El acuerdo de Europa y otros comentarios

Se terminaron las negociaciones y como era de esperar porque forma parte de las reglas de juego de la comunidad, se ha llegado a un acuerdo por consenso, lo que quiere decir, como le avanzaba a un amigo, que a todos les parecerá mal. Acuerdo que es el fruto de una negociación dura, muy dura, pero obligada inexorablemente a llegar a acuerdos. Para que todos lo entendamos las normas de la comunidad se parecen a las del Vaticano cuando tienen que elegir Papas. El fin es diferente, pero el procedimiento el mismo; estar confinados hasta que se consiga el humo blanco. En el Vaticano siempre de tirón y en la Comunidad puede aplazarse a una segunda convocatoria si se alarga demasiado el acuerdo, pero el objetivo único es alcanzarlo.

Son las condiciones que impuso en su día la propia Comunidad y ni me imagino lo que ocurriría sin ese condicionante y los acuerdos se tomaran por mayorías simples o cualificadas. Y esa es una de las razones por las que soy un europeísta convencido.

Hay acuerdo y ha llegado el momento de que cada cual, los presidentes de gobierno, expliquen a sus ciudadanos el contenido de los pactos (no olvidemos que este tipo de acuerdos deben ser aprobados por todos los parlamentos de las naciones de la Comunidad)  y, como es habitual en estos casos, a otra cosa mariposa.

Solo que en esta ocasión hay alguna variante que conviene aclarar

La parte destinada a ayudas, “a fondo perdido”, estarán sujetas a un destino finalistas del dinero y el control de dicha utilización no corresponderá a la comisión, como hasta ahora, sino a todas y cada una de las naciones, que pueden denunciar y conseguir el cese de las ayudas si comprueban que no se cumple lo pactado.

En el caso español este control echa por tierra todos los planes de Podemos que quería dedicar una parte del dinero a temas sociales según su propio concepto, muy venezolano, de lo que se entiende por “social”.

La gran pregunta es: Después de tantos años de gobiernos prácticamente omnipotentes en España ¿por qué estamos en el grupo de los débiles, los que necesitan ayuda para subsistir?

No espero respuestas de la clase política, responsables últimos de esta situación, pero voy a aventurar algunas teorías:

Hace años que, salvo algún breve amago de recuperar la normalidad de lo que son gobiernos democráticos, los partidos políticos españoles  de todos los signos han ido derivando desde el interés general que contenía el espíritu de la Transición, hacia los intereses de partido. Incluso en algunos casos al interés personal. Y a este fin han dedicado todo su ingenio y todas sus energías. Y también los gobiernos, naturalmente.

Es una explicación muy simple y drástica, pero en un análisis en blanco y negro, sin grises, es la pura realidad.

En el tardo franquismo y la transición teníamos industrias muy potentes de construcción naval que empezaron a ser poco competitivas por una serie de razones asociadas a la globalización y a la falta de actualización de los procesos productivos y no se hizo nada para actualizarlas, por lo que fueron muriendo hasta casi desaparecer.

A nuestros grandes hornos les pasó exactamente lo mismo. Y también a la minería, especialmente la del carbón cuando se empezó a constatar los perjuicios que estaba causando. Pero no se buscaron alternativas, no se crearon industrias y lo que fueron grandes cuencas mineras en toda España, que eran muchas, se dejaron morir y se convirtieron en páramos y sembradero de desempleo y desesperación. Cuando todas ellas tenían algo muy importante: comunicación ferroviaria para sacar mercancías a los puertos más cercanos.

Y así con tantas otras industrias. ¿Y porque?

Puede haber muchas explicaciones, pero una de ellas, supongo que la más probable, es que España descubrió el milagro del turismo y todo el mundo, especialmente los políticos,  se subieron al carro de lo fácil y abandonaron toda intención de complicarse la vida. Poca inversión, mucho “nombre” internacional, comisiones, visitas de famosos. Y no es que hicieran mal en apoyar este sector que no deja de ser otro tipo de industria, es que ni siquiera han sabido controlar y dictar normas que garantizaran la calidad de los servicios turísticos, la profesionalidad de los empleados del sector y un determinado control de los precios.

Y en cuanto al capital privado, ¿por qué iban a complicarse la vida “peleando” con una plantilla de empleados, con los ayuntamientos y con inspecciones de todo tipo si obtenían mucho más beneficio con la construcción de urbanizaciones y con las especulación del suelo?

