La justicia deseable y la preferida por Pedro Sánchez

Yo, que he vivido la dictadura, y disfruté de los momentos ilusionantes de una transición que permitió pasar de forma pacífica a una democracia, transición amenazada por las cavernas más oscuras de la derecha, por los asesinatos de Atocha, por el 23 F y tristemente convulsionada por los muy frecuentes asesinatos de ETA, contemplo con asombro y tristeza que estamos en un clarísimo proceso constituyente solapado, en el que se pretende el proceso inverso: pasar de una democracia consolidada a una autocracia aunque sea muy sui géneris, porque el aprendiz de autócrata nunca podrá conseguir el poder oficial al estilo de Putin, Maduro y tantos otros en algunos lugares del mundo.

Y no podrá porque realmente está de prestado, ya que los que de verdad manejan todos los hilos del poder son los partidos que le apoyan. De esta forma, si manda y no puede tomar decisiones como destituir ministros por el pacto de gobierno con Podemos, ni negarse a apoyar leyes o conceder los privilegios exigidos por ERC, PNV o Bildu, todo es pura apariencia.

Así que, si se avanza en la ruta actual, a Pedro Sánchez solo le quedará el Falcon, el colchón que mandó comprar a Patrimonio Nacional cuando entró en la Moncloa y figurar. Eso sí, mucho figurar. Hasta podrá terminar ese vídeo tan de “gran líder” que le están preparado.

Y tampoco podría llegar a los extremos de sus amigos de algunas naciones porque, a diferencia de ellos, no tiene el apoyo de “los militares”. No hay ninguna duda de que una de las cosas que no han cambiado en España desde la transición, es la democratización y la imparcialidad de los Cuerpos de Seguridad y también de las fuerzas Armadas, que siempre obedecerán las órdenes del gobierno, pero nunca acatarían una orden si va contra la Constitución. Todo lo contrario, porque en su Artículo 8 dice:

Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.”

No digo ni de lejos, ni de muy lejos, que hoy haga falta aplicar este artículo, incluso estoy completamente convencido de que nunca hará falta. Solo lo cito para marcar diferencias entre las posibilidades de los dictadorzuelos del mundo y los gobiernos, centrales o autonómicos, del Estado español

Adelanto que lo que está haciendo Pedro Sánchez no es ilegal, ni tampoco antidemocrático, aunque, eso sí, está bordeando constantemente los límites de la legalidad y de la democracia hasta tal punto que muchas veces lo parece. Y que algunas de sus decisiones tienen tal tufillo de ser anticonstitucionales, que están recurridas al Constitucional.

Son decisiones sin ética ni estética, eso sí, tomadas con el fin exclusivo de perpetuarse en el poder, cueste lo que cueste, por mucho que se disfracen de avances sociales o de necesarias para pacificar a los partidos antiespañoles, los que le apoyan, a cambio de lo que haga falta.

Y de ahí ese afán desmedido de invadir y controlar al Poder Judicial, y también al Tribunal Constitucional, colocando a adictos a la causa en puestos clave de estos estamentos

Hasta tal punto que tengo la absoluta seguridad de que, si España no formara parte de la Comunidad Europea, a estas alturas ya se habría reformado la constitución de forma “democrática”, como se ha hecho en Venezuela, en Rusia, en Nicaragua y en tantos otros países, para que Pedro Sánchez continue sine die en la Moncloa.

La representación clásica de la justicia en todos los países es la de la diosa romana Iustitia, una mujer con los ojos tapados con una venda que la impide ver algo fuera de las leyes que influya en sus decisiones, una balanza para sospesar pruebas y circunstancias y una espada para castigar a los infractores. Porque las leyes, como la Constitución, no son amigables, ni dialogantes. Son puramente represoras con los infractores, aunque, obligadas por el propio concepto de la justicia, en la balanza se sopesen atenuantes.

Y esos mismos conceptos, sopesar, no dejarse influenciar y sancionar, son las obligaciones de los jueces y lo que hacen cada día. Aunque las leyes no les gusten, sin atender ni entender nada más allá de las pruebas, ni “manchar sus togas con el polvo del camino”.

Todo lo contrario de lo que pretende enconadamente nuestro presidente, que ayer mismo lo repitió en Barcelona: “Hay que sacar el debate político de los juzgados”, pero, otra vez, es puro relato. Puro sofisma, porque los juzgados nunca han hecho política desde la democracia, son los políticos los que deben sacar sus garras de los juzgados porque así lo manda la Constitución.

Como decían mis mayores, cada uno en su casa y Dios en la de todos.

Recuerdo que uno de los puntos que quería poner Pablo Iglesias en el pacto de investidura y que el PSOE no aceptó por la indignación de la judicatura, era que los jueces se comprometieran con el Gobierno en la elección de cargos. Pues casi que vamos por este camino.

Algo especialmente diferente de lo que dice el artículo 102 de la Constitución, en el punto 1.

La responsabilidad criminal del Presidente y los demás miembros del Gobierno será exigible, en su caso, ante la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo

Si la acusación fuere por traición o por cualquier delito contra la seguridad del Estado en el ejercicio de sus funciones, sólo podrá ser planteada por iniciativa de la cuarta parte de los miembros del Congreso, y con la aprobación de la mayoría absoluta del mismo.

La prerrogativa real de gracia no será aplicable a ninguno de los supuestos del presente artículo

En resumen: me he tomado la libertad de hacer un montaje con dos posibles figuras de la Justicia:

Una, poderosa y sólida, implacable con los criminales y protectora de los que no tenemos ninguna intención de delinquir porque sabemos que castigará a los que nos amenazan.

La otra desnuda, indefensa, temerosa y tapándose “las vergüenzas” con las manos, empleando una expresión clásica y no demasiado afortunada, en este magistral cuadro del Nacimiento de Venus, de Botticelli.

¿Adivinan cual prefiere Pedro Sánchez?

Valencia, 13 de diciembre de 2022

José Luis Martínez Ángel

Cuando España era España y Madrid «lo que tié que ser»

Cuando España era España, en toda su geografía reconocíamos muchos puntos de especial interés, referentes de nuestro arte, nuestra cultura o nuestra historia. No pretendo relacionar aquí estos lugares que empiezan en Cádiz, la brillante Tacita de Plata de mi ingreso en la Marina, o en esa Granada “fatimita” que he visitado en invierno, en verano, de día y de noche, maravillándome cada vez de lo que veía y sentía y que acaban en el Santiago de Compostela universal, con el verdín de sus paredes, el peso de las torres de su catedral y de sus tradiciones y el calor de esos buenos bares en los que disfrutar de su gastronomía, íntima y casi milagrosa.

