Los poderes del Estado y la actitud inaceptable del gobierno español.

Últimamente y con motivo de la confusión deliberada que está provocando el gobierno central, especialmente por boca de algunos de sus ministros, parece que las cosas no son como son, sino como algunos quieren que parezcan.

Y en este caso me refiero exclusivamente a la posición del Rey en la Constitución Española, sus funciones y sus obligaciones. Y digo exclusivamente porque la confusión no afecta solo a este tema, pero es uno de suma importancia por las consecuencias que pueda tener en cuanto a la información interesada lanzada a los ciudadanos. Información que, como digo, genera confusión aunque no tenga ni peso ni consecuencias legales ya que no hay ninguna posibilidad de que ocurra lo que dicen que va a ocurrir si no se siguen los procedimientos establecidos en la Constitución.

Se trata de hacer ruido y provocar división entre españoles, objetivo nunca disimulado de los partidos comunistas, tan amantes de tensionar situaciones, y de la extrema izquierda, al que, sorprendentemente, se han apuntado los socialistas de la fracción “Sanchista”

En primer lugar, recordar que el Título II de la constitución Española, en su artículo 56, punto 1 dice que: “El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes”.

Es decir, que la figura del Rey está por encima del resto de las instituciones aunque, lógicamente, tenga que coordinar alguna de sus acciones y todas sus opiniones con cualquiera de los tres poderes, especialmente con el ejecutivo, para no interferir en las políticas  puntuales de cada uno de ellos o en las del gobierno de turno.

Pero repito que las cosas son como son y no como dicen que son. La estructura del Estado, cuya representación y máxima autoridad la ostenta el Rey, está basada en la separación de los tres poderes: Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial.

El Legislativo, compuesto por las Cortes Generalesejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban sus Presupuestos, controlan la acción del Gobierno y tienen las demás competencias que les atribuya la Constitución”, y es el único lugar en el que se pueden promulgar leyes a propuesta del Ejecutivo o por alguna de las otras iniciativas previstas en el reglamento de las Cortes Españolas. Lo componen las Cortes y el Senado.

El Ejecutivo, que es el gobierno de cada momento, elegido con la obligación de cumplir y hacer cumplir las leyes y la Constitución y que está sujeto al control del legislativo y del judicial para garantizar que sus actuaciones se ajustan a derecho en la forma y no incumplen la Constitución en los hechos.

Y el Judicial que tiene la obligación de validar que ciudadanos y estamentos cumplan las leyes  establecidas, incluido, como decía antes, el propio poder Ejecutivo y también a los miembros de la judicatura.

Y ¿Qué tiene que ver todo esto con la polémica actual? Todo.

Decía que el Rey debe consultar y obtener la aprobación del gobierno para evitar interferencias en las políticas de cada gobierno, pero solo en lo que se refiere a las políticas “legales”, aquellas que, como decía, se ajustan a derecho y ni incumplen leyes ni se entrometen las decisiones de los otros poderes en la estructura del Estado.

Es decir: El Rey no puede ir por su cuenta a un acto convocado por la Asociación de Machistas Empedernidos o de Enemigos de la Migración Africana, si es que existieran esas asociaciones  y quiera Dios que nunca existan, ni tampoco organizarse un viaje a un país extranjero sin la aprobación del gobierno porque puede afectar a las relaciones internacionales, pero claro que es libre de aceptar invitaciones o acudir a actos propios de los otros poderes del Estado o de los estamentos y organismos que lo soportan, como son las Fuerzas Armadas, las Fuerzas de Seguridad,  asociaciones profesionales, etc.

Porque resulta que, por mucho que el gobierno  trate de aparentar lo que no es hinchando las plumas como los pavos reales macho, cada uno de los poderes del Estado tiene su marco de actuación perfectamente definida y tienen reconocido el mismo estatus estatal. Exactamente el mismo.