Y todo el mundo se apuntó al invento y junto a establecimientos de prestigio, no me refiero a los de alto estanding,  surgieron chiringuitos de todo tipo por toda la faz de nuestra geografía. Y así empezó otro de los grandes fraudes de nuestro tiempo: los autónomos, lo que debería ser una forma de generar nuevas iniciativas, pero que por la falta de interés de los políticos no se ha impulsado y apoyado como es menester y muchos de ellos han acabado como falsos empresarios cuando en su mayoría apenas pasan de un autoempleo medianamente digno.

Y cuando digo “falsos empresarios” no niego que lo sean, pero en la realidad del cada día, de este título tienen todas las desventajas y pocos beneficios.

¿Quién ha tenido la culpa? Todos a partir de la transición, porque durante la dictadura, curiosamente y sin que quiera hacer comparaciones maliciosas, las empresas incluidas en el INI se espabilaron mucho y surgieron gran cantidad de nuevos negocios y grandes factorías tipo Pegaso, por la que yo pasaba cada día camino de mi puesto de trabajo en el aeropuerto de Barajas.

Luego, en mi opinión, la razón simplificada de que en este momento tengamos que pedir ayudas porque no podemos soportar nuestros gastos, no es otra que la ceguera, la imprevisión y la ineficacia de nuestros gobiernos. Los mismos, en sentido metafórico porque todos son culpables, que ahora presumen de haber encontrado soluciones.

Y empleo un símil muy histórico: Los mismos gobiernos que provocan las guerras son los que luego presumen de haber conseguido la paz. ¡Que cinismo!

“Pero las cosas no se quedaron allí, porque el ingente poder que cedimos a la clase política española durante la Transición no se ha mantenido estable, sino que se ha ido multiplicando, durante los cuarenta años de democracia, con una serie de prácticas a través de las cuales los políticos españoles (independientemente de su estatus, posición, nivel y orientación política) han extendido sus tentáculos por todos y cada uno de los ámbitos de la sociedad: el poder de los gobernantes se ha extendido en horizontal, asumiendo cada vez más competencias y copando incluso las áreas de control político; y también en vertical, desde los centros de poder social más altos a los más bajos. La progresiva politización de nuestra sociedad se ha hecho a golpe de legislación y prácticas legales (como la sobrerregulación económica) pero también ilegales (como la contratación pública opaca e incluso corrupta) y otras que no se sabe si son legales o ilegales, pero desde luego son poco éticas (como la influencia política indebida en la Administración)”

De nuevo “devuélveme el poder”, de Miriam González Durántez)

Es decir: desde un determinado momento, los políticos españoles entraron en una vorágine de acaparar poder e influencia y en eso estaban. ¿Cómo iban a pensar en el largo plazo?

Vorágine similar a la que sufrió la ciudadanía en los tiempos del “destape”, donde no había guion que no exigiera desnudos o sexo más o menos explícito.

Y con todas estas cosas, lamentablemente, tiramos por la borda parte de lo hecho y rompimos muchos de los puentes que nos llevaban a un progreso estable y sostenido. Se han hecho cosas, claro que sí, pero más por la iniciativa privada que por apoyos y planes gubernamentales. Y la prueba es que lo que mejor funciona en España, con mucho, son las grandes empresas familiares.

¿Ha sido una vergüenza pedir ayudas? No, porque no podemos subsistir. No solo por los errores pasados sino también por las catástrofes actuales.

¿Tenemos que aceptar condiciones de control? Naturalmente que sí. No tendremos más remedio porque los países que aportan los fondos son los que han hecho sus deberes y tienen derecho a exigir finalidad en las inversiones. Entre otras cosas porque tienen que explicárselo a sus ciudadanos en cada uno de los parlamentos europeos.

¿Esta situación va a provocar una ruptura de las alianzas de Pedro Sánchez? No creo, porque su principal valedor es Podemos y esta marca, gracias a los cambio de orientación y de posición de sus máximos dirigentes se ha convertido de facto en un “Podemos con lo que nos echen” y tragarán lo que haga falta para no salir del gobierno, que sería tanto como desaparecer del mapa político.

Podemos nos perjudicará y mucho, pero en la convivencia, porque tratarán de mantener una apariencia de honestidad política desenterrando todos los tópicos conocidos: La monarquía, la represión franquista, los peligros de la ultra derecha, las supuestas amenazas contra la igualdad, las mujeres, los  homosexuales, etc.