Pero sí quiero destacar dos puntos de especial relevancia:

Barcelona, que entre otras cosas notables era el centro de la moda, el diseño y la modernidad y Madrid, la París española, en donde confluían artistas de toda clase, escritores y poetas, literatos, pintores, músicos y cualquiera que tuviera interés por conocer por  boca de otros lo último en el mundo de la cultura. O que sintiera inquietud por descubrir lo diferente.

Y como es natural, a la sombra de la cultura siempre aparece la bohemia, el humo de tabaco, esas tertulias tan “de Madrid”, la buena cerveza de barril o los licores que acompañan a las conversaciones.

El excelente ambiente de Los Mesones y de los alrededores de la Plaza Mayor, ese tomarse un vino en cualquier rincón de cualquier barrio discutiendo de fútbol, de toros, de política o de lo que hiciera falta con quien hiciera falta, posiblemente desconocido, pero siempre cordial y abierto a la conversación. Porque enseguida descubrí que si hay algo que  a un madrileño “fetén” le chifla de verdad es una buena discusión. Siempre incruenta, siempre apasionada,

Y luego, en los 80, vino la explosión de todo lo que se tenía guardado hasta que llegó la transición. Y con ello lo que se llamó “la movida madrileña”, la de pasar el péndulo al otro lado de la oscilación y donde se rompieron muchas barreras, demasiadas, todas.

Y de ese desmadre nacieron cantantes, conjuntos, bandas, humoristas  y todo tipo de auténticos seres de discoteca, de café teatro, de sala de fiestas y de revista.

Yo me hice de la “clac” para poder ver teatro barato y cuando mejoré mis ingresos y subí un escalón adquisitivo, disfrutaba yendo a La Latina de Lina Morgan o a alguna que otra zarzuela.

Era una época en la que solía ver a Luis Sánchez Polack, “Tip”, rondando las cervecerías de la Glorieta de San Bernardo y hasta, según él mismo confesó más adelante, “distrayendo” alguna propina ajena porque andaba muy escaso de recursos.

Eso y mucho más era el Madrid que me acogió desde el primer día en que llegué a mi pensión  de la Corredera Baja de San Pablo recomendado por mí desaparecido amigo Miguel Redón-Sema. El Madrid que me maravilló por acogedor y diferente.

El madrileño de aquellos tiempos, alguno de los cuales había nacido en el mismo Madrid, lo que era poco frecuente, eran gente bullanguera, divertida y sin malicia. Un poco pasotas y chulitos en lo superficial, pero generosos y comprometidos cuando era menester.

Y mira por donde los protagonistas, ya mayores, o sus hijos, o los hijos de los hijos de la movida de Madrid, muchos de ellos en cargos políticos del gobierno, en la cúpula de algunos partidos de izquierdas (también de la derecha) o conductores de programas de televisión de mucha audiencia desde posturas claramente contrarias a la política cavernaria y fascista del PP, acusan a los madrileños de ser tabernarios y muy de berberechos y de terraza de bar.

Supongo que aunque no hayan dicho nada en defensa de los ofendidos, a Pedro Almodóvar, Alaska, el Gran Wyoming y toda esa pléyade de militantes intelectuales de la izquierda española les habrá dado la risa aunque no lo hayan manifestado.

Hasta Sabina, el que decía que “los pájaros visitan al psiquiatra y las estrellas se olvidan de salir” en su “pongamos que hablo de Madrid” habrá tenido que sujetarse la barriga por las carcajadas y estoy seguro de que habrá hecho alguna llamada para preguntar a alguno de sus conocidos del gobierno y a su coro mediático, “de que van” acusando a sus conciudadanos de disfrutar en demasía en las terrazas de los bares.

Porque ellos, la gente del espectáculo  de “los 80”que fueron madrileños nacidos donde fuere y en aquellos ambientes  de espectáculo y diversión, consiguieron unas marcas de desmadre a la que no llega, ni de lejos, ni haciendo un master, el más “tasquero” de los tasqueros de Madrid.

Y, naturalmente, no quiero decir que todos estos famosos deberían de defender  Ayuso y su política. Aún me quedan luces. Pero podrían defender, políticas aparte, el modo de ser y de vivir de los madrileños que es el suyo propio.

Defenderlo a muerte. Incluso solicitar que se declare patrimonio inmaterial de la humanidad. Y si quieren mi firma la tienen disponible.

Y visto lo visto es evidente que los madrileños de ahora, que se estaban comportando como monjas ursulinas,  salieron de su recogimiento, azuzados por la frívola y casquivana presidenta Ayuso que no quiere vecinos en sus casas ni rincones sin botellón.

En fin. Lo dejaré aquí porque el idioma español, tan rico en voces, no tiene las suficientes para calificar la desfachatez de un presidente de gobierno que dice vivir en un futuro de leche y miel, preparando su corona de vencedor  gracias a unas vacunas que ni ha contratado, porque lo han hecho otras instancias de la Comunidad Europea,  ni está inyectando porque lo hacen las autonomías.

Pero ¿eso que importa? No permitamos que una simple realidad estropee la gloria de una ficción bien elaborada.

Eso es lo que tenemos. Aparece Pedro Sánchez y su gobierno en lontananza y la factoría Redondo hace una seña al mejor de los rapsodas para que lance a los cuatro vientos los vibrantes versos que compuso para él Rubén Darío en una clara premonición de que vendría el que tenía que venir:

“¡Ya viene el cortejo!

¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines.

La espada se anuncia con vivo reflejo;

ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines…”

Gloria al héroe vacunador. ¡Nadie como él!

Pero, francamente, no creo que les dure demasiado tiempo el invento anti Ayuso. Incluso es muy previsible que semejante disparate se vuelva contra los que lo parieron. Promover anti madrileñismo fuera de Madrid les quitará los pocos votos que les quedan en “el foro” en favor de Más Madrid y no van a conseguir votos socialistas de otras comunidades, las perjudicadas por Ayuso “la inconsciente”. Y ojo con Andalucía y la díscola Susana Díaz.

