La preocupación de los españoles por la Monarquía

El otro día, y en función de una pregunta planteada en la última encuesta del CIS, Tezanos nos informó de que “la Monarquía solo le preocupa al 0,3% de los españoles”, lo que en números absolutos son 14.100. Cifra que en si misma suena como muy ridícula.

Naturalmente este porcentaje responde muy concretamente a la pregunta formulada que, como suele ocurrir con este tipo de contestaciones, se difunde con una u otra interpretación según el medio que las presenta. Porque no es lo mismo que los españoles coloquen a la Monarquía entre las últimas de sus preocupaciones, que afirmar que la Monarquía solo le preocupa al 0,3 de los españoles. Parece lo mismo, pero no lo es.

Lo cierto es que, se tome como se tome, son cifras realmente bajas que necesitarían una cierta aclaración que no tenemos pero que yo me atrevo a aventurar.

No hay ninguna duda de que en España hay muchos más republicanos que monárquicos, pero en ambos casos pocos de ellos son militantes activos. Y para una buena parte de los republicanos y por lo que conozco de mis círculos más próximos, la republica es algo que les gustaría tener o haber tenido, pero saben que en este momento solo es otra forma de Estado que no alteraría en absoluto nuestro estado de bienestar, o de “mal estar” según se mire,   ni nuestra organización social, ni mucho menos la forma de hacer política.

Porque en ambos sistemas, la máxima autoridad, Rey o Presidente de la República, son cargos  más figurativos que operativos. Son referencias nacionales y entidades mediadoras y poco más.

Excepto las monarquías absolutas, que solo existen en países del tercer mundo, o en los países en los que el presidente de la República ejerce la autoridad directa, como es el caso de Francia o de Estados Unidos.

Y es por eso por lo que el sentirse republicano no implica que tener una Monarquía como la española suponga un problema para la inmensa mayoría de los españoles con esos sentimientos.

Dicho de otra forma, no es algo por lo que luchar más allá de manifestar una opinión o de dirigir el voto a los partidos supuestamente “más republicanos”. Y de ahí que no se vea como “una preocupación”.

Hablando de mi opinión personal sobre el tema debo manifestar que no soy monárquico porque no tengo edad ni razones para serlo, ni tampoco republicano por las mismas circunstancias. Soy liberal según el modelo anglosajón y respeto lo que se decida democráticamente porque estoy seguro de que realmente ambas formas de Estado no tienen más diferencia que educar a una persona para ejercer el cargo, porque es hereditario, o tener un Jefe del Estado elegido por votación. Y no me vengan con el rollo de las chapuzas del Rey emérito, absolutamente imperdonables en lo personal, porque estamos hablando de instituciones y no de personas.

Como he repetido no sé cuántas veces, escándalos en las familias reales de Gran Bretaña o de Holanda, por poner un ejemplo, o la muy lamentable actuación personal de prácticamente todos  los Presidentes de la República Francesa desde la segunda guerra mundial, por poner otro, los hemos tenido de todos los colores. Y en todos estos países, todos ellos con gran tradición democrática, que no es nuestro caso, se ha puesto a caer de un burro a los “infractores”, pero nadie ha cuestionado ni a la Monarquía ni a la República como forma de Estado.

Y que convivir en una república tampoco ofrece ninguna garantía. Ni mucho menos. Y si alguien cree que no es así, imagínense que tuviéramos como presidente a Aznar o a Zapatero. ¿Alguien cree que mantendrían un mínimo de imparcialidad? Eso solo ocurre en naciones con gran tradición republicana, como Italia, donde es una figura más neutral y respetada.

Ni tampoco en la forma de actuar de los políticos. Seguro que Sánchez, Iglesias, Casado, Abascal o Arrimadas se comportarían exactamente igual que lo hacen ahora porque sus únicos condicionantes, como ocurre en este momento, serían las leyes y, en último término, la Comunidad Económica Europea.

Los partidos antiespañoles como ERC, Bildu y el PNV sí que estarían más cómodos en una República porque la historia nos recuerda que han sido muy de hacer locuras. Especialmente en la Primera República, esa de la que nadie habla, hasta el punto de propiciar la fragmentación de España, el nacimiento del cantonalismo, e incluso la declaraciones de guerra entre ciudades que se auto proclamaron como un estado fuera de la nación española.

Pero también la Segunda República tuvo conatos de rebelión en algunas zonas y permitió el ensayo catalán propuesto por Lluís Companys que, como ha ocurrido recientemente con otros dirigentes independentistas, actuó tan deslealmente con el Estado español y con la República que lo representaba que tuvieron que encarcelarle.