Pero es lo que hay.

Lo que sí que obligará a una reflexión seria, muy seria, es al propio presidente, que tiene por delante la aprobación de unos presupuestos generales que mirará con lupa la Comunidad Europea, sabiendo como sabe que la gran novedad de este acuerdo es que si cualquier país europea averigua que el dinero recibido se dedica a otros fines, tiene derecho a convocar al resto de presidentes y pedir y seguramente obtener, una cancelación de las ayudas.

Es posible que en estas circunstancias el presidente Sánchez, que lo estará pasando muy mal en lo personal ponga la  cara que ponga, se vea obligado a reconsiderar sus objetivos políticos y personales.

Y Pedro Sánchez, al que critico frecuentemente porque toma decisiones que no me gustan, no es responsable de lo que está ocurriendo. Solo es “uno más”

Y, ¡que quieren!, pese a lo que se va a propagar por todas las esquinas, me siento muy seguro perteneciendo a la Comunidad Europea. Nuestro último bastión.

Si no vas a mejorar el silencio, permanece callado

14 de abril. Día de la República. Y un anexo dedicado a Pablo Iglesias

Hoy es el día de la República, forma de Estado que me parece perfectamente legítima y que funciona muy bien en los países con tradición republicana, como Francia, Alemania, Italia y otros, y funcionó muy mal, por ejemplo,  en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas donde el título era puramente decorativo porque allí gobernaba el Soviet Supremo que pronto se convirtió en una casta dominante que actuaba como una dictadura.

Cuando, curiosamente, se constituyó como un órgano de gobierno de democracia representativa, como tenemos actualmente en España, porque el Soviet Supremo se componía con los representantes de los soviet de cada república.

Pero también hay países muy adelantados, democráticos y prósperos que tienen a la monarquía como forma de Estado, como Gran Bretaña, los Países Bajos, los Países Nórdicos, y también España, por ejemplo. Repito: países prósperos y democráticos como lo es España digan lo que digan los detractores profesionales.

Y si nosotros tuviéramos alguna carencia en democracia y libertades, que hay pocas, sería culpa de los sucesivos gobiernos y no del Rey.

En la actualidad, la diferencia de que una nación tenga una u otra forma de estado es prácticamente irrelevante porque en los países monárquicos los reyes no gobiernan.

Son monarquías representativas y todas las funciones ejecutivas las tienen los gobiernos de turno, reservando para los reyes un papel de mediador entre partes si surgen diferencias entre partidos y de ser la figura de máxima representación institucional de estos países en el exterior.

Y eso también ocurre en Alemania o Italia, por ejemplo pero no en Francia y los Estados Unidos donde el Presidente de la República es también el que tiene el poder ejecutivo.

Y dicho esto, lo que me parecería impensable es que ninguna nación estable y organizada en su forma de Estado pretendiera cambiar de Monarquía a República o viceversa. Provocaría una confrontación muy grande y una confusión entre la ciudadanía de dimensiones incalculables.

Por lo que, respetando historias y tradiciones, mejor “no meneallo”. Y lo digo por España en donde hay una mayoría de republicanos que de muy buena fe rememoran sus tiempos o su forma de Estado preferida, y  otra que está empeñada en romper la estabilidad del país cueste lo que cueste.

Y costaría mucho. En España, por ejemplo, donde no tenemos tradición republicana, la elección de presidentes sería, como es lógico, por votación popular, y saldrían los mismos que están saliendo como presidentes de gobierno: Aznar, Zapatero, Rajoy, Sánchez.

¿Se imaginan la tranquilidad que tendríamos y como respetarían los partidos políticos a un Presidente de la Republica de otro partido? Porque ni pensar que aceptaran la candidatura de un independiente de pata negra.

Ocurriría lo que ocurre con los Jueces del Supremo o del Constitucional. Los mirarían con microscopio, no para ver si son independientes, sino para tratar de proponer a personas con plumaje parecido a los de cada partido.

Y si nos referimos concretamente a las Repúblicas españolas, hay que precisar que para los republicanos la primera “no existe”. No se habla de ella porque terminó como el “rosario de la aurora”, con intentos de segregación de algunas provincias, con ciudades cantonales declarando la guerra a otras ciudades cantonales y otros disparates de semejante calado.