Y aparte de absurdo, desleal y antidemocrático, el que la ministra de asuntos exteriores demonice a una comunidad de su país y a su presidenta, o que la muy ilustrada Calvo, que lo es, la que estaba en Andalucía “cuando los ERES” y ni se enteró ni denunció, hable de enlaces de la política del PP madrileño con campos de concentración nazis, no indica más que la realidad: Que tenemos un gobierno que, en el mejor de los casos, es una banda de incompetentes que solo tienen habilidad para perpetuarse en los cargos.

Y un presidente que hace tiempo que ha renunciado a gobernar y a dar la cara si no es para darse besos en la mejilla.  

P.D. Últimamente está de moda que los políticos descalifiquen a los votantes que no han apostado por sus candidaturas. ¡Lo que faltaba! Estamos en una democracia y si todo el censo electoral votara a VOX o a Podemos, pongo por caso, nadie de la política tendría derecho a decir que los votantes “se han equivocado”. Podrían  lamentar que no les hayan votado a ellos, eso sí, pero nada más. Porque, afortunadamente, somos los electores los que podemos y debemos criticar a los políticos si nos defraudan, pero los políticos no tienen ningún derecho a criticar a los electores.

Somos soberanos.

Venturas y desventuras de las elecciones de la Comunidad de Madrid.

Pasaron las elecciones en la Comunidad de Madrid y los resultados, aunque esperados, no han dejado de ser realmente sorprendentes. Los resultados en sí mismos, los daños colaterales que se han producido y también los que no se han producido.

En primer lugar y por encima de todo, mi gran satisfacción porque se ha alcanzado un 76,25 % de participación, que incluso subirá un poco más cuando se escruten los votos por correo, porque así es como se actúa en democracia. Votando libremente y decidiendo, supongo que en conciencia en la gran mayoría de los casos, en quién se debe depositar la confianza.

Porque esta participación indica que los madrileños han sido conscientes de que tenían que tomar las riendas de las decisiones y elegir a los que consideran más convenientes para gestionar el mal momento que atraviesa la comunidad. Ha habido otras muchas elecciones, pero con bastante más abstención, síntoma inequívoco de que los ciudadanos “pasaban”, bien porque consideraban que la cosa no tenía arreglo, por puro aburrimiento, o porque pensaban que un voto, su voto, no decidía nada. Olvidando sabio refrán castellano que dice que “un grano no hace granero, pero ayuda al compañero”.

Analizando los resultados de participación, se aprecia que 19.186 madrileños han votado en blanco, que es una forma de manifestar el verdadero enfado o un “descontento activo”. Son madrileños que han dicho “yo soy demócrata y he cumplido con mi obligación de votar, pero no he sabido por quién hacerlo”

Posición totalmente contraria a la de la abstención, siempre sujeta a mil interpretaciones interesadas de los políticos candidatos. Por lo que los 1.135.201  votos no emitidos, los de la abstención, no suponen una manifestación clara de “cabreo democrático” o de no saber a quién votar como, repito, los votos en blanco.

Lo de menos, y lo digo con toda sinceridad, es a quién ha votado cada uno. Los ciudadanos han decidido y los resultados obtenidos por cada partido han sido los  que han sido.  Decididos libremente, lo repetiré varias veces y basados en la mayor o menor confianza que le han merecido las opciones políticas de cada candidatura.

Pero el desarrollo de la nefasta campaña electoral, sobre la que ya manifesté mi opinión y el resultado de las votaciones, me sugiere algunos comentarios.

El primer lugar es de destacar el descalabro sufrido por el PSOE en la persona de Ángel Gabilondo, candidato a la fuerza, sacrificado en esa especie de circo romano absurdo que ha pretendido montar nuestro preclaro presidente y su numerosísimo gabinete de asesores, pagados por el gobierno de la nación y no por el partido socialista madrileño. Y contando con todo el apoyo político y mediático que supone  disponer del gobierno de la nación, del BOE, de Tezanos y de todo el aparato de poder asociado a esa circunstancia.

Estrategia totalmente fallida que ha quemado, creo que de forma definitiva, a una persona como Gabilondo que ni tenía el perfil adecuado ni, evidentemente, ningún interés en presentarse. Pero Pedro Sánchez suele resultar tóxico para buena parte de los que le son fieles y en esta ocasión ha conseguido, muy posiblemente, desbaratar su futuro previsto como Defensor del Pueblo porque no es muy de recibo que al hombre que ocupe ese puesto le hayan hecho decir que “había que crear un cordón sanitario” a un partido homologado, democrático, registrado y legal, como es VOX, por muchos peros que tengan sus opiniones.

Porque si le nombraran para el cargo, ese baldón aparecería día sí y día también en cuanto hubiera ocasión, como aparece y aparecerá la parcialidad de Dolores Delgado,  la Fiscal General del estado.

Y todavía estoy intentando descifrar el sentido de esa frase triste y enigmática que pronunció desde la soledad el gran perdedor de las elecciones: “Yo soy Ángel Gabilondo y esto es el PSOE”.

Porque no sé si se refería a que él seguía siendo del PSOE o que el verdadero PSOE era el que estaba en el hotel y no grupo reunido en la calle Ferraz.

Y, aunque esto no sea novedad,  es de destacar la enorme cobardía de Pedro Sánchez que cuando vio venir la debacle desapareció de la escena y dejó solo al candidato en la noche electoral, al que ni siquiera permitió esperar los resultados en la sede oficial del PSOE.

El eterno “todo esto ocurre pese a lo bueno que soy yo”, que ha defenestrado a otro de sus fieles, José Manuel Franco, el secretario del PSOE de Madrid, pese a que no tuvo arte ni parte en el nombramiento del candidato ni tuvo nada que ver con la campaña electoral. Un presidente del gobierno y secretario general del partido socialista que, por lo que sé, no se molestó en acercarse al hospital para visitar a Ángel Gabilondo el día que fue ingresado por la taquicardia por si habían periodistas.

Un cobarde manipulador que de inmediato lanzó a Ábalos, a la vicepresidenta Calvo y a toda su tropa para informarnos de que “el” y su gobierno no habían tenido nada que ver con un resultado tan negativo. Voceros que en su afán de justificar lo injustificable se atrevieron a dudar del buen juicio de los votantes “de derechas” madrileños, tabernarios y vinculados a no sé qué trama de campos de concentración nazis.

