Aunque he publicado algún comentario sobre el tema, bastante tangenciales y siempre relacionados con hechos puntuales, nunca he querido meterme a fondo en este asunto porque es espinoso y complicado y porque estoy seguro de que diga lo que diga no tendré toda la razón como tampoco la tienen la inmensa mayoría de los que opinan sobre el tema, casi sentando cátedra y basándose, sobre todo, en el tan hispano “porque lo digo yo”. Opinantes que en su mayoría reaccionan impulsados por la sacudida de algún hecho terrible relacionado de forma directa o indirecta con la violencia contra la mujer y que, casi en su totalidad, no son profesionales de psicología, sociología, biología, medicina en general y/o cualquiera de las ramas profesionales que “conocen” el cuerpo y la mente de la mujer que, de manifestarse, lo hacen con el mismo rechazo e indignación, pero de forma más centrada y comedida.
Profesionales de ambos sexos, por supuesto.
Sabiendo que no estaré acertado, empiezo por decir lo que pienso sobre un tema tan confuso, apoyándome muy pobremente en hechos demostrados porque, como he dicho, alrededor de todo este tema hay mucha visceralidad y poco sustento científico.
Lo primero es que no creo en absoluto en los falsos axiomas que se han difundido alrededor de este tema, alentados por partidos políticos interesados en buscar protagonismo y liderazgo en temas sociales y por los grupos más radicales de entre los feministas. Ni el hombre es “enemigo potencial” de la mujer, ni el hombre “no entiende a la mujer”, ni “es un peligro”, ni son ciertas la mayoría de las simplezas que se están difundiendo. Que el varón tiene un impulso sexual más acusado que la mujer es un hecho incuestionable y que venimos de una cultura absolutamente machista y patriarcal, también. Pero eso, en estos tiempos, solo es un punto de partida para buscar soluciones, nunca un condicionante inamovible.
Es más, estoy convencido que el mejor aliado de todas aquellas que se enfrentan cada día con cosas pequeñas y cosas grandes para mejorar su situación, el más válido, sin ninguna duda, es el varón. En nuestra inmensa mayoría las entendemos, las respetamos y queremos ayudarlas. Y para más añadido, en este momento tenemos más poder y más capacidad para cambiar cosas que las propias mujeres, situadas en este momento en un plano más reivindicativo que ejecutivo. Cosa que está cambiando rápidamente, porque a la vista de cómo está avanzando la mujer en el mundo académico, cultural y económico, estoy casi convencido y permítaseme la broma, que el varón humano no tardará en ser especie a proteger.
Lo segundo, perdonadme, amigas mías, es que soy varón y aunque sea menos inteligente que vosotras, especialmente en algunos “tipos de inteligencia”, cosa que siempre he defendido con toda sinceridad, tonto no soy. Y siendo un gran defensor de la convivencia social y de la dignidad de las personas, de todas las personas, como soy, siempre estaré a favor del débil y, en este momento y desde el punto de vista de las armas de que dispone para sobrevivir y prosperar, no hay ninguna duda de que la mujer es más débil que el hombre.
Y lo argumento prestando muy poca atención las opiniones de los partidos políticos o a las asociaciones feministas asociadas a partidos políticos, porque ellos siempre serán “lo que más les convenga ser en cada circunstancia” y con el más convincente de los gestos y los argumentos.
Y no hablo de que haya unos que defienden los derechos de la mujer y otros no, porque estoy seguro de que todos ellos, si pudieran, resolverían este tema de un plumazo. Pero como no es así y la intención de voto es más importante para las estrategias de los partidos que el feminismo o que cualquier otra cosa que importe realmente a la sociedad, los excluyo de estas consideraciones.
Sin entrar en detalles de los muchos líderes significados de partidos de derecha de izquierda de arriba y de abajo que han lanzado dardos y venablos contra los “enemigos del feminismo” y que han acabado teniendo problemas con la justicia por maltratos, abusos y lindezas semejantes.
Y nos queda lo importante, las asociaciones más independientes y la propia sociedad civil.
Y este si que es un axioma. Los mayores enemigos de las asociaciones de mujeres lideradas por mujeres son otras asociaciones de mujeres lideradas por mujeres, o mujeres más o menos independientes comprometidas con la causa, pero con planteamientos y estrategias claramente definidas. Seguro que todas ellas son feministas y que ninguna de ellas permitiría abusos o maltratos sin denunciarlos, pero se comportan como si estuvieran en bandos enemigos, no como interesadas en llegar a un mismo destino, aunque sea por rutas diferentes.
Lo primero que no tengo demasiado claro es que es el feminismo.
