Sindicalismo “made in Spain”. El de las catacumbas

La verdad es que cada vez que veo a los dos secretarios de los sindicatos mayoritarios no puedo evitar que me parezcan dos artistas supervivientes del cine mudo, insistiendo en qué, como aquel cine, nada de nada.

Con la diferencia de que mis dos amigos viven de “la cosa” y lo hacen muy bien, con lo que les suministra puntualmente “papá gobierno” y algún que otro extra, como ha ocurrido recientemente con algunos millones de los fondos europeos, que no se a cuenta de qué han recibido.

Por lo que su supervivencia está garantizada, incluso les permite algún extra gastronómico de buena calidad o algún crucero de vez en cuando.

Por supuesto que soy partidario del sindicalismo, especialmente el de empresa, porque si no existiera se multiplicarían los abusos empresariales, pero no de este modelo sindical, cada vez más parecido al “vertical” que conocí en la dictadura, de dirigentes acomodados y nada conflictivos con el gobierno. Digamos que un sindicalismo “coartada”.  

Siempre que sean gobiernos de la izquierda, naturalmente, porque cuando gobierna la “extrema derecha” sí que se pone en pie de guerra el mundo de los liberados y subvencionados del sindicalismo español y desempolvan las pancartas del “no pasarán” y similares, con mucho acompañamiento de batucadas y coreo de consignas anti-recortes y anti-pérdida de libertades y derechos fundamentales.

Sindicalistas que ceden el protagonismo de la jornada a ¡una vicepresidenta del gobierno! para que anuncie la reforma de la reforma que acaban de reformar, esta vez la definitiva, incluso cambiando el estatuto de los trabajadores, que ya sería la bomba.

Vicepresidenta que, dicho sea de paso, ha fracasado en su proyecto de “las cuatro mujeres”, dos de ellas con serios problemas con la justicia y que, cada vez más, aparece como la lideresa de los sindicatos. Una especie de “libertad dirigiendo al pueblo” a la cabeza de los sindicatos, a la que solo le falta el gorro frigio francés y mostrar los pechos al aire, o, como una versión moderna de la “Mariana”, también con gorro frigio, pero con los pechos cubiertos castamente, que adoptaron como símbolo las repúblicas españolas a modo y semejanza de la francesa pintada por Delacroix.

Sindicatos que, para mayor virtud, ignoran sin el menor decoro a los desempleados, como si los parados no fueran merecedores de defensa. Probablemente porque están muy ocupados defendiendo a los independentistas catalanes y vascos, tema muy sindical sin ninguna duda, y no tienen tiempo para preocuparse de los parados, colectivo que ni son proletarios ni son nada de nada. Son invisibles, como los marginados sociales y los inmigrantes sin papeles.

Lo que es evidente es que cada vez más estamos en tiempos de farsas y crueldades. Una especie de “sálvese el que pueda”, especialmente en el mundo de la política y el sindicalismo. Porque a nosotros, los ciudadanos de a pie, no hay quién nos salve.

Solo nos falta el antiguo espectáculo folclórico-deportivo de la fiesta del trabajo en el Bernabéu, pero casi, casi, porque hemos tenido el partido de la victoria del Real Madrid en la liga.

Sindicatos que, seguro, están haciendo estiramientos y ejercicios varios para estar en forma si gana la “extrema derecha”. O para manifestarse contra la malvada Ayuso, la tabernaria, o contra la amenaza de la pérdida de libertades que va a suponer la aparición de Feijóo en la escena nacional.

Entonces sí, sacarán todo su ardor patrio y su mejor saber para movilizar a los que ahora adormecen, porque la ocasión lo merecerá y hay que ganarse el sueldo.

Valencia, 2 de mayo de 2022

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