Nunca, nadie en democracia había llegado  tan lejos:  a casi afirmar, o al menos dejar caer, que la mitad del censo electoral madrileño no es más que una colección de descerebrados, con mentalidad de asiduos a  barras de bar y, por supuesto, ignorantes de lo que les convenía.

Con lo que han demostrado que no solo se trataba de Pablo Iglesias. En democracia, señores ministros y otros “interpretadores” de lo ocurrido, los votantes siempre, siempre, siempre  tenemos razón. Y ellos, los que aspiraban a ser  representantes, solo deben callar, felicitar a los madrileños por haber votado y a la ganadora por haber merecido su confianza.

Pero eso, naturalmente, solo lo hacen los liberales de verdad, los de manual y no todos estos demócratas de boquilla, profundamente sectarios en el fondo, que no aceptan más verdad que su verdad. La falsa verdad de sus posverdades.

En la historia de Europa solo ha habido dos doctrinas políticas que han considerado que son las élites las que deben dirigir a las naciones, al estilo de los Aristos de Esparta y han sido el Despotismo Ilustrado, con su lema “todo para el pueblo pero sin el pueblo” y  el comunismo. Porque la dictadura no cuenta por ser el anticristo del buen gobierno. Sería falso e injusto decir que el “sanchismo” tiene ideología comunista, pero no deja de ser verdad que parte de sus actuaciones, tratar de controlar a la judicatura por ejemplo y tantas otras cosas por el estilo, apuntan maneras.

En cuanto al otro gran farsante, Pablo Iglesias, el dimisionario, ha pasado por la política sin aportar ni una sola iniciativa realmente de calado. Ha demostrado ser tan poco eficaz en lo público como eficaz ha sido en lo privado, porque empezó siendo un simple profesor de universidad (simple en el sentido de sus ingresos) para acabar con un patrimonio muy respetable, una “jubilación que para mí la quisiera y, según parece,  contratado por Roures, el millonario poderoso e influyente al que nadie de la izquierda ha criticado nunca pese a que ha estado metido en todos los charcos del independentismo y de algún que otro “ismo”. Es decir, que en la calle precisamente no se queda.

Pablo Iglesias no se ha ido de la política por dignidad. No se ha sacrificado por “sus malo resultados” porque de ser así ya habría dimitido de sus cargos hace bastante tiempo. Se va porque ya no tiene ningún porvenir en la política activa. Pero el espectáculo es el espectáculo y no iba a decir que se iba porque había fracasado.

Tratando, eso sí, de seguir manipulando desde fuera y decidiendo sucesores. En una actitud tan pseudo mafiosa que solo ha engañado a una parte de sus seguidores. Y digo una parte porque muchos de ellos, algunos de mucho peso en el partido, han salido tarifando del que fue dueño y señor de Podemos y sus Corrientes.

Otro fenómeno muy interesante es el ascenso de Más Madrid, que ha superado en votos al PSOE  teniendo como cabeza de lista a Mónica García Gómez, casi una desconocida,

Por lo que esta formación pasa a ser la oposición oficial en Madrid y enseña una patita  muy interesante a nivel nacional. No creo que tenga grandes diferencias ideológicas con Podemos, pero desde luego si tienen mejores maneras y mucha más consistencia. Será muy interesante comprobar lo que ocurre con ellos dentro de dos años, cuando se celebren las próximas elecciones en la comunidad madrileña.

Lo de Ciudadanos estaba cantado y la buena campaña de Edmundo Bal no ha podido evitar su desaparición en la asamblea madrileña. Demasiados errores y decisiones equivocadas de Inés Arrimadas, muy especialmente la de haber caído en las redes “sanchistas” apoyando la moción de censura de Murcia. Una lástima pero, o definen una política y unos objetivos sólidos y que su bolsa de votantes entienda, o desaparecerán definitivamente.

Otro “veremos”.

Lo de VOX también tiene mérito. Ha crecido en votos pese a que los análisis de los resultados dan por hecho que parte de sus votantes han vuelto a PP y nadie o muy pocos del PP se ha pasado a VOX. Si añadimos datos cruzados que indican lo improbable que resulta pensar que ha conseguido votos del PSOE o  de cualquier otro partido de izquierdas, la única explicación es que ha movilizado votos de la abstención a los que ha atraído directamente a su candidatura.

La conclusión es que VOX ha sido uno de los beneficiados de la alta participación.

¿Y qué ocurre con el PP? Siendo evidente que Ayuso ha ganado porque estaba arropada por las siglas del PP y que ha sido una apuesta personal de Casado, también lo es que una gran parte del triunfo se ha debido a la peculiar personalidad de la ganadora. Una aparente mosquita muerta que ha manejado con acierto la pandemia en su comunidad, que ha tomado decisiones arriesgadas sin que le temblara el pulso y que ha sabido mantenerse al margen de las barbaridades que han dicho de ella durante la campaña, sin entrar al trapo de provocaciones y mentiras.

Ha ido a los suyo y eso ha sido un clarísimo acierto suyo y de sus asesores de campaña

Isabel Díaz Ayuso ha ganado porque ha sabido despertar en los madrileños el mayor capital que puede atesorar un político: inspirar confianza, ser reconocida como “uno de los suyos”. Confianza en su persona y confianza en su capacidad para administrar un presupuesto tan elevado como el madrileño en una situación tan complicada

Así que, Señor Casado, aprovéchese del tirón por el triunfo del PP en Madrid, pero no intente capitalizarlo como suyo. Ni siquiera como de su partido. Han arrasado, sí, pero ha sido por un conjunto de factores que han concurrido en las votaciones y sería muy arriesgado tratar de extrapolar resultados a nivel nacional porque nunca se darían las mismas circunstancias.

Han dado un salto cualitativo importante, eso sí, pero no escuche cantos de sirena porque podrían morir de éxito.

Porque el PP, como partido, no ha cambiado. Es exactamente el mismo que fracasó estrepitosamente en el País Vasco y en Cataluña. Así que no se precipite, aproveche el impulso, pero utilicen la cabeza y no el corazón.

Ojala todo esto sirva para que todo el mundo recapacite y podamos salir del lodazal en que nos han metido. Y especialmente un PSOE refundado que vuelva a ser un partido sólido en sus convicciones y fuerte en su ejecutoria, que represente a esa gran masa de moderados de izquierda que habitan en nuestra España y que vuelva a ser alternativa real de gobierno en lugar de este club de amiguetes y “fans” con líder en el que se ha convertido el que en otros tiempos fue el PSOE que contribuyo a afianzar la democracia en España y que participó muy activamente en la modernización de la nación y de sus instituciones.