De hecho, de los tres bienios, solo fue sensato y modernizador el primero. De los otros dos mejor no opinar.

Ergo tiene mucho sentido que la Monarquía esté a la cola de nuestras preocupaciones en un momento en el que tenemos tantas amenazas a nuestro alrededor. La más inmediata, por supuesto, la pandemia en sí y sus daños colaterales.

Ese comentario coincide con el tradicional mensaje de Navidad del Rey de España. Será esta noche y es bueno aclarar algunas de las confusiones que se suele tener y/o divulgar sobre su formato y contenido.

En primer lugar hay que saber que es el Rey el que ensambla el mensaje, pero la tradición y también la lógica democrática, obliga a que tenga el visto bueno del gobierno. No es un mensaje escrito por el propio gobierno y leído por el Rey, como ocurre en casi todos los de la Reina de Inglaterra, pero sí que requiere un cierto consenso.

Lo segundo y más importante es que los mensajes del Rey, pese a lo que dicen sus detractores, nunca tienen contenido político. Hacen una panorámica sobre lo ocurrido en el año que termina, nos da algunos consejos y nos felicita afectuosamente desde su despacho de la Zarzuela.

Y tampoco hizo política en el famoso mensaje con el que se ganó el odio visceral de los independentistas catalanes que siguen exigiendo una rectificación. Fue un mensaje “constitucional” porque  el Rey, eso sí, es el primer garante y defensor de nuestra carta magna, por lo que pedir que se cumpliera la Constitución no era hacer política, era, simplemente, su obligación institucional en un momento en el que se estaban produciendo hechos lamentables que amenazaban la integridad de la nación y que terminaron con condenas a sus promotores.

Hacer política sería condenar las ideas independentistas por muy extremas que se manifestaran. Pedir que se respete la unidad de España no. Es lo mínimo que se puede esperar del Rey, en este caso, como se debería esperar del Presidente de la República si fuera esa la forma de Estado.

Así que, querido amigos, no acepten ni disculpen la manipulación y el populismo. El Rey, que está siendo vapuleado por algunos partidos y, lo que resulta más lamentable, por una parte del gobierno, es, sin ninguna duda, el más imparcial de los españoles. Y lo es por razones de su cargo.

Como se decía antaño, ¡larga vida al Rey!

Los poderes del Estado y la actitud inaceptable del gobierno español.

Últimamente y con motivo de la confusión deliberada que está provocando el gobierno central, especialmente por boca de algunos de sus ministros, parece que las cosas no son como son, sino como algunos quieren que parezcan.

Y en este caso me refiero exclusivamente a la posición del Rey en la Constitución Española, sus funciones y sus obligaciones. Y digo exclusivamente porque la confusión no afecta solo a este tema, pero es uno de suma importancia por las consecuencias que pueda tener en cuanto a la información interesada lanzada a los ciudadanos. Información que, como digo, genera confusión aunque no tenga ni peso ni consecuencias legales ya que no hay ninguna posibilidad de que ocurra lo que dicen que va a ocurrir si no se siguen los procedimientos establecidos en la Constitución.

Se trata de hacer ruido y provocar división entre españoles, objetivo nunca disimulado de los partidos comunistas, tan amantes de tensionar situaciones, y de la extrema izquierda, al que, sorprendentemente, se han apuntado los socialistas de la fracción “Sanchista”

En primer lugar, recordar que el Título II de la constitución Española, en su artículo 56, punto 1 dice que: “El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes”.

Es decir, que la figura del Rey está por encima del resto de las instituciones aunque, lógicamente, tenga que coordinar alguna de sus acciones y todas sus opiniones con cualquiera de los tres poderes, especialmente con el ejecutivo, para no interferir en las políticas  puntuales de cada uno de ellos o en las del gobierno de turno.

Pero repito que las cosas son como son y no como dicen que son. La estructura del Estado, cuya representación y máxima autoridad la ostenta el Rey, está basada en la separación de los tres poderes: Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial.

El Legislativo, compuesto por las Cortes Generalesejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban sus Presupuestos, controlan la acción del Gobierno y tienen las demás competencias que les atribuya la Constitución”, y es el único lugar en el que se pueden promulgar leyes a propuesta del Ejecutivo o por alguna de las otras iniciativas previstas en el reglamento de las Cortes Españolas. Lo componen las Cortes y el Senado.