Según la RAE, es “el principio de igualdad de derechos de la mujer” y el hombre, y también el “movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo”
Es decir, todo y nada. Y como estoy seguro de que si buscara otras definiciones me ocurriría lo mismo, doy mi propia opinión:
Movimiento provocado por la enorme desigualdad social de la mujer, e inspirado por las ideas del empresario, filósofo, escritor y periodista Friedrich Engels sobre temas puntuales como la necesidad de otorgarles derechos sobre la libertad de maternidad, de disociar maternidad de sexo, de tener jornadas laborales más racionales, de salarios dignos y, en definitiva, dar derechos y oportunidades a la mujer que no tenía en ningún orden, ni familiar ni laboral, ni social.
Engels era amigo personal de Karl Marx, con el que colaboró en muchas ocasiones. Marx se inspiró en algunas de sus obras, una de ellas “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, escrita en 1845.
Al principio fueron grupos aislados de mujeres en diversos puntos del mundo, que fueron cobrando fuerza hasta que el movimiento por la igualdad tuvo su primera aparición en público y de forma estructurada el 3 de mayo de 1908, primer “día de la mujer”, en el teatro Garrick de Chicago y no terminará, espero, hasta conseguir la igualdad legal y real entre mujeres y hombres.
Llegados a este punto, comento mi forma de entender los muchos y muy importantes problemas de la mujer, y como deberían afrontarse:
- Conseguir una igualdad total de derechos entre hombre y mujeres. Me refiero, naturalmente, a que la mujer tenga los mismos derechos y las mismas garantías legales que los varones. Por lo que yo sé, en España ya está totalmente conseguida, pero no ocurre lo mismo en el resto del mundo, especialmente en el llamado “tercero”, donde se ha avanzado muy poco.
- Conseguir una igualdad real laboral y social entre hombres y mujeres. Y en este capítulo hay mucho, muchísimo que avanzar, no porque lo impida la ley, sino por la picaresca de los empleadores o, en muchos casos, la picaresca de los mismos empleados, por los pactos entre las parejas, o por la complicada situación de las madres solteras o monoparentales.
En este grupo entran las contratadas por menos horas de las que trabajan realmente, aunque también hay otras que no quieren que las den de alta o que las den por menos horas por el enorme error de querer evitar su cuota parte de impuestos. Lo mismo ocurre con varones, aunque entre las mujeres hay un grupo de mucho peso al que no le dan ninguna opción, chantajeándolas con su necesidad más que en los otros casos, que es el de las empleadas de hogar.
Hay otro grupo que corresponde a los empleados a jornada reducida, entre la que la mayoría son mujeres con pareja e hijos con mayor responsabilidad en maternidad y tareas de hogar y madres solteras, un grupo cada vez más numeroso.
Este grupo está falseando las estadísticas porque, al no ponderar ingresos con horas trabajadas, parece que las mujeres cobran menos. Aunque es absolutamente cierto que estos casos, sean pactados u obligados por ser madre soltera, se produce mayoritariamente por su condición de mujer y su mayor carga en el cuidado y mantenimiento de la familia.
- Evitar la explotación de las mujeres en forma de trata de blancas para que ejerzan la prostitución o para trabajar en talleres clandestinos o tareas parecidas, esclavizadas por auténticos dueños de sus vidas y destinos.
No me refiero al hecho de la prostitución en sí, que es una opción alegal, pero personal, que tienen hombres y mujeres, sino a las que la ejercen en contra de su voluntad. Y aquí entran muchos factores, como la eficacia policial o la colaboración necesaria de los clientes que son los verdaderos responsables de lo que ocurre, porque la soportan económicamente. Y, aunque no tengan consciencia real de lo que están haciendo, porque me figuro que acuden a este tipo de prostitución porque es más barato contratar los servicios de una mujer de carretera que las que se ofrece en prostíbulos legalizados, de hecho, están cometiendo un abuso, casi una violación, porque la mujer no accede con libertad al acto sexual.
- Proteger a la mujer del maltrato y la violencia física o psicológica de los hombres.
En cuanto a los violentos desconocidos (abusadores “de calle”, violadores, etc.) hay una parte muy importante que debe poner la mujer evitando transitar por lugares peligrosos en horas peligrosas, desconfiando de desconocidos, especialmente si les invitan a copas que no han estado bajo su control, o a ir a sitios que no conocen, exactamente igual que debemos hacer los hombres como medidas preventivas para evitar problemas graves.
La desafortunadísima afirmación de que la mujer debe tener libertad para “poder ir sola y borracha a casa”, de Irene Montero, es un canto a la insensatez y un poner en peligro a la mujer por utopías partidistas. Esto es suponer que el mal no existe y, con afirmaciones de este tipo, lo único que se puede conseguir es que las mujeres, especialmente las jóvenes, desafíen el peligro y se arriesguen a sufrir daños muy graves, incluso a morir a manos de un asesino.