Es decir: volver al bipartidismo que tan bien funcionó durante tantos años, atendiendo a las minorías y dejando en la cuneta a todos estos chantajistas medradores que han conseguido poder e influencia en decisiones de Estado por el simple hecho de tener la potestad de mantener en la Moncloa a un arribista como Pedro Sánchez.

Y para terminar un recadito para la Señora Calvo. Por mucho que ponga cara de sabelotodo malhumorada, ni el feminismo, ni el progreso, ni tantas otras cosas de las que presumen son patrimonio exclusivo de “la izquierda”. Y mucho menos la libertad. La libertad ni siquiera es patrimonio de las fuerzas políticas democráticas porque lo es del pueblo que les vota.

Y que “libertad sin ira” fue el canto que actuó como himno de la transición, este tiempo de ilusiones, proyectos y también de problemas, muchos problemas, que nos permitió pasar de una dictadura a una democracia plena.

Por lo que ni cincuenta mil “señoras Calvo” me impedirá proclamar que la libertad es mi patrimonio, como también es suyo como ciudadana, pero no tanto como gobernante en ejercicio u ocupando algún cargo político.

Porque en ese momento su libertad estará limitada voluntariamente por los condicionantes del cargo que ocupe.

Así que ¡menos lobos!

“A moro muerto, gran lanzada” y los escribidores de la falsa historia de Pedro Sánchez

Conocido refrán que hace referencia a la cobardía consistente en aparentar un gran mérito por atacar a quien ya está vencido.

Tenemos a un bravo presidente que se ha enfrentado a un Franco muerto cuando ni existía él ni apenas unos pequeños restos de un franquismo que empezó a extinguirse el mismo día de la muerte del dictador, pero que exageraron deliberadamente en fuerza y número porque así convenía al relato. Y un Franco a al que, evidentemente, nunca se enfrentó en vida, entre otras cosas porque no tuvo edad para hacerlo.

La imagen de ayer fue la de un presidente que machacó las armas de ETA  sentado en una silla porque no procedía hacerlo “in person”. Una organización, ETA, a la que nunca combatió y a la que apenas ha condenado más allá de lo que exigía el guion en cada momento. Incluso no hace tanto que dio el pésame a Bildu, sus herederos,  cuando se suicidó en la carcel uno de sus presos por delitos de sangre.

Pero se buscaba la imagen de una especie de héroe que ha puesto fin a la historia de ETA como en su día dijo poner fin a la de Franco y el franquismo y, como consecuencia, el verdadero comienzo de la democracia.

Imágenes falsas, símbolos prefabricados por su entorno mediático, verdaderos artistas en la materia.

Se quería proyectar el  mensaje subliminal de que no fueron las Fuerzas de Orden Público bajo las órdenes de presidentes anteriores las que se incautaron de las armas que ETA nunca entregó, pese al paripé montado con los “negociadores internacionales”. Una imagen que pretendía ser potente, pero que resultó sumamente ridícula para los que tenemos cierta edad y una sensibilidad especial con los temas relacionados con los asesinos terroristas. Porque al final, lo más destacable fue la soledad del protagonista de estas ficciones que no consiguió la presencia de ninguno de los que realmente hicieron o participaron en la historia del fin de ETA.

Repito que los etarras, por mucho que se quiera tergiversar lo que realmente ocurrió, nunca entregaron las armas. Fueron derrotados por las fuerzas del orden y por una sociedad que ni les toleraba ni les disculpaba a raíz del asesinato de Miguel Ángel Blanco. Una sociedad que, en definitiva, decidió que el miedo no era coartada suficiente para soportar aquella situación.

Para mayor gloria de un presidente que nunca, hasta ahora, ha tenido que mirar hacia atrás cuando paseaba por la calle por si le perseguía un asesino de ETA o un policía de “la social” del franquismo, porque nunca ha estado ni en primera, ni en segunda, ni en tercera línea entre los amenazados por ninguno de los “peligrosos” de nuestra historia reciente. Ni comprobar si había alguna bomba adosada a los bajos de su coche.

Y digo “hasta ahora” porque ahora sí, ahora no puede ir solo y tranquilo por la calle para evitar  que alguno de los viandantes le diga lo que piensa de él. Y una parte de ellos, la mayoría, no creo que alberguen buenos pensamientos.

Está claro, muy claro, que a nuestro presidente le están tratando de construir un perfil tan falso como lo fue, según se dice, su tesis doctoral. Una especie de “Chanson de Roland” para un guerrero que, eso sí, esperaba a que el enemigo hubiera muerto para aparecer, tan valeroso él, dándoles grandes lanzadas.

Lo de ayer fue sencillamente alucinante. Pedro Sánchez no tuvo nada que ver con el final de ETA y más bien está tratando de blanquear su memoria hablando de convivencia, de pasados lejanos que son rabiosa actualidad si se trata de un franquismo extinto, permitiendo homenajes populares a los asesinos condenados que salen de las prisiones una vez cumplidas sus condenas, que pacta con Bildu,  sus sucesores en política y que está apunto de transferir la competencia de prisiones al País Vasco para que la utilice a su libre albedrío y a cambio de no se sabe que, como está ocurriendo en Cataluña.

Por lo que el acto, que iba a ser brillante y simbólico,  se quedó en una especie de foto fija tan vacía de contenido como de honorabilidad. Personalmente creo que lo sucedido ayer fue un fallo garrafal de la factoría Redondo porque no ha conseguido el fin propuesto.

Veo en un periódico español este titular:

“El entrenador de Sánchez en el Estudiantes reconoce que era un poco «paquete»”.

Destaca alguna de sus virtudes como la tenacidad como marcador, por ejemplo y que hacia piña en el quipo. Tenacidad sí que tiene, sin ninguna duda, pero parece que nunca fue una estrella.

Y que hacia piña con el equipo es evidente a juzgar de como está tratando a sus ex compañeros, alguno con cargos en la función pública y otros invitados en sus vacaciones a las residencias de Patrimonio Nacional. Presuntamente, por supuesto, porque yo no estaba allí.