Es cierto que el Ejecutivo está mucho más en la actualidad por la inmediatez de los acontecimientos y por la dinámica que obliga ser el que tiene la facultad de tomar decisiones sobre temas del día a día, pero eso no significa que esté por encima de los otros dos, ni mucho menos que tenga el mismo nivel que el Rey, único representante real y legal del Estado Español.

Y así ha sido siempre y siempre se han respetado las reglas del juego desde el año 1978. Las que afectan al orden y también las de cortesía. Y todos los presidentes de gobierno, de izquierda o de derechas, las han mantenido escrupulosamente.

Y en este contexto, el presidente del gobierno está facultado para lo que está y únicamente es responsable de lo que es responsable: Gestionar adecuadamente los recursos del Estado, trabajar por la mejora de vida de los españoles, buscar la concordia, mantener buenas relaciones con otros países y, en definitiva, dejar la nación mejor que cuando ocuparon el cargo.

Sería absurdo suponer que cuando el Señor Sánchez va a Bruselas y negocia algún asunto o da una rueda de prensa, por ejemplo, habla en nombre del gobierno, de las cortes y de la judicatura. Eso, hablar en nombre del Estado, solo le corresponde al Rey, pero pretender que se cumplan estos principios elementales es auténtica ciencia ficción en los tiempos que corren.

Porque es evidente que desde que entró en la Moncloa, Pedro Sánchez está tratando de minusvalorar el papel del Rey, desde el famoso ¿error de protocolo? del besamanos, pasando por llegar con retraso a sus citas con el Rey, o el haber suspendido de hecho los despachos semanales en la Moncloa, que no están regulados por leyes, pero que es una costumbre que han mantenido todos los jefes de gobierno y que simbolizan lo que son: El respeto y acatamiento de los gobiernos a la jefatura del Estado.

Respeto que se simboliza en los otros poderes con la apertura oficial de las Cortes de cada legislatura, que preside el Rey, o con la del año judicial que también preside.

Porque cuando el gobierno, las Cortes o el Poder Judicial ejercen sus funciones, no lo hacen en su propio nombre, sino en nombre del Estado, que es como decir en Nombre del Rey que lo representa, de la misma forma que en las naciones republicanas lo hacen en nombre de la República.

Y parezca lo que parezca, desde el punto de vista legal continuamos exactamente igual que hace años, por mucho que le pese a Pablo Iglesias, comunista venido a más y al propio Pedro Sánchez, el peor colaborador del Rey, el más ambicioso y el que menos escrúpulos tiene para medrar en lo personal a costa de lo que sea. Una especie de “trilero mayor del reino” que ayer mismo y en sede parlamentaria, casi afirmó que los que defendían la monarquía la estaban patrimonializando.

Pero, eso sí y como siempre, lanzó la piedra y escondió la mano porque él no atacó al Rey, pero permitió sin inmutarse que parte de su gobierno y de sus socios independentistas lo hicieran. Forma de actuar en política inventada por los nacionalistas vascos de tiempos de Arzallus cuando decían que “unos agitan el árbol y otros recogen las nueces

Pero si preguntáramos a los ciudadanos, incluidos muchos universitarios, contestarían que el que manda es el gobierno y que el resto de poderes, incluida la corona, deben estar sometidos a su autoridad sin pensar que un gobierno de locos, que puede salir porque estamos en una democracia, podría destrozar nuestras estructuras si no hubiera alguien que le controle y le pare los pies..

Se podrá cambiar la forma de Estado y pasar a ser República, se podrá conseguir que el poder judicial y el legislativo dependan de la “máxima autoridad” como ocurre en Venezuela y en otros países con democracias degeneradas, pero para llegar a ello hay que seguir un proceso claramente marcado por la Constitución. Y no me parece ni factible a corto plazo ni oportuno en este momento.