El Ejecutivo, que es el gobierno de cada momento, elegido con la obligación de cumplir y hacer cumplir las leyes y la Constitución y que está sujeto al control del legislativo y del judicial para garantizar que sus actuaciones se ajustan a derecho en la forma y no incumplen la Constitución en los hechos.

Y el Judicial que tiene la obligación de validar que ciudadanos y estamentos cumplan las leyes  establecidas, incluido, como decía antes, el propio poder Ejecutivo y también a los miembros de la judicatura.

Y ¿Qué tiene que ver todo esto con la polémica actual? Todo.

Decía que el Rey debe consultar y obtener la aprobación del gobierno para evitar interferencias en las políticas de cada gobierno, pero solo en lo que se refiere a las políticas “legales”, aquellas que, como decía, se ajustan a derecho y ni incumplen leyes ni se entrometen las decisiones de los otros poderes en la estructura del Estado.

Es decir: El Rey no puede ir por su cuenta a un acto convocado por la Asociación de Machistas Empedernidos o de Enemigos de la Migración Africana, si es que existieran esas asociaciones  y quiera Dios que nunca existan, ni tampoco organizarse un viaje a un país extranjero sin la aprobación del gobierno porque puede afectar a las relaciones internacionales, pero claro que es libre de aceptar invitaciones o acudir a actos propios de los otros poderes del Estado o de los estamentos y organismos que lo soportan, como son las Fuerzas Armadas, las Fuerzas de Seguridad,  asociaciones profesionales, etc.

Porque resulta que, por mucho que el gobierno  trate de aparentar lo que no es hinchando las plumas como los pavos reales macho, cada uno de los poderes del Estado tiene su marco de actuación perfectamente definida y tienen reconocido el mismo estatus estatal. Exactamente el mismo.

Es cierto que el Ejecutivo está mucho más en la actualidad por la inmediatez de los acontecimientos y por la dinámica que obliga ser el que tiene la facultad de tomar decisiones sobre temas del día a día, pero eso no significa que esté por encima de los otros dos, ni mucho menos que tenga el mismo nivel que el Rey, único representante real y legal del Estado Español.

Y así ha sido siempre y siempre se han respetado las reglas del juego desde el año 1978. Las que afectan al orden y también las de cortesía. Y todos los presidentes de gobierno, de izquierda o de derechas, las han mantenido escrupulosamente.

Y en este contexto, el presidente del gobierno está facultado para lo que está y únicamente es responsable de lo que es responsable: Gestionar adecuadamente los recursos del Estado, trabajar por la mejora de vida de los españoles, buscar la concordia, mantener buenas relaciones con otros países y, en definitiva, dejar la nación mejor que cuando ocuparon el cargo.

Sería absurdo suponer que cuando el Señor Sánchez va a Bruselas y negocia algún asunto o da una rueda de prensa, por ejemplo, habla en nombre del gobierno, de las cortes y de la judicatura. Eso, hablar en nombre del Estado, solo le corresponde al Rey, pero pretender que se cumplan estos principios elementales es auténtica ciencia ficción en los tiempos que corren.

Porque es evidente que desde que entró en la Moncloa, Pedro Sánchez está tratando de minusvalorar el papel del Rey, desde el famoso ¿error de protocolo? del besamanos, pasando por llegar con retraso a sus citas con el Rey, o el haber suspendido de hecho los despachos semanales en la Moncloa, que no están regulados por leyes, pero que es una costumbre que han mantenido todos los jefes de gobierno y que simbolizan lo que son: El respeto y acatamiento de los gobiernos a la jefatura del Estado.

Respeto que se simboliza en los otros poderes con la apertura oficial de las Cortes de cada legislatura, que preside el Rey, o con la del año judicial que también preside.

Porque cuando el gobierno, las Cortes o el Poder Judicial ejercen sus funciones, no lo hacen en su propio nombre, sino en nombre del Estado, que es como decir en Nombre del Rey que lo representa, de la misma forma que en las naciones republicanas lo hacen en nombre de la República.

Y parezca lo que parezca, desde el punto de vista legal continuamos exactamente igual que hace años, por mucho que le pese a Pablo Iglesias, comunista venido a más y al propio Pedro Sánchez, el peor colaborador del Rey, el más ambicioso y el que menos escrúpulos tiene para medrar en lo personal a costa de lo que sea. Una especie de “trilero mayor del reino” que ayer mismo y en sede parlamentaria, casi afirmó que los que defendían la monarquía la estaban patrimonializando.

