Mucho se ha hablado de la brecha salarial, de la social y de otras muy evidentes en la España de nuestros amores. Pero se habla poco, muy poco, de la brecha de las realidades. Una brecha cada vez más ancha y más profunda que separa a nuestros políticos, instalados en esa especie de Matrix en que se han acomodado, de nuestro mundo. El del cada día.
Y que les mantiene en esa realidad virtual, tan suya, de la que salen de vez en cuando, se hacen presentes en nuestras emisoras de radio o nuestras televisiones, repiten cuatro frases hechas y, muy rápidamente, vuelven al confort de su mundo paralelo.
Y como muestra, valgan algunos ejemplos de lo cotidiano en nuestra Generalitat. También podría hablar del Ayuntamiento de Valencia, pero es una situación demasiado confusa para mí. Ni siquiera intento entenderla.
Resulta que el actual gobierno de la Generalitat Valenciana se repetía sesión tras sesión reclamando, con razón, una solución al déficit presupuestario de nuestra comunidad. Pero lo hacían cuando eran oposición.
Luego vino la moción de censura y, con ella y el cambio siglas en el gobierno central, se evidenció una cierta sordina en las reivindicaciones. No es que dejaran de pedir más financiación a los ministros del PSOE, pero se conformaban con un “estamos en ello” que no aceptaban anteriormente. Lo mismo que ocurría con el PP cuando gobernaba la comunidad y en el gobierno central.
Hemos pasado las elecciones en un periodo caracterizado por la falta de solvencia para hacer frente a los compromisos de la Generalitat, y lo que antes era complicado de explicar, ahora lo es mucho más porque el nuevo gobierno, forzado por la necesidad de encontrar apoyos para poder alcanzar una mayoría estable, en lugar de recomponer las áreas de gestión para evitar despilfarro y gastos innecesarios, ha optado por arrancar la nueva legislatura con toda suerte de lujos y boatos totalmente contraindicados para sanear sus cuentas.
Y así, han decidido aumentar el parque de “responsables políticos” con un organigrama que incluye una presidencia, dos vicepresidencias, nueve consejerías, dos más que en la anterior legislatura, 28 secretarías y un total de 125 altos cargos, con un incremento del 25% en salarios y complementos.
Y no lo han hecho para mejorar los servicios ciudadanos como cabía esperar, sino para contentar y encontrar acomodo a los muchos “apoyadores” del gobierno de la Generalitat procedentes de todos los partidos políticos.
Lo cierto es que cada vez se sienten más por encima del bien y del mal, y uno de los últimos ejemplos es que nuestro presidente, Ximo Puig, ha contratado como asesora para temas europeos a Carolina Punset, como si no hubieran funcionarios muy capacitados para ayudarle a preparar informes para la comunidad Europea si fuera necesario, o no tuviéramos representantes en el parlamento de Estrasburgo a los que pedir opinión si la necesitara.
En el último año la deuda de la Generalitat ha aumenta 1.400 millones de euros, y es tan grave la situación que el gobierno central ha amenazado con intervenir las cuentas públicas de nuestra autonomía.
Y claro que hay que insistir, insistir con fuerza, ante el gobierno central para que regule una situación más justa en la distribución de las financiaciones autonómicas, pero no es así como lo van a conseguir. Lo harían dando ejemplo de austeridad y presentándose en las puertas del ministerio de hacienda junto al resto de las formaciones políticas de la comunidad, aunque el ministro, ministra en este caso, sea del mismo color que el del gobierno autonómico. ¿A que tendría un gran impacto una pancarta en la calle Alcalá de Madrid portada por los 99 diputados de las Cortes Valencianas?
Y el contraste: ese mismo día, y en la misma prensa aparece la foto de una manifestación de protesta por los Impagos a los centros de menores, y todos los días tenemos noticias de situaciones similares que afectan a otras entidades y servicios dependientes de la Generalitat.
La moraleja es que los políticos autonómicos no solo se niegan a gestionar con eficacia los recursos disponibles, que son pocos, sino que siguen disparando, y cada vez más, con “pólvora del Rey”. Es decir, con dinero que no es suyo porque no lo tienen en su presupuesto, o que debería destinarse a otras actividades más cercanas a los ciudadanos, razón de ser de sus cargos públicos.
No sé si alguien será capaz de entender semejante desmadre, pero yo no. Incluso habrá ciudadanos a los que les parecerá bien y pensarán que soy un carca, como menos, o un facha como más.