Cada cosa en su sitio y respetando las formas y los tiempos. Manifestaciones de cacerola

En el día de ayer y como ocurrirá en los próximos, (porque el tema de hoy es el acuerdo del PSOE y Podemos con Bildu, los herederos de los asesinos de ETA), en los titulares y los comentarios políticos no aparecen o lo hacen con letra más pequeña los muertos por la pandemia, ni los infectados, ni las fases lunares en las que estamos metidos, ni ninguno de los muy preocupantes temas que tanto nos están afectando.

Lo importante son las manifestaciones “espontáneas”, los acosos y las bravuconadas de unos y de otros.

Hechos que según la lógica española de los últimos tiempos, difumina, si no cubre por completo,  las colas de gente que va a pedir ayudas en alimentos a donde pueda encontrarlas, a los afectados por los ERE temporales, definitivos o del estilo que sean que no han cobrado desde hace dos meses, o en las muchas majaderías y contradicciones de los unos y los otros.

Ahora lo importantes es salir a la calle gritando “gobierno dimisión”. Y si es con una bandera española y una cacerola mejor que mejor. 

Pero me parece a mí que si son manifestaciones “espontáneas” no tienen demasiado sentido. Aplausos, caceroladas o música desde los balcones toda la que se quiera, pero en la calle no es el momento porque puede suponer algún tipo de riesgo de contagio o de enfrentamientos con los “contrarios” porque ni están legalizadas ni gozan de la debida protección. Y si están organizadas por algún partido mucho peor porque parece que es cambiar algaradas, que no manifestaciones organizadas, por votos ¿Por votos, para quién?

Porque la última vez que se le hizo algo parecido a Zapatero le vino de maravilla porque provocó un repunte en su caída de confianza de los españoles en las encuestas del CIS. Me refiero al CIS respetado y fiable de entonces y no a la formidable máquina de propaganda  del gobierno, alimentada con las preguntas “inocentes” del en otro tiempo respetable Señor Tezanos.

Que los españoles tienen derecho a manifestar su opinión, por supuesto. Y que nos han secuestrado el derecho a hacerlo formalmente también. Que el gobierno se merece escuchar algunas verdades que tenemos aparcadas, sin ninguna duda. Pero ahora no. Ahora no es el momento.

Porqué la nación española no es ni una falla ni un club de futbol donde puede dimitir un presidente por una “pañolada” y al día siguiente hay un nuevo presidente que ocupa el cargo

Afortunadamente tenemos una Constitución que impide este tipo de alegrías y que para cambiar un gobierno obliga a disolver las cortes y convocar elecciones, para lo que hay plazos y formalidades.

De entrada entre la disolución de las Cortes y las elecciones debe pasar bastante tiempo y una vez conocido el resultado de las votaciones, el Rey nombra candidatos a formar gobierno entre los líderes políticos  capaces de conseguir mayoría suficiente para gobernar. Y si, en el mejor de los casos, el candidato propuesto consigue esta mayoría, se le declara  presidente electo y tiene un plazo para formar gobierno y tomar posesión formal de su cargo.

Mientras y según Artículo 101, punto 2. “El Gobierno cesante continuará en funciones hasta la toma de posesión del nuevo Gobierno”. Es decir: durante todo este proceso que dura muchos meses, el gobierno sigue siendo el mismo, aunque sea “en funciones” y al final, después de todo este recorrido, podríamos tener al mismo presidente si consigue los apoyos necesarios.

¿Esto lo saben los que salen a la calle gritando “gobierno dimisión”? ¿Es el mejor  momento para forzar una dimisión del gobierno actual? En mi opinión no, un no rotundo porque además de todos los problemas que tenemos, solo nos faltaba estar sin un gobierno controlable en el Parlamento. Lo conveniente sería forzar a que el gobierno actual ceda en sus posturas intransigentes y acepte dialogar con la oposición para pactar soluciones. Para lo cual hay que presionar al gobierno y a cada una de las fuerzas políticas del país para que se dejen de componendas, de juegos florales o de pirotecnia de bajo nivel y se dediquen a ganarse el sueldo que cobran por mejorar el bienestar de los españoles, que es para lo que les han elegido.

Sin caer en las trampas que nos están tendiendo. Al Señor Casado o al Señor Abascal no les pueden presionar los militantes o simpatizantes del PSOE o de Podemos. Ni tampoco pueden los votantes del PP, de VOX o de ciudadanos presionar a Pedro Sánchez o a Pablo Iglesias. No conseguirían nada.

La presión que debería sentir cada uno de ellos es la de sus propios votantes. Esa sería la única lógica y la más eficaz. Promover foros, reuniones o mini asambleas dentro de cada partido y hacer ver a sus dirigentes que tienen que llegar a un acuerdo y hacerlo rápidamente. Y cuando digo un acuerdo no me refiero al que se basa en la “adhesión inquebrantable” que reclama el presidente.

Cuando pase este trago sí. Entonces será el momento de que cada cual ponga en funcionamiento los mecanismos institucionales que estime necesario para forzar un cambio de gobierno, si es lo que quiere, o un cambio de rumbo y de política con iniciativas parlamentarias, manifestaciones o lo que crean conveniente.

Y mientras, todos los que están pidiendo “gobierno dimisión” que sigan con sus caceroladas de balcón o de puerta de la calle y se dejen de ejecutar manifestaciones más o menos espontáneas.

Para evitar que se provoquen tensiones entre ciudadanos que, de favorecer a alguien, sería a los más radicales del gobierno. Pablo Iglesias ya ha “anunciado”, o casi, que los suyos acosaran a los que ellos llaman derecha y extrema derecha. A él no le viene nada mal porque es su terreno, su mejor forma de conseguir lo que quiere en forma de algaradas y confrontaciones. Nunca lo ha ocultado.