La violencia de género de cualquier otro tipo realizada por sus parejas, su entorno familiar, o su entorno social tienen connotaciones muy diferentes según quién sea el maltratador o el abusador y las circunstancias de cada caso.
Está claro que lo aconsejable es denunciar los hechos, pero no siempre es fácil porque depende de la fortaleza mental de la mujer víctima, de su posible dependencia del abusador, del tenor a represalias, e incluso de la situación económica de la maltratada que, en algunas ocasiones y por lo que he podido comprobar, prefiere soportar la situación de maltrato para no quedarse en la calle.
Si se trata de parejas, hay dos puntos especialmente delicados: Cuando la mujer anuncia que quiere separarse y cuando, una vez separada, tiene una nueva pareja. Son momentos en los que sus exparejas muestran el máximo de violencia y en los que se producen la mayoría de los casos de agresiones y de muertes.
Y, desgraciadamente, una forma cada vez más habitual es hacer daño a la expareja es dañando a los hijos, incluso aunque también lo sean suyos, como ha ocurrido en el último caso de Tenerife.
Por lo que es necesaria una mayor rapidez de los jueces a la hora de tomar medidas cautelares, medidas de protección más eficaces por parte de las Fuerzas de Orden Público para cumplimentarles y una mejor aplicación de la tecnología actual para mantener realmente controlado al posible agresor.
Evitando, en mi opinión, extremos tan absurdos como la situación actual, en la que, si una mujer denuncia un maltrato, la pareja es presuntamente culpables y las Fuerzas de Orden no tienen más opción que llevárselo detenido sin atender a ninguna otra consideración, lo que ha originado muchas injusticias por denuncias falsas, incluso aconsejadas por abogados, para favorecer causas de divorcio.
- Son muchas las naciones menos evolucionadas en las que la mujer ocupa lugares de segundo nivel y algunas en las que apenas se les reconoce más función que la de dar satisfacción a los hombres, parir hijos y atender a las familias, llegando a la barbaridad de las ablaciones de clítoris de las hembras en un intento de que no obtengan placer con el sexto, reservado únicamente a los varones.
Incluso en las naciones más evolucionadas, hay grupos sociales que todavía consideran a la mujer como ser impuro y no merecedor de desempeñar algunas funciones. Hay clubs o lugares de encuentro privado donde no se dejan entrar a las mujeres y las organizaciones religiosas son un ejemplo de este hecho. En ninguna de las musulmanas, que yo sepa, pueden ejercer ministerios ni orar con los hombres. E incluso en las cristianas los tienen limitados. La iglesia protestante es la única en la que las mujeres pueden ser ordenadas sacerdotes y ejercer los mismos cargos que los varones, pero la católica, aunque ha avanzado bastante recientemente, no ha pasado de autorizar una especie de diaconado de mayor nivel, sin acceso a determinados sacramentos.
Lo lamentable es que todo esto es mucho más complicado porque en demasiadas ocasiones estas situaciones tienen carácter voluntario y, aunque sea discriminatorio desde el punto de vista de las leyes y las costumbres de la mayoría de las naciones, obedecen a una gran carga cultural o religiosa difícil de entender y más difícil de combatir. Solo se puede obligar a que se cumplan las leyes de cada nación, evitando ablaciones, maltratos físicos o matrimonios concertados por los padres, por ejemplo.
- Conseguir que la sociedad facilite a las mujeres las ayudas y el entorno necesario para poder desarrollar su vida laboral sin renunciar a sus derechos como mujer, como el de la maternidad, las molestias por los ciclos menstruales, etc.
Todo ello requiere ayudas económicas, adecuación de horarios, creación de guarderías en lugares estratégicos para facilitar las jornadas laborables de las madres, etc.
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Ante semejante proliferación de causas-raíz, porque hay más de las que he enumerado, es absolutamente inadecuado tratar de agruparlo todo en una campaña a favor de los derechos de la mujer o en una denuncia global contra su maltrato, porque resulta muy espectacular, pero ineficaz.
Es cierto que las soluciones las deben aportar los políticos, concretamente el poder ejecutivo, que es el que dicta leyes, pero no dejándoles a su libre albedrio y mucho menos permitiendo un uso político de ninguno de estos gravísimos problemas.
Es la sociedad civil la que debe marcar las prioridades, los ritmos y los plazos evitando que nos movilicemos, o que discutamos entre nosotros, a golpe de titular de periódico o de hechos tan luctuosos como el de Tenerife, cuando en el fondo, la gran mayoría estamos de acuerdo en casi todas las cuestiones de fondo.
Y cuando digo sociedad civil no digo que no participen personas de ideología política o social, ¿cómo no van a participar? Pero esto solo avanzará cuando se consiga determinar cual es el mínimo común denominador que agrupe a hombres y mujeres de VOX, o de Podemos, o de la iglesia, o de cualquier otra asociación. Y que estos temas dejen de ser reclamos electorales para convertirse en asuntos de interés común de todos los españoles, en primer lugar, de todos los europeos en segundo y de la raza humana, en definitiva.
