En recuerdo de Nicolás Redondo de alguien que siempre le respetó.

Acabo de enterarme del fallecimiento de Nicolás Redondo Urbieta y cada vez que recibo noticias como esta me resulta más reprobable el comportamiento de los políticos actuales españoles, especialmente los de la extrema izquierda y últimamente del mismísimo Pedro Sánchez, que, habiéndose encontrado una España de democracia y bienestar en la que todo está hecho aunque hayan cosas que mejorar, se pasan el día proclamando que han sido ellos, solo ellos, los que hay traído la verdadera libertad y los que liberarán a los españoles de las cargas del pasado y de las amenazas de los políticos de su oposición.

¡Váyanse a paseo, por favor! ¡Repasen biografías como la de este hombre y aprendan lo que es luchar de verdad, corriendo muchos riesgos y sufriendo muchos quebrantos, por la democracia, la libertad, y los derechos de los españoles!

Porque Nicolás Redondo Urbieta, hijo de trabajador sindicalista condenado a muerte, conmutada a última hora, es todo un ejemplo de honestidad y coherencia entre su vida y sus convicciones.

Nicolás Redondo, obrero especialista en La Sestao, encarcelado hasta seis veces por la dictadura por liderar movimientos sindicales o promover huelgas, fue siempre un hombre sencillo que jamás presumió de su biografía ni de sus muchos encontronazos con la policía de Franco.

Y fue su vocación sindicalista la que, pese a su gran historial, le impidió optar a la secretaría del PSOE en Suresnes, cuando salió elegido Felipe González, un abogado laboralista con muchos menos méritos que Nicolás Redondo.

Y cuando llegó la transición, la que ahora pretenden reeditar los que jamás hicieron nada que les costara más allá de algunas horas de sueño por ir a una manifestación, y que siempre han vivido de la política, se puso a la tarea de recuperar la tradición democrática-sindicalista que era una enorme tarea viniendo del sindicato vertical.

Nicolás fue un gran socialista y, esencialmente, un gran sindicalista.  Hasta el punto de que, siendo como era UGT correa de transmisión del partido, tuvo muchos enfrentamientos con el gobierno de Felipe González por algunas de sus medidas sociales y laborales.

Nicolás Redondo optó por mantener una línea sindicalista dura sin hacer concesiones al Gobierno y sin dejarse coaccionar por la disciplina del Partido Socialista. Así lo manifestó claramente en la carta enviada a Felipe González”, dice este texto sacado de una de sus biografías.

Y es rigurosamente cierto.

Es más, a diferencia del dúo Pili y Mili formado por los siameses secretarios de UGT y CCOO de cuyo nombre no quiero acordarme, también tuvo serios enfrentamientos con Antonio Gutiérrez, el entonces secretario de Comisiones Obreras, por entender que era demasiado sumiso al gobierno

«La unidad de acción con Comisiones Obreras no está rota, pero si resquebrajada» y en diciembre decía: «nunca más me fiaré de Antonio Gutiérrez«

Este es un brevísimo resumen de mi opinión sobre un hombre que casi me motivó a afiliarme a UGT.

Lástima que, en sus últimos tiempos en el cargo, algunos listos del sindicato quisieron montar un programa de viviendas sociales que acabó como el rosario de la aurora, con muchos líos y un agujero económico muy importante. Nicolás no tuvo nada que ver en lo personal, pero era el secretario y, de alguna forma, este hecho salpicó lo que hasta entonces había sido una trayectoria ejemplar.

Al estilo de otros hombres honrados de izquierda que dedicaron sus vidas al servicio y que nunca se aprovecharon de su currículum, como fue el caso del comunista Marcelino Camacho, otro de mis hombres respetables de la época.

Nicolás Redondo Urbieta dejó tras de sí un trabajo ímprobo en el mundo sindical y puso muy alto el pabellón de la UGT, empañado en los últimos tiempos por unos líderes inmorales que han vivido en diversos lugares de España mamando de las ubres del poder en un rosario de escándalos y hechos delictivos.

No digo que todos los dirigentes del sindicato sean unos impresentables, pero es cierto que los militantes, pocos y casi todos porque mantienen ese espíritu romántico de lo que “debe ser”, como le ocurre a una de mis amigas muy queridas, no se merecen lo ocurrido en la UGT de los últimos tiempos.