En resumen: tenemos un presidente experto en mejorar su propia imagen exagerando hechos reales o inventando otros si fuera necesario, pero muy poco aficionado a visitar negocios hundidos, colas del paro o del “hambre”, hospitales, funerarias y cualquier otro lugar que ponga en peligro su perfil de triunfador. Que le acerque a la realidad del país que gobierna

Un hombre que donde pone el ojo pone la lanza, aunque el lanceado ya estuviera completamente muerto. Eso no deja de ser un detalle nimio que no puede empañar la grandeza de la gesta.

El “conflicto político” del PSOE.

Pedro Sánchez hizo una campaña afirmando rotundamente, muy especialmente en los últimos días, que no pactaría con los nacionalistas y que no podía dormir pensado en la posibilidad de que Podemos entrara a formar parte de su gobierno.

Y con estos mensajes, lanzados con ese lenguaje corporal estudiado de apretar las mandíbulas hasta hacer que se destaquen claramente sus maseteros, obtuvo 6.752.983 votos.

Pero al día siguiente de las elecciones anunció que habían empezado las negociaciones con Podemos y, como consecuencia natural porque necesitaría más votos, con partidos independentistas. Y lo decidió como primera opción, porque no se había puesto en contacto ni con el PP ni con Ciudadanos.

Lo que le cataloga como mentiroso  profesional con premeditación, nocturnidad y alevosía. No cabe la menor duda de que la suya era una decisión meditada previamente, y  no consecuencia de un fracaso de negociación con los que él llama extrema derecha porque, según aseguran desde los partidos constitucionales, ni siquiera les llamó.

O, mejor aún, actuando como un auténtico trilero de la política que escondía la bolita en un cubilete diferente al esperado.

Pero la cosa no queda ahí y, como necesita los votos de Esquerra, no ha tenido ningún reparo en cambiar su definición de los disturbios de Cataluña, a los que llamaba “problemas de convivencia” por “conflicto político”, definición que muy probablemente tendrá importantes consecuencias de cara a la imagen internacional de lo que está ocurriendo en esa comunidad.

Pero, como buen trilero, también necesitaba comparsas y cómplices, conscientes o inconscientes, para dar una apariencia de normalidad y honorabilidad al timo.

En este caso los comparsas fueron los ministros que afirmaron, unos con más convencimiento, otros más forzados, lo mismo que decía su presidente en funciones. Que de ninguna manera se iba a pactar con Podemos, y menos con los independentistas o los pro etarras.

Los cómplices, la coartada, fueron los 95.421 militantes del PSOE que dieron carta blanca a su decisión de cambiar las reglas de juego y convertir a los que hasta entonces eran indeseables políticos en la única alternativa para formar un gobierno “progresista”. Y digo cómplices necesarios porque estos, los militantes que votaron “sí”, ya conocían la nueva estrategia de su líder.

Que, como he dicho,  nunca se ha planteado otra alternativa porque sabe que, por muchos problemas que tenga para conseguir la investidura y para gobernar, si la consigue,  sus aliados en potencia son los únicos que pueden mantenerle en la Moncloa porque le necesitan mucho más a él, que él a ellos.

Sánchez, aunque fuera actuando contra su voluntad, sabe que podría conseguir el respaldo o la abstención del PP y Ciudadanos si formalizara un pacto de legislatura con los cuatro o cinco puntos más urgentes para los ciudadanos. Podemos y los independentistas saben que sin el PSOE perderían cualquier posible influencia en la política española. Y también el PNV.

Por lo que su tesitura, la de sus “socios preferentes”,  es mantener a Pedro Sánchez cueste lo que cueste. En el fondo Rufián dijo la verdad cuando hablaba de un Sánchez derrotado, pero se equivoca al suponer que lo tienen en sus manos. Sánchez es un superviviente nato y tiene recursos suficientes para salir de situaciones complicadas, como ya ha demostrado en varias ocasiones.

En cuanto a la gobernabilidad, que para cualquier otro resultaría imposible, sería cuestión de ir “comerciando” con “los suyos” cada iniciativa parlamentaria. España es rica en recursos, las leyes se pueden retorcer, y todavía quedan muchas competencias que se pueden transferir.

Y si no, conociendo su mentalidad tan poco democrática y su demostrado desprecio por las reglas del juego, podía pasarse toda una legislatura utilizando repetidamente y con todo descaro el recurso extraordinario del decreto ley. Ya lo ha hecho.

Y con una buena imagen pública, que para eso ha colocado a personas de toda confianza en los medios de comunicación. Para explicarnos cada día lo malos que son “los otros” y lo poco que quieren a España porque no apoyan sus iniciativas.

El problema será, de nuevo, aprobar los presupuestos, pero ¡ya inventará algo!

Y el resultado de toda esta estrategia tan complicada es que 95.421 militantes, el 1,45 % del total de votantes al PSOE, han blanqueado la decisión de este candidato tan poco de fiar.

Pero una cosa es ser militante y otra muy diferente ser votante. Seguro que a una buena parte de los 6.657.562 votantes “no militantes” que le votaron en las elecciones generales se les habrá quedado cara de bobo, pero lo cierto es que ellos se quedan con su cara, y Sánchez con la posibilidad de formar gobierno en unas condiciones diametralmente opuestas a las anunciadas.

Y, mientras y como siempre, el PNV continúa recogiendo las nueces que otros han hecho caer sacudiendo los árboles. Sin ningún sufrimiento en propia carne. Sin despeinarse. En tiempos fue ETA, ahora son los independentistas catalanes los que les están haciendo el trabajo sucio.  

Yo he conocido, desde la distancia claro, a todos los presidente de gobierno que hemos tenido desde la transición, y todos,  ideologías al margen, han tenido muchas luces y algunas sombras. Y todos, a su manera, han trabajado por España y han aportado nuevas protecciones, nuevas ventajas sociales, más libertades.

Hasta que en un determinado momento apareció Zapatero y fue el único verso suelto porque en lugar de seguir avanzando en el camino de la modernización del país, intentó retroceder en la historia y, como consecuencia, descompensó la economía, hizo subir el paro, y provocó un inicio de división de los españoles con su memoria histórica y leyes similares.

Pero Zapatero era un iluminado que creía lo que decía y no era consciente de los daños que causaba. Incluso ahora, que trata de hacernos creer que Otegi fue el gran conseguidor de lo que él llama “el final de ETA”. Y para ello no puede  usar el término real, “la derrota de ETA”, conseguida por las Fuerzas de Orden Público con la colaboración de Francia y otros países,  y por la valentía y el sacrificio de tantos políticos, personal de la judicatura, o simples civiles.