Eso o sacar al ejército a la calle, como en ocurre en esos países, cosa absolutamente imposible teniendo como tenemos unas Fuerzas Armadas y unos Cuerpos de Seguridad del Estado democráticas y preparadas, que me atrevo a asegurar que ni siquiera obedecerían las órdenes del Rey, capitán general delos ejércitos, si les diera una orden inconstitucional.

Como ya se demostró en el desgraciado 23F, que quizás no fue tan “desgraciado” porque sirvió para demostrar con la fuerza de los hechos que la gran mayoría de los poderes del Estado, incluidos los estamentos militares, estaban al servicio de la nación y no al de cabecillas nostálgicos e irredentos.

Todo esto puede parecer “un rollo”, pero es algo que deberían conocer los españoles desde las escuelas como ocurre en los países democráticos de todo el mundo. Si conocemos las normas elementales del código de circulación ¿Cómo ignoramos los fundamentos de la Constitución y de nuestra forma de Estado?

Esta es la verdad de nuestra situación legal y no lo que parece si se escuchan determinadas tertulias, se leen determinados periódicos, o se siguen muchas de nuestras malintencionadas y dirigidas redes sociales.

Pero eso, hablar por boca de ganso, es lo fácil y lo cómodo. Leer algo que no enseñan en los colegios ni tampoco en la Universidad, hasta puede provocar dolor de cabeza.

Incluso se vende como cosas de fachas o de viejos.

El discurso del Rey. Del Rey de todos los españoles.

No se trata tanto de comentar el discurso del Rey, que me pareció muy correcto y adecuado al momento político, como  de analizar las reacciones de los partidos políticos.

Sobre la opinión del los independentistas catalanes no vale la pena perder tiempo. Han dicho lo esperado dado sus intereses y el nivel intelectual de los opinantes.

Lo indignante para mí fue el comentario de Aitor Esteban Bravo, portavoz del PNV, respaldado por sus siete apellidos vascos y con esa cara de mala leche que reserva para ocasiones especiales. Se quejó de que no mencionara al País Vasco. ¿Acaso hablo de Valencia, de Aragón o de Galicia? Habló de todos los españoles citando expresamente a los solidarios, a los ciudadanos y sus aspiraciones, y a la necesaria convivencia. Pero claro, se trata de seguir insistiendo en esa especie de superioridad de raza, tan inventada como absurda, para ver si cuela. En ese eterno ponerse de puntillas para simular que se es más alto que nadie.

Y se atrevió a decir, tan puesto en razón él, que “el mensaje fue un mero enunciado, un baño de autoestima que exhibe un estado inseguro, en crisis”. Dicho por personas, como él, que ni necesita abuela para resaltar sus valores, ni tienen ningún empacho en inventar la historia menos creíble de toda España en cuanto a reinos históricos  o nacionalidades se refiere. Inventos que ofenden la inteligencia de los españoles, menos la de los poco documentados que se creen todo lo que dicen personajes interesados en cambiar la historia, como el que nos ocupa.

Porque lo que ahora es País Vasco empezó a conocerse como tal en el siglo XIX. Hasta entonces, la zona confusa de los montes y las tierras altas de lo que ahora es país vasco y parte de Navarra, estaban pobladas por aldeas o parroquias, y caseríos aislados, sin ninguna sensación de ser “un pueblo”, como ocurrió anteriormente con la cultura celta.

(Algunos párrafos de mi artículo “La historia que no estudió el lendakari Ibarretxe”, publicado el pasado mes de junio. https://jlmartinezangel.com/2019/06/11/la-historia-que-no-estudio-el-lendakari-ibarretxe/

“Y, en cuanto a la escritura en euskera, el  Instituto Vasco Etxepare, dice que: “El euskera es una lengua genéticamente aislada: es decir, no pertenece a ninguna familia lingüística conocida. Tampoco el origen de esta lengua está muy claro. Los primeros textos escritos en euskera datan del siglo XVI, aunque ya en el siglo X se conocen cantares, expresiones o vocablos escritos que aparecen insertados en otras lenguas. Aun así, el primer libro escrito en euskera es Linguae Vasconum Primitiae, escrito por Bernard Dechepare en 1545.”

