En ocasiones resulta muy duro ser demócrata y tolerante. El caso de Pablo Iglesias y otros “revienta convivencias”.

Ayer me sentí realmente avergonzado al conocer el cruce de palabras entre el ¡Vicepresidente del gobierno! y el portavoz de VOX. Si algo me ha enseñado la vida y el haber tenido que lidiar en muchas plazas es que la actitud de Iglesias, le apeo el “señor”, era claramente provocadora, de chulo de bar que trató de desquiciar al portavoz de esa formación. No lo consiguió, pero sí que abandonara esa comisión para una supuesta recuperación que ni ha funcionado ni funcionará. Imposible con esos mimbres.

Actitud de matón de barrio, de chulo de barra de bar, acompañada con esa sonrisa de macarra perdonavidas, ese echarse hacia delante tan estudiado para aparentar autoridad y superioridad,  y ese lenguaje personal de ser “más que el que más” entre los mortales.

Permitida, como no podía ser de otra forma, por un “presidente florero” como Patxi López, político acomodaticio y cobarde, incapaz de controlar la situación y frenar ese desastre de intervención como era su obligación. Luego sí. Luego pidió disculpas y hasta se mostró autoritario con alguien de Podemos, pero para entonces el bicho ya no estaba en la plaza y el amonestado era apenas un becerrito sin fuerza ni poder. Así cualquiera es valiente.

El caso es que Iglesias dejó en ridículo al presidente de la comisión abusando de la impunidad que le da un Estado como el nuestro, ese que tanto desprecia, que ampara a los ciudadanos  aunque sean de la catadura moral de este señor o de Otegui, pongo por caso. Me gustaría verlo en Corea del Norte defendiendo la libertad de los norcoreanos y su derecho a un estado democrático.

Y lo hizo después de que el presidente de la comisión, el citado señor López, quisiera disculparle con ese gesticulante “ha dicho parece” al recibir la protesta del portavoz de VOX que se sintió ofendido por la manifestación de Iglesias sobre las intenciones golpistas de su partido.  Incluso acusó al Señor Espinosa de los Monteros de tener “la piel muy fina”.

Pero Iglesias, lejos de disculparse, paso de un “parece” a un “ustedes darían un golpe de estado si pudieran y tuvieran valor”, lo que provocó el abandono de la sala del ofendido.

Hecho que alegró evidentemente al gran provocador y destructor de convivencias que es el vicepresidente, que rubricó su histrionismo ofensivo con ese humillante “cuando salga cierre la puerta” destinado a su granero de votos, pero que me ofendió a mí y, supongo, a la ciudadanía más educada y tolerante de este país.

Y no estoy defendiendo al Señor Espinosa de los Monteros por ser del partido que es, que lo mismo protestaré el día que un portavoz de VOX tenga un comportamiento tan deleznable  con uno de Podemos, si es que lo hace.

La realidad es que ese tal Pablo Iglesias, que no es más que un personaje de ficción tras el que no hay más que  ignorancia y fanatismo, necesita un enemigo fascista, franquista o lo que sea para poder ejercer de salvador en tiempo de paz y orden y, como decía antes, en un estado que le protege. Y como no los hay, se los tiene que inventar para construir esa ficción de luchador suicida contra la opresión que daría la vida por el pueblo. ¡Anda ya! A otro perro con ese hueso.

Y puestos a analizar más fríamente lo afirmado por el gran héroe de pacotilla, he consultado a la Real Academia que, citando textos del Consejo General del Poder Judicial, define golpe de Estado con estas dos acepciones:

1.- Destitución repentina y sustitución, por la fuerza u otros medios inconstitucionales, de quién ostenta el poder político.

2.- Desmantelamiento de las instituciones constitucionales sin seguir el procedimiento establecido. Puede ser autor de un golpe de estado el propio presidente del Ejecutivo si, por ejemplo, disuelve el parlamento fuera de lo supuestos previstos en la Constitución.