Decir “el final” suena a ambiguo. Derrota es mucho más real, porque ETA no decidió su final por propia iniciativa. Se disolvió cuando perdió toda su capacidad operativa y gran parte del apoyo ciudadano.

La versión del ex presidente es mucho más simple y pretende dar un cierto aire romántico a lo que solo fueron actos criminales realizados por asesinos.

Nosotros, los que vivimos esa época, sabemos la verdad absoluta: que ETA ejecutó a más de ochocientos cincuenta españoles de toda condición, realizó un montón de secuestros y provocó ni se sabe cuantos heridos,

Y que parte de todos estos hechos luctuosos, terribles, fueron posibles gracias a la colaboración del propio Otegui.

Pues bien, según la versión más simple de  Zapatero, da la impresión de que una mañana cualquiera, estando ETA en su total plenitud,  el “hombre de paz” se levantó y decidió que aquello se había acabado.

Pues bien. Doy fe de que muchos españoles de hoy, lo escuchan y se lo creen.

Entre ellos el propio Zapatero que, como digo, es un iluminado que actúa como Don Quijote, porque cree ver gigantes donde solo hay molinos. O quizás como Sancho que solo veía molinos cuando le decían que habían gigantes.

Sánchez no. Sánchez es un hombre de gran ambición, con muy poca ideología política, y con un ego desmesurado, que ha aprovechado todas las oportunidades que se le han brindado para medrar a costa de quien fuere y de lo que fuere.

Y utilizo la segunda acepción del diccionario de la RAE que dice “Dicho de una persona: Mejorar de fortuna aumentando sus bienes, reputación, etc., especialmente cuando lo hace con artimañas o aprovechándose de las circunstancias.”  

Lo que en la empresa privada se conoce como un escalador, un “trepa”. Que no tiene nada que ver con las personas que tienen interés en promocionar dentro de sus empresas, y lo hacen con buenas artes, preparándose para ello y actuando con honradez.

Lo trágico de esta historia es que el PSOE poco puede hacer para  renovarse porque el comité ejecutivo actual es un auténtico fortín que impide cualquier asalto. Ni siquiera una escaramuza. Nunca un Secretario General del PSOE tuvo tanto poder como lo tiene él. Nunca el PSOE tuvo menos democracia, por mucho que se trate de dar una falsa visión de consultas a militantes con preguntas dirigidas.

Sánchez, con la ayuda de unos pocos incondicionales de rango menor, hicieron una especie de OPA hostil al partido, al PSOE, y la ganó. Y llegados a este punto no puedo evitar que la ejecutiva actual, que es tanto como decir todo el partido, me recuerde bastante al antiguo sindicato vertical del franquismo. Algunas frases rimbombantes, pequeñas discrepancias, pero en lo que se refiere a la toma de decisiones, y como su propio nombre indicaba, total verticalidad. De arriba abajo, naturalmente.

El PSOE de “antes”, cuando era partido democrático, tuvo y mantuvo familias como Izquierda Democrática, la Unidad Socialista de Tierno Galván, o Izquierda Socialista, posiblemente el ala más radical. Y un montón, legión, de militantes con fuerza y criterio como Alfonso Guerra, Ramón Rubial, Felipe González, Pablo Castellanos, Luis Gómez Llorente, el mencionado Tierno Galván, Francisco Fernández Ordoñez, Eduardo Sotillos, Solana, Barrionuevo, Boyer, Solchaga, Barón, Moscoso, Felix Pons, Leguina,  de la Cuadra-Salcedo, Ernets Lluch, Nicolás Redondo, o más recientemente, Rubalcaba, Maria Teresa Fernández de la Vega, o Carmen Chacón. 

Y esta relación de nombres solo es una pequeña muestra de la gran cantidad de grandes políticos que colaboraron en la transición, engrandecieron el partido y trabajaron para la nación.

Pues bien, en este momento, todos ellos juntos serían incapaces de poder convocar un Congreso Extraordinario abierto para valorar los nuevos tiempos y las nuevas estrategias, que es lo que está necesitando el partido, porque el PSOE actual es Pedro Sánchez, solo Pedro Sánchez,  y nunca lo permitiría.

Y todos los citados anteriormente tenían en común, pisotones, zancadillas y algún que otro navajazo al margen, que eran, ante todo, socialistas, y que les unía un proyecto superior a sus propios intereses.

Un PSOE que se adaptó  a los nuevos tiempos y que en su XXVIII Congreso renunció a que el marxismo fuera su ideología oficial. Me refiero, ¡que añoranza! a un PSOE presidido por Felipe González, y con cuadros de ministros y representantes de mucha calidad.

Por lo que, al margen de quejarnos, escribir, advertir y rebelarnos, poco podemos hacer. El PSOE está encallado en un fondo  muy rocoso, y la única forma de regeneración posible es que Sánchez fracase y tenga que retirarse.

Y es una solución que me da pánico que se produzca, porque para llegar a ese punto tendría que dejar tras de sí tal cantidad de brechas  en nuestro sistema político, económico y social, que costaría mucho tiempo repararlas. Y la peor de todas, la más dolorosa, la división que está creando a los españoles.

Por lo que creo que es el PSOE de Pedro Sánchez y no Cataluña quien tiene un verdadero “conflicto político”

Los asesores de campaña en general, e Iván Redondo en particular.

Teniendo como tienen tanta fuerza los asesores de imagen y más específicamente los asesores de campañas electorales, me formulo una pregunta:

¿Podría un asesor, depositario de tantos conocimientos, presentarse como candidato y ganar unas elecciones?

Creo que no. Es cierto que en la Europa actual hay o ha habido mandatarios atípicos que vienen del mundo de los negocios, y también del histrionismo y de la farándula, pero no conozco a ninguno que venga del gremio de los asesores.

Un asesor es otra cosa. Analiza situaciones, prepara ambientes conoce técnicas y estrategias, y entrena a su pupilo a mostrar su mejor imagen, a conocer dónde están los charcos para no pisarlos, y a identificar cualquier elevación del terreno, por pequeña que sea, para que pueda subirse a ella y parecer ser más importante de lo que realmente es.

Pero un asesor no tiene porqué ser experto en gestión. Si tienes un cargo importante en una multinacional, le puedes contratar para que te ayude a ser director de la empresa, y posiblemente lo conseguirá. Pero los roles están muy definidos. Tú no sabes cómo llegar a la dirección, pero sabrías dirigir la empresa. Él sabe cómo ayudarte a conseguir el puesto, pero no sabría dirigirla.