En cuanto a la Segunda República, ¿de qué “bienio” estamos hablando? Porque el primero, el mejor, el de Azaña, también tuvo enfrentamientos importantes entre la Izquierda Radical y los Socialistas- Azañistas, pero pudo sacar leyes que modernizaron algo al país, pero el segundo, el de Alejandro Lerroux, de Izquierda Republicana Radical,  coaligado con la derecha católica, la CEDA de Calvo Sotelo, fue una auténtica contrarreforma del primero porque se anularon parte de lo conseguido por Azaña. Hasta el punto que fue apodado como “el bienio negro” por la izquierda del país.

Y el tercero, el de la coalición de izquierdas que duró unos meses, el del “Frente Popular”, arrancó mal, siguió con disturbios y toma de las calles por quien quisiera tomarlas y acabó con una guerra civil. Ya sé que la guerra comenzó por una revuelta militar que no justifico, pero tampoco hay que olvidar que parte de la ciudadanía la apoyó por la inseguridad ciudadana que estaban padeciendo.

Pero todos ellos, los tres, forman parte de la historia de la Segunda República. No fue la República de Azaña como parece querer transmitirnos. Los tres bienios fueron republicanos.

Así que, amigos republicanos, todos mis respetos para vuestras ideas, pero mejor dejemos las cosas como están. Creo sinceramente que es lo mejor para todos.

Y un consejo para los jóvenes: no os dejéis llevar por idealizaciones románticas ni por cabalgatas de “reinas magas”. No creáis todo lo que os dicen. Buscad literatura imparcial y leed. La República, repito, es una forma de gobierno digna, democrática y muy respetable, pero en España resultó una experiencia más bien desastrosa. La primera República duró once meses y la segunda cinco años.  Es decir, España ha vivido seis años de República, de los cuales solo uno fue relativamente tranquilo e ilusionante. No parece muy buena experiencia.

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Acabo de conocer un comentario de Pablo Iglesias, el Vicepresidente, en el que “ha cuestionado este martes el régimen constitucional de 1978 y ha defendido uno republicano donde el jefe del Estado jamás se vista de militar» y donde «mande el pueblo y no el poder económico».

No me meto en lo del uniforme porque cada uno tiene sus fobias, aunque no conozco a ningún régimen comunista en el que el jefe del gobierno o del estado, o el que mande, no tenga un ejército poderoso que solo está a sus órdenes.

Pero en España no manda el poder económico. Mandas tú y 349 diputados más. Otra cosa es que tú u otros diputados cedáis u os dejéis convencer por el poder económico, por el poder religioso, por la iglesia, por el feminismo, por los sindicatos o por regímenes como el de Maduro, por poner unos ejemplos.

Pero no juguéis con las palabras, como es habitual, ni desvirtuemos los hechos. Vosotros estáis ahí porque os hemos votado y solo vosotros, nadie más, es responsable del “quien mande”.

Si fuéramos una República y siendo como seríais los mismos congresistas, ¿no tendrían la misma fuerza el poder económico, el poder religioso, la iglesia, feminismo, los sindicatos o los regímenes como el de Maduro?

¡Anda ya! Milongas y palabrería.

Y si ese es el gran argumento que tenéis para defender la República, me alegro de haber publicado la nota que he puesto en Facebook hace unos minutos.

La Constitución, los centros concertados, el populismo, y las negociaciones del Sr. Sánchez.

Alguien me ha comparado los cambios de discurso de Pedro Sánchez con los de Albert Rivera, y creo que está equivocado. Albert Rivera, al que he tachado varias veces de hiperactivo y desconcertante, se equivocó mucho, tanto que provocó la caída de Ciudadanos hasta los niveles actuales. Pero, aunque equivocado,  siempre lo hizo pensando en lo mejor para su partido al que en algún momento de sus ensoñaciones lo situó como el primero del centro derecha. Y la mejor prueba de ello es que ha tenido la dignidad de dimitir alegando que los errores de un partido son los errores de su líder. Es decir: no era su supervivencia en el cargo la que motivó los cambios de estrategia.

Todo lo contrario de la trayectoria política-personal de Pedro Sánchez, líder del Partido Sanchista Obrero Español. Los muy frecuentes cambios de opinión de nuestro “en funciones”, algunos dispares y hasta disparatados, obedecen exclusivamente a mantenerse en el cargo le cueste lo que le cueste al partido en el que milita, o a su nación. Es una estrategia egoísta y muy estrecha de miras,  por mucho que quiera repetir hasta la saciedad la palabra “progresista” o “ilusionante” cada vez que presenta un nuevo cambio de rumbo como si fuera la solución final.