Y una prueba de su ejemplo lo tenemos en su hijo, Nicolás Redondo Terreros, socialista convencido y hombre honesto y moderado, que seguro que es así por el ejemplo de su padre. Al que solo le echo en cara que no optara a la secretaría general del PSOE cuando lo hizo Pedro Sánchez, petición que le hice en una nota que le mandé, como harían miles de españoles, y a la que no hizo caso.

Que, de haberlo hecho, otro gallo nos cantaría.

Descanse en Paz un hombre que se esforzó por mejorar el bienestar de los obreros españoles. Esfuerzos que en algunos momentos le resultaron especialmente duros y complicados.

Valencia, 4 de enero de 2023

José Luis Martínez Ángel

Primero de Mayo – Modelo sindical de ayer, lastre para el avance productivo y social del mañana.

En diciembre de 2016 escribí un artículo en mi blog titulado “Sindicalismo tradicional en la era de los robots” en el que decía lo siguiente.

“Esta madrugada he escuchado en una emisora de radio que UGT ha pedido que se grave con un impuesto a las empresas que usen robots en sus cadenas productivas. Supongo que esta petición, de ser cierta y perdonen la ironía, habrá ido acompañada por otra exigiendo que las mismas empresas dediquen más recursos para I+D.

España sigue siendo diferente y los sindicatos “históricos”, los de los dirigentes “históricos”, tienen tanta idea de mercado laboral como yo de física cuántica. Estos señores, que han vivido  en su juventud eso de entrar en una empresa “para toda la vida”, defienden únicamente a los trabajadores “empleados” para que sigan empleados hasta su jubilación, hasta su muerte o hasta  la muerte de las empresas. Y a los que no tengan trabajo que los mantenga el Estado.

Son ensoñaciones sobre tiempos pasados, que no volverán, y que condicionan sus políticas y sus estrategias porque condiciona sus “saberes”.

Parece una barbaridad, pero creo que sería mucho mejor para los trabajadores, empleados o en paro, que a los sindicatos los dirigieran economistas y gente con verdadero conocimiento de lo que son los mercados y las empresas del futuro, y digo empresas porque son estas, incluido el Estado como gran empleador, las que justifican su existencia. Porque los sindicatos no son generadores de empleo.

Seguro que conseguirían mejores resultados, negociarían de tú a tú con grandes empresas, patronales y gobiernos, y llegarían a verdaderos “gana – gana” de ambas partes, en lugar de defender posiciones tan fuera de lugar.

Un ejemplo: No conozco el perfil de los sindicalistas de la Ford de Almusafes, pero han sido un magnífico ejemplo de acuerdos laborales con la patronal, que ha permitido que esta empresa haya mantenido su calidad y sus mínimos de rentabilidad en lo peor de la crisis, sin daños irreparables en la plantilla.

Y ¿Cómo lo han hecho? Negociando ajustes de turnos y horarios para adaptarlos a las circunstancias de cada momento, según los altibajos en los flujos de demanda.

Espero que los Reyes Magos, que están en todo, regalen a los arcaicos dirigentes sindicales de los “dos grandes”, un manual de economía modelo Epi y Blás que, recordando que los costes de empleo son un capítulo importante en el coste del producto final,  diga cosas como esta:

  • Producción manual=más costes de empleo.
  • Más costes de empleo= pérdida de competitividad.
  • Pérdida de competitividad=pérdida de mercado.
  • Pérdida de mercado=pérdida de empleos.

Y su inversa:

  • Más ayuda tecnológica=mayor capacidad de producción/empleado/hora.
  • Mayor capacidad de producción/empleado/hora=menor coste del producto final.
  • Menor coste del producto final= más facilidad para ocupar mercados.
  • Más facilidad de ocupar mercados=mayores oportunidades de crear empleos.

Con el valor añadido de que cuando nos referimos a empresas avanzadas tecnológicamente estamos hablando de empleos fijos y mejor remunerados.

Naturalmente el porcentaje de “producto final hora por empleado” habrá aumentado, que es de lo que se trata, pero no a costa de un mayor esfuerzo físico. Y la pérdida de empleo potencial por la menor necesidad de mano de obra para conseguir el  producto final se compensa con la mayor venta del producto por su bajada de precio.

