El presidente de gobierno ha dado un paso más en la dirección equivocada, lesiva para la nación, con una propuesta de supresión del delito de sedición que desarma al Estado si se producen actos que atenten contra su unidad, contra la Constitución o contra la democracia.
Porque, no nos confundamos, desorden, aunque sea con calificativo, es poco más que un botellón y si sus penas son de seis años como máximo, por lo que se dice, que con buena conducta y otros beneficios penitenciarios pueden quedar en tres, o menos, ¿Por qué no organizar algo parecido en Valencia, por ejemplo, sabiendo que el presidente que lo promueva tendrá sitio en la historia y, posiblemente, una estatua en la plaza del Ayuntamiento?
Y lo ha dado por ese trasfondo de “satrapismo” que le induce a creerse, como tantos otros “demócratas” que gobiernan países como Venezuela, por poner un ejemplo evidente de desvirtuación de la democracia, que el “estado es él” y que, teniendo los votos suficientes, bien de sus propios electores o conseguidos con extrañas alianzas, legales pero antinatura, puede hacer lo que crea necesario para mantenerse en el poder.
Porque él, que es listo, muy listo, sabe que esta decisión solo es un “continuose” de las aspiraciones del independentismo catalán que, en realidad y mucho más que referéndums de opereta que no les servirían de nada, buscan, y esa es la verdadera hoja de ruta, tener justicia propia, romper la caja única de la Seguridad Social y una hacienda exclusiva para la comunidad.
Conseguido lo cual, estarían tontos si insistieran con la independencia. ¿Para que la querrían pudiendo vivir como reyes, siendo ciudadanos de primera y parásitos de lujo en un Estado que no les puede controlar?
Puede que no lo vea alguien tan torpe como Patxi López, el que necesita un guion para decir algo más que dar los buenos días o pronunciar las cuatro frases hechas que sabe y repite hasta el aburrimiento, el que fue lendakari con los votos del PP y al que no se le conocen más heroicidades “contra ETA” que impedir que Mariano Rajoy y María San Gil se acercaran a los familiares de un asesinado por la banda criminal para darles el pésame. El que ahora dice que ellos son, con sus medidas, los que han “han vencido al independentismo”.
Pero el resto de los mortales podemos pensar, posiblemente sin estar equivocados, que mantener una buena relación con un hijo al que se le da todo lo que pide no es mantener una buena relación. Es dejar que sea él quien controle la situación
Es evidente que hasta que la Comunidad Europea lo permita, Pedro Sánchez seguirá la ruta que él y solo él se ha trazado, pasando de ministros y de asesores, aunque los tenga a centenares y de opiniones tan respetables como puede ser el Consejo de Estado o el Tribunal Superior de Justicia, no vinculantes, pero muy de escuchar.
Por cierto, ¿querrá formar parte del Consejo de Estado cuando cese cómo jefe del gobierno? ¡Capaz será!
Porque sabiendo que es así, que a la democracia y la convivencia no la defienden las armas, sino las leyes, está realizando un trabajo de zapa magistral dejando sin contenido la Constitución a base de rebajar las penas de quienes las atacan o amenazan.
Y, como tenemos tantas cosas en que pensar, como la inflación, el paro, el asalto a la valla de Ceuta, la renovación de los vocales del Poder Judicial, el precio de los alimentos y los consumibles y tantos otros problemas nacionales que sufre la ciudadanía cada día, todos ellos enmascaran problemas de tanto calado como el intento de intromisión del gobierno en el resto de poderes del Estado, la aprobación de leyes sin sentido, o el hábito de Pedro Sánchez de jugar siempre al límite del fuera de juego constitucional cuando ejerce de forma tan autoritaria y personal sus funciones de jefe de gobierno tomando decisiones que deberían ser mucho más colegiadas.
Siempre he opinado que calificar al gobierno y a los partidos que le apoyan como mayoría Frankenstein es una gran injusticia para ese personaje de ficción, entrañable y dotado de gran ternura, que pretendiendo ser querido, nunca lo consiguió por su horrible aspecto
Sería más propio llamarles asociación de trileros o, más duramente, unión de sacamantecas, “criminal que abre los cuerpos de sus víctimas para sacarles las entrañas”, que es lo que están haciendo, metafóricamente hablado, un conjunto de minorías de españoles al resto de los cincuenta millones. E incluyo a los niños porque también son y serán víctimas de semejantes disparates.
Y luego están las dudas de siempre. Algunos barones socialistas, especialmente García-Page y Lambán, manifiestan públicamente su disconformidad con la última decisión del gobierno, pero ¿lo dicen de verdad o es postureo? Porque podría ocurrir que mientas lo dice, o antes de decirlo, hayan hablado con el presidente para contarle lo que van a decir y justificarse con aquello de que tienen elecciones pronto y que si no lo hacen están perdidos, seguido de un “y a ti tampoco te conviene” y, posiblemente, por un” ya sabes que puedes contar conmigo”.
