“A moro muerto, gran lanzada” y los escribidores de la falsa historia de Pedro Sánchez

Conocido refrán que hace referencia a la cobardía consistente en aparentar un gran mérito por atacar a quien ya está vencido.

Tenemos a un bravo presidente que se ha enfrentado a un Franco muerto cuando ni existía él ni apenas unos pequeños restos de un franquismo que empezó a extinguirse el mismo día de la muerte del dictador, pero que exageraron deliberadamente en fuerza y número porque así convenía al relato. Y un Franco a al que, evidentemente, nunca se enfrentó en vida, entre otras cosas porque no tuvo edad para hacerlo.

La imagen de ayer fue la de un presidente que machacó las armas de ETA  sentado en una silla porque no procedía hacerlo “in person”. Una organización, ETA, a la que nunca combatió y a la que apenas ha condenado más allá de lo que exigía el guion en cada momento. Incluso no hace tanto que dio el pésame a Bildu, sus herederos,  cuando se suicidó en la carcel uno de sus presos por delitos de sangre.

Pero se buscaba la imagen de una especie de héroe que ha puesto fin a la historia de ETA como en su día dijo poner fin a la de Franco y el franquismo y, como consecuencia, el verdadero comienzo de la democracia.

Imágenes falsas, símbolos prefabricados por su entorno mediático, verdaderos artistas en la materia.

Se quería proyectar el  mensaje subliminal de que no fueron las Fuerzas de Orden Público bajo las órdenes de presidentes anteriores las que se incautaron de las armas que ETA nunca entregó, pese al paripé montado con los “negociadores internacionales”. Una imagen que pretendía ser potente, pero que resultó sumamente ridícula para los que tenemos cierta edad y una sensibilidad especial con los temas relacionados con los asesinos terroristas. Porque al final, lo más destacable fue la soledad del protagonista de estas ficciones que no consiguió la presencia de ninguno de los que realmente hicieron o participaron en la historia del fin de ETA.

Repito que los etarras, por mucho que se quiera tergiversar lo que realmente ocurrió, nunca entregaron las armas. Fueron derrotados por las fuerzas del orden y por una sociedad que ni les toleraba ni les disculpaba a raíz del asesinato de Miguel Ángel Blanco. Una sociedad que, en definitiva, decidió que el miedo no era coartada suficiente para soportar aquella situación.

Para mayor gloria de un presidente que nunca, hasta ahora, ha tenido que mirar hacia atrás cuando paseaba por la calle por si le perseguía un asesino de ETA o un policía de “la social” del franquismo, porque nunca ha estado ni en primera, ni en segunda, ni en tercera línea entre los amenazados por ninguno de los “peligrosos” de nuestra historia reciente. Ni comprobar si había alguna bomba adosada a los bajos de su coche.

Y digo “hasta ahora” porque ahora sí, ahora no puede ir solo y tranquilo por la calle para evitar  que alguno de los viandantes le diga lo que piensa de él. Y una parte de ellos, la mayoría, no creo que alberguen buenos pensamientos.

Está claro, muy claro, que a nuestro presidente le están tratando de construir un perfil tan falso como lo fue, según se dice, su tesis doctoral. Una especie de “Chanson de Roland” para un guerrero que, eso sí, esperaba a que el enemigo hubiera muerto para aparecer, tan valeroso él, dándoles grandes lanzadas.

Lo de ayer fue sencillamente alucinante. Pedro Sánchez no tuvo nada que ver con el final de ETA y más bien está tratando de blanquear su memoria hablando de convivencia, de pasados lejanos que son rabiosa actualidad si se trata de un franquismo extinto, permitiendo homenajes populares a los asesinos condenados que salen de las prisiones una vez cumplidas sus condenas, que pacta con Bildu,  sus sucesores en política y que está apunto de transferir la competencia de prisiones al País Vasco para que la utilice a su libre albedrío y a cambio de no se sabe que, como está ocurriendo en Cataluña.

Por lo que el acto, que iba a ser brillante y simbólico,  se quedó en una especie de foto fija tan vacía de contenido como de honorabilidad. Personalmente creo que lo sucedido ayer fue un fallo garrafal de la factoría Redondo porque no ha conseguido el fin propuesto.

Veo en un periódico español este titular:

“El entrenador de Sánchez en el Estudiantes reconoce que era un poco «paquete»”.

Destaca alguna de sus virtudes como la tenacidad como marcador, por ejemplo y que hacia piña en el quipo. Tenacidad sí que tiene, sin ninguna duda, pero parece que nunca fue una estrella.

Y que hacia piña con el equipo es evidente a juzgar de como está tratando a sus ex compañeros, alguno con cargos en la función pública y otros invitados en sus vacaciones a las residencias de Patrimonio Nacional. Presuntamente, por supuesto, porque yo no estaba allí.

En resumen: tenemos un presidente experto en mejorar su propia imagen exagerando hechos reales o inventando otros si fuera necesario, pero muy poco aficionado a visitar negocios hundidos, colas del paro o del “hambre”, hospitales, funerarias y cualquier otro lugar que ponga en peligro su perfil de triunfador. Que le acerque a la realidad del país que gobierna

Un hombre que donde pone el ojo pone la lanza, aunque el lanceado ya estuviera completamente muerto. Eso no deja de ser un detalle nimio que no puede empañar la grandeza de la gesta.

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