Pero, eso sí y como siempre, lanzó la piedra y escondió la mano porque él no atacó al Rey, pero permitió sin inmutarse que parte de su gobierno y de sus socios independentistas lo hicieran. Forma de actuar en política inventada por los nacionalistas vascos de tiempos de Arzallus cuando decían que “unos agitan el árbol y otros recogen las nueces

Pero si preguntáramos a los ciudadanos, incluidos muchos universitarios, contestarían que el que manda es el gobierno y que el resto de poderes, incluida la corona, deben estar sometidos a su autoridad sin pensar que un gobierno de locos, que puede salir porque estamos en una democracia, podría destrozar nuestras estructuras si no hubiera alguien que le controle y le pare los pies..

Se podrá cambiar la forma de Estado y pasar a ser República, se podrá conseguir que el poder judicial y el legislativo dependan de la “máxima autoridad” como ocurre en Venezuela y en otros países con democracias degeneradas, pero para llegar a ello hay que seguir un proceso claramente marcado por la Constitución. Y no me parece ni factible a corto plazo ni oportuno en este momento.

Eso o sacar al ejército a la calle, como en ocurre en esos países, cosa absolutamente imposible teniendo como tenemos unas Fuerzas Armadas y unos Cuerpos de Seguridad del Estado democráticas y preparadas, que me atrevo a asegurar que ni siquiera obedecerían las órdenes del Rey, capitán general delos ejércitos, si les diera una orden inconstitucional.

Como ya se demostró en el desgraciado 23F, que quizás no fue tan “desgraciado” porque sirvió para demostrar con la fuerza de los hechos que la gran mayoría de los poderes del Estado, incluidos los estamentos militares, estaban al servicio de la nación y no al de cabecillas nostálgicos e irredentos.

Todo esto puede parecer “un rollo”, pero es algo que deberían conocer los españoles desde las escuelas como ocurre en los países democráticos de todo el mundo. Si conocemos las normas elementales del código de circulación ¿Cómo ignoramos los fundamentos de la Constitución y de nuestra forma de Estado?

Esta es la verdad de nuestra situación legal y no lo que parece si se escuchan determinadas tertulias, se leen determinados periódicos, o se siguen muchas de nuestras malintencionadas y dirigidas redes sociales.

Pero eso, hablar por boca de ganso, es lo fácil y lo cómodo. Leer algo que no enseñan en los colegios ni tampoco en la Universidad, hasta puede provocar dolor de cabeza.

Incluso se vende como cosas de fachas o de viejos.

14 de abril. Día de la República. Y un anexo dedicado a Pablo Iglesias

Hoy es el día de la República, forma de Estado que me parece perfectamente legítima y que funciona muy bien en los países con tradición republicana, como Francia, Alemania, Italia y otros, y funcionó muy mal, por ejemplo,  en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas donde el título era puramente decorativo porque allí gobernaba el Soviet Supremo que pronto se convirtió en una casta dominante que actuaba como una dictadura.

Cuando, curiosamente, se constituyó como un órgano de gobierno de democracia representativa, como tenemos actualmente en España, porque el Soviet Supremo se componía con los representantes de los soviet de cada república.

Pero también hay países muy adelantados, democráticos y prósperos que tienen a la monarquía como forma de Estado, como Gran Bretaña, los Países Bajos, los Países Nórdicos, y también España, por ejemplo. Repito: países prósperos y democráticos como lo es España digan lo que digan los detractores profesionales.

Y si nosotros tuviéramos alguna carencia en democracia y libertades, que hay pocas, sería culpa de los sucesivos gobiernos y no del Rey.

En la actualidad, la diferencia de que una nación tenga una u otra forma de estado es prácticamente irrelevante porque en los países monárquicos los reyes no gobiernan.

Son monarquías representativas y todas las funciones ejecutivas las tienen los gobiernos de turno, reservando para los reyes un papel de mediador entre partes si surgen diferencias entre partidos y de ser la figura de máxima representación institucional de estos países en el exterior.

Y eso también ocurre en Alemania o Italia, por ejemplo pero no en Francia y los Estados Unidos donde el Presidente de la República es también el que tiene el poder ejecutivo.

Y dicho esto, lo que me parecería impensable es que ninguna nación estable y organizada en su forma de Estado pretendiera cambiar de Monarquía a República o viceversa. Provocaría una confrontación muy grande y una confusión entre la ciudadanía de dimensiones incalculables.