Porque la prueba de fuego de verdad sería que ordenaran a los congresistas de su comunidad que voten en contra de la nueva ley. ¿A que no lo hacen?
No lo harán porque ellos mismos, los presidentes de comunidades, forman parte de una lista cerrada que, se diga lo que se diga, se confecciona desde las sedes los partidos una vez oído a las partes. Y es muy sabido que, como decía Guerra, “el que se mueve no sale en la foto”.
Y porque lo más probable es que no le hicieran ni caso en un Congreso poblado de supervivientes de muy bajo nivel político que han hecho de sus cargos una profesión y que no encontrarán en el mundo real nada parecido a lo que tienen ahora.
Y, para colmo de los disparates, ayer apareció el lehendakari afirmando que la derogación del delito de sedición demostraba la necesidad de revisar la organización de la nación. Y, mira por dónde, en esta ocasión estoy totalmente de acuerdo con él, pero no por sus razones, sino por otras totalmente diferentes.
Es evidente que la sociedad española ha evolucionado mucho desde 1978 y que, al margen de los condicionantes que ha supuesto la incorporación a la Comunidad Europea, a la OTAN y a los producidos en los propios estamentos de la nación como consecuencia del desarrollo de nuevas leyes, no es menos cierto que estamos derivando hacia un innegable deterioro de la calidad de nuestra democracia y en el respeto a las instituciones y poderes del Estado, que es necesario reafirmar. No creo que hagan falta cambios importantes en la Constitución, pero parece cierto que hay que “resetearla”. Pasarla por la ITV de la democracia y realizar los ajustes que sean necesarios.
Pero ¿qué lo diga el lendakari vasco? Supongo que cuando dice que hay que reorganizar la nación no se referirá a suprimir todos los privilegios de los que goza su comunidad. Mas bien y como siempre ha sido, porque todavía quieren más. Otro chantaje a cambio de mantener al presidente en la Moncloa.
Chantaje insufrible y continuado que empezó nada más terminar la dictadura, cuando Jesús María de Leizaola, lendakari en el exilio cuando se redactó la Constitución, se negó a volver a España como hizo Tarradellas. Porque el PNV en pleno, partido de la alta burguesía vasca respaldado por una iglesia contemplativa en el peor sentido de la palabra, siempre ha actuado como una gran mafia incrustada en las estructuras del Estado, que en aquel momento impuso el cupo vasco y la territorialidad de Navarra como condición para apoyarla.
Y Adolfo Suarez, en una equivocación de consecuencias impensables en aquel momento porque confiaba en la “caballerosidad” y el honor de la clase dirigente vasca, no tuvo más remedio que taparse la nariz y tragarse el sapo de una decisión que perjudica cada vez más al resto de los españoles por la voracidad de los sucesivos gobiernos de la comunidad.
Un partido que, estoy convencido, pudo acabar con ETA a la semana del primer asesinato, pero que maniobró según su conveniencia a instancias de Xabier Arzalluz, presidente del PNV entre los años 1980 y 2004. Y, por si no lo saben, les informo de que el País Vasco es la única comunidad en la que el poder no lo tiene el presidente de la comunidad, el lendakari, sino el del partido al que está sometido plenamente. Blanco y en botella.
Puede parecer un comentario duro, excesivo, pero parto de hechos reales y desde el amor que siento por esta tierra que también es un poco mía, porque mi madre nació en Arrigorriaga y mi abuela en Rentería.
Hay que retocarla, sí, pero para consolidarla. No para recuperar el pasado, sino para construir el futuro. Un futuro de mayor armonía, donde todos los españoles tengamos los mismos derechos y las mismas obligaciones y que tanto los gobiernos de turno como el resto de las instituciones tengan los controles necesarios para que nadie se salga del marco constitucional que se le haya asignado.
¡Que ya está bien de consentir que lo que deberían ser partidos políticos se conviertan, como está ocurriendo, en mafias organizadas, como lo ha sido desde el principio el PNV!
Una sociedad confusa, que está perdiendo valores, ética y estética. En la que los padres gastan tiempo y dinero en disfrazar y maquillar a sus hijos de muertos vivientes, a quién más sangriento y espeluznante, pero que luego no los llevan a los funerales de sus familiares ni a los cementerios “para que no se traumaticen”
Que quieren. Será que los que nacimos el siglo pasado tenemos alguna tara cerebral consecuencia de las escaseces de la época, pero cada vez entiendo menos como hemos podido llegar hasta donde estamos.
Y, sobre todo, como hay tante gente que no se da cuenta de que esto, ni nos conviene a nosotros ni, mucho menos, a nuestros descendientes.
José Luis Martínez Ángel
Valencia, 13 de noviembre de 2022