La resultante debería ser: se abarata el producto, luego se vende mejor, luego se genera más empleo con menos esfuerzo del productor. ¿Dónde está el problema?

Nos guste o no, la globalización exige cada vez más, una tecnificación avanzada de las empresas porque, respetando los mínimos de calidad, estamos y estaremos en una lucha abierta de precios y servicios.

Sinceramente, no se si lo entenderán. O lo que es peor: puede que lo entiendan pero no les interesa. Continuemos con la demagogia y los populismos y sigamos remando contra corriente.

Seguro que hay otras formas, más modernas y eficaces, de proteger a los empleados de los abusos salariales de empleadores desaprensivos sin perder el ritmo de crecimiento de empleo. Seguro que sí.

Pues bien desde entonces y pasando lo que ha pasado, me entero de que los dos genios de la economía y de las finanzas que ejercen como secretarios de los dos sindicatos que fueron tan importantes en la España de la transición a la democracia para corregir abusos patronales amparados por la ley, sugieren que una vez pasada la pandemia se debería estudiar la posibilidad de nacionalizar empresas.

Otros que tal. Como como algunos partidos, incluidos los que componen el ejecutivo, que se han confundido pensando que el momento de desconcierto en el que estamos sumidos y los poderes extraordinarios que se está tomando el gobierno al socaire de la situación, algunos justificados, es el mejor momento para cambiar el ordenamiento político y jurídico español por la vía de hechos consumados.

Y otra vez les digo que no lo conseguirán. Que no lo pueden conseguir. Porque España es un Estado de Derecho, no una propiedad del gobierno de turno, y entre las palabras o las intenciones de cualquier grupo y los hechos, hay toda una batería defensiva que empieza, o debería empezar por el control del propio Parlamento, que continúa en los tribunales, siendo el de mayor rango del Constitucional y que termina, el último baluarte al que será imposible convencer, en la Comunidad Europea.

Pero mientras, los muertos vivientes defensores de estrategias sindicales de principio del siglo pasado, los que dejaron de tener parte de su razón de ser en España a partir del Estatuto de los Trabajadores aprobado en 1995, no evolucionaron como lo hicieron los partidos políticos y las empresas y continúan intentando avanzar por una senda que no les conduce a ninguna parte.

¿Quieren que España de un verdadero salto cualitativo de bienestar? Retiren a estos dos señores que no han aportado nada en su vida como inspiradores de cambio y modernidad, que han consentido corrupción en sus filiales de Andalucía, Asturias y otras plazas alegando que “eso es cosa de las territoriales” y que han luchado contra la reforma de Rajoy mientras despedían a sus propios empleados aplicando las indemnizaciones por despido de dicha reforma porque les favorecía económicamente.

Sus nombres, por si no los recuerda,  son Unai Sordo y Pepe Álvarez y ya casi ni se sabe a qué sindicato representan cada uno. Expertos en nadar entre dos aguas, que lo mismo coquetean con el independentismo que con los proetarras, sin más tareas conocidas que soportar pancartas y sentarse en mesas de negociación para decir lo mismo que vienen diciendo desde que al mundo era en blanco y negro. Porque, o no se  han enterado o no tienen la más mínima capacidad para adaptarse a las nuevas situaciones.

Su mundo ideal: Seguir siendo los líderes sindicalistas de los empleados, que eso da poco trabajo  y que al resto de los obreros españoles, a los parados, les subvencione el Estado. Como a ellos mismos y a sus sindicatos. Que no viven de la cuota de los afiliados precisamente.

Mañana, primero de mayo, recordaré las luchas pasados por los derechos de los trabajadores y me volveré a tapar la nariz cuando escuche las recomendaciones y consejos de los dos líderes sindicalistas.

Lo que no dirán, seguro, es que se ha abierto juicio oral por la corrupción de UGT en Andalucía.

Y mi respeto, todo mi respeto, para los sindicalistas de “a pie” que han luchado por los derechos de los trabajadores en cada empresa. En la mía por ejemplo. En algunas ocasiones del pasado y por razón de mi cargo he tenido que discutir con ellos alguno de los puntos de sus demandas y lo hicimos con firmeza, pero de buena fe y, repito la palabra,  con respeto mutuo. Como debe ser.