El “gobierno bonito” del “chico nuevo”.

Que quieren. Cada vez que veo a nuestro flamante presidente de gobierno en la tele, me viene a la cabeza las primeras estrofas de la salsa “Pedro el navaja” que triunfaba en mis años treinta:

Por la esquina del viejo barrio lo vi pasar
Con el tumbao que tienen los guapos al caminar…”

El caminar es suyo, el de siempre. Pero todo lo demás, ese correr como deslizándose tipo Obama, sin sudar y con una camiseta, muy casual, con el logo de Barcelona 92, esa escena con su perro tipo Obama, esa foto en el helicóptero con gafas de sol modelo piloto de combate, tipo Obama son, claramente, fruto de una asesoría de imagen.

También es suya, ¡el jodido es un guaperas!, esa sonrisa de media boca acompañada de un semialzado de ceja, marca de la casa. Pero lo de las manos, no. Esas manos expresivas, de conductor, de director de orquesta, son absolutamente artificiales. Buscadas. De cualquier manual de imagen.

Y pongo este ejemplo: en la página “En cuatro gestos que profundizarán tu liderazgo”, de “Finanzas»Personales”, se dice: “Si usted está en una posición de poder, es importante que refuerce su imagen de líder, para lo cual, expertos en lenguaje corporal le otorgan varios tipos para profundizar esta percepción,”

En la sección “cuatro gestos que profundizarán tu liderazgo” de esa misma página, y en el apartado “tome las riendas” se dice: Tome una posición en la que parezca que sus manos sostienen una rienda imaginaria. Y ése es el secreto del gesto: un hombre recio, líder, impetuoso y que aun así no pierde el “control” de la situación.

Tampoco es casual la composición del “gobierno bonito”, tan diferente al serio y de aspecto excesivamente profesional del gobierno de Rajoy, en el que se ha estudiado hasta el último detalle de la “nueva era” con la incorporación de personajes de todo tipo y condición, algunos excesivamente traídos por los pelos, otros no, y con serias dudas sobre su eficacia. Pero no es eso lo que se pretende, la eficacia, en este primer paso de una larga, muy larga, campaña electoral. Seguimos trabajando la imagen.

He seguido y atendido con mucho interés las intervenciones del politólogo Iván Redondo, al que ha contratado nuestro presidente, y que ya colaboró con él en las primarias del PSOE. Está en muy buenas manos. Sabe muy bien cómo hacer llegar mensajes a la masa militante y a la votante, y es un auténtico experto en campañas electorales, muy especialmente las de los Estados Unidos. Esas campañas tan profesionales donde se trabaja tanto la imagen, los mensajes, y los impactos mediáticos a la ciudadanía, que han llegado a convertir en presidente del estado más poderoso del mundo a un personaje como Donald Trump. O al Pato Donald si se lo hubieran propuesto.

Por cierto, si buscan la web de Redondo y asociados, http://www.redondoyasociados.com/ se encontrará con que la única imagen, con una enorme fuerza expresiva, es la de unas manos. Manos abiertas, manos que acogen, manos que abarcan.

Visto lo cual ¿no da miedo semejante poder de manipulación a las masas que todos, políticos, empresarios, marcas comerciales, y marketineros en general emplean para influir en nuestras decisiones? Son técnicas muy sofisticadas contra las que no es fácil defenderse.

Aunque, de momento, solo hemos conocido la presentación de la cara más amable de nuevo gobierno. Lo demás solo se intuye. Parece que ha de venir, pero solo se atisba. Como dijo Rubén Darío con gran fuerza expresiva:

¡Ya viene el cortejo!
¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines.
¡La espada se anuncia con vivo reflejo;
ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines!

Han proyectado con gran eficacia la imagen de un cambio profundo, hay expectativas, y hasta están consiguiendo que la gente se olvide de sus orígenes, legítimos pero con poco fundamento.

Pero todos sabemos, Pedro Sánchez el primero, que eso no será suficiente para conseguir lo que nunca ha logrado. La confianza de los ciudadanos en forma de mayoría de votos en las elecciones generales.

Y este “chico nuevo” de Europa tendrá que hacer mucho más que desenterrar a Franco, fomentar cambios de calles “franquistas”, proponerse como líder de la tolerancia con la inmigración, resucitar las iniciativas de Zapatero contra la religión y la iglesia católica, o tener gestos cariñosos con los separatistas, con los unos y los otros, que tienen en común que son muy poco de fiar.

Tampoco le será suficiente forzar un cambio en la televisión pública aunque, claro, ayudará. O le perjudicará si cede su control a Podemos, porque esos tienen claro a donde van y lo que pretenden. Anticonstitucionales, antimonárquicos, partidarios de la democracia asamblearia. ¿Qué tienen en común con los que realmente son sus verdaderos adversarios políticos?

Antes les unía el odio a Rajoy, pero Rajoy ya no existe políticamente, ese chollo se ha acabado, y el PP está fuera de plano, al menos de momento.

