de recomponer un centro derecha tan necesario en España. Como también hace falta recuperar una izquierda honesta, sin dobles lenguajes ni compromisos contra natura.
Yo tengo otros nombres que lo harían con más solvencia entre otras cosas porque tienen más experiencia, como el señor Feijóo, pero dudo que acepte el encargo.
Porque y esa es otra. ¿Dónde están los grandes líderes del PP en los tiempos recientes, como Soraya Saenz de Santamaría, por poner un caso paradigmático? Es cierto que están apartados de la política activa, pero no lo es menos que deberían estar defendiendo a su partido con uñas y dientes desde la retaguardia con alguna declaración puntual o algún artículo periodístico. Como hizo Rubalcaba, ya profesor universitario, pese a sus enormes diferencias con sus sucesores en la dirección del PSOE.
Es una política de comunicaciones que está empleando VOX, aunque sobre temas muy puntuales que tienen más que ver con la visceralidad que con su capacidad de gestión. Porque es una política de arengas más que de programas. Y sin embargo calan entre los votantes como se ha demostrado en muchas ocasiones. Dicen que va cambiar las cosas en Cataluña, por ejemplo, pero no dicen como.
Concluyo casi con lo que empecé: El PP de Casado está muy sobrado de políticos de nivel y falto, muy falto, de tecnócratas brillantes y con capacidad de comunicar planes e ilusionar con proyectos
Solo así resultará atractivo y podrá despegarse de esa liga con la que le tiene atrapado la habilísima factoría Redondo.
Siempre desde mi punto de vista, naturalmente.