¡En 1545! Unos cincuenta años antes de que Miguel de Cervantes escribiera el Quijote.  En pleno Siglo XVI, el del Renacimiento español.

En el que se dan más detalles de lo insostenible de sus teorías de raza superior y territorio histórico. Fue una cultura singular y respetable, muy respetable, de agricultores y ganaderos)

Que este señor, representante de una autonomía que no retrasmite el discurso del Rey de España en “su” televisión pública y que dedica horas a potenciar los comentarios de todos los disidentes,  reclame para sí y para los suyos un trato preferencial, es sencillamente indignante.

Porque, como ocurre con todos los nacionalistas radicales, no representa a todos “los vascos”, sino a los pertenecientes a ese grupo de visionarios sin base y parásitos insolidarios que es el PNV, encubridor de ETA en otros tiempos y chantajistas profesionales en la actualidad. Envolviéndose, eso sí, en la bandera de su autonomía, lo mismo que hacen los independentistas catalanes. Como si ellos fueran los únicos vascos con autoridad, los ciudadanos, los “aristos” de las tierras vascas.

Vengo diciendo mucho tiempo que el gran peligro no es el independentismo catalán, que dará mucha guerra y nos causará mucho dolor durante bastante tiempo, pero que está políticamente muerto aunque parezca renacer de sus cenizas por la necesidad de apoyos de nuestro ilustre aspirante a la jefatura de gobierno.

El peligro es el PNV. Partido hegemónico en su comunidad, beneficiada en nuestra Constitución con ese cupo que pagan tarde y mal, si lo pagan, y la aceptación tácita de permitir que Navarra se integre en ella si así lo deciden los navarros. Ambos puntos asumidos por razones políticas del momento y no por supuestos derechos históricos que no existen y que, en todo caso, serían comunes a otras autonomías.

Y consiguiendo más transferencias cada vez que se les requiere para ayudar al “gobierno de la nación”. Y así nos tienen, incumpliendo pagos y  trabajando en la integración de Navarra con la ayuda de Bildu y la inanición política del PSOE de Sánchez. El Partido Sanchista Obrero Español.

Y lo digo desde una cierta autoridad, pequeña, que me otorga el que mis abuelos maternos fueran de Irún y Rentería y de que mi madre naciera en Arrigorriaga. Ningún apellido vasco, como el propio señor Esteban, pero un gran apego y un razonable conocimiento de la situación política del País Vasco.

¡Pobre nación la nuestra que cediendo terreno a los políticos ha llegado a semejante nivel de confusión y mediocridad!

Añadido el 31 de diciembre: Este artículo lo escribí hace dos días y ayer tuve ocasión de conocer parte de lo que el PNV ha “cobrado” por apoyar a la eminencia que aspira a ser presidente nos cueste lo que nos cueste.

Que se sepa, porque habrá mucho oculto,  la autorización a tener selecciones deportivas autonómicas vascas, que no deja de ser una forma de ir creando la imagen de “nación”, impulsar las transferencias, entre ellas parece que han hablado de las de prisiones, “dar cauce al reconocimiento de las identidades territoriales del País Vasco y Cataluña”, y ¡asombroso!, que la guardia civil de tráfico deje de operar en Navarra. Es decir, que un partido de una autonomía, País Vasco, negocie la organización y las competencias de otra, Navarra.

Francamente no entiendo como los sensatos de este país, incluida una gran parte del casi difunto PSOE “de toda la vida”, consienten que este hombre se salte a la torera normas y costumbres pactando con los enemigos de  la Constitución y de la propia España, con el único objeto de seguir habitando en la Moncloa.

En cuanto al PNV, eso es precisamente lo que esperaba de semejantes chantajistas. Y, lamentablemente, no me equivocaba