Por lo que, respetando historias y tradiciones, mejor “no meneallo”. Y lo digo por España en donde hay una mayoría de republicanos que de muy buena fe rememoran sus tiempos o su forma de Estado preferida, y  otra que está empeñada en romper la estabilidad del país cueste lo que cueste.

Y costaría mucho. En España, por ejemplo, donde no tenemos tradición republicana, la elección de presidentes sería, como es lógico, por votación popular, y saldrían los mismos que están saliendo como presidentes de gobierno: Aznar, Zapatero, Rajoy, Sánchez.

¿Se imaginan la tranquilidad que tendríamos y como respetarían los partidos políticos a un Presidente de la Republica de otro partido? Porque ni pensar que aceptaran la candidatura de un independiente de pata negra.

Ocurriría lo que ocurre con los Jueces del Supremo o del Constitucional. Los mirarían con microscopio, no para ver si son independientes, sino para tratar de proponer a personas con plumaje parecido a los de cada partido.

Y si nos referimos concretamente a las Repúblicas españolas, hay que precisar que para los republicanos la primera “no existe”. No se habla de ella porque terminó como el “rosario de la aurora”, con intentos de segregación de algunas provincias, con ciudades cantonales declarando la guerra a otras ciudades cantonales y otros disparates de semejante calado.

En cuanto a la Segunda República, ¿de qué “bienio” estamos hablando? Porque el primero, el mejor, el de Azaña, también tuvo enfrentamientos importantes entre la Izquierda Radical y los Socialistas- Azañistas, pero pudo sacar leyes que modernizaron algo al país, pero el segundo, el de Alejandro Lerroux, de Izquierda Republicana Radical,  coaligado con la derecha católica, la CEDA de Calvo Sotelo, fue una auténtica contrarreforma del primero porque se anularon parte de lo conseguido por Azaña. Hasta el punto que fue apodado como “el bienio negro” por la izquierda del país.

Y el tercero, el de la coalición de izquierdas que duró unos meses, el del “Frente Popular”, arrancó mal, siguió con disturbios y toma de las calles por quien quisiera tomarlas y acabó con una guerra civil. Ya sé que la guerra comenzó por una revuelta militar que no justifico, pero tampoco hay que olvidar que parte de la ciudadanía la apoyó por la inseguridad ciudadana que estaban padeciendo.

Pero todos ellos, los tres, forman parte de la historia de la Segunda República. No fue la República de Azaña como parece querer transmitirnos. Los tres bienios fueron republicanos.

Así que, amigos republicanos, todos mis respetos para vuestras ideas, pero mejor dejemos las cosas como están. Creo sinceramente que es lo mejor para todos.

Y un consejo para los jóvenes: no os dejéis llevar por idealizaciones románticas ni por cabalgatas de “reinas magas”. No creáis todo lo que os dicen. Buscad literatura imparcial y leed. La República, repito, es una forma de gobierno digna, democrática y muy respetable, pero en España resultó una experiencia más bien desastrosa. La primera República duró once meses y la segunda cinco años.  Es decir, España ha vivido seis años de República, de los cuales solo uno fue relativamente tranquilo e ilusionante. No parece muy buena experiencia.

——————

Acabo de conocer un comentario de Pablo Iglesias, el Vicepresidente, en el que “ha cuestionado este martes el régimen constitucional de 1978 y ha defendido uno republicano donde el jefe del Estado jamás se vista de militar» y donde «mande el pueblo y no el poder económico».

No me meto en lo del uniforme porque cada uno tiene sus fobias, aunque no conozco a ningún régimen comunista en el que el jefe del gobierno o del estado, o el que mande, no tenga un ejército poderoso que solo está a sus órdenes.

Pero en España no manda el poder económico. Mandas tú y 349 diputados más. Otra cosa es que tú u otros diputados cedáis u os dejéis convencer por el poder económico, por el poder religioso, por la iglesia, por el feminismo, por los sindicatos o por regímenes como el de Maduro, por poner unos ejemplos.

Pero no juguéis con las palabras, como es habitual, ni desvirtuemos los hechos. Vosotros estáis ahí porque os hemos votado y solo vosotros, nadie más, es responsable del “quien mande”.

Si fuéramos una República y siendo como seríais los mismos congresistas, ¿no tendrían la misma fuerza el poder económico, el poder religioso, la iglesia, feminismo, los sindicatos o los regímenes como el de Maduro?

¡Anda ya! Milongas y palabrería.

Y si ese es el gran argumento que tenéis para defender la República, me alegro de haber publicado la nota que he puesto en Facebook hace unos minutos.