Lo que no es de recibo, ni acepto porque creo que no beneficia a nadie y perjudica a todos, los primeros a los afectados directamente, es ver espectáculos como el que ofreció la ministra Montero mezclando unos temas con otros, apoyando lo que no debía y presionando de forma inapropiada y populista a los jueces que dictan sentencias aplicando leyes que ella, como congresista y no los jueces, ha decretado.
Y que, en lugar de ponerse detrás de la pancarta de la rebelión contra el sistema en forma de ataque a los jueces, presione en el gobierno y en el congreso para que se mejoren las leyes que deben mejorarse y haga pedagogía de que en un país democrático las leyes se decretan por consenso, nunca a gusto de todos y que todos tenemos la obligación de acatarnos por muy inadecuadas que nos parezca.
Lo otro no es ni indignación, ni rabia, ni política. Es populismo barato y de la peor calidad.
Porque no creo que haya en España ni una sola persona que lamente menos que ella el asesinato de los niños. Ni una. Y porque en este país nadie tiene el patrimonio de sentir el dolor ajeno, aunque no montemos mítines para manifestarlo.
Y ahora llegamos a un punto absolutamente personal. Y es que no me fio en absoluto de la objetividad y el interés real de los políticos españoles actuales en solucionar los conflictos de la manera más justa, rápida y eficaz posible, porque necesitan tiempo y parafernalia, bombo, platillos, titulares y medallas que colgar a sus currículums políticos.
Y así lo están haciendo con la enorme cantidad de horas perdidas en comisiones parlamentarias con conclusiones escritas antes de convocarlas y sin más propósito que erosionar al adversario político.
La Comunidad Europea tiene una Comisión de Derechos de las Mujeres e Igualdad de Género y es ahí en donde se deberían tratar seriamente todos estos temas buscando soluciones. Seria y desapasionadamente, sin sobrecargas ideológicas y libre de ninguna contaminación por intereses nacionales o partidistas.
Y, francamente, no creo que sus puestos estén ocupados por feministas militantes, porque lo que realmente se necesita son profesionales de todo lo que se relacione con el mundo de la mujer en todos sus aspectos: legales, sanitarios, educacionales, etc.
Y que trabaje de oficio, fijando prioridades en función de la gravedad de los temas de su competencia y, también en parte, como reacción a hechos puntuales imprevistos. Personas que juzguen los hechos desapasionadamente, sin inmediatez física ni emocional y que dicten normas de obligado cumplimiento.
Que España dicte leyes sobre el particular no es necesariamente malo, ni mucho menos, pero no sin que exista un marco de actuación europeo que las encuadre. De esta forma se evitarían algunas francamente inútiles o simplemente sensacionalistas dictadas “en caliente” o por oportunismo político que, más que ayudar a las mujeres, están creando brechas importantes entre la ciudadanía.
Que es lo peor de lo malo que puede suceder en temas tan delicados como este.
Y que está ocurriendo en otros asuntos tan importantes como la educación, las jubilaciones y tantos otro que deben ser de Estado y no de partido en el gobierno.
Un pequeño añadido: Ninguna condena, por dura que sea, evitará que un desalmado o un loco cometa atrocidades. Ninguna.
Pero condenas duras y apropiadas al delito pueden apartar a los delincuentes de la sociedad durante muchos años. Y me sorprende mucho ver que cargos políticos que se rasgan las vestiduras y con razón, por hechos como el de Tenerife, también se las rasgan cuando se proponen figuras legales como la prisión permanente revisable o que se opongan a que se modifique la absurda ley del menor, tan sobreprotectora y buenista, que permite que jóvenes menores de 14 años sean prácticamente inmunes hagan lo que hagan y que menores de 18 años que han cometido toda clase de delitos, muchos de violencia extrema contra las mujeres, tengan un trato penal realmente incomprensible.
Y yo creo en la rehabilitación, claro que sí, pero entre la barbaridad legal de los Estados Unidos, en donde según en que caso se puede juzgar a un niño como adulto y lo que tenemos aquí, hay una horquilla de posibilidades que se debería estudiar con seriedad. Y, de nuevo, objetivamente, sin cargas ideológicas.
Recordando siempre que en este mundo cruel e insolidario se producen cada día una enorme cantidad de injusticias sufridas por determinadas etnias, por personas sin recursos y por una gran parte de la humanidad que sufren constantemente atrocidades como las que motivan este nota sin que aparezcan en titulares. Ni siquiera en la letra más pequeña de cualquier publicación, o en el último rincón del telediario con menos audiencia.
Porque pertenecen, no ya al mundo de los perjudicados socialmente, sino al de los “invisibles”.