Porque todas esas medidas solo contentan y emocionan a minorías nostálgicas, las de su cuerda, de la misma forma que molestarán a otras. Minorías, las suyas, que tampoco le votarán si no les resuelve el tema de las diferencias salariales, del paro, de las listas de espera de la sanidad y de la protección social en general. Y tampoco lo harán si lo consigue a base de machacar con impuestos a los “muy controlados” trabajadores con nómina, autónomos, y colectivos con ingresos visibles y vulnerables ante hacienda.

O con impuestos indirectos aplicados de forma general, pero que perjudican más a los españoles que “casi no llegan”. Los otros, los menos agobiados, simplemente tendrán más gastos. ¿Quién recuperará a esa clase media que ha estabilizado a este país durante tantos años?

Nosotros, muchos de nosotros, nos llenaremos la boca de frases bonitas y/o pancartas que surgen de la nada y fabricadas no se sabe con qué financiaciones, pero en el fondo queremos lo que ofrecían los antiguos charlatanes callejeros, tomados como profesión y no como insulto, con su “bueno, bonito y barato”, ampliado con sus llamativos discurso de “y por las veinte pesetas no solo le ofrezco el peine, la plancha y la bonita jabonera de piedra, sino que además le regalo…”.

Y Uds., en lugar de explicarnos que nadie ata perros con longanizas, nos siguen la corriente, incluso con un “yo doy más que el otro” que confunde al ciudadano, pero consigue votos. Y, como dice el refrán, el que venga detrás, que arree.

Porque si de algo estoy seguro, completamente seguro, es que ninguno de Uds. se atreverá a explicarnos que no existen los conejos de la chistera, y que para dar algo más en alguna partida presupuestaria hay que restarlo de otra o subir impuestos. Y no parece que estén por la labor de reducir el gasto público. Hay demasiadas redes clientelares y votos del funcionariado.

Y tarea, Sr. Presidente, tiene mucha. “Una jartá”, que dicen los andaluces. La primera de todas, en vista de la descomposición del Estado, es una muy barata en euros, aunque costosa en desgaste: Reforzar nuestros símbolos más representativos, los que nos deben de unir, y que no es “la roja” precisamente. Esos símbolos con los Ud. mismo ha jugado al despiste en algunas ocasiones, como son la figura del Jefe del Estado, el himno y la bandera.

Y clarificar sin ningún género de dudas que España es una nación única y soberana, que estamos en una monarquía parlamentaria, y que nuestro sistema autonómico, extremadamente bienintencionado y al que hubiéramos deseado el mayor de los éxitos, necesita algunos ajustes porque lo que está ocurriendo es una auténtica inversión de grados y de niveles.

Y que las autonomías son una parte del estado, su representación. Como ocurría en la edad media con los antiguos señores feudales, pero ningún señor feudal estuvo nunca por encima del rey, su señor natural y del que recibió el poder. Y si lo pretendió siempre salió perdiendo.

Transferencias sí, pero siempre en nombre y representación del estado, sin delirios de grandeza ni salirse del guion.

Así pues, Sr. Sánchez, incluso puede pasar a la historia como el que recondujo las derivas de la nación. Es muy difícil, casi imposible, porque solo dispone del 24 % de los escaños, y aunque trate de consensuar lo que son auténticos temas de estado (pensiones, autonomías, reforma de la ley electoral, del poder judicial, etc.), le sería muy complicado porque solo podría negociarlos con el PP, y “no los veo”.

Pero lo cierto es que tienen que hacer algo y hacerlo con urgencia. Tenemos demasiados problemas políticos, y también sociales, que ni mejoran ni tienen aire de mejorar.

Inténtelo. Siéntese a pecho descubierto con el PP, con Ciudadanos, y también con Podemos, aunque estos últimos son imprevisibles en temas de futuro. Involucre a todos los estamentos del estado e intente otros “pactos de la Moncloa”. Es utópico, pero no imposible. Y si le sale mal también le beneficiará porque la ciudadanía es cada vez más sensible a las posiciones de cada cual, y tomarían nota. Y, ¡quién sabe!, tampoco parecía posible que ganara una moción de censura con 84 escaños y lo ha conseguido.

Llámelos como quiera, “los de la exhumación de Franco” si quiere, pero haga algo, o en España acabaremos como en tantos países americanos que nunca detuvieron sus deslizamientos de tierra y ahora tienen a sus ciudadanos en lodazales sociales, políticos y económicos de los que les resultará casi imposible salir.

La ventaja es que nosotros seguimos en buena situación, todavía estamos a tiempo, y tenemos el respaldo de la Comunidad Europea.

En la que, por cierto, ha entrado con buen pie gracias a lo que se ha encontrado hecho y a las circunstancias. La economía española, aún con desajustes y carencias importantes, está bastante controlada, y la locura y el populismo de una buena parte de la Europa del sur y de algunos movimientos del centro, hace que España sea, prácticamente, la única nación fiable de la zona. Es una posición privilegiada que le facilitará pactos con Francia y Alemania. Que son con los que hay que llevarse bien.

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