Ahora renueva su pasado interés en formar gobierno con Podemos, y solo en este contexto se puede entender la extraña intervención de Isabel Celaá en el Congreso de Escuelas Católicas negando la constitucionalidad de la elección de enseñanza religiosa. Esta señora será confusa en sus manifestaciones, pero no es tonta y sabía perfectamente que ese no era el foro adecuado, a no ser que pretendiera, como ha conseguido, multiplicar el efecto de la declaración en beneficio de sus pactos con Podemos.

Recordemos que a falta de argumentos, dos de los recursos políticos de la izquierda radical y de una parte del PSOE, solo una parte, son Franco y la Iglesia.

Y, como suele hacer el equipo “íntimo” de Pedro Sánchez, mezcló a sabiendas cosas que no tienen nada que ver las unas con las otras.  Porque el artículo 27 que cita, define los “derechos y libertades” de los españoles, uno de los cuales, sin ninguna duda porque lo dice textualmente, es el derecho de los padres a elegir para sus hijos “la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”. Y, como decía ayer en otro comentario, no cita a ninguna religión en concreto.

Aunque, más adelante, marca algunas condiciones a la educación:

4.La enseñanza básica es obligatoria y gratuita.

5. Los poderes públicos garantizan el derecho de todos a la educación, mediante una programación general de la enseñanza, con participación efectiva de todos los sectores afectados y la creación de centros docentes.

6. Se reconoce a las personas físicas y jurídicas la libertad de creación de centros sostenidos por la Administración con fondos públicos, en los términos que la Ley establezca.

7. Los profesores, los padres y, en su caso, los alumnos intervendrán en el control y gestión de todos los centros sostenidos por la Administración con fondos públicos, en los términos que la Ley establezca.

8. Los poderes públicos inspeccionarán y homologarán el sistema educativo para garantizar el cumplimiento de las leyes.

9. Los poderes públicos ayudarán a los centros docentes que reúnan los requisitos que la Ley establezca.”

Lo que no especifica es en que centros debe impartirse la enseñanza.

En el año 1985, el gobierno de Felipe González, ese sí que era gobierno del Partido Socialista Obrero Español, se encontró con la imposibilidad de cumplir el mandato de la Constitución por falta de centros y de recursos materiales. Y decidió promover la figura de los “centros concertados”, medida que desbloqueó la situación en la que se encontraba su gobierno.

No hay duda de que la concertación podría cancelarse en algún momento en las condiciones que se pactaron si el gobierno tuviera recursos para absorber a los millones de alumnos que asisten a los colegios, pero mientras se mantenga esta figura, los padres, los alumnos y los centros afectados, están tan dentro de la constitución como los de los colegios públicos

Por cierto, esta mañana he escuchado en la radio este comentario de Nicolás Redondo, persona a la que escucho siempre con mucha atención: “La enseñanza concertada nunca ha causado problemas. La pública de las autonomías, sí”. Y algunos muy graves, añado por mí cuenta.

En resumen. Por lo que entiendo, siendo menos culto, menos “leído” y menos poderoso  que la señora Celaá, está señora, al mezclar el derecho a la enseñanza con los centros donde se imparte en la actualidad, hizo una afirmación falsa, si no torticera. Es como decir que los pacientes de la Seguridad Social atendidos en centros concertados por imposibilidad de atenderlos en los públicos, tienen menos derechos porque ese supuesto no estaba previsto en el texto de la Constitución.

La Constitución, Señora Celaá, es un texto marco que necesita desarrollo. Desarrollo que nunca se ha abordado en su totalidad por pereza o desidia de los legisladores, como ocurre la sucesión de la corona que sigue primando a los varones, o porque nunca supusieron una deslealtad de la autonomías como la de Cataluña, razón por lo que el poder  judicial, y el mismo legislativo, encuentran demasiada zonas confusas para aplicar la ley

Por otra parte, Señora Celaá y Señor Iglesias, verdadero destinatario de su mensaje: Tengo oído, no lo he comprobado, que cada alumno de la enseñanza pública nos cuesta 8.000 euros. Los de la concertada 3.000.

Y no quiero entrar en la calidad de la enseñanza porque, como siempre ha sido, depende del centro, sí, pero muy especialmente de la preparación, el interés,  y la vocación de cada docente.

Y ese condicionante,  ni lo asegura ni lo condiciona al cien por cien el rótulo de cada centro.