No hay ninguna duda, porque así se ha comportado públicamente en muchas ocasiones, que  Iglesias es un señor que trata abiertamente de desprestigiar la monarquía, que odia la Constitución por mucho que de vez en cuando cite con voz susurrante y aspecto de telepredicador algún artículo concreto interpretándolo en su favor, que ha manifestado su deseo de que se suspendieran las Fuerzas Armadas, que ha tratado de opresores a las Fuerzas de Orden Público, las mismas que ahora protegen su casa y a las que han ordenado cerrar su calle para que no les acosen, que jamás ha usado otra bandera que la republicana, que ha defendido y sigue defendiendo la democracia asamblearia frente a la representativa, que afirma que hay que nacionalizar empresas al más puro estilo comunista, que no Chavista como se dice porque el comunismo es muy anterior y mucho más opresor que lo fue el propio Chaves, que defiende la dictadura del proletariado y que aspira a ser la reencarnación de Lenin, entra claramente en la segunda acepción de la definición, al menos en intenciones.

¿Alguien en este país duda de que si tuviera la más mínima oportunidad daría un golpe de estado para derrocar el régimen actual?   Y no se confundan. No permitiría una República como la que nosotros conocemos por muchas banderas que exhiba, porque no deja de ser otra forma de Estado tan democrática como la Monarquía Representativa. Su ideal no es la república a secas, es la “república democrática soviética”, eufemismo inventado por los comunistas, como la propia definición de “dictadura del proletariado”,  que tratan de enmascarar la dictadura de una casta superior que dirige, controla y organiza la vida de los ciudadanos sin que estos intervengan para nada en la organización del estado ni en sus propios destinos.

Es el comunismo histórico que acabó con tantas vidas en Rusia y en otros países y que terminó arrinconado por las ansias de libertad de sus ciudadanos, que acabaron derribando los muros vallas y alambradas que les separaban del mundo libre.

Y este buen señor se permite, porque es parte de su estrategia de provocación y desestabilización, acusar a los demás de lo que él haría mañana mismo si tuviera ocasión: Dar un golpe de estado.

Personaje que, inexplicablemente, está siendo imagen de España en medios de comunicación extranjeros donde dice, por ejemplo, que el PP está fomentando una sublevación de la Guardia Civil contra el gobierno y lindezas semejantes.

Pero sigo pensando que este “mil homens” no es más que una impostura porque no ha llegado a donde está por su gran cultura o sus grandes conocimientos de cualquier otra materia que no sea la agitación y la propaganda. No, él no es el responsable de sus fantochadas  y del grave desprestigio que está ocasionando a la nación.

Lo es, sin ninguna duda, el Presidente del Gobierno que debería haber provocado una crisis de gobierno y cambiar a esta banda de agitadores impresentables que tiene en la mesa de consejos por gente de más solvencia, del nivel de la Ministra Calviño, de Margarita Robles, o Reyes Maroto, la Ministra de Industria, Comercio y Turismo.

Buscando de paso una respetable jubilación a las representantes del “socialismo moderado”, como la Ministra de Hacienda, la de Educación o la vicepresidenta Carmen Calvo, que no han sido capaces de influir en lo más mínimo para evitar esta deriva social y política del “todo vale” en la que estamos inmersos en un momento tan delicado para el país.

Porque el gobierno, tal como está configurado, ya no es el camarote de los hermanos Marx. Es el Titanic poco antes de colisionar con el iceberg. Todavía puede corregir el rumbo, pero le queda muy poco tiempo.

Nunca he estado en la política activa porque no he militado en ningún partido. Peo si tuviera la más mínima influencia sobre los líderes de VOX, del PP y de Ciudadanos, les aconsejaría que no respondan a Iglesias diga lo que diga. Que no le interpelen. Que le contesten con el más absoluto de los silencios, porque es lo que se merece este personaje: Ignorarle, mirar hacia otro lado cuando se dirija a ellos.

Insisto: que difícil es en algunas ocasiones respetar las reglas de la democracia cuando te cruzas con personajes que se aprovechan de nuestras libertades para subvertirla. Porque personajes más radicales que Iglesias he conocido, pero más villanos no.

Y de nuevo acudo a la RAE que en su tercera acepción define villano como “ruin, indigno o indecoroso”, porque la segunda “rústico o descortés” creo que se le queda corta.

Y para que quede meridianamente claro, no cuestiono el derecho de Iglesias a defender sus ideas políticas, sino la forma de hacerlo.

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