Las cosas son como son. Yo he seguido a Iván Redondo cuando ha sido llamado por algunas televisiones para que hiciera análisis de situaciones políticas y predijera posibles alternativas, y siempre me ha convencido. Creo que es muy bueno en su trabajo.

Pero un asesor de campaña, Iván Redondo en este caso, no hace política ni confecciona programas de gobierno. Es una especie de manejador de guiñoles que prepara escenarios, viste a sus marionetas, estudia sus movimientos, programa las entradas y las salidas a escena, y hasta les da voz.

Y creo que Iván Redondo ha hecho maravillas con Pedro Sánchez, pero me da la impresión de que ha llegado hasta donde podía llegar con el personaje.

Se nota una buena mano desde que trabajan juntos. Ha potenciado su imagen física, que ya era buena, y corregido tics y vicios en su dicción o su lenguaje corporal. Le ha enseñado a enfatizar palabras dentro de las frases o frases dentro de un discurso.

Pero Iván no puede subir al estrado del congreso, por ejemplo, y hablar en nombre de su pupilo, ni apuntar las palabras al oído como hacen los “versaors” con el “cantaor” de nuestras maravillosas “albaes”.

La parte marioneta  de los personajes públicos no está sujeta por ningún hilo a sus asesores, y es ahí donde se ven los límites de cada uno.  Una  vez que salen al escenario están solos y sus palabras, sus reacciones, sus gestos, su lenguaje corporal, pueden ser imprevisibles.

Repito que Iván Redondo es un personaje que me ha intrigado porque me interesaba saber hasta dónde podía llegar con su pupilo. El otro día le vi con gesto concentrado, preocupado diría yo, en la tribuna de invitados del congreso, detrás de nuestro desconcertante Ximo Puig y, cuando terminó la sesión y las cámaras siguieron al presidente en funciones encaminarse  al coche oficial, era él el que iba junto a Pedro Sánchez en un segundo plano.

Porque el problema real, insalvable, de Iván Redondo, es que Pedro Sánchez no es un buen político, y como siempre se dijo, “lo que natura non da Salamanca non presta”.

Pedro Sánchez es un gran luchador, tiene una tenacidad a prueba de fuego y no se rinde nunca. Pero no es un buen político. Nunca lo ha sido. Ni tampoco es un buen parlamentario. Es un hombre capaz de decir una cosa y casi la contraria en la misma sesión y, lo que es más grave, no inspira confianza.

Pedro Sánchez no “enamora” como lo hizo Suarez, o Felipe González. Ni tampoco tiene la consistencia de Fraga o de Aznar.

La historia de Pedro Sánchez se puede escribir por sus desencuentros. Nunca se ha llevado bien con nadie porque no es un buen negociador, y porque no soporta críticas ni consejos. Quiere jugar al líder, y tiene muchas de sus cualidades, pero le faltan muchas otras entre las que están saber rodearse de personal “crítico” porque, en el fondo, no tiene la habilidad necesaria para resolver situaciones complicadas, ni  para vencer objeciones.

Desmontó el PSOE histórico para que no le hicieran sombra algunos varones del partido, especialmente los territoriales. Rompió todos los vínculos con el PP con su famoso “no es no”, cuando por mucho que hayan salvado las apariencias siempre han mantenido canales de comunicación eficaces,  y ha “trasteado” a Podemos en faenas de alivio que solo le salieron bien en la moción de censura pero que, a la larga, les ha hecho ver que el presidente en funciones no es de fiar.

La realidad es que en todas sus maniobras ha primado su beneficio personal, a costa de romper la trayectoria histórica de un partido centenario y su tradicional democracia interna. Hablo de un partido que siempre facilitó el aporte de ideas de sus “corrientes”, y que permitió disidencias internas tan importantes como la de Izquierda Democrática.

Y que una vez conseguida la Secretaría general del PSOE, se ha impuesto en el partido por pura autoridad y por el temor de muchos de “no salir” en la foto si se movían. Y ese escenario de disciplina y temor  es el que ha primado a la hora de decidir sus ejecutivas o sus consejos de ministros. Pocas voces autorizadas, muchos “siseñores”.

Pedro Sánchez es un gran superviviente, el mayor que he conocido, pero no es un buen político. Y, como decía, eso no se lo puede enseñar Iván Redondo.

Y se ha evidenciado muy claramente en la moción de censura, en la que utilizó a Podemos, porque ni tuvo intención de permitirles entrar en el gobierno, ni supo encontrar alternativas que les resultaran convenientes.

El señor del “no es no” ha tratado de convencer al PP y a Ciudadanos de que tenían la obligación de abstenerse en la investidura sin ofrecer absolutamente nada a cambio, y con los únicos argumentos de que era “el partido más votado”, que era “el propuesto por el Rey”, o que tenían la obligación de hacerlo si no querían que el gobierno “cayera en manos” de los separatistas o los herederos de los terroristas.

Argumentos pueriles que no vale la pena analizar por su absoluta inconsistencia. Ser político, negociar, no es lanzar frases de cabecilla de patio de colegio, sino buscar lugares comunes, aunque sean pocos, y alcanzar consensos de mínimos,  pero ni lo ha intentado. O no le sale, o simplemente no sabe.

Seguro que Iván Redondo ya se ha convencido de que Pedro Sánchez ha llegado a su techo y no tengo idea de lo que piensa hacer. Puede que esté sopesando una retirada estratégica en el convencimiento de que el proyecto no tiene futuro. Si no consigue la investidura porque no la consigue. Si la consigue porque no podrá gobernar, y si vamos a nuevas elecciones porque nunca conseguirán mayoría absoluta y será una vuelta a empezar en la que no solo la imagen del líder, también la de sus asesores, saldría muy perjudicada.

Y él no puede permitirse el lujo de asociar su trayectoria ala de Pedro Sánchez. Es un profesional que también ha trabajado para algún líder del PP y que, quien sabe, mañana puede estar asesorando a Macron en Francia o a Izquierda Republicana de Cataluña, por poner casos extremos.

Estamos terminando el mes de julio y no tengo varita mágica, aunque me aventuraría a aventurar un cambio en las prioridades del buen asesor.

Aunque también puedo equivocarme, porque cada vez entiendo menos a la sociedad actual y a las personas que la componemos.